«Un gracias brotado del corazón»
«Ha sido también, estoy convencido, una referencia a la gracia de Dios, que es la fuente suprema de la consolación». Entrevista al cardenal Tarcisio Bertone
por Gianni Cardinale
El cardenal Tarcisio Bertone
Eminencia, ¿qué enseñanza puede dar un Papa débil y hospitalizado?
TARCISIO BERTONE: En estos día visité el hospital de Santa Corona, en el pabellón que cura a los parapléjicos recordé la figura del Papa como icono de la Iglesia y de la humanidad sufriente y dolorosa y que suscita estupor y participación en la convicción creciente de que el sufrimiento y la impotencia física no deberían ser consideradas como un déficit de la humanidad, sino un recurso. Entre estos parapléjicos –muchos de ellos jóvenes víctimas de accidentes de coche– me llamó la atención su inteligencia viva y su mirada penetrante, señal de gran capacidad de comprensión y de proyección. La figura del Papa anciano y enfermo tiene un gran valor educativo. Los ancianos, en efecto, sintiendo que se acerca la meta de la vida, tienden a concentrarse en lo esencial y no a dispersar su atención en las cuestiones secundarias. En esto el Papa es un maestro y nos educa a lo esencial. Y nos recuerda, también a los hombres de Iglesia, que la Iglesia está en las manos del Señor, que la Iglesia es suya, que no está en nuestras manos, que son siempre débiles aunque parezcan llenas de vigor físico o intelectual.
¿Tiene temor de lo que pueda pasar?
BERTONE: No, en absoluto. He sentido ansia, como es normal, al recibir la noticia del ingreso del Papa en el policlínico Gemelli. Pero he de decir que estuve en Roma y tuve la posibilidad de verle y hablar con él los días 12 y 14 de enero. En estas dos ocasiones lo encontré lúcido, de memoria viva y capaz de dialogar. Pero no es todo. Durante la audiencia general del 12 noté que participaba en una canción polaca entonada por los peregrinos marcando el ritmo con los dedos y que siguió con atención el himno mariano del santuario de la Virgen de la Guardia que le cantamos los genoveses. No creo, pues, que en un mes pueda darse un empeoramiento catastrófico. Por supuesto, la debilidad, cierta impotencia física y la afonía son hechos reales, a la vista de todo el mundo. Pero, para quitar dramatismo, he decir que, por ejemplo, en estos días aquí en la Curia archidiocesana tenemos al vicario general, al provicario, al ecónomo y al canciller enfermos con fiebre, y todos sin voz…
¿Teme que esta situación pueda tener repercusiones negativas en el gobierno de la Iglesia?
El Papa en Lourdes el 15 de agosto de 2004
Los medios de comunicación hablan de la hipótesis de dimisión…
BERTONE: No deseo hablar de esto. También León XIII, Pío XI y Pablo VI pasaron momentos difíciles por problemas de salud, pero decidieron –y según creo hicieron bien– continuar su servicio hasta el momento de la muerte. El Papa no es el presidente de una multinacional, aunque sea religiosa. Es el sucesor de Pedro a la cabeza del Colegio apostólico, que goza por ello de la asistencia especial del Espíritu Santo. Así que es positivo que baje de esta Cátedra sólo cuando Dios le llame.
Eminencia, volvamos al Ángelus del 6 de febrero. El Papa manifestó varias veces su gratitud…
BERTONE: Sí, me llamó la atención que en las pocas líneas del texto leído por el substituto, el Papa usara palabras como «gracias de corazón», «os expreso mi agradecmiento», «aseguro mi gratitud». Pero lo que más impacto me causó fue que de las palabras pronunciadas directamente por el Papa la más nítida fue «¡gracias!». Fue un gracias –brotado del corazón– al amor filial, a la “con-pasión” que el Papa siente en torno a sí y a su figura. Y fue también, estoy convencido, una referencia a la gracia de Dios que es la fuente suprema del consuelo.