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LEÓN IX
Sacado del n. 05 - 2005

El último Papa en perfecta comunión con Constantinopla



por Lorenzo Cappelletti


León IX

León IX

Los medios de comunicación destacaron que la elección del papa Benedicto XVI cayó el día en el que la Iglesia recuerda a san León IX papa (el alsaciano Bruno, o Brunón, de los condes de Egisheim-Dagsburg). Algunos han recordado que se trata de uno de los numerosos papas de origen alemán de la época medieval, pero no se ha profundizado más. Por lo demás, aquel santo Papa, de entrada, no parece evocar nada en lo que mereciera detenerse lo más mínimo, ni por el nombre ni por el ordinal. Y lo poco de su pontificado que algunos conocen, es decir, ser León IX el Papa reinante cuando ocurrió el cisma con los griegos de julio de 1054, en realidad es “increíble pero… mentira”. En efecto, cuando el cisma tuvo lugar, León había muerto ya hacía meses, el 19 de abril de 1054. Así que no puede hacerse remontar hasta sus días.
Quienes conozcan algo de historia medieval no sólo saben esto, sino que aquel Papa también recuerda muchas otras cosas interesantes que nos gusta considerar como no casuales, y que nos llevan de hecho a considerarlo, junto a san Benito, protector del Papa reinante.
Ante todo hay que recordar, pese a que él nunca fue benedictino, precisamente su devoción por san Benito, al que atribuye su curación cuando de muchacho estuvo gravemente enfermo en el castillo de su familia. Episodio con que comienza su biografía: Vita Leonis IX (PL 143, 470-471).
En segundo lugar, es interesante notar que Bruno, emparentado con el emperador Enrique III y designado por él al trono pontificio, como era costumbre y de alguna manera derecho en la época, «declaró al emperador que podía aceptar el nuevo cargo sólo si los romanos lo elegían unánimamente obispo de la ciudad» –escribía el jesuita Friedrich Kempf, gran historiador de la Iglesia medieval (Storia della Chiesa, dir. H. Jedin, vol IV, p. 460). Hasta el punto de acercarse a Roma vestido humildemente de peregrino y, sólo después de ser elegido por el clero y el pueblo romano el 2 de febrero de 1049, tomó posesión de la Sede de Pedro. «León no pretendía ninguna revolución institucional, pero era plenamente consciente de la independencia del ordenamiento jurídico eclesiástico y por lo mismo también de su posición» (ibidem).
Era hasta tal punto conciente de esta independencia que creyó que era su deber luchar ante todo contra la simonía, como por otra parte ya había hecho como obispo de Toul. Pero no lo hizo solo: «les atribuyó gran importancia a los cardenales, y recogió a su alrededor a un grupo de amigos y consejeros» (M. Parisse, Leone IX, en Dizionario storico del papato, dir. Ph. Levillain, vol. II, p. 854).
Desde el punto de vista dogmático, fue suya la condena de errores sobre la doctrina eucarística. Intervino contra las tesis de Bérenger de Tours (para el cual el pan y el vino eucarísticos eran solo un símbolo del Cuerpo y la Sangre del Señor), afirmando que Cristo está realmente contenido en el sacramento o bajo las especies sacramentales. Pero la intervención de León IX fue muy discreta. Estando la discusión teológica aún abierta, «fueron los teólogos quienes la prosiguieron, mientras Roma se limitó a vigilar su marcha» (Storia della Chiesa, dir. H. Jedin, vol. IV, p. 605). Sin impulsividad ni intransigencia afrontó también el problema del clero concubinario (cfr. M. Parisse, Leone IX, en Dizionario storio del papato, dir. Ph. Levillain, vol. II, p. 853).
Y volvemos en fin al cisma de 1054 del que arrancamos: no solo no hay que imputárselo al Papa, sino que incluso parece que la embajada a que se debe su apertura fue enviada por él a Constantinopla con finalidad amistosa. «Las relaciones entre Roma y Oriente eran aún cordiales», escribe el padre Justo Collantes, «si bien por entonces se estaba fraguando la gran ruptura de Constantinopla, que se llevaría a cabo tres meses después de la muerte del Papa (La fe de la Iglesia católica, p. 811, nota 5). Por desgracia León, mientras tanto, se había comprometido, de acuerdo con Bizancio y con la ayuda de alemanes e italianos, contra aquella banda de mercenarios que eran los normandos del centro-sur de Italia. Estos le hicieron prisionero en junio de 1053 y no lo dejaron hasta que reconoció sus posesiones. Vuelto a Roma en marzo de 1054, murió el 19 de abril siguiente. Que san León IX proteja y con la grey rece por el papa Benedicto XVI según la petición expresada por este último: «Rogad por mí, para que yo aprenda a amar cada vez más a su grey, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros por separado y a todos juntos. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros, para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros».


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