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TÚNEZ
Sacado del n. 03 - 2011

El padre Marek, que amaba Túnez




El salesiano polaco Marek Rybinski fue asesinado en Manouba el pasado 18 de febrero. En aquellos días el futuro de la llamada “revolución de los jazmines” era todavía incierto y Túnez seguía estando sacudida por protestas y enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. En aquel clima el bárbaro asesinato del sacerdote polaco había alimentado las preocupaciones sobre la suerte de los cristianos en un mundo árabe donde las revueltas hacían saltar los viejos equilibrios y dibujaban un futuro lleno de incertezas.
Luego las investigaciones excluyeron el móvil “religioso” en el homicidio. El obispo Maroun Lahham escribió a los fieles una carta que expresa de manera sencilla e inmediata una mirada conmovida y grata ante un acontecimiento de sencilla gratuidad cristiana, usque ad sanguinem.

Reproducimos algunos fragmentos.

 

Queridísimos y queridísimas, no dejamos de vivir acontecimientos (dejo la palabra sin adjetivo). Ahora es el padre Marek, salesiano de 34 años, en Túnez desde 2007, decapitado en un depósito de la escuela de los salesianos de Manouba.
El Ministerio del Interior ha difundido un comunicado según el cual el asesino es el carpintero de la escuela. Los padres salesianos afirman que el asesino había pedido prestado, el pasado Eid (hace tres meses), dos mil dinares tunecinos para comprar material para su trabajo. Parece que había gastado el dinero en otras cosas, el provee­dor se negaba a entregarle el material no pagado y el padre Marek insistía en que quería que le devolviera el dinero de la escuela. Atenazado por el pánico, y temiendo que le descubrieran, asegura el comunicado del Ministerio del Interior, «el asesino sorprendió al sacerdote golpeándole repetidamente con violencia con un objeto contundente en la nuca y el cuello, provocándole la muerte» […].
¿Pero por qué fue asesinado el padre Marek? ¡Por dos mil dinares! Cuesta creerlo. Hay sin duda detalles que no conozco. Y por el contrario, hay cosas que sí sé:
–Sé que el padre Marek había escrito, dos semanas antes de su asesinato, a propósito del pueblo tunecino: «Es una nación joven, inteligente, incapaz de violencia [¡sic!], profundamente buena que no es capaz de odiar».
–Sé que acababa de escribir su primer libro sobre Túnez, en el que entre otras cosas dice: «Durante la estancia en Túnez, mi actitud hacia mis hermanos musulmanes ha cambiado mucho. Este miedo del terrorismo y del extremismo ha desaparecido completamente. Los tunecinos son tan acogedores, amigables y cordiales. Me enseñan esta actitud».
–Sé que se había propuesto como voluntario para venir a Túnez hace cuatro años, al poco de ser ordenado sacerdote.
–Sé que había pedido dinero en todas partes para crear nuevos locales para la escuela que tanto amaba y de la que era administrador.
Imagino que me encuentro frente a su asesino para plantearle algunas preguntas: ¿por qué has matado, real­mente, al padre Marek? ¿Y por qué de este modo tan bárbaro? Su joven edad y su inocencia, ¿no te inspiraron ningún sentimiento de piedad? ¿Ni su físico endeble? Lo mataste a martillazos, ¿no era suficiente? ¿Era realmente necesario decapitarlo y dejarlo tirado en medio de su sangre? ¿Cómo has podido dormir después de hacerlo? ¿De qué material estás hecho? ¿Qué religión profesas? ¿Eres de los que creen en el Dios compasivo y misericordioso (Al Rahman Al Rahim)? ¿Cómo consigues hacer convivir tu crimen con tu fe?
Responde a estas preguntas, tranquilízanos, tranquiliza nuestro corazón de padre y de hermanos... Luego, te prometo el perdón. Tendrás que pedírselo primero a Dios, y luego tendrás el de la Iglesia católica de Túnez.
«Si la semilla caída en el suelo no muere...». Cayó, murió, y siguiendo el ejemplo de Cristo, a quien el padre Marek se había consagrado, dio sus frutos. Todos los mensajes de solidaridad, todas las escenas de participación, las flores colocadas en la puerta de la Catedral, los tunecinos y tunecinas que se manifestaron frente a la Catedral con los eslóganes «¡Marek, perdón!», los jóvenes tunecinos que vinieron a la Catedral el domingo 20 con flores, con los ojos llenos de lágrimas... «No lo hemos matado, decían, esta no es Túnez... ¡Perdonadnos!»; y se fueron abrazando a las monjas. […]
¿Había necesidad del asesinato de un sacerdote para darnos cuenta de toda esta participación y de este cariño? El precio es muy alto. Apreciamos enormemente todos estos gestos de amistad, pero todos juntos no valen ni una gota de la sangre de nuestro Marek.
¿Y ahora? Bueno, sigamos adelante. No es el momento del pánico, es el momento de la fe, de la paciencia, de la precaución. ¿Irse? Ni hablar, los tiempos difíciles no son tiempos de fuga. Lo digo ante todo a nombre mío, y pienso que puedo decirlo a nombre de todo el personal religioso de la Iglesia de Túnez y en nombre de los cristianos presentes en el país. Lo digo también por nuestros hermanos musulmanes y judíos. Nosotros nos quedamos en este país que nos acoge, que nos ama y que nosotros amamos.



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