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Sacado del n. 03 - 2007

Un simple y humilde siervo en la viña del Señor



por el cardenal Franc Rodé cm



«Después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor».
Son las primeras palabras que Su Santidad Benedicto XVI pronunció el 19 de abril de hace dos años tras su elección como sucesor de Pedro: la primera y nítida imagen de este Pontífice que hemos empezado a conocer y a amar: imagen que el Santo Padre sabe confirmar con las palabras, con las actitudes, con el trato sereno y la firme dulzura de quien es consciente de haber recibido de Cristo el cometido de confirmar a los hermanos en la fe.
Sencillez, modestia, discreción, respeto por el hombre –todo el hombre y todos los hombres, como solía decir su predecesor Pablo VI, de venerada memoria–: estos son algunos de los rasgos característicos de este Papa, transparente en su humildad, un hombre sine dolo, sin falsedad (cfr. Jn 1, 47).
Su pensamiento, límpido y coherente, habla a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo, sin términos medios, y sin temores; la claridad, la belleza y la profundidad de su lenguaje saben hablarle al corazón porque dice palabras de gozo, de libertad, de belleza, de plenitud de vida, de amor sin límites, sin obligaciones, sin fingimientos. Durante un coloquio le dije que oírlo hablar me recuerda al gran teólogo ítalo-alemán Romano Guardini, por la afinidad de pensamiento y de estilo. Le encantó esta comparación.
Con motivo de su ochenta cumpleaños me alegra hacerle llegar una vez más mis felicitaciones y las de la Congregación de los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica que –en su nombre– yo guío, eco de las felicitaciones y las oraciones de millones de consagrados y consagradas que, cada día, dedican su vida a Cristo y el Evangelio en los extremos confines de la tierra.
Felicitación que es oración que cotidianamente elevo, junto a todos los oficiales del dicasterio, cuando al mediodía nos reunimos para rezar el Ángelus, para que el Señor conservet eum, et vivificet.


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