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HISTORIA DE LA IGLESIA
Sacado del n. 10 - 2005

Una Iglesia aún indivisa


El patriarca costantinopolitano Fozio alaba el respeto de la tradición oriental por parte de los papas León IV y Benedicto III



Y esto [es decir, rezar el Credo en griego en su versión más antigua] se hacía no sólo durante el pontificado de León IV; sino que también Benedicto, apacible y manso, ilustre en la práctica ascética, su sucesor en la sede pontificia, se esforzaba por no irle a la zaga (aunque por motivos cronológicos iba detrás) a la hora de proteger y dar estabilidad a todo lo que había sido fijado.
Y como alguien después de ellos, simulando respeto con palabras malvadas y falsas (en efecto, no se atrevía a contrarrestar a cara descubierta sus óptimas y piadosas decisiones), ha querido, con la aparentemente bien argumentada motivación de que ese símbolo de la fe no debía estar difundido en la boca de todos, desarraigar de las Iglesias e interrumpir esa obra piadosísima y útil que he recordado (y no quiero dar más espacio a estos hechos sacrílegos señalando los nombres de sus autores), éste conocerá, mejor dicho, ya conoce y paga, con dureza e infelicidad, las penas por su falsa temeridad. Por tanto, que éste (puesto que él también calla, aunque de mala gana) sea relegado al lugar del silencio y allí permanezca.
León, sin embargo, voz de Dios, no solamente manifestó esta solicitud activa, buena e inspirada por Dios, haciendo lo que antes hemos dicho, sino que hizo más: puesto que en el tesoro de los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo, entre esos sagrados trofeos, se hallaban conservados desde los tiempos más antiguos, cuando aún seguía viva la piedad, dos escudos o tablas que con letras y palabras griegas mostraban la muchas veces recordada sagrada exposición de nuestra fe, ordenó que se leyeran en público ante el pueblo romano y que fueran expuestas a la vista de todos, y muchos de los que entonces vieron y leyeron estas cosas, están aún hoy entre los vivos.

Fozio, De Spiritus Sancti mystagogia
(PG 102, 378-379)


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