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LITURGIA
Sacado del n. 01/02 - 2011

Historia y valor del antiguo rito hispano-mozárabe

Mozárabe, es decir “entre los árabes”


Entrevista a monseñor Juan Miguel Ferrer Grenesche, subsecretario de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los sacramentos, sobre el rito litúrgico nacido en el siglo IV en la península ibérica, en particular en las regiones del antiguo reino visigodo de Toledo: no solo salvaguardó la fe del pueblo del arrianismo, sino que fue practicado también durante los siglos de la dominación árabe. Ha llegado hasta nuestros días con su riquísimo patrimonio de oraciones para la celebración de la misa y su historia es asimismo una lección de inculturación de la fe en una específica área geográfica


Entrevista a Juan Miguel Ferrer Grenesche por Roberto Rotondo


El transparente (1730), obra del arquitecto Narciso Tomé, Catedral de Toledo

El transparente (1730), obra del arquitecto Narciso Tomé, Catedral de Toledo

 

Todos los días en la Catedral de Toledo, España, se celebra la misa y se rezan las laudes según el antiquísimo rito hispano-mozárabe. Es una liturgia de la Iglesia católica que nació en el siglo IV en la península ibérica –más concretamente en las regiones pertenecientes al antiguo reino visigodo de Toledo– que no sólo salvaguardó la fe del pueblo del arrianismo, sino que fue practicada también durante los siglos de dominación árabe. Ha llegado hasta nosotros con su riquísimo patrimonio de oraciones para la celebración de la misa, y su historia es también una lección de inculturación de la fe en un área geo­gráfica específica, por lo que según muchos no es posible entender las raíces espirituales de España, sobre todo la devoción mariana española, sin tener en cuenta este antiquísimo rito.
Le hemos pedido a monseñor Juan Miguel Ferrer Grenesche, doctor en Liturgia, subsecretario de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los sacramentos, máximo experto del rito mozárabe, que nos ilustre este tesoro litúrgico. Monseñor Ferrer Grenesche, nació en Madrid en 1961 y recibió la ordenación sacerdotal en Toledo en 1986, antes del nombramiento en la Curia de Roma fue vicario general de la Archidiócesis de Toledo.

Monseñor Ferrer, ¿por qué el rito mozárabe es tan valioso?
Juan Miguel Ferrer GrEnesche: Por las características distintivas de la liturgia eucarística, que son el aprecio por conservar las formas antiguas, la sencillez de los ritos iniciales, la abundancia de “antífonas y cantos fijos” o casi fijos como, por ejemplo, el canto de la paz, el canto “ad accedentes” para la comunión, la antífona para la postcomunión, la bendición preparando la comunión, el calendario, fuertemente cristocéntrico y con gran predominio de las celebraciones de los mártires.
Se habla a menudo de la gran variabilidad eucológica del rito mozárabe, es decir, del gran número de plegarias eucarísticas…
Si en Roma ciertas partes de la plegaria eucarística se hacen variables, en Hispania toda la plegaria eucarística, las oraciones y moniciones del Ordo Missae se hacen variables. Otro elemento es el carácter iniciático-participativo. El pueblo interviene constantemente, en particular escuchando las oraciones (en ocasiones largas, pero estructuradas según precisas reglas retóricas para llegar, no sólo a Dios, sino también al pueblo) y también con sus aclamaciones y cantos (especialmente el Amén pronunciado 33 veces en cada misa y con el Aleluya.
En este mismo sentido hay que entender el modo solemne de la fracción del pan, partiendo la sagrada forma en nueve partes que se colocan formando cruz en la patena mientras se recorren los principales momentos del misterio de Cristo, o el modo de cadenciosa recitación del Padrenuestro por parte del sacerdote y los sucesivos “amén” de los fieles tras cada una de su frases.
Otro elemento distintivo del rito mozárabe es la integración de elementos de otras tradiciones litúrgicas. El gusto por conservar sus formas antiguas no ha impedido, en el curso de los siglos, al rito hispano-mozárabe de ir acogiendo aportaciones de diversos lugares del mundo cristiano sin perder, no obstante, sus elementos originales: el influjo, muy pausible, del canto y ceremonial bizantinos (presencia larga de los mismos en una amplia zona de la península desde Murcia a Málaga entre finales del siglo VI y finales del VII); la fervorosa acogida de elementos litúrgicos (plegaria eucarística) alejandrinos, que probablemente llegan de Roma y Milán a la península en tiempos de san Ambrosio y san León Magno; la aceptación de ciertas romanizaciones progresivas especialmente desde el siglo XI, el Gloria y la oratio post Gloriam, la Completuria y las sucesivas asimilaciones de rúbricas y arte litúrgico.
¿A qué se debe semejante riqueza?
Al hecho de que los Padres de la Iglesia hispanos, sin dejar de escribir tratados (como Isidoro de Sevilla, Paciano de Barcelona, Ildefonso o Julián de Toledo, entre otros), prefirieron concentrar su docencia no en obras teológicas que en aquel tiempo habrían servido a pocos, sino en la liturgia de la que se beneficiaría todo el pueblo. De aquí, pues, la producción de un tesoro eucológico de trascendencia teológica y espiritual importantísima y difícilmente superable. Los grandes ejes teológico-espirituales de sus obras litúrgicas son la superación del paganismo y la superioridad de la verdad y culto cristianos, la vida como “sequela Christi” en la senda de los mártires, el equilibrio entre ascética y amor por lo creado, frente a los desequilibrios priscilianistas, la afirmación incuestionable de la divinidad y humanidad de Cristo frente al arrianismo y a reminiscencias de corte doceta y junto a ello una fortísima piedad mariana en torno a la maternidad virginal de María, el valor y grandeza del monacato sin desprecio por el matrimonio, la rotunda presencia del Espíritu Santo en la vida y culto de la Iglesia. Como maestros que más influyeron en ellos hay que citar a san Jerónimo, san León Magno, san Ambrosio, san Agustín y san Gregorio Magno.
¿Cuáles han sido las etapas históricas fundamentales del desarrollo del rito mozárabe?
El momento de oro es entre los siglos VI y VIII, pero yo comenzaría desde principios del siglo IV, con dos hechos para mí de máxima relevancia en orden al proceso de cristianización de las gentes de Hispania: el primero es el Concilio de Elvira (306), junto a la actual Granada, que reúne a numerosos obispos de la zona pero también del interior de la península, como Melancio, obispo de Toledo, antigua capital carpetana, donde la fe estaba ya arraigada y la estructura eclesial establecida en todos sus elementos. El segundo es la sangre de los mártires. Como en otras partes del Imperio, bajo Diocleciano se colman de mártires las comunidades cristianas ya consolidadas y superan esta fuerte prueba dando constancia de su solidez, poco antes de obtener la “tolerancia” y en breve incluso la “oficialidad”.
El siglo IV es importante porque es el siglo del nacimiento de las “escuelas exegético-teológicas”, y será también el de las grandes controversias doctrinales y resoluciones conciliares, preparando el nacimiento, en el siglo sucesivo, de las liturgias escritas y más adelante de los libros litúrgicos propiamente dichos. El siglo V, en efecto, será el de la literatura teológica y pastoral, el de las grandes codificaciones conciliares y el del nacimiento de los “Ritos” como expresiones globales de la fe, con una tradición exegético-teológica, una recopilación canónico-disciplinar, una espiritualidad y unos libros litúrgicos propios, uniendo, en todo ello, el proceso descrito y lo que se ha de considerar una auténtica inculturación de la fe en los diversos contextos del mundo antiguo. Así ocurrió también en la Hispania romana.

<I>La Anunciación</I>, miniatura mozárabe, <I>Tratado de San Ildefonso acerca de la virginidad de María</I>, fol. 66

La Anunciación, miniatura mozárabe, Tratado de San Ildefonso acerca de la virginidad de María, fol. 66

¿Qué cambió con las invasiones de los bárbaros?
Las invasiones de los bárbaros, o mejor, su gradual asumir el poder político y social en el Imperio Romano de occidente, interrumpió o frenó este proceso en las diversas áreas geográficas. No se trata tanto de que los bárbaros llegasen y destruyesen todo lo que encontraban a su paso, sino que tales pueblos, al tomar las riendas políticas y sociales, reabrieron la cuestión arriana. Por otra parte, fragmentando la unidad política de Occidente y suscitando desplazamientos de población, provocaron una decadencia económica, con repercusión en las fuerzas dedicadas a la creación intelectual y artística, frenando la realización de libros y la construcción de iglesias.
La cuestión arriana al principio crea dificultades a los obispos católicos hispanos, porque los reyes visigodos a los que estaban sometidos daban cada vez más espacio y protección a los obispos arrianos, que dividían las comunidades y se corría el peligro de que el pueblo perdiera la verdadera fe. Sin embargo, fue también un periodo de reflexión para los obispos católicos que, después de la conversión de los reyes visigodos al catolicismo, comenzaron a componer textos litúrgicos precisamente para que el paso del pueblo del arrianismo al catolicismo fuera una conversión real y que la verdadera fe fuera de todos, visigodos e hispano-romanos. Este fue el resorte que activó el proceso de formación del rito, y aquí hay que hablar sobre todo de Ildefonso de Toledo, que compuso muchas misas y celebraciones para la liturgia de las Horas, pero que también desarrolló una pietas en torno a María Virgen y Madre –Virgen porque madre de Dios y madre porque ella es la madre de Jesucristo. Esto también contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesús.
Pero será entre el 589, fecha en que se celebra el III Concilio de Toledo y el 711 cuando se dé un momento de oro para el rito entonces conocido como Hispano. Entre el 589 y mitad del siglo VI será el tiempo de la gran composición de textos y de su codificación en libros, al mismo tiempo, ya tras el IV concilio de Toledo (633) se puede hablar de una celebración solemne y completa del rito. Una celebración que se prolonga hasta la supresión del mismo en el Concilio de Burgos del año 1080.
Es un período histórico casi todo marcado por la dominación árabe. ¿Cómo pudo sobrevivir y desarrollarse el rito mozárabe?
Es difícil dar una respuesta general porque la situación no es la misma en las distintas zonas de España. Además estamos hablando de un período de tiempo muy largo: los musulmanes llegaron a principios del siglo VIII y dejaron Granada en la época del descubrimiento de América. Sin embargo, podemos decir que al principio no pudieron influir mucho sobre las costumbres y creencias, porque eran sólo una minoría militar y política y se limitaban a mantener la situación bajo control.
Los problemas, en cambio, llegaron con algunos cristianos de origen visigodo que no se habían convertido realmente al catolicismo y que, gracias a la presencia de los árabes, pensaron volver a su arrianismo haciéndose musulmanes. Este fenómeno hizo que se diera un período difícil para el catolicismo. Los obispos trataron de explicar a los musulmanes en qué consistía la verdadera fe católica, refutando las acusaciones de politeísmo e idolatría, pero esta política de diálogo no dio grandes resultados, porque los musulmanes endurecieron sus posturas y algunos mozárabes-cristianos acabaron por esposar tesis erradas como las de Elipando de Toledo.
También hubo intentos, como el que tuvo su centro en Córdoba, de convertir los musulmanes al cristianismo y esto provocó la persecución: fue la época de los mártires cordobeses, que en toda Andalucía fueron al martirio.
¿Marcó la reforma gregoriana el final del rito mozárabe como rito de toda España en favor del rito romano?
No, fue un proceso mucho más largo y elaborado. Ya antes de la reforma gregoriana había comenzado a nivel político un proceso de acercamiento de los reinos católicos del norte de España hacia Europa. Era una Europa postcarolingia y cluniacense y los reyes de Aragón y Castilla pensaban que la adopción del rito romano ayudaría sus proyectos de integración con el resto de Europa.
Los monjes de rito romano empezaron a establecerse en España bajo la protección de los reyes y, por tanto, ambos ritos, romano y mozárabe, comenzaron a estar presentes. Hasta el ya citado Concilio de Burgos de 1080, en el que, bajo la guía de la corona de Castilla, el rito romano se convierte en el oficial. Desde este momento y a medida que Aragón y Castilla reconquistan territorios a los árabes, estos territorios eran restituidos al rito romano y los obispos eran nombrados entre los monjes franceses de rito romano. De este modo el rito romano volvió a ser predominante en España y al final sólo Toledo sustancialmente conservó el privilegio de poder celebrar la liturgia mozárabe en las seis parroquias que había en la ciudad cuando Alfonso VI, en 1085, la conquistó expulsando a los árabes.
¿Y luego?
La supervivencia del rito hispano-mozárabe prácticamente solo en torno a las parroquias antiguas de Toledo tuvo momentos más o menos felices hasta el reinado de los Reyes Católicos y el pontificado del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1495-1517). Cuando éste emprende la tarea de reeditar los libros litúrgicos, lo cierto es que la antigua liturgia estaba en una situación crítica por decadencia de los elementos materiales, falta de adecuada formación del clero y dispersión de los fieles. La obra cisneriana asegura la supervivencia del rito y lo vincula particularmente a la Catedral primada, con la creación de la Capilla Mozárabe del Corpus Christi, pero asegura también la dignidad del viejo rito permitiendo su celebración en algunos otros lugares significativos como la sede universitaria de Salamanca. Los libros cisnerianos (Misal y Breviario) permitirán la conservación de la eucología, las lecturas propias y las estructuras rituales de parte de la tradición hispana (la que luego se llamó tradición “bética” o andaluza, y por conservarse en los libros cisnerianos también conocida como “impresa”) para la misa y la liturgia de las Horas. Ahora bien estos libros consagran la integración, que venía produciéndose, de algunos elementos romano-toledanos, particularmente en las rúbricas, el calendario, el espacio celebrativo y los enseres para el culto
La iglesia de San Miguel de Escalada, a treinta kilómetros de León, fue fundada en el 913 por monjes que huyeron de Córdoba. Los arcos de herradura del pórtico son típicos de la arquitectura mozárabe

La iglesia de San Miguel de Escalada, a treinta kilómetros de León, fue fundada en el 913 por monjes que huyeron de Córdoba. Los arcos de herradura del pórtico son típicos de la arquitectura mozárabe

¿Cuáles han sido los momentos más importantes en época moderna?
Con el final del siglo XVIII el espíritu erudito postridentino y el genio del “siglo de las luces” convergen en una nueva edición de Misal y Breviario auspiciada por el cardenal Francisco Antonio de Lorenzana (1772-1800). Ésta será la universalizada por medio de su presentación dentro de la colección de Migne (Patrología Latina 85 y 86). En el siglo XIX el interés de los estudiosos por “lo mozárabe” se verá culminar con las ediciones del benedictino francés Férotin que saca a la luz la riqueza de los manuscritos mozárabes del norte de Castilla dando lugar al redescubrimiento de otra tradición hispana (la que se llamará por ello “manuscrita”). Tal es el fervor que suscitan estos redescubrimientos que se viene a sospechar de la “autenticidad” de la tradición presente en los libros impresos desde tiempos de Cisneros, pero que ha ido recuperando consideración en los estudios realizados tras el Concilio por el gran experto del rito, dom Jordi Pinell, y sus discípulos de San Anselmo en Roma, y por otros profesores en España.
Así, en el actual Misale Hispano-Mozarabicum, editado conforme a los principios de la constitución Sacrosanctum Concilium y bajo la dirección y mecenazgo del cardenal arzobispo de Toledo don Marcelo González Martín, se han podido reunir las riquezas de ambas tradiciones, impresa y manuscrita, recurriendo a la oferta de dos ciclos celebrativos siempre que ha sido necesario.
¿Y hoy?
Se puede decir que nunca, desde el siglo VIII, había sido tan accesible la riqueza del patrimonio eucológico del rito hispano-mozárabe. De hecho, las numerosas tesis doctorales publicadas en las dos últimas décadas sobre el mismo lo muestran, al igual que las diversas celebraciones ocasionales del rito por todas las regiones de España y en lugares y encuentros de repercusión universal: baste citar, entre otras, la celebración presidida por el papa Juan Pablo II en la Basílica Vaticana (1992), la presidida por el arzobispo primado de Toledo don Francisco Álvarez Martínez, también en la Basílica de San Pedro, con ocasión del Gran Jubileo del año 2000, a invitación del Comité Organizador del mismo, o, finalmente, la presidida por el obispo auxiliar de Toledo, don Joaquín Carmelo Borobia Isasa, en Québec (Canadá), con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional del año 2008.
Así, pues, podemos decir que no ha quedado como un tesoro para estudiosos y eruditos…
De hecho es un rito para una minoría. Pero tras el Concilio se han querido abrir las puertas de este tesoro a los demás católicos españoles y del mundo con una amplia posibilidad de celebrar estas misas o la liturgia de las Horas con el rito mozárabe, previa licencia del obispo, también en lugares donde no existen comunidades mozárabes.
Sigue siendo una liturgia que no se celebra con gran número de fieles, pero la puerta está abierta, de modo que las personas que quieren acercarse al misterio no solamente con el estudio teórico, sino con una experiencia vital como es la de la celebración, pueden hallar en el rito mozárabe esta riqueza.



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