En la muerte de un obispo misionero
El 14 de julio fue asesinado en Kenia monseñor Luigi Locati, vicario apostólico de Isiolo. La figura del obispo misionero. Las primeras investigaciones sobre su asesinato
por Davide Malacaria
Benedicto XVI con monseñor Luigi Locati, el 25 de mayo de 2005
Nadie en Isiolo se resigna a lo que ha sucedido. Todas las personas con las que nos hemos puesto en contacto explican el homicidio en relación con la obra benéfica del misionero. Quizás a alguien no le gustaban sus iniciativas en favor de los pobres, sobre todo a esos potentados locales que prosperan gracias a la pobreza ajena. En el momento en que escribimos (finales de julio), la policía sigue varias pistas. Una de ellas conduce a dos escuelas que monseñor Locati había abierto hacía poco en Merti (a 200 kilómetros de Isiolo), y que habían sido causa de tensiones con algunos potentados locales. Le habían quitado al obispo el control de las escuelas para administrarlas a favor de una etnia, motivo por el cual el prelado las cerró, con lo que irritó aún más a los cabecillas de la zona. La otra pista, en cambio, quizás relacionada con esta, quizá ligada a la gestión de los fondos para el desarrollo, sigue un camino distinto y más interno a la Iglesia, sensación alimentada por la detención policial de dos custodios de la Catedral y de dos sacerdotes locales que en el pasado habían tenido roces con el obispo. La cizaña, se sabe, arraiga en todas partes, también en el campo eclesiástico, pero aún es pronto para sacar conclusiones… A la espera de los resultados de las investigaciones y del juicio, nos resuenan en la memoria las palabras de una de nuestras fuentes en Isiolo, que dice que espera que no se dé otro caso Kaiser (el padre John Anthony Kaiser fue asesinado en agosto de 2000; ha habido varios intentos de hacer fracasar las investigaciones sobre este delito) y que la investigación sobre el homicidio del obispo puede, como esa otra, reservar sorpresas.
En realidad el padre Kaiser no ha sido el único misionero asesinado en Kenia en los últimos años: desde 1997 a hoy son cinco los misioneros católicos asesinados en varias circunstancias. Un número muy alto, incluso en relación con otros Estados africanos. Coincidencias desafortunadas o, más simplemente, síntoma de la falta de seguridad que existe en el país. Una situación que ha sido fatal para monseñor Locati, que desde hacía tiempo era objeto de intimidaciones. En marzo del año pasado le pusieron una pequeña bomba en casa y en septiembre unos desconocidos le plantaron un machete en el cuello, pero escaparon ante la imprevista reacción del prelado. Monseñor Luigi Paiaro, obispo de Nyahururu, cuenta que se sentía amenazado, que se lo había confesado a su hermana la última vez que había venido a Italia, el pasado mes de mayo. De esos días pasados en Italia todos recuerdan su entrevista con el Papa, el 25 de mayo, con ocasión de la audiencia del miércoles. La foto de los dos, sonrientes, ha salido en todos los periódicos después de la muerte del obispo misionero. Ese miércoles era la Jornada de África. Y esa foto, al verla ahora, se transfigura, adquiere un valor distinto, casi como si sintetizara en una imagen la solicitud de la Iglesia por ese continente olvidado.
Monseñor Luigi Locati en Isiolo, Kenia
En aquella tierra lejana monseñor Locati había conocido también a Annalena Tonelli, la misionera laica, que tras dejar Forlì, había trabajado durante años con las poblaciones somalíes de Kenia, antes de que las autoridades la echaran por sus posturas en favor de aquella gente. Alude a ello monseñor Givone, recordando que cuando Annalena estaba en Kenia, vivía en Wajr, al noreste de Isiolo; así que cada vez que iba a Nairobi solía pararse en Isiolo para descansar. La historia de Annalena es otra, ligada a Somalia. Pero de todos modos es extraña la trama dibujada por el destino en este lejano trozo de África, que ha querido que los dos fueran asesinados, a distancia de dos años, de manera análoga: por la tarde, a pocos metros de su casa.
Quién sabe lo que habrá pensado monseñor Locati en aquellos momentos terribles… De todo, quizá, pero, es probable, que pensara sobre todo en quién le había arrastrado a esa larga aventura, tan lejos de casa, y había estado cerca de él en todos esos años; y que en aquel momento estaba más cerca que nunca. Sí, es probable que pensara en Jesús.