A ti, bienaventurado san José
A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén
El papa León XIII puso esta oración como colofón de la encíclica Quamquam pluries del 15 de agosto de 1889. La devoción a san José, ya declarado patrono de la Iglesia universal por el beato Pío IX el 8 de diciembre de 1870, fue especialmente sostenida por León XIII que, elegido papa el de 20 febrero de 1878, desde el principio puso su pontificado «bajo la poderosísima protección de san José, celeste patrono de la Iglesia» (alocución a los cardenales del 28 marzo de 1878).