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ESTADOS UNIDOS Y SANTA SEDE
Sacado del n. 10 - 2006

ESTADOS UNIDOS Y SANTA SEDE. Entrevista con Francis Rooney

«Piano piano, como dicen ustedes, los italianos…»


Entre certezas y prudencias, el largo camino de las relaciones diplomáticas entre Washington y el Vaticano según el embajador americano ante la Santa Sede


Entrevista a Francis Rooney por Giovanni Cubeddu


«Me he quedado asombrado de la amplitud de conocimientos de quienes trabajan en el Vaticano y no he hallado a nadie que sea “antiamericano”. Quizá esto es lo que se espera un americano, o quizá solo es que estoy muy contento de estar aquí en Roma, cerca de la Iglesia. En América me ocurría menos sin duda alguna».
Francis Rooney fue educado en una familia católica, y fue a la escuela de los padres agustinos –un período en el que volvería a pensar más veces luego cuando, el 13 de octubre de 2005, juró frente al Senado de Estados Unidos como séptimo embajador americano ante la Santa Sede. Su currículum de businessman es realmente demasiado largo para que lo repitamos ahora, pero al papa Benedicto se le presentó de manera muy sencilla y llena de buenos deseos como «primer embajador de su pontificado». A diferencia de su predecesor, Jim Nicholson –que presentó sus credenciales apenas dos días después del 11 de septiembre de 2001–, a Rooney le está tocando una época de altibajos entre el deseo de darle más aliento a la política y a la reconstrucción (para sanear, por ejemplo, la tragedia iraquí) y los temores de que no se llegue a una solución concordada sobre el dossier nuclear (Irán y Corea del Norte).
Si es así, ¿cómo interpretar de nuevo hoy las tres conocidas líneas maestras de las relaciones entre Washington y el Vaticano que Rooney presentó en su primer encuentro con el Papa, el 12 de noviembre de 2005 (es decir, «difundir la paz, alentar la democracia y derrotar el terrorismo»)?
El actual embajador americano, de todos modos, dio a entender ya desde el primer día de su mandato que no quería dejar de ser prudente, que prefería los pequeños pasos, que quería encontrar el camino justo «piano piano», como luego nos dirá. Esta actitud cauta desde luego le será de ayuda a la hora de plantear los próximos años de su mandato, visto el éxito de los demócratas en las elecciones americanas de midterm, que no ha querido comentar.

El embajador Francis Rooney presenta sus credenciales a Benedicto XVI el 12 de noviembre de 2005

El embajador Francis Rooney presenta sus credenciales a Benedicto XVI el 12 de noviembre de 2005

Señor embajador, tras un año de mandato, ¿ha podido comprender en qué dossiers es más fácil trabajar con la Santa Sede, y qué es lo que más les separa? ¿Considera que ha alcanzado algunas de las prioridades que se había impuesto?
FRANCIS ROONEY: En el pasado reciente pudo haber desacuerdos; sin duda, uno de los puntos de roce ha sido la guerra en Irak. Todos lo saben. Pero hoy, con todas las presiones a que nos somete la agenda internacional, predominan sin lugar a dudas las simetrías en los objetivos y aspiraciones entre los Estados Unidos y la Santa Sede. Eliminar la pobreza en África y derrotar el sida son dos ejemplos importantes, para empezar. Y luego, si hablamos de ayudas a los países en vías de desarrollo, permítame decir que los Estados Unidos son en términos absolutos el país que más aporta…
En defensa de la vida y en el campo de la bioética hay puntos compartidos con la Santa Sede, algo menos si se tienen en cuenta ciertas instancias de la doctrina social de la Iglesia, a las que Washington no parece prestarles demasiada atención. Como por ejemplo, las necesidades de los países menos desarrollados en las negociaciones del WTO.
ROONEY: La Santa Sede ha comprendido que la globalización es ya algo asentado en nuestra vida cotidiana, y ha expresado públicamente que dado que no se puede dar marcha atrás al reloj, por lo menos han de moderarse los aspectos más ásperos de la globalización y alejar el peligro de que pueblos enteros queden marginados, que vean solo como salvación la emigración clandestina. Pero sobre este punto también nosotros estamos de acuerdo.
A propósito de inmigración, sigue el debate en Estados Unidos sobre el enfoque bipartisan a propósito de un tema que es para ustedes de capital importancia…
ROONEY: La inmigración afecta al perfil del país, hay un debate y se va desarrollando el consenso. El presidente Bush estuvo en primera línea proponiendo un programa para los trabajadores huéspedes de nuestro país, creando un nuevo ente competente en tema de ciudadanía y de promoción del conocimiento de los derechos y las responsabilidades de los ciudadanos, en estimular nuevas formas para que en América haya una emigración que funcione, ordenada y justa. En fin, que ayude a la gente a formar parte integrante de nuestro país…
¿Pero…?
ROONEY: Estados Unidos es una nación basada tanto en los inmigrantes como en las leyes. Nosotros hemos de mantener ambas tradiciones. Hemos de saber quién entra en nuestro país y por qué. El presidente Bush entiende que los Estados Unidos tienen la responsabilidad de hacer efectivas sus fronteras y al mismo tiempo de desarrollar un sistema de inmigración que refleje nuestros valores. Nuestro país sabe que habrá personas reales que se verán influidas por nuestros debates y nuestras decisiones, y que todo ser humano tiene dignidad y valor.
Los inmigrantes en Estados Unidos son millones, y también la Iglesia católica americana le ha pedido al gobierno que actúe con prudencia y comprensión con esta pobre gente.
ROONEY: Pero también es justo que nuestro gobierno conozca por su nombre a quienes entran en nuestro país y garantice la seguridad de todos los ciudadanos. En Los Ángeles, por ejemplo, el cardenal Mahoney no ha pedido que se abrogue la seguridad, sino que se consiga, retomando las palabras del presidente Bush, un «proceso de inmigración y trabajo en los Estados Unidos seguro, razonable, legal, para personas que vienen a satisfacer una necesidad económica de nuestro país».
Durante este primer año de su mandato ha habido momentos delicados en las relaciones entre la Santa Sede y Pekín. ¿Cómo los ha vivido?
ROONEY: Hubo como un compás de espera tras la creación del cardenal Zen, para ver cómo iba a reaccionar China, o si lo haría. Había preocupación, todas las especulaciones eran posibles. Recientemente me han llegado noticias de China sobre una conferencia donde los líderes católicos se han reunido para discutir sobre cómo edificar una sociedad armoniosa. Y creo que la Iglesia católica contribuye de manera muy positiva y constructiva en aquel mosaico que es la China contemporánea. De todos modos, lo que la Santa Sede hace de sus cardenales y sus obispos es para nosotros legítimo, porque son actos que forman parte de sus competencias. En cambio, por lo que respecta a nosotros, como Estado soberano, somos favorables a la libertad de religión, y tanto el presidente como el secretario de Estado lo han dicho públicamente durante sus viajes a China. Sobre la dinámica de las dos Iglesias chinas, la patriótica y la clandestina, no soy quién para hacer comentarios.
Pasemos a Oriente Medio. Una vez alejado del poder Sadam Husein, hoy las minorías religiosas en Irak –incluidos los cristianos–, según la nueva Constitución, pueden ser juzgadas según la sharia. Como embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede, ¿se ocupa usted de este problema? Es un resultado algo paradójico de la exportación de la democracia…
ROONEY: En Irak hay un contexto complicado. En la Constitución se menciona tanto la sharia como fuente del derecho como la Declaración de la ONU sobre los derechos humanos. Estados Unidos y la Santa Sede comparten el objetivo de hacer que se desarrollen las instituciones civiles iraquíes que garanticen democracia, libertad y tolerancia en mayor medida que bajo Sadam. Pero hoy existe una situación difícil, qué duda cabe. Pienso que es mucho mejor que todos juntos, como comunidad internacional, trabajemos para conseguir este objetivo, con todas las facciones representadas en Bagdad, para desarrollar instituciones que respeten las minorías.
Usted se ha reunido recientemente con la delegación hebrea de la ADL, la Anti Defamation League, en visita en Italia y en el Vaticano para reunirse con el Papa. Supongo que con la ADL ha tocado usted el tema de las relaciones diplomáticas entre Israel y la Santa Sede…
ROONEY: Sí, hemos hablado de ello, y creo incluso que la ADL asume que el Acuerdo Fundamental [el tratado firmado en 1993 que establece las bases de las relaciones entre Israel y la Santa Sede, aun no completamente realizado, especialmente en los aspectos económicos, n. de la r.] es un tema importante, y que ambas partes se beneficiarían de la solución de los problemas pendientes.
«La reciprocidad es un tema delicado, y creo que todos estamos dando palos de ciego. No podemos resolverlo diciendo simplemente: “Una mezquita allí, una iglesia aquí”…»
Según varios órganos de prensa los Estados Unidos han mostrado interés en varias ocasiones por las negociaciones entre la Santa Sede e Israel, llevando incluso a este último Estado a retomar las negociaciones que había abandonado en 2003. ¿Cuál es la situación actual? ¿Sigue Estados Unidos interesado en acompañar este proceso de negociaciones? Y sobre todo, ¿cómo podría hacerlo mejor?
ROONEY: Repito que a todos les interesa poner en práctica el Acuerdo Fundamental, y nosotros hemos perorado esta causa con énfasis, en varios niveles. Es algo de lo que yo siempre hablo cada vez que se me pregunta sobre las relaciones vaticano-israelíes. Una vez que se aplique el Acuerdo, las relaciones entre ambas partes seguirían reforzándose, lo cual es bueno tanto para ellos como para Oriente Medio. Los cristianos forman parte importante de la herencia de la religión, y pueden aportar con frecuencia un influjo moderador en la inestabilidad. Hacer progresos sobre este tema podría jugar un papel decisivo a la hora de asegurar la continua subsistencia de la comunidad cristiana en la región.
¿Qué piensa de las cuestiones surgidas tras la “lectio” del Papa en Ratisbona?
ROONEY: El Papa fue y es sin duda inequívoco diciendo que la violencia en nombre de Dios no es tolerable. Por lo que respecta a Ratisbona, no ha pedido perdón por haber usado la cita en cuestión, aunque ha manifestado su pesar porque esas palabras fueran mal interpretadas. También ha aclarado que la cita no refleja su opinión personal. Ha repetido estos dos puntos en la audiencia que tuvo con más de veinte embajadores islámicos, en Castel Gandolfo, el 25 de septiembre. Sobre este tema sigue existiendo la necesidad de que ambas partes, cristianismo e islam, entablen un diálogo franco y sincero, y el Papa ha aclarado que este diálogo requiere que se aplique la razón así como el principio de reciprocidad. Si algo ha quedado claro tras el asunto de Ratisbona, es que el mundo da importancia a lo que dice el Papa.
A la hora de pedir el reconocimiento de los derechos de libertad religiosa –especialmente los de los cristianos en el mundo islámico– los Estados Unidos han sido siempre muy elocuentes. Este primer año de trabajo en Roma, ¿le ha ayudado a perfeccionar su punto de vista sobre este tema tan delicado y simbólico?
ROONEY: El Papa está tratando de establecer canales de comunicación con el islam, tanto sobre cuestiones no doctrinales, como el control de la población, como sobre la comprensión mutua a nivel de doctrina. O retomando el tema de la violencia en nombre de Dios, que es injustificada y que representa un debate abierto incluso dentro de las distintas almas del islam cuando estas interpretan el Corán. La reciprocidad es un tema delicado, y creo que todos estamos dando palos de ciego. No podemos resolverlo diciendo simplemente: “Una mezquita allí, una iglesia aquí”… Además están todas las democracias emergentes que tener en cuenta. Por eso el experimento iraquí es tan importante.
En fin, “piano piano” como dicen ustedes, los italianos…


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