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LA VISITA DEL RABINO JEFE...
Sacado del n. 03 - 2006

LA VISITA DEL RABINO JEFE DE ROMA A LA MEZQUITA

Sucede en Roma. Afecta al mundo


«Se ha de vencer la tentación de ceder a la poco acertada ecuación de que “el islam es igual al mal”».Qué significa y a dónde lleva la visita del rabino jefe de Roma a la mezquita más grande de Europa. Habla Riccardo Shmuel Di Segni


Entrevista a Riccardo Di Segni por Giovanni Cubeddu


El rabino jefe de Roma, Riccardo Shmuel Di Segni y el secretario del Centro Cultural Islámico de Italia,  Abdulá Redouane. 
En segunda fila, a la derecha del rabino jefe, Riccardo Pacifici, y a la izquierda, Victor Magiar, respectivamente vicepresidente
y consejero de cultura de la Comunidad judía de Roma

El rabino jefe de Roma, Riccardo Shmuel Di Segni y el secretario del Centro Cultural Islámico de Italia, Abdulá Redouane. En segunda fila, a la derecha del rabino jefe, Riccardo Pacifici, y a la izquierda, Victor Magiar, respectivamente vicepresidente y consejero de cultura de la Comunidad judía de Roma

Se dice en el Talmud que la oración es «servir a Dios con el corazón». Y al corazón, que es también inteligencia viva e ironía, no le cuesta ningún trabajo aparecer en el modo con que Ricardo Shmuel Di Segni se ofrece a su interlocutor, quienquiera que éste sea. Hace cuatro años la comunidad judía de Roma lo eligió como rabino jefe, y hasta el momento nada le ha llevado a aquélla a arrepentirse por la finura y el modo abierto al mundo con que éste ha venido realizando cotidianamente su tarea. Como un buen párroco –el parangón no le incomoda– se le puede ver por el Templo Mayor (donde alguien de la comunidad le para por un problema personal o de su familia) o entrever su carácter en las declaraciones –a veces sinceramente tajantes, pero nunca abstractas– con las que se presenta a la prensa o en los encuentros institucionales en los que es huésped natural.
Fue, pues, un placer poder entrevistarnos con él tras la visita que la delegación de la cumbre del judaísmo romano hizo el pasado 13 de marzo a la mezquita más grande de Europa, en Roma. Nunca antes había sucedido. Recibieron a Di Segni el secretario del Centro Islámico cultural de Italia, el marroquí Abdulá Redouane, y Mario Scialoja, presidente de la Liga Musulmana Mundial en Italia.
Se entrecruzan los hechos concretos. En los próximos meses las puertas de la sinagoga se abrirán para devolver la hospitalidad a los jefes del islam italiano, y a Benedicto XVI, veinte años después de la visita de Wojtyla. Riccardo Di Segni estará en primera fila.
Señor rabino jefe, ¿cómo nació la idea de su visita oficial a la mezquita de Roma?
RICCARDO DI SEGNI: La historia de este encuentro es larga. La hipótesis se había planteado hace muchos años, pues Roma tiene ya también un gran significado simbólico para el islam, que tiene en la ciudad la mezquita más grande de Europa. Es natural que en Roma exista una línea preferencial de relaciones entre judaísmo y cristianismo, por motivos históricos. Por el contrario, la ausencia de coloquio en Roma entre nosotros y el islam era algo extraño, una aberración que había que rectificar.
Yo siempre había estado intencionado a dar una demostración de apertura y de deseo de relaciones, que podía concretizarse en una visita a la mezquita. La realización fue muy difícil, porque el mundo islámico es muy variado, y con mucha frecuencia pueden predominar tendencias simplistas, por lo que un judío es identificado sin más no solo como representante del Estado de Israel, lo cual es ya de por sí un obvio error, sino de un gobierno particular del Estado de Israel… Existía un círculo vicioso extremadamente peligroso, que ha condicionado de todos modos las relaciones entre el hebraísmo y el islam.
Pero ustedes insistieron.
DI SEGNI: Los distintos acercamientos habían sido hasta el momento solo letra muerta. La ocasión nos la ofreció el asunto de la publicación en Dinamarca de las viñetas satíricas sobre el profeta Mahoma. Personalmente a la vez que como comunidad judía de Roma manifestamos inmediatamente solidaridad, porque los símbolos religiosos han de respetarse y hay que entender y partir de la sensibilidad de los demás. Por supuesto que no expresamos solidaridad con las reacciones violentas por parte islámica, pero si para un musulmán la viñeta representa una grave ofensa, hay que aceptarlo y punto. Esto hizo que la visita a la mezquita pudiera por fin realizarse.
¿Cuál es el primer significado que atribuye usted al encuentro en la mezquita?
DI SEGNI: El encuentro tuvo lugar con algunos representantes del mundo islámico, no con todos los exponentes de la comunidad musulmana italiana. El mensaje fundamental es que hay que rechazar frontalmente la simplificación y la reducción simplista del islam a extremismo fanático y terrorismo. Así pues, hay que abrir, establecer y cultivar relaciones con la parte del islam –la mayoría– que no se identifica con esto, lo cual es vital. Se ha de vencer la tentación de ceder a la poco acertada ecuación de que “el islam es igual al mal”.
Necesidad que nadie mejor que la comunidad judía puede comprender por experiencia propia.
Momentos de la visita del rabino Di Segni a la mezquita de Roma

Momentos de la visita del rabino Di Segni a la mezquita de Roma

DI SEGNI: Desde el punto de vista judío lo entendemos perfectamente, porque la generalización es uno de los mecanismos fundamentales con que se desencadena el odio antijudío. Generalizar sobre el judaísmo y generalizar sobre el islam son dos mecanismos peligrosos.
Pero alguien los activa.
DI SEGNI: Esto puede ser obra de algún observador “externo”, por lo que si el terrorista actúa en nombre de Alá, entonces todos los fieles de Alá son terroristas. Por desgracia existen también “autoproclamados” representantes de la fe islámica que tratan de que se dé por buena esta generalización.
¿Cómo prepararon ustedes el intercambio de los dos discursos? Existía cierta asimetría: amplio y envolvente el del secretario del Centro Cultural Islámico, más inmediato y dirigido a un objetivo concreto –la ayuda a la integración– el del rabino jefe.
DI SEGNI: Esto es algo que muchos observadores notaron, y efectivamente dialogamos hablando a propósito de temas diferentes. Como es obvio había puntos claros de convergencia –el no al antisemitismo, a la islamofobia, y el deseo de refrescar las raíces de nuestra antigua relación, que en la historia no fue siempre necesariamente agresiva. Yo hablé, en efecto, de judaísmo e islam como de dos “antiguos hermanos”.
De ahí en adelante los textos fueron distintos y también los horizontes. El secretario Redouane prefirió un enfoque amplio y de análisis histórico, y yo elegí otro más concentrado en la actualidad. Es decir, en la integración, que para los musulmanes es ahora fundamental, y para favorecerla los judíos hemos dicho que estamos dispuestos a ofrecer nuestra experiencia. Existen problemas que los judíos italianos discutieron hace siglos y que en parte resolvieron, pero que los musulmanes en Italia acaban sólo de empezar a afrontar… por ejemplo, la escuela.
Además no podíamos evitar decir que el rey está desnudo y afrontar el problema del terrorismo “en nombre de Dios”. Lo que no tocamos en nuestras intervenciones, fuera de alguna alusión dado lo delicado de su naturaleza, fue el problema del conflicto israelo-palestino.
Por las palabras que el alto representante musulmán le dirigió a usted, y por usted a todo el conjunto del hebraísmo, ¿qué fue lo que personalmente le causó mejor impresión? ¿Qué apertura?
DI SEGNI: En más de un punto me gustó sinceramente lo que Redouane nos decía. Pero sobre todo en lo concerniente a un tema que a un extraño le podría parecer banal, pero que en el universo musulmán no lo es: la referencia al sufrimiento del pueblo judío, a la Shoah. Para algunas franjas islámicas es tabú solo pronunciar esta palabra. Y escucharla en la mezquita, en Roma, no fue poca cosa.
«En realidad me asombró que un acontecimiento italiano pudiera tener un impacto tan fuerte en el resto del mundo [...] Ahora es importante aprovechar este impacto, aprovecharlo para bien. Porque lo que hemos hecho puede tener efectos contagiosos»
¿Posee un sentido especial el haberse reunido en Italia, en Roma?
DI SEGNI: Si nos conformáramos con hacer un canto de la italianidad del experimento nos quedaríamos en simple ejercicio de autoexaltación, además patético. En realidad me asombró que un acontecimiento italiano pudiera tener un impacto tan fuerte en el resto del mundo. Esta noticia de la visita voló de Nueva York a las Maldivas, recorrió el mundo árabe… Evidentemente Italia posee ya de por sí un valor simbólico. Y además, pese a su escasez numérica, también cuando el judaísmo italiano hace algo tiene un impacto muy fuerte.
Ahora es importante aprovechar este impacto, aprovecharlo para bien. Porque lo que hemos hecho puede tener efectos contagiosos. Fue paradójico saber que encuentros de este tipo ya se habían celebrado dos o tres veces enFlorencia, pero casi nadie lo había sabido. Si pasa en Roma, en cambio… Ahora tenemos que aprovecharlo bien. Repito que me asombró el eco tan amplio, no me lo esperaba…
¿Pero cómo aprovecharlo? ¿Cómo traducir la esperanza suscitada por el encuentro?
DI SEGNI: Lo veo por la cantidad de cartas que me han llegado. También he recibido algunas muy polémicas. Incluidas las de algunos de la comunidad judía que me advierten que no hay que tener en cuenta lo que hemos hecho. Estos destacan solo los aspectos negativos, que existen, de la visita, subrayando “lo que faltó” en el encuentro… Pero también he recibido cartas que me han asombrado porque demuestran que ha habido un efecto en la manera de pensar de las personas. Y también he recibido de musulmanes… Hay algunos que después de la visita han vuelto a descubrir que no es obligatorio vernos como bloques contrapuestos, entre judíos y musulmanes o en general entre fieles. Son los aberrantes acontecimientos políticos los que crean un bloque de hostilidad, total, recíproca, de cerrazón cada vez más obsesiva, por lo que se identifica en el otro al enemigo, cualquiera que sea y haga lo que haga. Esta es la peligrosa generalización de la que hablábamos. Episodios como nuestro encuentro en la mezquita, en cambio, nos hacen sospechar que no es así. Hay una novedad en el campo del pensamiento, en plantearse una pregunta allí donde no se planteaba.
¿Cuándo recibirán ustedes en el Templo Mayor de Roma a la delegación musulmana?
DI SEGNI: Todavía no hay una fecha exacta, pero no hay ninguna dificultad por nuestra parte. Y he de reconocer el valor de los jefes de la mezquita de Roma abriéndonos la puerta. Su posición no es fácil ni libre como ellos quisieran.
Benedicto XVI con el rabino Di Segni,
y, a la derecha, el presidente de la Comunidad judía de Roma,
Leone Paserman, con motivo de la audiencia del 16 de enero de 2006

Benedicto XVI con el rabino Di Segni, y, a la derecha, el presidente de la Comunidad judía de Roma, Leone Paserman, con motivo de la audiencia del 16 de enero de 2006

Según el calendario judío el encuentro cayó la vigilia de la fiesta de Purim, que recuerda la salvación del pueblo judío por el rey persa Jerjes, gracias a la intercesión de la reina Ester, judía. Con los persas de hoy las cosas funcionan de manera distinta.
DI SEGNI: Uno de los mensajes fundamentales de Purim es que nada ocurre por casualidad. Indica que los hombres tejen sus tramas, pero la providencia divina lo desbarata todo.
La vigilia de Purim requiere el ayuno para los judíos, por lo que tuvimos que concordar con el protocolo de la mezquita que no nos ofrecieran ni siquiera un vaso de agua, o de lo contrario nos crearían una situación embarazosa. La fecha fue decidida por ellos. Si la visita hubiera caído el mismo día de Purim, no hubiéramos podido aceptar, pero en la vigilia sí.
Para nosotros, de todos modos, la fecha tuvo valor simbólico. El libro de Ester es para los judíos un libro “en código”, bien entendido. Hay que leerlo y estudiarlo según las alusiones que contiene, es una sabia recomposición de citas y acontecimientos bíblicos precedentes. Purim es para nosotros tan importante porque ante todo recuerda al pueblo judío el riesgo constante de aniquilación.
La diáspora judía existe en Roma desde antes del cristianismo y desde hace dos mil años convive con la fe cristiana. ¿Ha sugerido algo esta relación a la hora de renovar la actitud hacia el islam?
DI SEGNI: Como es obvio la relación existente entre el judaísmo y el cristianismo es muy diferente de la que hay entre el judaísmo y el islam, por motivos estructurales, de relaciones internas entre las religiones y por razones históricas. Sabemos que es arduo identificar el paralelismo entre ambos procesos, porque además cuando los cristianos y musulmanes se dirigen a los judíos, razonan cada uno según sus propias categorías. Los cristianos nos piden a los judíos –cosa que a veces causa embarazo– que participemos en ceremonias, que recemos juntos y así sucesivamente. Esto un musulmán no se lo pedirá a un judío, por la distinta concepción de lo que es la religión. Además, a partir del Concilio Vaticano II, el judaísmo y el cristianismo han desarrollado líneas muy importantes de comunicación, han realizado grandes pasos en el diálogo gracias a elaboraciones doctrinales notables y variadas. Nosotros estamos en el principio con el islam. Quizá es necesario recorrer el mismo camino que hicimos con el cristianismo, o quizá no, y se necesitan, si se necesitan, gestos distintos, porque estamos en planos distintos.
Lo que hay en Roma –cosa muy importante– es cierto clima, y todos estamos trabajando en ello, cada cual por su parte. Esto es lo característico de Roma: el clima favorable al encuentro. Roma es un lugar hermoso donde ciertas raíces pueden arraigar y dar frutos fecundos.
El rabino Di Segni
en la entrada de la mezquita

El rabino Di Segni en la entrada de la mezquita

Han pasado veinte años desde que por primera vez un papa entró en la sinagoga de Roma. En espera de que también Benedicto XVI le haga una visita, fue recibido usted en audiencia por el Papa el pasado 16 de enero. El papa Benedicto le dijo que en Roma y en el mundo los problemas nos piden que nos unamos “en iniciativas concretas de solidaridad, de tzedek (justicia) y tzedekah (caridad)”. ¿Qué le ha parecido esta propuesta?
DI SEGNI: Para empezar me alegró escucharle al Papa esas y otras expresiones en aquella ocasión. Porque son, de alguna manera, la prueba de la sensibilidad de la Iglesia en el momento del diálogo, por lo menos en estos últimos años. Si la parte judía, por ejemplo, pone peros, dice qué cosas se pueden hacer juntos y cuáles no pueden ser objeto de discusión entre nosotros… notamos que la otra parte es receptiva. La solidaridad, la justicia y la caridad siempre fueron nuestras instancias, y escucharlas confirmadas por el Papa significa que en la Iglesia existe la disponibilidad para la escucha, y que este diálogo no es un doble monólogo entre sordos, sino todo lo contrario.
Volvamos a la Comunidad judía de Roma. ¿Cuál es su rasgo distintivo?
DI SEGNI: Creo que lo principal es haber estado en Roma desde antes de la llegada de los cristianos y de no haberse ido nunca. Esto le ha dado un color totalmente original a nuestra presencia aquí. Hay una serie de ocasiones, de fases históricas que han formado esta mentalidad especial, romana. Hoy –también lo dije en la mezquita– nuestra comunidad ya no está formada solo por romanos “de pura cepa”, con veinte siglos a la espalda, sino también por judíos de Libia, que son una parte realmente vital para nosotros. De este modo, los judíos romanos estamos totalmente inmersos en el corazón del cristianismo y al mismo tiempo poseemos un fuerte componente de quien ha vivido totalmente el islam, con pocas relaciones con el cristianismo.
En nuestra delegación a la mezquita también había muchos judíos libios, que se pusieron a hablar en árabe con los musulmanes, a bromear… fue el momento más simpático de la visita.
Terminemos con el Purim, que es también la fiesta en la que se lleva caridad a los pobres y los niños se disfrazan.
DI SEGNI: Hay en ello una idea salvífica. Los niños son nuestro futuro y nuestra esperanza. Nosotros estamos en perenne movimiento, somos portadores de un discurso que arranca de todas las generaciones, que es la continuidad. En el judaísmo es fundamental la familia como núcleo donde se transmite y se vive la religión, y hay una atención permanente a educar al niño, que es el centro de la familia. El judaísmo tiende a perpetuarse, y no puede hacerlo si no es en las nuevas generaciones.
Existe un dicho casídico que nos recuerda que tenemos que ser como los niños en las tres cosas que ellos poseen: están contentos, están siempre en movimiento y cuando quieren algo hacen cualquier cosa por conseguirlo.


(Gracias
a don Gianmario Pagano)


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