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ESTADOS UNIDOS
Sacado del n. 06 - 2011

LOS CATÓLICOS AFROAMERICANOS

We y nosotros en el mosaico de EE UU


El ascenso de las minorías hispánicas y afroamericanas convierte en algo cada vez más concreto el “e pluribus unum” y ayuda a los Estados Unidos a comprender mejor el mundo. Interviene Miguel H.Díaz, embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede


por Miguel H. Díaz


Miguel H. Díaz, embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede [© Paolo Galosi]

Miguel H. Díaz, embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede [© Paolo Galosi]

 

El último U. S. Census [censo de la población estadounidense, n. de la r.] nos dice que en Estados Unidos tenemos 195,8 millones de blancos, 37,7 millones de negros, 50,5 millones de hispánicos y 14,5 millones de asiáticos.

Pero si les hacemos a los hispanos una pregunta sobre su identidad, algunos responderán que se sienten también blacks, negros, estableciendo de este modo un evidente vínculo con la comunidad negra americana.

Incluso antes de ser un diplomático acreditado ante la Santa Sede me preguntaba cómo es que los católicos afroamericanos contribuían al intento de tender puentes de comprensión y colaboración, tentativa que hoy representa el compromiso principal de mi misión en Roma. Tuve que admitir que hemos de aprender mucho del modo en que estos miran al mundo, a las personas y al encuentro entre la religión y la sociedad.

La historia de los afroamericanos, y de los católicos negros en particular, está marcada por el sufrimiento, por las violencias padecidas –que incluso llegaron al linchamiento sin proceso–, y atraviesa el período colonial, la esclavitud, la Guerra civil, la emancipación, los movimientos por los derechos civiles –que crearon personalidades como Martin Luther King Jr– y en fin las leyes sobre los derechos civiles. El presidente Obama es el heredero de este largo camino. Estamos ante un hombre que ha luchado para que, junto a su humanidad y dignidad, también su blackness –su negritud– fuera aceptada. La de los católicos de color es una historia de fidelidad poco común: han tenido sus profetas, han tenido gran paciencia y constancia, y sobre todo han creído que al final el bien triunfaría sobre el mal. Y es evidente, sobre todo en sus cantos spirituals, que para afirmar su humanidad frente a quienes les definían menos que humanos se han inspirado en todo un mundo de tradiciones religiosas de culturas distintas. Quienes hoy sufren o buscan su libertad pueden, por lo mismo, mirar fácilmente al ejemplo de los afroamericanos y de los black catholics, es decir, a una historia de fidelidad y esperanza.

Desde el punto de vista de la antropología, los católicos afroamericanos, al igual que los hispanos, poseen una tradición esencialmente comunitaria, tienen una concepción relacional de la persona en su comunidad. Comunidad concebida a su vez como “beloved community”, según la definición del filósofo Josiah Royce (1855-1916), expresión que luego hiciera popular Martin Luther King Jr. Se trata de la idea, basada en la experiencia, de que a tu familia pertenece quien vive a tu alrededor, quien reza contigo en misa y el hombre del edificio de al lado. Es una interdependencia que en el mundo actual tiene un gran valor, porque otorga a las diferencias entre las personas un peso positivo. Quienes se hayan sentido no aceptados por “diferentes” entienden esto muy bien. Los afroamericanos pueden atestiguar y enseñarnos hoy la belleza de la interdependencia, de la hospitalidad y de la regla de oro del amor por el prójimo.

Hace unos años publiqué en un ensayo los resultados de un debate entre intelectuales negros e hispanos sobre la comprensión que cada uno de los dos grupos tenía a propósito de ser “distinto”. Se ponía en evidencia todo el valor de la comunidad, y por lo mismo, el acento no se ponía en el yo, sino en la persona como parte del nosotros, que en español es una palabra potente, equivalente al inglés we, pero literalmente lleva en sí el significado de “comunidad que engloba a los demás”, acogiendo las diferencias. No son solo dos palabras en los diccionarios de los afroamericanos y los hispanoamericanos, sino que tienen consecuencias concretas y explican toda la atención que estas comunidades ponen en la justicia social. Martin Luther King Jr decía que “tenía un sueño por una sociedad mejor”, y esto significaba concretamente asistencia sociosanitaria para todos, un sistema de instrucción accesible, iniciativas para afrontar pobreza y carencia de vivienda. Esto es, en otros términos, el tema de la inclusión, que es global y que precisamente de estas comunidades puede sacar ideas y soluciones justas y rodadas por la experiencia. No sorprende, pues, que un candidato afroamericanos a la presidencia se convirtiera después en presidente de Estados Unidos, tras apostar en su campaña por el modelo central del yes we can, que nos dice que podemos alcanzar mejores resultados si estamos juntos, y no uno contra otro, partiendo del barrio, hasta el nivel de las relaciones internacionales.

El presidente Barack Obama al finalizar un mitin sobre la reforma sanitaria en College Park, en el Estado de Maryland, en septiembre de 2009 [© Luke Sharrett/Redux/Contrasto]

El presidente Barack Obama al finalizar un mitin sobre la reforma sanitaria en College Park, en el Estado de Maryland, en septiembre de 2009 [© Luke Sharrett/Redux/Contrasto]

Cuando en Estados Unidos nos enfrascamos en debates sobre la secularización y hay quienes afirman que en la sociedad no hay lugar para quienes tienen ideas religiosas, la comunidad afroamericana tiene ya lista su respuesta. Sin tener que acudir de nuevo a Martin Luther King Jr, podemos repetir que nada en la historia de esta comunidad puede contarse ni explicarse sin una referencia a la fe. Comenzando por los cantos gospels que aspiraban a la liberación de la esclavitud –incluida la propia Amazing Grace [Gracia maravillosa, el canto del compositor John Newton, compuesto a finales del siglo XVIII que se convirtió en un himno antiesclavista, n. de la r.]– hasta la producción cultural enraizada en la fe y que tanto ha contribuido a la construcción del imaginario colectivo de los americanos. La comunidad afroamericana no separa lo secular de lo sagrado, sino que encuentra el modo de captar la santidad de los comportamientos en los detalles de la vida cotidiana. Yo creo que esto tiene un valor, porque recuerda también a los diplomáticos y políticos que muchas veces la religión puede ser utilizada erróneamente –y lo seguirá siendo, porque esto pertenece a la historia de este mundo–, pero al mismo tiempo sigue siendo una fuerza que construye el bien común.

En fin, quizá alguien pueda tener miedo de que en los Estados Unidos estas minorías, los latinos y los negros, adquieran relevancia, y que la cultura que definimos wasp pueda rechazar la novedad, con resultados dramáticos en el futuro. Yo, en cambio, sigo pensando que los fundamentos de los Estados Unidos seguirán siendo sólidos, porque nosotros somos “e pluribus unum”. No es la primera vez que experimentamos fermentos demográficos y que comunidades enteras ingresan en Estados Unidos. Creo que sobre este tema la imagen del mosaico –o si lo prefieren, de la paella– es más pertinente que la del melting pot. Porque en el mosaico se preservan todas las teselas que lo componen, el rostro final, y en la paella todos los ingredientes son importantes para dar sabor: esto es, precisamente, “e pluribus unum”. Ello influirá positivamente también en nuestra política exterior, porque los Estados Unidos -al convertirse cada vez más en el microcosmos de nuestro planeta–, gracias también a sus dinámicas internas, podrán comprender mejor las globales.

Cada comunidad que ha entrado en los Estados Unidos lo ha hecho para formar parte de ellos, no ha desembarcado en un terreno baldío. Y ahora nos ayuda dando su aportación original. Por ejemplo, la mayor presencia de latinos en EE UU lleva consigo también una cultura hispánica densa de relaciones con el mundo judío e islámico, preciosa en los momentos en los que el encuentro con el mundo mediterráneo se convierte en prioridad. Y es evidente la ayuda que también la comunidad negra americana ha dado y puede seguir dando al país en términos estratégicos. Pero lo que siempre llevaremos dentro es la consideración de su fidelidad nada común.

 

 

(Texto redactado por Giovanni Cubeddu y autorizado por el autor)



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