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NOVA ET VETERA
Sacado del n. 06 - 2011

Un comentario a la frase de don Luigi Giussani

Introducción



por Paolo Mattei


La frase que don Luigi Giussani dirigió a Juan Pablo II a principios de los años 90: «No, Santidad, no el agnosticismo, sino el gnosticismo es el peligro para la fe cristiana» ha suscitado interés, incluso más allá del ámbito de nuestros lectores. El diario italiano Avvenire dio la noticia en un pequeño artículo que resume con exactitud las palabras y las intenciones de don Giussani. Lo presentamos íntegramente: «En el último número de 30Giorni hay una frase de don Luigi Giussani: “No, Santidad, no el agnosticismo, sino el gnosticismo es el peligro para la fe cristiana”; así le decía a Juan Pablo II a principios de los años 90. Escribe Lorenzo Cappelletti, introduciendo la publicación de nuevo de un artículo de Massimo Borghesi de 2003 (“El pacto con la Serpiente!): “A distancia de veinte años nos podemos dar cuenta de lo anticipador que fue ese viraje de don Giussani. Viraje que puede documentarse también con una entrevista que concedió en abril de 1992 en la que don Giussani habla de la persecución contra los “que se mueven en la sencillez de la Tradición”. A la pregunta del entrevistador: “¿Una verdadera persecución?”, don Giussani responde: “Así es. La ira del mundo de hoy no se desata ante la palabra Iglesia, ni ante la idea de que algunos nos sigamos llamando católicos, o ante la figura del Papa descrito como autoridad moral. Es más, hay un respeto formal, incluso sincero. El odio –a duras penas contenido, pero que enseguida se desbordará– se desencadena frente a los católicos que actúan como tales, los católicos que se mueven en la sencillez de la Tradición”»1.

Don Giussani, en aquellos años, no solo evidenció la relación entre el gnosticismo y la persecución contra los «que se mueven en la sencillez de la Tradición», sino que también dejó clara la modalidad mediante la cual el gnosticismo se convierte en un peligro para la fe cristiana.

Dijo en una intervención estupenda durante los ejercicios espirituales de universitarios de Comunión y Liberación, el 12 de diciembre de 1998: «La historia contempla una alternancia dramática de aceptación y rechazo: hoy los puntos de objeción parecen crecer más que en el pasado. En efecto, la observación más amarga y dramática que un cristiano auténtico pueda hacer acerca de la situación de la Iglesia es que prevalece en ella hoy el rechazo. Sólo unos pocos viven actualmente el hecho de que Cristo exista (¿quién es Cristo?, ¿dónde esta?, ¿cuál es el camino para ir a Él?): es casi un resto de Israel, e incluso estos pocos sufren a menudo la influencia o el bloqueo de la mentalidad común»2.

El gnosticismo es el peligro para la fe no de por sí, sino en cuanto cultura mundana. Esto no implica que el cristiano no pueda juzgar la cultura del mundo, evidenciando críticamente, podríamos decir laicamente, instancias positivas, límites y errores (cf. 1Ts 5, 21). Desde este punto de vista la frase de Giussani: «No el agnosticismo, sino el gnosticismo es el peligro para la fe cristiana» podría sugerir una hipótesis de lectura de la cultura mundana moderna, es decir, la hipótesis que la cultura del mundo moderno no esté caracterizada, contrariamente a la definición habitual que se da de ella, por la laicización radical del cristianismo, sino por una comprensión de la novedad cristiana dentro de las categorías ya conocidas del gnosticismo. Esta hipótesis tuvo en Augusto Del Noce su sistemático redactor3.

Pero aparte de esta inteligente e interesante hipótesis de lectura de lo moderno, el gnosticismo es el peligro para la fe cristiana porque «a menudo influencia o bloquea», por usar las palabras tan claras de Giussani, la pequeña grey, «casi un resto de Israel», que es la Iglesia. 

Ni Hegel ni Goethe ni Jung, por citar tres grandes maestros del gnosticismo moderno, cuyas imágenes ilustran la portada del último número de 30Días, son de por sí un peligro, sino quienes en la Iglesia, de manera más o menos oculta («oculto y horrible veneno» es la expresión que usaba san Agustín para la herejía pelagiana4), «a menudo influencia o bloquea», y por tanto desnaturaliza, la sencillez de la Tradición.

También la tragedia de la matanza de Oslo del 22 de julio puede indicar que la desnaturalización de la fe de la Antigua y de la Nueva Alianza puede desembocar en el odio más inhumano y más diabólico. En efecto, si en vez de confiar únicamente a Dios, con la oración, la revelación de su misterio (y Apocalipsis quiere decir revelación), el hombre quiere construir y anticiparse por su cuenta, renueva la presunción diabólica de ser como Dios (cf. Gn 3, 4-5).

Algunos lectores han pedido que se les aclarara de la manera más sencilla posible qué es el gnosticismo. Nos parece que las breves palabras del discípulo predilecto, en su segunda Carta, dicen con insuperable sencillez qué se entiende por gnosticismo, o sea por gnosis (mejor dicho, por falsa gnosis, porque también la fe en Jesucristo es conocimiento, que nace por el atractivo de su gracia). Escribe san Juan: «Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo» (2Jn 9). El peligro del gnosticismo para la fe cristiana se expresa en el intento de ir más allá de la doctrina de Cristo, más allá de la fe de los apóstoles. También podríamos decir que lo gnóstico no permanece en la humanidad de Jesús, esa humanidad que según el apóstol Pablo comprende con sobreabundante plenitud «todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia» (Col 2, 3). Aquí Pablo para indicar la “ciencia” usa precisamente el término griego “gnosis”.

Como ayuda para comprender mejor las palabras de don Giussani proponemos, acompañado por un breve perfil biográfico, el artículo del padre Jules Lebreton sobre Orígenes (185-254), teólogo de la Iglesia de Alejandría, publicado en la edición italiana de 30Días, n. 5, 1994, pp. 48-53. Escribe Lebreton que la teología de Orígenes es «un idealismo que cree acercarse a Dios perdiendo de vista la humanidad de Cristo».

El magisterio de la Iglesia ha condenado algunas tesis de Orígenes. Esto no implica que su teología no pueda y no deba ser valorizada en todo lo positivo y útil que propone para la comprensión de la doctrina cristiana. Nos complacen las palabras de san Agustín: «La norma tan auténtica e inviolable de la verdad enseña que hay que reprobar o enmendar en cada uno lo que es falso y vicioso y aceptar lo que es verdadero y recto»5.

Buena lectura.

 

 

Notas

1 Don Luigi Giussani: «Il pericolo oggi è lo gnosticismo» [Hoy el peligro es el gnosticismo], en Avvenire, 14 de julio de 2011, p. 27.

2 L. Giussani, «Cristo es parte presente de lo real», en 30Días, n. 12, diciembre de 1998, p. 76.

3 A. Del Noce, Il problema dell’ateismo, Bolonia, 1964, en especial págs. 27 y 192.

4 Agustín, Contra Iulianum opus imperfectum II, 146: «Occultum et horrendum virus haeresis vestrae».

5 Agustín, De unico baptismo contra Petilianum, 9, 16.



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