Vivo de milagro
Una prórroga ad personam
por Gianni Valente
![Dom João Braz de Aviz [© Associated Press/LaPresse]](http://www.30giorni.it/upload/articoli_immagini_interne/85-04-05-011.jpg )
Dom João Braz de Aviz [© Associated Press/LaPresse]
Por lo menos un primado no se lo quita nadie a monseñor Braz de Aviz. El actual prefecto del dicasterio vaticano para los religiosos es el único obispo que vive desde hace casi treinta años con 130 fragmentos de plomo dentro del cuerpo.
João por aquel entonces era un joven cura de 36 años, y aquel día estaba viajando desde su parroquia a la de un pueblo cercano para ayudar al párroco que celebraba sus veinticinco años de sacerdocio. En mitad del camino, en un pequeño puente, vio un automóvil detenido. Se acerca para ver si necesitaba una mano, y se da cuenta de que no se trata de campesinos a los que se les ha averiado el automóvil. Dentro hay dos muchachos que le apuntan con sus armas pesadas, le quitan las llaves de su automóvil y le obligan a seguirlos hasta la otra parte del torrente, sin mediar palabra. Después de media hora sale de la curva el furgón blindado del banco. Era un viernes por la tarde, ellos estaban esperando el furgón con la caja, y João comprende entonces que había llegado al lugar equivocado en el momento equivocado.
Luego todo ocurre en unos instantes. Los ladrones disparan inmediatamente a los neumáticos del furgón. Pero también los del banco van armados, y responden al fuego. Recuerda hoy monseñor Braz de Aviz: «En un momento dado, visto que la situación estaba bloqueada, los dos muchachos me apuntaron de nuevo con las armas contra la cara: ve tú a hablar con los policías, o te matamos. ¿Qué podía hacer yo? Di solo unos pasos e inmediatamente los del furgón blindado me dispararon». João siente que le queman dentro los perdigones de la escopeta de cañones recortados. Tiene incluso un ojo perforado, siente la sangre resbalarle a chorros por la cara. Está tendido en el suelo. No consigue levantarse. Una inmovilidad impotente que le salvará la vida: «Después me confirmaron que si me hubiera movido me habrían rematado». Mientras tanto los dos bandidos han escapado. João siente que su respiración se hace cada vez más jadeante, siente la sangre subiéndole desde los pulmones hasta la boca. «Me decía para mis adentros: Jesús, ¿pero por qué tengo que morirme a los treinta y seis años, tenía tanto que hacer. La respuesta me la sentí dentro: “Yo morí a los 33 años. Tú has tenido ya 3 años más que yo...”». João intuye entonces que también su generosidad, su impulso a hacer cosas buenas puede caer en el vacío, si no es un abandono en los brazos de Jesús. «Entonces me sentí en paz. Dije mis últimas oraciones, hice mis ofrendas, pedí perdón, pero luego también añadí: Señor, dame otros diez años. No sé por qué pedí precisamente diez años».
En efecto, dom João se salvó aquella vez. El plomo se le quedó en los pulmones y en los intestinos, sin provocar infecciones. Incluso el ojo se salvó y los médicos se preguntan cómo fue posible.
Después de aquella experiencia, hoy monseñor Braz de Aviz recuerda que entró en un período de depresión. «Ni siquiera conseguía salir de casa. Salí de aquella situación solo un años después, poco a poco, comenzando a hacer pequeñas cosas, por ejemplo, pequeños paseos, hasta donde podía. También esta especie de parálisis de la voluntad fue para mí una experiencia importante, para abrazar mi límite y mi fragilidad». Cuando estaban llegando a su fin los diez años de “prórroga” que había pedido, llegó el nombramiento a obispo. «Es como si el Señor me hubiera querido decir: hasta aquí tú me has pedido la vida, de ahora en adelante lo que viene te pido yo que me lo dones a mí...». Dom João lo dice riendo. Pero así y todo el sobresalto de los recuerdos le humedece los ojos.