Home > Archivo > 09 - 2011 > Una primavera llena de enigmas
ORIENTE MEDIO
Sacado del n. 09 - 2011

Una primavera llena de enigmas


La alarma por el destino de los cristianos.

Los conflictos entre grupos de poder que pueden degenerar en guerra civil.

Las ocasiones perdidas de los líderes árabes y las intervenciones interesadas de las potencias occidentales. Entrevista a Grégoire III Laham, patriarca de Antioquía de los greco-melquitas, sobre todas las incógnitas que preocupan a Oriente Medio


Entrevista a Grégoire III Laham por Gianni Valente


Grégoire III Laham, patriarca de Antioquía de los greco-melquitas, tiene su residencia habitual en el centro de la vieja Damasco, a pocas decenas de metros del lugar en el que Ananías bautizó a san Pablo. Su punto de observación es único para descifrar con ojos de obispo lo que está pasando en Siria.
Por carácter, su Beatitud no es persona que se quede tranquila y callada frente a las convulsiones que atormentan las vidas de sus hermanos mediorientales, empezando por los cristianos. El pasado mes de marzo convocó en la sede del Patriarcado a quince embajadores de naciones occidentales y árabes residentes en Damasco para consultarseabiertamente sobre el modo de discernir juntos la aportación más clarividente que la comunidad internacional podía ofrecer a la superación del conflicto sirio, para evitar que degenerase en guerra civil. Luego, en abril, Grégoire recogió las ideas y sugerencias surgidas en ese coloquio en una carta-documento, que envió inmediatamente a todos los jefes de Estado de la zona.
30Días ha entrevistado al Patriarca de los greco-melquitas en Munich, donde Grégoire III participaba en el XXV Encuentro internacional de oración por la paz organizado por la Comunidad de san Egidio.

El patriarca de Antioquía de los greco-melquitas Grégoire III Laham en el XXV Encuentro internacional de oración por la paz organizado en Múnich por la Comunidad de San Egidio el pasado septiembre [© Tino Veneziano]

El patriarca de Antioquía de los greco-melquitas Grégoire III Laham en el XXV Encuentro internacional de oración por la paz organizado en Múnich por la Comunidad de San Egidio el pasado septiembre [© Tino Veneziano]

Entre los líderes de las Iglesias cristianas de Oriente Medio parece crecer la alarma por las posibles consecuencias de la llamada primavera árabe.
GRÉGOIRE III LAHAM: Por favor, evitemos confundir los problemas ligados a las revoluciones de estos meses con los relativos a las relaciones entre cristianos y musulmanes. Lo que las revoluciones han abierto es un escenario nuevo para Oriente Medio, es más bien una cuestión de poder. Y en contextos como el de Siria las implicaciones religiosas atañen sobre todo a las relaciones de los musulmanes entre ellos. Los cristianos no son de por sí un blanco. Pero si perdura una situación de caos, de inestabilidad y de conflicto por el poder, las cosas para los cristianos empeo­rarán. Es lo que ha pasado siempre en Oriente Medio. En las situaciones de caos y en las revoluciones sangrientas los cristianos son los primeros que pagan las consecuencias, siempre y en todas partes. “El experimento” iraquí le ha costado mucho a la pequeña grey de cristianos de ese país.
¿Qué ha logrado comprender de la situación siria?
Lo único evidente es que a diferencia de otros lugares las rebeliones no han nacido del descontento económico-social. En Siria había comenzado ya desde los últimos años del poder de Assad padre cierto desarrollo en la agricultura, en la industria, en la construcción de carreteras. Había un sistema educativo y sanitario que garantizaba a todo el mundo por lo menos la alfabetización y la asistencia médica. Siendo realistas no se puede decir que son los pobres los que hacen la revolución.
Y entonces, ¿qué ha ocurrido?
En mi opinión una raíz de la protesta es la política, con algunas implicaciones religiosas. En el partido Baaz que gobierna el país todos los resortes del poder están en manos de la minoría islámica alauí. Los suníes, que ocupan el ochenta por ciento de los puestos de la burocracia estatal, no controlan los puestos clave.
Los medios de comunicación occidentales narran todo en “blanco y negro”, como una batalla por la libertad contra un régimen dictatorial.
No cabe duda de que existe un deseo general de mayor libertad política. Pero también hay contraposición de grupos en lucha por conquistar el control de la situación. Y en esto también el dinero juega su papel.
¿Qué quiere decir? ¿Quién usa el dinero?
Le cuento un episodio. Había una mujer que hacía la limpieza en casa de una anciana señora que conozco. Un día dejó de ir. La anciana entonces la llamó: ¿por qué ya no vienes a mi casa? Y ella le respondió: señora, salgo todos los días a manifestarme durante media hora, y en tres días gano lo que usted me paga en un mes… También en Derhaia una persona que conozco me dijo que algunos jóvenes salían a manifestarse una media hora, con cámaras de fotos y de vídeo, para luego regresar cada uno a su casa. En fin, hay algo extraño, enigmático.
¿Piensa usted también, Bea­titud, que hay un complot?
No se trata de sacar a colación intrigas. Pero desde luego hay manipulaciones y aspectos enigmáticos. Todas las revoluciones del mundo árabe contienen estos elementos. Durante cuarenta años los regímenes de Mubarak y de los demás han sido aliados reconocidos del Occidente democrático, y luego de la noche a la mañana, como por arte de magia, se han convertido en dictadores… Hay algo artificioso. Siempre he deseado un proceso de maduración democrática que implique a las instituciones, las universidades y los centros culturales, las nacientes organizaciones profesionales, los hombres de religión. Solamente una maduración de este tipo, que comprenda los datos culturales y difunda la conciencia de los derechos de cada uno, puede de verdad conducir al desarrollo pleno de estructuras democráticas. Por el contrario, en el cambio repentino que tenemos delante, queda en el transfondo algo indescifrable. Los países árabes no están preparados para una instauración fulminante de los modelos europeos de democracia. Y ciertos aspectos hacen temer que con las rebeliones se pueda volver atrás.
Una manifestación contra el presidente siro Bashar Assad en Talbiseh, provincia de Homs, Siria, el 27 de mayo de 2011 [© Associated Press/LaPresse]

Una manifestación contra el presidente siro Bashar Assad en Talbiseh, provincia de Homs, Siria, el 27 de mayo de 2011 [© Associated Press/LaPresse]

Y, sin embargo, la dirigencia siria miraba en los últimos años a acreditar ante el mundo un perfil innovador y reformista, a mostrarse intencionada a acompañar y favorecer los procesos de avance económico y social que se estaban dando en el país. ¿Por qué la única palabra ha sido la de la represión?
Cuando comenzaron las rebeliones en Túnez y Egipto se tenía que haber emprendido un camino más decidido de apertura. No se hizo. Han predominado la lógica y los mecanismos de los aparatos de seguridad. Ahora la situación ha degenerado y no se recupera en un momento. En una parte y en la otra hay quienes piensan solo en predominar, en controlarlo todo, y no buscan soluciones de diálogo y compromiso. Nadie quiere escuchar las razones del otro. Lo único que puede esperarse es una ayuda de fuera. Dentro todo parece moverse bajo el lema de mors tua, vita mea.
¿Desea una intervención internacional, quizá militar? ¿Siria como Libia?
Creo que no lo harán. La misma Europa no parece tener una postura unívoca sobre la situación siria. Desde luego no es de desear una intervención militar. Tampoco me parece oportuna el arma de las sanciones, invocadas y apoyadas por muchos países occidentales, si se piensa que nunca se han impuesto sanciones contra las políticas de Israel. Haría falta otro tipo de interferencia. Una injerencia externa, de carácter diplomático, que acompañe al gobierno y a la oposición en el camino de las negociaciones incluso a través de vías de comunicación reservadas. Y ayude a reanudar esos procesos de cambio que ya habían comenzado.
¿Quién debería trabajar en esta dirección?
Un papel podría desempeñarlo Turquía. Pero también el llamado Cuarteto [EE UU, UE, Rusia y ONU, n. de la r.] que acompaña las negociaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina. No se puede separar lo que sucede en Siria y en todo el mundo árabe de las perspectivas de una paz posible y duradera entre israelíes y palestinos.
Cita usted Turquía. Muchos observadores ven en la experiencia política de Erdogan un modelo de conciliación entre islam y democracia que podría aplicarse también en los países árabes.
Me parece difícil que los árabes puedan seguir ejemplos propuestos por quienes en la época del imperio otomano trataron de eliminar la lengua, la literatura y la civilización árabe. Claro que hasta ahora no ha habido una postura árabe verdaderamente digna y noble, que esté a la altura de lo que sucede. No entiendo por qué los países árabes no han convocado todavía una cumbre para tratar estos problemas y hallar juntos soluciones compartidas, para no comprometer el futuro. Si los árabes, y no los demás, no nos juntamos para hacer frente a la nueva situación que se ha creado con las rebeliones y sus trágicos desarrollos, y no nos hacemos cargo de ella, con la ayuda de la comunidad internacional, el futuro del mundo árabe corre el peligro de volverse oscuro. Las varias rebeliones del mundo árabe podrían enfrentarse entre sí, y el mundo árabe desmembrase en una serie de pequeños estados confesionales en lucha entre ellos.
¿De qué depende el resultado? ¿Cómo se sale de esta situación?
Espero de verdad que se llegue a codificar una nueva Carta de leyes y derechos adaptados al mundo árabe moderno. Pero esto puede suceder solamente mediante procesos graduales, con una evolución que se debe dejar madurar paso a paso. En cambio, las revoluciones abren nuevas heridas que luego cicatrizan con dificultad. En resumidas cuentas, las palabras clave deben ser evolución y maduración, y no revolución. En esta perspectiva, también los cristianos pueden ser con mayor decisión trabajadores del cambio.
Según algunos observadores los cristianos deberían sentir simpatía inmediata por las rebeliones que ponen en crisis regímenes autoritarios y que desean también para Oriente Medio la llegada de sistemas democráticos de tipo occidental.
En Siria, en general, los cristianos saben que con el régimen pueden seguir adelante, y quizá participar en una evolución del régimen en sentido más democrático. Mientras que tienen miedo del caos. Tienen miedo de manipulaciones externas que puedan poner en crisis la convivencia tradicional con sus conciudadanos musulmanes. Ha habido algunos casos inquietantes en el distrito de Homs, con los facinerosos que desde la mezquita hacían llamamientos para asediar y expulsar a los cristianos. Algunos musulmanes vecinos de familias cristianas huyeron por miedo a verse envueltos en un ataque. En estos casos de peligro inmediato puede verse también la intención de ampliar el caos y usar la “pantalla” del conflicto islámico-cristiano para solapar otras cosas. Meter en medio a los cristianos para aumentar la tensión y la alarma. Y los que animaban estas provocaciones eran forasteros, gente de fuera, no los paisanos de las aldeas. Cerca de Homs se quemaron algunas tiendas y casas de cristianos. Hay que rezar y estar alerta, para no tener miedo ante las provocaciones.
El Papa Shenouda III, patriarca copto de Alejandría, con el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, en El Cairo, el 14 de septiembre de 2011 [© Associated Press/LaPress]

El Papa Shenouda III, patriarca copto de Alejandría, con el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, en El Cairo, el 14 de septiembre de 2011 [© Associated Press/LaPress]

El presidente Assad sigue acusando a fundamentalistas y mercenarios de ser los verdaderos inspiradores de los movimientos contra el régimen. En los últimos años leyes y normas estatales ha­bían intentado detener la difusión de las «ideas extremistas». ¿No ha obtenido acaso el efecto contrario una represión semejante?
Algunas de aquellas medidas, como la prohibición para las profesoras de llevar el velo integral en las escuelas, luego no fueron casi aplicadas. Los islamistas, por supuesto, quieren aumentar su influencia. Pero sigo estando convencido de que Siria no es terreno fértil para sus estrategias de expansión. Siria tenía una historia laica ya antes de que el partido Baaz llegara al poder. No veo en la sociedad siria una gran demanda de los vínculos que los fundamentalistas tratan de imponer en la vida social. Los líderes religiosos islámicos están ligados al Gobierno, de hecho se mueven como funcionarios religiosos. Los revoltosos de matriz islámica se mueven fuera de los aparatos oficiales centrales.
¿Qué opina de la actitud de la Santa Sede ante las varias convulsiones que han tenido lugar en los países árabes en 2011?
Tras las vicisitudes egipcias, la Santa Sede ha evitado multiplicar sus intervenciones. El Papa ha hablado bien. Quizás, en alguna ocasión, los órganos de información vaticana al referir las noticias parecen seguir demasiado acríticamente a networks orientados como Al Jazeera. Si puedo añadir una anotación personal, me gustaría sentir más la participación y la cercanía de las Iglesias nacionales, y en especial de los episcopados euro­peos. Podrían intentar iniciativas para favorecer el diálogo.
La última pregunta: según algunos, lo que está ocurriendo hoy en los países de Oriente Medio se parece mucho a lo que sucedió en 1989 en los países del Este europeo. ¿Está de acuerdo?
No. La realidad religiosa, sociocultural e histórico-política aquí es completamente diferente. Se trata de una comparación totalmente fuera de lugar. O quizá es solamente propaganda engañosa.



Italiano English Français Deutsch Português