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EDITORIAL
Sacado del n. 12 - 2005

Autónomos y moderados


Por una coincidencia fortuita, el mismo día la prensa informó de la noticia de la muerte del líder de los albaneses de Kosovo, Rugova, y de la extraña iniciativa constitucional, por parte de Austria, sobre un pretendido derecho-deber de protección de los ciudadanos de lengua alemana del Alto Adigio…


Giulio Andreotti


Ibrahim Rugova

Ibrahim Rugova

Por una coincidencia fortuita, el mismo día la prensa informó de la noticia de la muerte del líder de los albaneses de Kosovo, Rugova, y de la extraña iniciativa constitucional, por parte de Austria, sobre un pretendido derecho-deber de protección de los ciudadanos de lengua alemana del Alto Adigio.
Durante su melancólica estancia romana en Villa Doria Pamphili, mantuve con Rugova profundos coloquios. Supe que durante el militante compromiso por la autonomía de su tierra, había tomado como modelo el Estatuto de la Región Trentino-Alto Adigio. Las autoridades de Belgrado no quisieron saber nada, y hasta quisieron hacer añicos la pequeña semilla de autonomía que existía sobre el papel. Pero por desgracia tampoco la mayoría de sus connacionales lo apoyó, pidiendo (inútilmente) la soberanía nacional. Sin hablar tampoco del berrido de los fautores de la Gran Albania.
El destino de los moderados por desgracia es casi siempre este. En Kosovo sigue la necesaria presencia de tropas extranjeras de vigilancia, mientras los serbios que tomaron el camino del exilio siguen refugiados, sin perspectivas de regreso. Sólo pocos optimistas siguen creyendo que podrán volver un día a casa. Por lo demás el mismo destino les espera a quienes tienen derecho a volver a Croacia y a Eslovenia tras los Acuerdos de Dayton.
En cuanto al otro tema, no sé si el extraño adelanto constitucional nació como reacción a la increíble iniciativa de representantes del centro-derecha de contestarle al partido SVP [Südtiroler Volkspartei, n. de la r.]el derecho de llamarse así, de manera lingüística alógena. Ni siquiera los ultrancistas del Movimiento Social habían censurado nunca de este modo. Esta incauta salida podrá provocar reacciones e incluso especulaciones.
No cabe duda de que el Estatuto especial de la Región Trentino-Alto Adigio se basa en el Acuerdo Gruber-De Gasperi. Con esta pronta y responsable iniciativa diplomática se soslayó en el Tratado de paz la cuestión de las fronteras del Brennero, que los ingleses querían retocar para satisfacer a Austria, considerada la primera víctima del expansionismo hitleriano.
Tocar Brénner habría sido poner en circulación un motivo grave de reacción (y también de posibles especulaciones) en una Italia que en la Primera Guerra Mundial pagó un durísimo precio de muertos y heridos por recuperar las tierras irredentas.
Para salvaguardar los derechos de los ciudadanos de lengua alemana y ladina se proclamó el Estatuto regional, aprobado por la Asamblea Constituyente en 1948. El propio ministro austriaco Gruber rindió públicamente acto más tarde de esta linealidad de Italia, mientras que el tema era cancelado de la agenda de las Naciones Unidas.
Tras devolver sin ningún tipo de prejuicio la ciudadanía a los que habían optado por Alemania (la desgraciada decisión Hitler-Mussolini), se trabajó en el paquete de las normas de aplicación del Estatuto, en un espíritu de colaboración ejemplar entre la Región y la capital de la República.
La última fase tuvo lugar bajo un gobierno nacional presidido por mí. Me dediqué a ello activamente, no porque pensara que quien me iba a suceder fuera a cambiar de rumbo, sino por el riesgo de que, no conociendo la compleja temática, perdiera el tiempo y le costara trabajo encontrar el rumbo.
Por lo demás, las sugerencias poco constructivas que pudieron llegar después desde el otro lado de la frontera no procedían por lo general de los austríacos sino de los bávaros, en su mayor parte inmigrados del este.
Alcide de Gasperi con Karl Gruber, firmantes
del Acuerdo ítalo-austríaco sobre el Alto Adigio estipulado
en París el 5 de septiembre de 1946

Alcide de Gasperi con Karl Gruber, firmantes del Acuerdo ítalo-austríaco sobre el Alto Adigio estipulado en París el 5 de septiembre de 1946

En cuanto a las relaciones ítalo-austríacas, la vocación “europeísta” de Austria –favorecida por nosotros– no podía más que jugar a favor de las relaciones entre los dos Estados.
En un congreso celebrado hace algunos años en Trento, el respetabilísimo representante del SVP, Sylvius Magnago, respondía a la pregunta de cómo se estaba comportando globalmente el gobierno italiano en la zona con un “regular”. Si hubiera dicho “bien” quizá nos habría creado problemas.
Pero hay más. Junto a la sólida garantía constitucional italiana, las minorías étnicas también cuentan con la fuerte tutela representada por el Tratado de París de 1990, que reconfirmó solemnemente los propósitos de seguridad y cooperación europea asumidos en el Acta de Helsinki en 1975.
Puedo añadir un dato especial. En el Senado Cossiga y yo formamos parte del Grupo parlamentario “Autonomías” junto con los colegas altoatesinos y el representante del Valle de Aosta. Estamos excelentemente presididos por la senadora Helga Thaler Ausserhofer y somos un ejemplo de no absorción en el sistema bipolar.


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