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ESTADOS UNIDOS
Sacado del n. 12 - 2005

ANIVERSARIOS. El largo camino de las relaciones entre Iglesia católica y Estado

Libres de los ingleses, libres de declararnos católicos


Hace doscientos años se construyó en Baltimore la primera catedral de los Estados Unidos. Símbolo de esa libertad que la Declaración de independencia garantizó también a los católicos.


Entrevista al cardenal William Henry Keeler, arzobispo de Baltimore por Giovanni Cubeddu


El cardenal William Keeler en procesión con los jóvenes de Baltimore

El cardenal William Keeler en procesión con los jóvenes de Baltimore

Recordar los doscientos años de la colocación de la primera piedra de la Catedral de Baltimore (1806), la primera en Estados Unidos después de la Declaración de independencia, equivale a hablar de la historia misma de la Iglesia católica en este país. Y no puede hacerse sin subrayar que si existe un ideal especialmente sentido por esta gran Iglesia local este es el de la libertad, libertad religiosa para ser exactos. Cuando en noviembre el cardenal arzobispo de Baltimore, William Henry Keeler abra de nuevo a sus fieles la Basílica —dedicada a la Asunción de la Virgen María, que tras una serie de obras vuelve a su antiguo esplendor arquitectónico–, no se olvidará de recordar esta característica específica que la constituye, evocando muchos y variados episodios: desde la Guerra de independencia contra los ingleses, a la relación entre Iglesia y Estado en el nombramiento del primer obispo en la Confederación de los Estados Unidos, hasta a aquel “catecismo de Baltimore” que ha acompañado a muchas generaciones de católicos. Así, recorriendo un pasado que envuelve el presente, se desarrolla nuestra charla con el cardenal Keeler. Desde las ventanas de su habitación en el Colegio Norteamericano del Janículo, Roma resplandece con todos su colores en un terso atardecer invernal.

Eminencia, ¿cómo era la Iglesia católica en Maryland hace dos siglos?
WILLIAM HENRY KEELER: Había tenido que afrontar grandes batallas a causa del anticatolicismo que era fundamento de la cultura de las colonias británicas. Solamente con la Guerra de independencia contra los ingleses conquistamos la libertad religiosa plena en los Estados Unidos. Maryland había sido el primer lugar en el mundo de lengua inglesa donde, gracias a un acuerdo con el rey Carlos I de Inglaterra, había sido concedida, aunque sólo por un breve periodo, libertad religiosa, de modo que los católicos perseguidos en Inglaterra pudieran ir allí a adorar a Dios libremente. Pero duró poco, desde 1634 hasta 1688, cuando Guillermo de Orange, tras vencer la “Revolución gloriosa” que le valió el trono de Inglaterra, pudo restablecer inmediatamente la anterior legislación anticatólica e incluso envió un gobernador a Maryland para aplicar inmediatamente las leyes penales anticatólicas. Los puritanos ya habían predominado temporalmente en Maryland, entre 1651 y 1657, dando aplicación a sus opiniones anticatólicas. En 1700 todas las iglesias católicas habían sido demolidas… La única colonia donde las leyes anticatólicas no estaban en vigor era Pensilvania, simplemente porque William Penn, un cuáquero, las había ignorado. Así que mucha gente de Maryland se refugió en Pensilvania.
Fue sorprendente la respuesta que George Washington mandó dar a Pío VI sobre la libertad del Papa de nombrar a los obispos en la recién constitudia Confederación de los Estados americanos. La elección recayó sobre el jesuita John Carrol –más tarde arzobispo de Baltimore– que tanto había luchado para que el primer obispo fuera uno del lugar y no un enviado por Roma…
KEELER: Carroll sabía muy bien que hacían falta personas que comprendieran la realidad local. Es el mismo motivo por el que en tiempos más recientes los pontífices han tratado de que en todas partes hubiera obispos nativos, conocedores de la cultura local, de cómo se comporta su gente, y esto sólo para ayudar la causa de la Iglesia.
También el segundo obispo norteamericano fue jesuita, Leonard Neall. Una vez, estaba ordenando a unos jesuitas y les dije que la decisión de Clemente XIV de abolir su orden había sido una bendición para nosotros, porque había hecho que los jesuitas regresaran de Roma y que dos de ellos fueran los dos primeros obispos en los Estados Unidos.
En algunas afirmaciones suyas John Carroll parece muy tajante a la hora de reafirmar el deseo de autonomía de Roma, de Propaganda Fide…
KEELER: John Carroll sentía gran amor y veneración tanto por Pío VI, que lo había nombrado, como por Pío VII, y mandó que todas las campanas de Baltimore repicaran cuando este dejó de ser prisionero de Napoleón. Es una simplificación decir que la Iglesia americana quería ser libre de la Iglesia de Roma. No es exacto. Carroll era sinceramente fiel al Papa pero consideraba muy útil que Roma comprendiera las ventajas de valorizar las cualidades propias del pueblo americano y estaba convencido de que favorecería el florecimiento de la Iglesia americana. Hoy tenemos casi 200 diócesis.
Fue Benjamín Franklin, entonces embajador americano en París, quien comunicó la respuesta de George Washington al papa Pío VI: la Iglesia podía estar segura de que gozaría de plena libertad religiosa.
KEELER: Pero hoy hay dificultades, precisamente cuando el gobierno afronta cuestiones ligadas a la libertad religiosa, sobre temas como la vida, cuando habla de clonación, o respecto al aborto –porque la Corte suprema en ciertos casos lo ha declarado legal–. El gobierno toma decisiones que hacen difícil para la Iglesia presentar libremente su mensaje al pueblo.
George Washington

George Washington

En lo tocante al ideal de democracia en los Estados Unidos: John Carroll, antes de ser nombrado por el Papa, fue elegido por una asamblea del clero local.
KEELER: El Papa le envió anticipadamente una carta nombrándolo primer obispo de Maryland, pero el no aceptó porque creía que antes la Iglesia local debía hacer una elección preventiva. Hablando con el archivero de los jesuitas, le he preguntado si alguna vez había pensado que John Carroll enseñó antes a los sacerdotes, reunidos para la elección del obispo, la carta del nombramiento del Papa. Me dijo que no creía que lo hubiera hecho.
Entonces la Iglesia de Baltimore era la más importante el país.
KEELER: La diócesis contaba con el número más alto de católicos. Era la primera de los Estados Unidos, si bien en Maryland los católicos eran menos del 15% de la población. Pero los grandes latifundistas eran católicos. Charles Carroll, el primo de John Carroll [y el único católico que firmó como delegado de Maryland la Declaración de independencia de 1776, n. de la r.] poseía más tierra que nadie en los trece Estados de la Confederación.
Y a la Iglesia de Baltimore le tocó dirigir las actividades de evangelización en la Confederación.
KEELER: La actividad misionera más grande de la Iglesia era mantener la fe de los que habían emigrado de Europa. Esto era lo importante, y es así como yo imagino que los primeros cristianos mantuvieron la fe para los que vendrían después.
Muchos concilios provinciales y plenarios, en los que estaba representada toda la Iglesia americana, se celebraron en Baltimore. ¿De qué se hablaba?
KEELER: Sobre todo de lo que también hoy nos interesa, esto es: cómo dar a los jóvenes una educación cristiana, transmitir la fe viva a los que crecen. Sobre esto los primeros concilios establecieron normas, antes de que existieran escuelas públicas en nuestro país. Las que existían entonces las dirigían las varias denominaciones religiosas: católicos, baptistas.
Baltimore tiene otras glorias: la primera iglesia –consagrada a san Francisco Javier en 1864– oficialmente dedicada al cuidado pastoral de los negros, esclavos y libertos, procedentes de África; y un célebre predecesor suyo, el cardenal James Gibbons, gran defensor de los trabajadores sacrificados en el altar de la revolución industrial.
KEELER: Los padres sulpicianos se ocuparon de los refugiados negros procedentes de Haití ya entre 1792 y 1793, en el lugar donde en 1807 la madre Seton estableció luego la primera comunidad religiosa de los Estados Unidos, las Hermanas de la Caridad.
Por lo que se refiere a Gibbons, recuerdo que fue uno de los que más animaron al papa León XIII para que escribiera la Rerum novarum. Gibbons es un apologeta de la doctrina social cristiana.
Eminencia, ¿qué es el “Catecismo de Baltimore”?
KEELER: El tercer Concilio plenario americano mandó hacer un catecismo que pudiera ser válido en todos los Estados Unidos, ya que se usaban muchos y distintos. El Concilio instituyó un comité y se eligió a un sacerdote italiano para redactar los textos, que fueron supervisados por un comité de obispos. El catecismo se publicó hacia 1890.
¿Cómo debía ser, según la Iglesia de los Estados Unidos, un catecismo?
KEELER: Muy claro y coherente. Debía explicar los elementos principales de la fe católica, que entonces eran la enseñanza del Concilio de Trento. Con el Concilio Vaticano II algunas partes de nuestro catecismo se han quedado algo obsoletas, por ejemplo las relativas al tratamiento de las demás religiones y a los temas de la justicia social. El ecumenismo, el diálogo interreligioso no estaban en la perspectiva de Trento, las polémicas entre las varias Iglesias eran mayores, y había contraposición entre las familias religiosas del islam, del judaísmo y de la cristiandad.
El jesuita John Carroll, primer obispo católico en los Estados Unidos de América

El jesuita John Carroll, primer obispo católico en los Estados Unidos de América

Durante mucho tiempo Baltimore fue un gran manantial de vocaciones sacerdotales.
KEELER: Estaba el Saint Mary’s Seminary, el primer seminario de Estados Unidos, fundado en 1791, y luego también el segundo seminario el Mount Saint Mary’s Seminary, erigido en 1808. La costumbre de entonces era que las ordenaciones se celebraran donde se había hecho el seminario, esto explica, por ejemplo, por qué el padre Michael McGivney, el fundador de los Caballeros de Colón, en 1877 fue ordenado sacerdote en Baltimore, aunque era de la diócesis de Hartford, en Connecticut.
Las vocaciones son un don de Dios, y en 2005 hemos tenido el mayor número desde que soy arzobispo. Es una bendición. En septiembre entraron en el seminario doce candidatos. Hoy en días se experimenta un gran fluctuación, un joven tiene muchas opciones ante sí, y además hay una saciedad generalizada… pero veo vocaciones espléndidas y le doy gracias al Señor, ha habido vocaciones de sacerdotes y de religiosas de verdad benditas.
¿Ha pensado ya en lo que les dirá a sus fieles el día de la reapertura de la Catedral restaurada?
KEELER: Es la iglesia misma la que cuenta su historia. Queremos que vuelva a ser como el proyecto original que hizo gratuitamente el arquitecto Benjamín Henry Latrobe. El mismo que ideó el Capitolio de Washington para Thomas Jefferson, que quería una reproducción de lo que había visto en París, es decir, un edificio en el que entrara mucha luz. Así se construyó nuestra Catedral, y ahora eliminaremos los cambios que se tuvieron que hacer durante la Segunda Guerra Mundial a causa de los blackouts antiaéreos. Abriremos las ventanas, ensancharemos las lucernas para que entre toda la luz posible.
El papa Wojtyla bendijo nuestro proyecto de reforma, me dijo que se acordaba de sus dos visitas a Baltimore, y que nuestra Basílica americana, con su luz, era en todo el mundo el símbolo de la libertad religiosa.


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