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TÚNEZ
Sacado del n. 03 - 2011

Las revueltas árabes y la opción turca


La evolución del escenario político en los países árabes podrá llevarse a cabo con el paso del islam por la democracia.
Siguiendo el ejemplo de lo que está ocurriendo en la Turquía de Erdogan. Entrevista con Maroun Lahham, arzobispo de Túnez


Entrevista a Maroun Elias Lahham por Gianni Valente


Lo ocurrido le pilló de sorpresa también a él. Maroun Lahham, palestino de Jordania, arzobispo de Túnez desde octubre de 2005, de ningún modo se esperaba que precisamente de allí partiera la gran revuelta que desde hace dos meses sacude a los países árabes. Para él los días de febrero fueron días de incertidumbre y preocupación, con el toque de queda, que le obligaba a permanecer dentro de su residencia, las manifestaciones, los lacrimógenos y los tanques colocados precisamente delante de la Catedral, en la Place de l’Indépendance. Pero ahora la situación está tranquila. Dificultades, incógnitas y el ruido de la guerra en la cercana Libia cortan las alas al énfasis de la llamada “primavera árabe”. Podemos intentar hacer un balance provisional de lo que ha sucedido hasta el momento.

 

Mohamed Ghannouchi, en aquel momento primer ministro, con el arzobispo Maroun Lahham en Túnez, el 20 de febrero de 2011, después del asesinato del padre Marek Rybinski [© Afp/Getty Images]

Mohamed Ghannouchi, en aquel momento primer ministro, con el arzobispo Maroun Lahham en Túnez, el 20 de febrero de 2011, después del asesinato del padre Marek Rybinski [© Afp/Getty Images]

La chispa que desencadenó la revuelta en Túnez fue de carácter social: el aumento de precios, el paro, la pobreza.
MAROUN ELIAS LAHHAM: Sí, pero después de dos días el frente de la protesta ya se había ampliado a cuestiones políticas, empezando por la insoportable corrupción. La velocidad con la que las revueltas se han propagado de un país a otro son la señal de que evidentemente la tensión se estaba acumulando bajo la calma aparente impuesta por los regímenes. Se produjo la chispa, pero los montones de leña y hojarasca ya estaban ahí desde hacía tiempo, en toda la zona.
Pero, ¿son realmente tan similares las revueltas en el mundo árabe?
Las distintas situaciones, como es obvio, tienen muchas diferencias. Pero por lo menos hay un rasgo común: hay una generación de jóvenes árabes que ya no soporta seguir viviendo en una situación de silencioso vasallaje en regímenes opresivos, con nomenclaturas corruptas que bloquean los procesos de desarrollo económico, político y social. Muchos de ellos han estudiado, y tienen muy presentes las dinámicas globales del mundo actual. Este elemento generacional es un dato histórico del que tomar nota, sin énfasis.
¿Cuál es la situación ahora mismo en Túnez?
 Ahora la situación social está tranquila, pero la economía está en un punto cero y el sector turístico, el gran recurso del país, está prácticamente inmóvil. Esto explica la fuga en masa de los jóvenes.
Para el gobierno italiano y también para los otros gobiernos europeos los tunecinos que llegan en las barcazas no son refugiados, sino clandestinos que hay que rechazar o devolver a su país.
El aspecto político y jurídico no es de mi competencia. Pero para mí también el aspecto humano ha de ser tenido en cuenta. Los que tratan de llegar hasta Europa no son terroristas, en gran parte son jóvenes que han estudiado, muchos son licenciados. Es gente que ha perdido el trabajo. El turismo daba trabajo a 450.000 jóvenes que ahora están parados. Muchos de ellos siempre habían soñado con venir a Europa, y ahora lo hacen porque además las fronteras están más desprotegidas. Si los echan para atrás, lo volverán a intentar. Con esto se verá también si Europa es una entidad política y cultural real­mente en condiciones de afrontar los problemas. Mientras tanto, Túnez ha recibido a 170.000 refugiados que escapaban de Libia: primero llegaron filipinos, pakistaníes, eritreos, egipcios, y luego comenzó también el flujo de libios... Los tunecinos han dado una prueba formidable de acogida. La gente preparaba comida en casa y se lo llevaba a los refugiados. También nuestras monjas fueron a los campos de refugiados a preparar de comer cada día para diez mil personas.
¿Cómo ve el futuro? ¿Existe una clase dirigente que puede realmente sustituir al régimen de Ben Ali?
Desde la caída de Ben Ali hemos tenido ya tres gobiernos, y el actual resiste porque no hay en sus filas exponentes del viejo régimen. En julio serán las elecciones para la Constituyente. El deseo de participación se ve también por la explosión de partidos y siglas políticas, ya han nacido más de cincuenta.
¿No existe en esto un riesgo de fragmentación sectaria, como ha pasado en Irak?
Ahora todo es posible. Preveo y espero, de todos modos, que con el tiempo muchas de estas siglas se agrupen alrededor de un proyecto más claro y definido de interés y de bien nacional. El gobierno ha dicho que durante la campaña electoral no apoyará a ninguno de los partidos en liza. Muchas siglas nacidas con el momento del entusiasmo desaparecerán, porque no tienen dinero. De todos modos, sería un honor para Túnez convertirse en el primer país árabe con una Constitución realmente laica y democrática.
Un escenario tan incierto y fragmentado puede favorecer el partido islamista local.
El partido islámico Ennahdha, efectivamente, parece bien organizado, pese a estar autorizado solo desde el pasado 1 de marzo. Fue prohibido en 1991, pero evidentemente seguía manteniendo sus actividades bajo cuerda. Por el momento usa un lenguaje pluralista y democrático, reivindicando nuevos espacios y nuevas formas para expresar públicamente su visión religiosa. Hay que creerles, manteniendo los ojos abiertos. Hasta ahora nunca había habido partidos islámicos moderados, todas las agrupaciones del islam político pretendía de hecho la creación de un régimen islamista. La novedad es que ahora existe un modelo histórico distinto, el del partido de Erdogan, que en Turquía está realizando un encuentro entre islam y democracia. Esperemos que aquel ejemplo sea seguido también por los demás. La evolución del escenario político en Oriente Medio podrá realizarse solo si el islam asume la democracia, es decir, con la evolución del islam político. Algo parecido a lo que pasó en Occidente, en el encuentro entre cristianismo y democracia moderna.
Refugiados libios en el campo de refugiados de Ras Ajdir, en la frontera entre Libia y Túnez, el 12 de marzo de 2011 [© Associated Press/LaPresse]

Refugiados libios en el campo de refugiados de Ras Ajdir, en la frontera entre Libia y Túnez, el 12 de marzo de 2011 [© Associated Press/LaPresse]

Los obispos católicos del Maghreb han expresado, de todos modos, en un llamamiento común, su preocupación frente a la intervención militar del occidente en Libia. «Sabemos que la guerra no resuelve nada y, cuando estalla, es tan incontrolable como la explosión de un reactor nuclear... Las primeras víctimas son siempre los más pobres y los más desfavorecidos».
Esa intervención puede volver a encender los sentimientos antioccidentales que hasta el momento estaban ausentes en las revueltas árabes. Se quiera o no, parecerá una nueva cruzada. Y podrá volverse a escuchar el llamamiento a la guerra santa contra los “invasores”, cosa que siempre ha sido un tema fuerte para las fuerzas integristas.
¿Cómo han vivido estas jornadas los católicos de Túnez? Pocos días después de la revuelta, se produjo el bárbaro asesinato del salesiano padre Marek...
Aquel hecho nos desconcertó realmente. Durante los primeros días de la revuelta había preocupación. La Iglesia católica de Túnez está formada casi completamente por extranjeros, así que ninguno de ellos participaba en las protestas en primera persona.
Pero en general, ¿qué consecuencias podrá tener para los cristianos el cambio que se está llevando a cabo en los países árabes? ¿Se acabará diciendo que se estaba mejor antes?
Yo no sé cómo terminará. Pero creo que si realmente se ponen en marcha procesos de ampliación democrática, no conviene ni es justo que los cristianos se queden apartados, o que cultiven nostalgias anacrónicas. Ni siquiera la búsqueda de protección en Occidente me parece oportuna o adecuada para la situación.
¿Y entonces?
Los cristianos pueden quedarse sencillamente donde están, compartiendo las esperanzas y los temores de todos. Como pasó también en otras circunstancias, por ejemplos, en época del nacionalismo árabe. Participando en los procesos históricos podrán colaborar también con los hermanos musulmanes en el intento de hacer que eche raíces también en el mundo árabe los mecanismos de un sistema democrático adecuado a la situación local.
Entre los comentaristas hay quien imagina que las minorías cristianas pueden enseñar a los países árabes la laicidad de la política y la democracia. ¿No se corre el riesgo de cultivar vanas ilusiones de influencia social?
No veo este riesgo. En Túnez, y más en general en los países árabes, los cristianos somos humildes por naturaleza...



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