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AFRICA
Sacado del n. 06 - 2005

El orden reina en Lomé


El nuevo gobierno trata de hacer creer que, tras los enfrentamientos que caracterizaron las últimas elecciones, hoy en el país reina el orden y la paz. Pero sigue en pie el drama de los refugiados, que hablan de violencia y represión. En el fondo de la cuestión, el enfrentamiento entre Francia y EE UU por el control de África


por Davide Malacaria


Unas elecciones controvertidas, acusaciones de fraudes y violencias: hace tiempo en Ucrania, en circunstancias análogas, la comunidad internacional se impuso, forzando incluso los acontecimientos. Pero Togo está en África, y en este continente todo es distinto. Con sus cinco millones de habitantes, este trozo de tierra que se asoma al golfo de Guinea está lentamente cayendo en una espiral de terror: treinta mil civiles huyen de los paramilitares, partidos de oposición perseguidos cada vez más, narraciones de personas asesinadas y desaparecidas. Acusaciones rechazadas por el gobierno de Lomé, que trata de hacer creer a Occidente que en el país reinan el orden y la paz…
Arriba, protesta contra Faure Gnassingbé durante las presidenciales; abajo, policías patrullan las calles de Lomé

Arriba, protesta contra Faure Gnassingbé durante las presidenciales; abajo, policías patrullan las calles de Lomé


Treinta y ocho años
de régimen
Con una extensión de 57.000 km2, el pequeño Estado africano que surge entre Ghana y Benin ha conocido uno de los regímenes más largo de su historia moderna. El amo del Estado fue durante treinta y ocho años (desde el 67, siete años después de la proclamación de independencia) Eyadéma Gnassingbé. Un régimen autoritario, a veces feroz, hasta el punto de ser repetidamente objeto de las críticas de Amnistía Internacional y, en 1994, de severas sanciones internacionales. Eyadéma muere el 5 de febrero de 2005. Aquel día un suspiro de alivio recorre el pequeño Togo. Dura pocas horas: los militares colocan en el poder al hijo del difunto, Faure. El golpe de Estado no pasa inobservado, y tanto la Unión Africana como la UE sancionan ulteriormente al país. La presión internacional es ya insostenible, por lo que Faure se ve obligado a dimitir y se anuncian nuevas elecciones. Comienza un período de tensión que dura hasta el voto del 24 de abril. Dos días después llegan los resultados: Faure y su Reagrupación del Pueblo Togolés (RPT) consiguen el 60% de votos, mientras que su principal adversario, Bob Akitani (candidato único de los seis partidos de la oposición “radical”) obtuvo sólo el 38%. La oposición no reconoció el resultado, denunció fraudes e intimidaciones y proclamó vencedor a su candidato. «Los certificados electorales en el sur, donde es más fuerte la oposición, no fueron distribuidos», cuenta el padre Guido, misionero en Togo: «Yo mismo fui a la prefectura el día antes de las elecciones y vi un montón de certificados apilados que no habían sido distribuidos. Por su parte, la RPT mandó a votar a niños de 10 años con certificados que declaraban que tenían 35. En otras circunstancias actuaron manu militari, mandando al ejército a los colegios a “recoger” las urnas». El misionero hace ironía sobre el hecho de que algunas de estas escuadras perdieran por el camino las preciosas urnas. Menos ironía le merece el resultado de las elecciones: «La verdad es que las elecciones fueron totalmente falseadas. Sin estas estratagemas la RPT nunca habría ganado. De todos modos, era previsible; aquí los militares han gobernado durante cuarenta años y quieren seguir haciéndolo. Es una pena que Occidente, Francia y la propia Unión africana sigan apoyando a estos señores».

Meses terribles
Tras las protestas de la oposición, los enfrentamientos son generales en todo el país. La gente comienza a morir. Según la Liga Togolesa de los Derechos Humanos, cercana a la oposición, las víctimas de la represión son más de 800. Estos datos son desmentidos por fuentes gubernamentales, que limitan la triste contabilidad a 58 muertos. Preguntado sobre el particular, el padre Andrea, otro misionero, cuenta que ha visto con sus propios ojos cómo cargaban con balas contra un grupo de manifestantes armados con piedras. «Estos no saben qué son las balas de goma…». Comenta: «En Aného [ciudad de Togo, n. de la r.] dispararon contra la gente desde un helicóptero. ¡Para que luego digan que son sólo 58 las personas muertas! Serán un millar… Toman los cadáveres y los entierran, de este modo esconden las pruebas. Después de los enfrentamientos, el país fue tomado por los paramilitares: entran en las casas y hacen desaparecer a las personas. En Lomé hay barrios en los que no ya no se ven jóvenes. Mucha gente ha escapado, abandonándolo todo». Son días terribles. También los símbolos extranjeros son un blanco: el Goethe Institut de Lomé fue incendiado. En esta tormenta llegó el llamamiento del Santo Padre, que, tras el Regina Coeli del 1 de mayo, dijo que se sentía «cerca de las queridas poblaciones de Togo afligidas por dolorosas luchas internas». Todas las radios han sido cerradas. También Radio María. Lo cuenta Vittorio Viccardi, responsable para el exterior de la radio católica: «Radio María está presente en Togo desde 1997, siendo la emisora privada más escuchada del país. Siempre fue vista con malos ojos por el régimen: también el padre del actual presidente trató varias veces de cerrarla. A finales de abril el gobierno publicó un decreto por el que se cerraban todas las radios privadas. Los militares entraron en nuestra sede local con ametralladoras… Fueron días agitados, porque además esos mismos días las líneas telefónicas del país quedaron cortadas –se podía llamar al extranjero, pero no recibir–, la navegación en Internet era muy lenta. De todos modos el 27 de mayo se reanudaron nuestros programas. Fue para mí un placer constatar que la gente togolesa nos manifestaba tanto cariño durante los días del cierre, confirmando la buena acogida de que goza nuestra radio». La jerarquía católica, que entre el 91 y el 93 tuvo un papel de relieve durante un breve período de reformas que terminó violentamente, es impotente.
Los enfrentamientos callejeros duraron unas dos o tres semanas. A finales de mayo la situación parecía tranquila, pero es solo apariencia. Al parecer, tras los enfrentamientos, los militantes y simpatizantes de la oposición, aunque no sólo ellos, fueron objeto de una represión más escondida, más subterránea, con pelotones de paramilitares que sacan a las personas perseguidas de sus propias casas o del trabajo. Dice el padre Guido: «Tratan de hacer creer que todo está bajo control, pero están haciendo una guerra sucia. Yo también he vivido en el pasado esta situación. Les he dicho a mis jóvenes: “No dejéis que os maten, que vuestra vida no se malgaste por estos señores, que no se lo merecen de ningún modo”. La gente desaparece. Los padres buscan a sus hijos y no los encuentran. No saben en qué cárcel están o si los han matado. La fila de pobres que llaman a las puertas de nuestra misión es cada día mayor y nosotros no sabemos qué hacer. Somos impotentes…».

La diplomacia y la represión
Los acontecimientos de Togo hay que insertarlos en un contexto en el que EE UU está intentando corroer los intereses franceses en África parar ampliar su propia área de influencia. De modo que, mientras que Francia, bajo cuya protección prosperó el régimen de Eyadéma Gnassingbé, se apresuraba a reconocer a Faure, los EE UU negaban su legitimidad. Posición similar a la del Parlamento europeo, que no quiso reconocer al nuevo presidente. En efecto, en un documento de la UE se condenan las «graves irregularidades durante las elecciones», la «represión violenta de las fuerzas del orden contra las personas que protestaban por las irregularidades del escrutinio», y se invita a la comunidad internacional a actuar para que los dirigentes de todas las fuerzas políticas puedan «emprender el camino de la reconciliación nacional y de un auténtico proceso de transición, respetando la expresión democrática de todos los togoleses». En realidad, ha habido pocos intentos de llevar la paz al país. Uno de ellos estuvo patrocinado por el presidente nigeriano, Olusegun Obasanjo (como presidente de la CEDEAO, la Comunidad Económica de los Estados del África del Oeste), que convocó a los representantes de las dos facciones en Abuja. En realidad parece que el presidente nigeriano, más que buscar la reconciliación, ha tratado con todas sus fuerzas de obligar a la oposición a entrar en un gobierno de unidad nacional, cosa que la oposición, por no haber garantías, no hizo. Una tentativa más seria fue la del presidente de la Comisión de la Unión Africana, Alpha Oumar Konaré, que nombró un representante de la UA para Togo, con el objeto de facilitar el diálogo entre las partes. La decisión provocó la ira del presidente nigeriano, que se opuso públicamente a la iniciativa por haber sido tomada sin consultar previamente a los demás Estados africanos. También el embajador nigeriano en Bélgica ha hablado de nombramiento superfluo dado que la crisis togolesa, según él, está resolviéndose. La única certeza es que la cumbre de Abuja ha fracasado. El documento presentado por los partidos de la oposición (en el que, entre otras cosas, se pedía el fin de las persecuciones contra los opositores, el nombramiento de un gobierno de transición y nuevas elecciones) ha sido rechazado. Al finalizar la cumbre, Bob Akitani tuvo un ataque cerebro-vascular y está ingresado en un hospital militar americano en Francia, desde donde sigue dirigiendo la oposición.

Emmanuel Bob Akitani, candidato único de los seis partidos de la oposición

Emmanuel Bob Akitani, candidato único de los seis partidos de la oposición

Fuga de Togo
Concluida la cumbre de Abuja, Faure está tratando por todos los medios de vender al extranjero la imagen de un país que está volviendo a la normalidad, consiguiendo, gracias sobre todo al apoyo francés y nigeriano, que se le levanten las sanciones impuestas por la Unión Africana. En política interior ha nombrado como primer ministro al jefe de un partido de oposición moderada (en realidad, dicen nuestras fuentes en Togo, satélite de la RPT desde el principio), ha creado una comisión de investigación para aclarar los enfrentamientos ocurridos durante las elecciones y otra comisión encargada de facilitar el regreso de los refugiados. Todos los misioneros que hemos contactado en Togo manifiestan gran escepticismo sobre estas medidas. En realidad, según ellos, se trata sólo de maniobras para encubrir la realidad de un régimen autoritario que no quiere saber nada de democracia. ¿Se equivocan? Es posible. Lo cierto es que los prófugos que han abandonado el país son ya más de 30.000. Un documento del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados indicaba que, el 17 de mayo, los refugiados togoleses en Ghana eran 14.727, en Benin 16.158. Una cifra enorme para un país tan pequeño. Una multitud de gente que, entrevistados por Philippe Bernard, cronista de Le Monde, hablan de horrores y violencias, de agentes que van a buscar a los indeseables a sus casas y a sus lugares de trabajo. El padre Raymond Goudjo, miembro de la Comisión Justicia y Paz de la diócesis de Cotonú (Benin), que fue a visitar a los refugiados en su país, dio ante los micrófonos de Radio Vaticana el siguiente testimonio el 2 de junio: «Lo que queríamos saber es por qué tantos refugiados siguen llegando, y por lo que nos respondieron comprendimos que se trataba de un genocidio, de alguna manera, porque el partido en el poder quiere terminar con todos y cada uno de los miembros de la oposición: con los militantes, pero sobre todo con los jóvenes; los que tienen entre trece y treinta y cinco años son eliminados por sistema, y sus cuerpos ocultados […] hasta el punto de que es imposible saber con certidumbre quién sigue vivo y quién está muerto». El padre Gérard, un sacerdote local, afirma: «La situación sigue siendo difícil. Desde luego no es como los primeros días después de la declaración de los resultados; pero nadie puede decir qué va a pasar mañana. Tengo la impresión de que Occidente llega siempre después, cuando ya no hay esperanza. En este momento necesitamos ayuda, pero no llega; todos callan. Mientras tanto, este nuevo drama ha hecho que nuestra gente sea aún más pobre. La Iglesia de Togo, que hace tiempo que hizo suya la opción preferencial por los pobres, hace lo que puede, pero sin ayuda internacional somos impotentes». El 17 de junio los obispos de Togo publicaron un «mensaje de consuelo y esperanza» en el que pidieron que se haga lo posible para «garantizarles a todos [los refugiados, n. de la r.] un regreso seguro y sin miedo», añadiendo: «Hemos ayunado, rezado y hecho sacrificios por la paz en Togo, pero todavía perduran los odios, las divisiones y la injusticia». Concluye diciendo a todos los togoleses de no «desesperar de nuestras oraciones» y a confiar en la intercesión de María.
“El orden reina” en Lomé. Esto se intenta hacer creer, esto parece. Queda por comprender qué esconde esta frase, usada, por lo demás, también por los nazis tras la conquista de Varsovia. Una última anotación: los nombres de los misioneros y del sacerdote togolés que aparecen en el artículo son inventados, tal como se nos pidió, por prudencia. Una prueba más de que hay algo que no cuadra, algo que esperemos que la comunidad internacional aclare lo antes posible.


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