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IGLESIA
Sacado del n. 04 - 2005

Encuentros al otro lado de la Gran Muralla


Entrevista con el cardenal Roger Etchegaray


por Gianni Valente



Roger Etchegaray

Roger Etchegaray

Bai wen bu ru yi jian. Ver una cosa una vez vale más que oír hablar de ella cien veces. Roger Etchegaray ha seguido a la letra este proverbio chino. Es el único cardenal de la Santa Iglesia Romana que ha tomado el avión cuatro veces y ha volado más allá de la Gran Muralla para ir a ver la vida real de sus hermanos en la fe de la Iglesia que está en China. La indefensión evangélica con que se mueve es considerada ingenuidad por los que ponen el destino de la pequeña grey católica china en las manos de las presiones internacionales y condicionamientos geopolíticos. Pero fue siempre apreciada por Juan Pablo II, que durante su pontificado tuvo en el cardenal vasco-francés un colaborador precioso al que confiar misiones delicadas.
Ahora Etchegaray ha reunido los relatos de sus viajes a China en un libro (Verso i cristiani in Cina, Mondadori, Milán 2005, págs. 91, 15,00 euros). Este es el punto de partida de la conversación con 30Días, que además le ofrece al cardenal la ocasión de recordar también de qué manera el Papa fallecido trató durante su pontificado de mantener abierta la puerta el diálogo con el Gobierno chino: «Como en una ronda de amor, Juan Pablo II no dejó de dar vueltas en torno a la China popular. Recurriendo a todos los medios posibles, aprovechó hasta la mínima ocasión para expresar su afectuosa atención por los católicos chinos. Ha dedicado a China 51 declaraciones. En 1983 escribió una larga carta a Deng Xiaoping, sin recibir respuesta. No pudo entrar nunca en China, pero para tener más posibilidades de realizar su sueño apostólico más hermoso llegó incluso a rechazar las reiteradas invitaciones de Taiwán».
Eminencia, el encuentro con China y con su Iglesia estaba escrito en su destino.
ROGER ETCHEGARAY: Quizás sea así. Nací en Espelette, una aldea del País Vasco francés. El castillo, en los años de mi infancia, albergaba bajo el mismo techo la escuela laica y el presbiterio. Yo iba a los dos con espíritu igualmente devoto hacia el cura y hacia el maestro. Era monaguillo y me impresionaba el gran cuadro de la iglesia que representaba a dos santos vascos del siglo XVI, Ignacio de Loyola y Francisco Javier…
Las raíces familiares de san Francisco Javier, el “apóstol de Oriente”, estaban en las aldeas de su zona.
ETCHEGARAY: Una hermana del santo vivió en el castillo de Espelette. Y además, a pocos metros de mi casa, había vivido el padre Armand David, el gran misionero-naturalista. Con un siglo de por medio, recibimos la formación en el mismo seminario. Él, hacia mediados del siglo XIX, recorrió toda China en tres misiones sucesivas. Fue él quien dio a conocer fuera de China el panda, el oso negro y blanco hoy símbolo del WWF. Mi último viaje a China, en 2003, tuvo que ver precisamente con el panda, fui con una delegación encabezada por el alcalde de Espelette siguiendo las huellas de nuestro antiguo paisano misionero…
Pero en sus viajes a China ha visto usted mucho más. Comencemos por el principio.
ETCHEGARAY: La que vi en 1980 durante mi primer viaje era otra China. Salían de los años terribles de la revolución cultural. Tras un decenio de cerrazón absoluta, comprendían que seguir con el aislamiento político y económico les llevaría a la catástrofe. A la China de Deng Xiaoping le hacían falta amigos, aperturas, nuevos contactos. Y la Asociación del pueblo chino para la amistad con el extranjero me invitó también a mí. «Tenemos amigos en todo el mundo», decía una consigna escrita en los carteles de propaganda, desde los aeropuertos hasta el centro de las ciudades…
Y fue recibido como un amigo. ¿Qué es lo que más le llamó la atención?
ETCHEGARAY: En la Conferencia consultiva política del pueblo chino, durante una reunión que duró cuatro horas, me hicieron preguntas serias, del tipo: ¿por qué en Occidente la gente se desinteresa por la religión, mientras que en los países donde se ataca a la religión ésta perdura o incluso florece? ¿Cómo puede ejercer su autonomía de obispo de Marsella sin padecer el imperialismo del Papa? Más tarde supe que la grabación de estos coloquios fue oída en muchos círculos comunistas…
En aquellos años volvían a abrirse las iglesias y los sacerdotes salían de los campos de reeducación. Pero quien se negaba a “colaborar” con los organismos gubernamentales de control a menudo se quedaba dentro.
ETCHEGARAY: Hablé de esto con el mismo Ulanfu, el mongol que entonces era vicepresidente de la Asamblea nacional. Le dije que la parte de Iglesia que se mantenía subterránea, sin pretender ningún privilegio, aspiraba sólo a disponer de un mínimo de libertad para vivir y testimoniar su fe. Cuando llegué a Shanghai, el programa preveía un encuentro con el obispo nombrado sin el acuerdo del Papa. Pero en aquellos años el obispo legítimo, Ignacio Gong Pinmei, estaba todavía en la cárcel. Les hice saber que vería al primero sólo si me permitían visitar también a Gong Pinmei en la cárcel. Y entonces cancelaron del programa la visita al obispo “patriótico”, que para recibirme ya había preparado la alfombra roja…
Giulio Andreotti recibe el mensaje del Papa al congreso “Matteo Ricci: para un diálogo entre China y Occidente”, 24 de octubre de 2001

Giulio Andreotti recibe el mensaje del Papa al congreso “Matteo Ricci: para un diálogo entre China y Occidente”, 24 de octubre de 2001

Todavía hay gente que alude a los sacerdotes chinos que en aquellos años aceptaban ser consagrados obispos sin el mandato apostólico papal como agentes infiltrados pagados por el régimen…
ETCHEGARAY: La experiencia que tuve en muchos encuentros personales me sugiere lo contrario. En el libro cuento algunos de estos encuentros. Como aquella vez que en Cantón, durante mi primer viaje, fue invitado al almuerzo oficial también el obispo ilegítimo Yeh Yinyun. Al final de la comida me dirigí a él para ofrecerle un rosario bendecido por el Papa. Él levanto primero el dedo, como un alumno en clase, para pedirle al jefe comunista que estaba sentado a mi lado el permiso de tomar la palabra. Y luego se levantó, se arrodilló delante de mí y quiso besar mi anillo cardenalicio. Un gesto público para dar testimonio de su comunión de espíritu con el Papa…
Y, sin embargo, en aquellos años era machacante la propaganda independentista del régimen que quería una Iglesia china sin vínculos con la Sede apostólica y con toda la Iglesia universal.
ETCHEGARAY: Pero también entonces fueron pocos los que se dejaron sugestionar, quizá por miedo o debilidad humana. El sensus fidei de los católicos chinos, quizás también por los sufrimientos que han padecido, ha conservado siempre como un bien precioso la comunión de fe con la Sede apostólica y el obispo de Roma. Es más, existe allí una percepción de la importancia de la sucesión apostólica para la vida de la Iglesia, que quizá no se testimonia en otros lugares. Pienso a menudo en lo que dijo un anciano obispo chino a un huésped occidental señalando el suelo de su casa: «Debajo de mis pies hemos escondido los restos mortales del primer obispo. Están ahí desde hace treinta años. Poca gente lo sabe. No sabes qué significa la tradición apostólica. Es la transmisión hasta nosotros del Viviente, son tus hermanos misioneros que nos lo han traído. Esto es la Iglesia. Esos huesos son sagrados. Son el vínculo con la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares. Dilo en Europa. Hemos conservado esos huesos, hemos seguido amando a Cristo».
Vivió también momentos delicados durante sus viajes a China. Como, por ejemplo, en 2000…
ETCHEGARAY: El régimen chino consideró una provocación la decisión del Vaticano de canonizar a los mártires chinos el primero de octubre, aniversario de la proclamación de la República Popular China. Mi visita tuvo lugar en medio de esta tormenta. En una conversación de hora y media, el viceprimer ministro me dirigió una arenga contra la inminente ceremonia de canonización. Dos días después tuve otra discusión que duró más de tres horas con el director de la Oficina de Asuntos religiosos, Ye Xiaowen, que regresó aposta de una misión en el extranjero… La coincidencia de la fecha fue un hecho fastidioso. Traté de hacerles comprender que no existía por parte de la Iglesia ninguna voluntad de provocación.
Escribe en su libro que la larga marcha de acercamiento entre la Iglesia católica y China está llena de malentendidos, sabotajes, ocasiones perdidas. ¿Cuáles son los equívocos en la situación actual?
ETCHEGARAY: Quien describe hoy la situación de la Iglesia china como si no hubiera cambiado nada respecto a finales de los años setenta, sin tener en cuenta los hechos nuevos, hace, creo yo, una operación de desinformación.
¿Por ejemplo?
ETCHEGARAY: No cabe duda de que la parte de la Iglesia reconocida por el Gobierno está ligada a la Asociación patriótica y es controlada por ella, pero no se puede decir que esté totalmente manipulada y sometida a dicha Asociación. Las diócesis gozan de bastante libertad en el ministerio pastoral, siguen las directrices romanas en la enseñanza y en la disciplina eclesiástica.
No puede negarse que existen problemas para la libertad religiosa.
ETCHEGARAY: Claro que no. El tiempo de las grandes persecuciones ha terminado, pero sigue habiendo detenciones y medidas coercitivas contra los religiosos y las comunidades que escapan al control de los organismos patrióticos. Pero hay que tener en cuenta que el control de todas las religiones por parte de la autoridad pública era una regla constante de la política china antes de que llegase el comunismo. El problema de la libertad religiosa sigue siendo la preocupación central para todas las religiones, en especial para la religión cristiana. La política actual del Estado demuestra, por su contenido y estilo, que hasta ahora no ha habido verdadera libertad religiosa, piedra angular en el edificio de los derechos humanos. De todos modos, el culto, la administración de los sacramentos, las prácticas de devoción son considerados como asuntos internos de la Iglesia y por lo general no están sometidos en cuanto tales a las injerencias gubernamentales.
Fieles rezando ante la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad de Fuzhou

Fieles rezando ante la estatua del Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad de Fuzhou

Pero según el Gobierno chino el nombramiento de los obispos por parte de la Sede apostólica representa una forma de “injerencia” en los asuntos internos.
ETCHEGARAY: Pero es sabido que la mayoría de los obispos reconocidos por el Gobierno y nombrados en el pasado sin mandato apostólico han obtenido después la legitimación canónica de su nombramiento por parte de la Santa Sede. Y en el último año ha habido novedades importantes al respecto: tres jóvenes obispos, el día de su consagración episcopal, proclamaron abiertamente que los había nombrado el Papa.
La división entre las comunidades “abiertas” y las “clandestinas” a veces es dolorosa y está llena de rencores…
ETCHEGARAY: Y, sin embargo, en muchas situaciones locales las fronteras entre las dos comunidades se van poco a poco abriendo. Y hay casos de reconciliación que con el tiempo podrían convertirse en un modelo para todos, si predominase una compasión hacia todos que no se cierre en una defensa sectaria de la propia postura.
¿Y el futuro? ¿Cuáles son las certezas y las señales de esperanza?
ETCHEGARAY: En mi primer viaje, Ulanfu, pensado que me alababa me presentó a la Asamblea nacional como «el alto funcionario de una gran religión occidental». Al pasar por años de persecución y de aislamiento, quizá la Iglesia en China, además de muchos sufrimientos, ha recibido también un don inesperado: ahora en China nadie puede presentar a la Iglesia como una organización religiosa “extranjera”. Creo que es un punto que hay que conservar: un chino no debe convertirse primero en occidental para experimentar la ternura de Cristo por cada hombre. Este era el camino indicado por el gran jesuita Matteo Ricci: que la Iglesia en China sea plenamente católica y plenamente china.


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