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FRATERNIDAD SAN PÍO X
Sacado del n. 09 - 2005

Tras la audiencia del Papa con el superior de la Fraternidad San Pío X

«Volver a acercarse por etapas sin prisa, pero sin pausa»


Entrevista con el cardenal Castrillón Hoyos, presidente de «Ecclesia Dei», sobre las relaciones entre Roma y los lefebvrianos


Entrevista con el cardenal Castrillón Hoyos por Gianni Cardinale


Darío Castrillón Hoyos

Darío Castrillón Hoyos

«El santo padre Benedicto XVI ha recibido esta mañana en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo al superior general de la Fraternidad San Pío X, monseñor Bernard Fellay, que lo había solicitado. El Papa estaba acompañado por el eminentísimo cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”. El encuentro se ha desarrollado en un clima de amor por la Iglesia y de deseo de llegar a la perfecta comunión. Pese a ser conscientes de las dificultades, se ha manifestado la voluntad de actuar por etapas y en plazos de tiempo razonables». Este era el comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede del 29 del pasado mes de agosto con el que informaba del primer contacto entre el nuevo Pontífice y la Fraternidad que, como recordó el noticiero de Radio Vaticana el mismo día, «fue fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre, muerto el 25 de marzo de 1991».
La noticia de la audiencia concedida por el papa Benedicto XVI, a pesar de que no había sido hecha pública por la columna “Informaciones Nuestras” de L’Osservatore Romano, fue notificada de todos modos en el diario oficioso de la Santa Sede en una exigua nota en la parte inferior de la página 4 de la edición fechada el 31 de agosto.
Sobre la audiencia del 29 de agosto, en la que participó también don Franz Schmidberger, antiguo colaborador de monseñor Lefebvre y muy conocido por el papa Ratzinger, 30Días le ha hecho algunas preguntas al cardenal Darío Castrillón Hoyos, quien, además de ser desde abril de 2000 presidente de la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», el organismo vaticano que se ocupa de las relaciones con el variado mundo tradicionalista, está también desde 1996 al frente de la Congregación para el clero.
Eminencia, ¿qué valor tiene la audiencia concedida por el Papa al superior general de la Fraternidad San Pío X?
DARÍO CASTRILLÓN HOYOS: La audiencia forma parte de un proceso que comenzó con una intervención muy importante del entonces cardenal Ratzinger, que firmó con monseñor Lefebvre un protocolo de entendimiento antes de que este último decidiera las consagraciones episcopales de 1988.
Monseñor Lefebvre no dio marcha atrás…
CASTRILLÓN HOYOS: Por desgracia monseñor Lefebvre siguió adelante con las consagraciones y, por consiguiente, se llegó a aquella situación de separación, si bien no se trata de un cisma formal.
Después no ha habido contactos oficiales hasta el Gran Jubileo de 2000.
CASTRILLÓN HOYOS: Como presidente de la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», habiendo visto que venían en peregrinación a Roma, invité a almorzar a los obispos ordenados por monseñor Lefebvre, para un encuentro informal, para conocernos. Posteriormente he tenido numerosos encuentros con su excelencia monseñor Fellay y con otros miembros de la Fraternidad. Estos encuentros siempre estuvieron caracterizados por un clima muy positivo, hasta el punto de que llegó un momento que pensé que estábamos realmente muy cerca de la reconciliación.
¿Estaba el Papa al corriente de estos contactos?
CASTRILLÓN HOYOS: Juan Pablo II era informado constantemente de todo. Pero además, el propio Pontífice recibió en su capilla privada en una breve visita a monseñor Fellay y a don Michele Simoulin, entonces superior de la comunidad de la Fraternidad de Albano Laziale. No se trató de un verdadero diálogo, pero el Papa expresó en aquella ocasión su deseo de que se pudiera retomar el diálogo impartiendo su bendición.
Antes aludía usted a que en determinado momento llegó a pensar que la reconciliación era inminente. ¿Qué pasó luego?
CASTRILLÓN HOYOS: Advertí que su excelencia monseñor Fellay y sus colaboradores sentían como miedo, como si Roma les estuviera tendiendo una trampa. Como si la Santa Sede estuviera intencionada a absorberles para luego impedir que celebraran la misa de San Pío V y acallar sus notas críticas sobre determinadas interpretaciones posteriores al Concilio Vaticano II. Así que no hubo reconciliación, pero el diálogo ha continuado.
Miembros de la Fraternidad San Pío X en procesión hacia la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 8 de agosto de 2000

Miembros de la Fraternidad San Pío X en procesión hacia la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 8 de agosto de 2000

En aquel contexto, en 2001, se dio sin embargo la reconciliación con el grupo brasileño cercano a la Fraternidad, al frente del cual está ahora monseñor Fernando Arêas Rifan, elegido en 2002 por la Santa Sede obispo y titular de la administración apostólica personal de São João Maria Vianney de Campos.
CASTRILLÓN HOYOS: Allí la situación era algo distinta, porque mientras que la Fraternidad San Pío X es una asociación no reconocida, servida por obispos que se declaran “auxiliares”, en Brasil el obispo Castro Mayer, cuando renunció a la diócesis, fue seguido por unos cincuenta sacerdotes que de hecho mantenían una organización paralela a la diócesis. Al morir monseñor Castro Mayer, uno de los sacerdotes fue consagrado obispo por los obispos lefebvrianos. Gracias a Dios este obispo, monseñor Rangel, y sus sacerdotes, entre los cuales estaba el actual obispo administrador apostólico monseñor Rifan, en el momento de pedir la reconciliación, separándose en esto de los obispos de la Fraternidad, reconocieron que ya no existían las condiciones que monseñor Lefebvre llamó “de necesidad” en su momento para justificar la consagración de obispos sin mandato apostólico. Y esto porque el Papa había manifestado su voluntad de concederles el uso del rito tridentino, reconociendo su peculiaridad. Por su parte se dio el reconocimiento de la validez del nuevo rito de la Misa y de la legitimidad del Concilio Vaticano II, aun proponiendo que se mantuviera una discusión respetuosa y honesta sobre algunos textos conciliares menos claros, sobre algunas interpretaciones de estos textos y sobre algunos hechos consecuencia del Vaticano II.
¿Considera exitosa la solución adoptada en Campos?
CASTRILLÓN HOYOS: Los hechos lo confirman. Gracias a Dios los fieles y los sacerdotes de la diócesis y de la administración conviven fraternalmente, los dos obispos se reúnen frecuentemente para la coordinación. Además, unos diez obispos de Brasil han firmado ya convenciones con la administración para asistir a los fieles de sus diócesis que prefieren la liturgia antigua.
Pero fue una solución que no les ha gustado a las altas esferas de la Fraternidad…
CASTRILLÓN HOYOS: Sí, la solución de Campos fue un momento delicado. Porque la Fraternidad estaba en contra. Para mí, sin embargo, fue un hecho de la Providencia porque hizo ver un camino posible para una solución amplia de la cuestión.
Eminencia, volvamos a la audiencia del 29 de agosto. ¿Cómo se organizó?
CASTRILLÓN HOYOS: La audiencia fue pedida por monseñor Fellay siguiendo los canales normales, mediante mi persona como prefecto de la Congregación para el Clero y de presidente de «Ecclesia Dei», visto que la Fraternidad San Pío X es una realidad sacerdotal compuesta por curas ordenados válidamente aunque de manera ilegítima. La petición fue presentada al Papa. Y el Papa ha querido conceder la audiencia. El teólogo Ratzinger, el cardenal Ratzinger, con su gran competencia, había seguido siempre la cuestión y la conocía bien, como también conocía a las personas con quienes había que dialogar. El papa Benedicto XVI ha podido añadir a esto la especial asistencia del Espíritu Santo garantizada por el hecho de haberse convertido en el Sucesor de Pedro.
¿Qué puede contar de la audiencia?
CASTRILLÓN HOYOS: Fue un encuentro marcado por la caridad, en sentido teológico, de amor a Dios y a Su Iglesia. Fue un coloquio entre hermanos que desean, con la ayuda de Dios, recorrer el camino de la unidad. El Papa dejó hablar a los participantes: monseñor Fellay, el padre Schmidberger y un servidor. Luego habló el Santo Padre, haciendo un fuerte llamamiento a la unidad y expresando el deseo de que el acercamiento pueda ocurrir por etapas, sin prisa pero sin pausa.
¿Cuáles fueron las observaciones del superior de San Pío X?
CASTRILLÓN HOYOS: Monseñor Fellay, cosa que ya se sabía, ilustró sus temores sobre el estado de la Iglesia católica a la luz de los abusos no sólo litúrgicos que han tenido lugar después del Concilio Vaticano II. Las críticas que puedan llegarnos de la Fraternidad en este sentido creo yo que pueden ser una riqueza para la Iglesia, si se enuncian con el carisma de Pedro y en la caridad entre hermanos. En la Iglesia, en efecto, todos somos libres de formular observaciones críticas sobre aquello que no afecte a los dogmas y la disciplina esencial de la Iglesia. Sobre esto puedo testimoniar que el cardenal Ratzinger estaba ya plenamente convencido de la necesidad del diálogo teológico sobre los puntos difíciles. En la plena unidad se encuentra más luz para estudiar estos puntos sensibles.
Tras la audiencia, un importante purpurado intimó a la Fraternidad a que reconociera la legitimidad del actual Pontífice…
CASTRILLÓN HOYOS: Por desgracia esta es la prueba de que dentro de la Iglesia, incluso a altos niveles, no siempre se conoce completamente la realidad de la Fraternidad. La Fraternidad siempre ha reconocido en Juan Pablo II, y ahora en Benedicto XVI, al legítimo sucesor de san Pedro. Esto no es un problema. Que haya otros grupos tradicionalistas que no reconocen a los últimos papas, los llamados “sedevacantistas”, es otra cuestión que nada tiene que ver con la Fraternidad San Pío X.
Es sabido que la Fraternidad San Pío X pide a la Santa Sede una liberalización de la llamada misa tridentina y una declaración que certifique que esta liturgia nunca fue abolida.
CASTRILLÓN HOYOS: La misa de san Pío V nunca fue abolida. Con respecto a la liberalización, recuerdo que bajo el pontificado de Juan Pablo II hubo una reunión de todos los jefes de dicasterio de la Curia romana, en la que la opinión ampliamente mayoritaria no era contraria a dicha petición. Sería peligroso crear una contraposición del viejo rito con el nuevo. La liturgia no puede ser un campo de batalla. Como sacerdote, como cardenal y como prefecto de la Congregación para el Clero, siento inmenso dolor viendo el lenguaje inaceptable con que a veces se trata la voluntad de Jesús de dar su propio cuerpo y su sangre, y entregarlos a su Iglesia. Esto vale para algunos representantes de la Fraternidad San Pío X, aunque no sólo para ellos.
¿Hay muchos obispos que se oponen a la liberalización?
CASTRILLÓN HOYOS: A veces el ansia pastoral de un obispo lo lleva a pensar que conceder el permiso de celebrar la misa tridentina en su propia diócesis puede generar confusión en el pueblo de Dios. Y cuando los fieles que piden este tipo de celebración son muy pocos, esta extrañeza puede ser comprensible. En cambio cuando quien lo pide es un grupo más numeroso, es deber de la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei» recordarle al obispo, honesta y cordialmente, que la voluntad del Sucesor de Pedro es ser generoso en la aplicación a favor de estos fieles. Veo con alegría que, día tras día, son cada vez más quienes la aplican.
El cardenal Darío Castrillón Hoyos durante la misa “tridentina” celebrada en la Basílica de Santa María la Mayor el 24 de mayo de 2003

El cardenal Darío Castrillón Hoyos durante la misa “tridentina” celebrada en la Basílica de Santa María la Mayor el 24 de mayo de 2003

Usted conoce bien el mundo tradicionalista. ¿Cómo valora la piedad personal de los sacerdotes que forman parte de este mundo?
CASTRILLÓN HOYOS: Muchos sacerdotes tradicionalistas que he conocido me han dado una excelente impresión: sienten un amor sincero por el misterio. Por desgracia puede haber también algunos fanáticos que están ligados a la liturgia antigua como se puede estar ligado a una formulación matemática cuyo valor ni siquiera se entiende bien del todo.
¿Considera que representan el legado de un pasado que, de todos modos, está en vías de extinción?
CASTRILLÓN HOYOS: En la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia había un nutrido grupo de jóvenes ligado a la misa tradicional. Los resultados han sido positivos, y pone de manifiesto la miopía que significa considerar el fenómeno tradicionalista como en vías de extinción. Porque además en el mundo tradicionalista, proporcionalmente, el número de las vocaciones sacerdotales es claramente superior al de muchas diócesis de la Iglesia.
En septiembre de 2001 Juan Pablo II, en un discurso en la reunión plenaria de la Congregación para el Culto Divino, elogió las «hermosísimas oraciones» contenidas en el Misal de San Pío V. Esta alocución fue publicada con insólito retraso por L’Osservatore Romano y nunca fue publicada en las Acta Apostolicae Sedis, que suele imprimir los discursos papales en las plenarias de los dicasterios romanos. Cuando luego usted, el 24 de mayo de 2003, celebró por primera vez tras la reforma litúrgica posconciliar una misa tridentina en una basílica romana patriarcal, la de Santa María la Mayor, L’Osservatore Romano ignoró totalmente el acontecimiento. ¿Qué opinión le merecen estas dos “censuras”?
CASTRILLÓN HOYOS: Prefiero juzgar los hechos antes que las intenciones y no sé cuál es la causa de estas ausencias sobre dos hechos que tuvieron amplia repercusión.
¿Considera que el citado discurso de Juan Pablo II podrá ser publicado por fin en las Acta?
CASTRILLÓN HOYOS: Si no fue voluntad explícita del Papa no publicar aquel discurso, que él mismo pronunció, creo que es algo grave no haberlo hecho.
El Corriere della Sera del 26 de agosto, anticipando la audiencia que se celebraría tres días después, hablaba ya en el título de “paz imposible” a propósito de lefebvrianos y Santa Sede.
CASTRILLÓN HOYOS: Los periódicos pueden decir eso y muchas otras cosas. Por suerte, y subrayo por suerte, los periódicos no son infalibles.
Eminencia, una última palabra para quienes echan en cara a la Fraternidad el uso de un lenguaje a veces pesado, rayano en lo irreverente, para con la Santa Sede.
CASTRILLÓN HOYOS: Puede molestar, pero no me asombra en el fondo que puedan aparecer palabras, artículos, cartas que usan un lenguaje bastante crudo. Incluidas algunas afirmaciones atribuidas a su excelencia monseñor Fellay. Mientras no haya plena unidad, y por consiguiente plena caridad recíproca, no podemos escandalizarnos si sigue habiendo algún que otro exabrupto. Es siempre bueno recordar el dicho agustiniano: «In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas».


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