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EL PAPA EN AMÉRICA LATINA
Sacado del n. 04 - 2007

Coloquio con el cardenal Tarcisio Bertone

Aún es el continente de la esperanza


El secretario de Estado de Su Santidad habla en vísperas del viaje apostólico del Papa a Brasil. Las luces y sombras de una Iglesia que sigue representando más del cuarenta por ciento de la catolicidad mundial


Entrevista al cardenal Tarcisio Bertone por Gianni Cardinale


Hay muchas expectativas, incluso en el circuito de los medios de comunicación, ante el primer viaje del papa Benedicto XVI a América Latina. El Pontífice irá a Brasil, donde canonizará al primer santo autóctono e inaugurará la V Conferencia general del episcopado latinoamericano, cita importante de una Iglesia que sigue representando más del cuarenta por ciento de la catolicidad mundial. Para comprender cómo vive la Santa Sede esta delicada misión del Papa y cómo ve la compleja realidad eclesial y social de América Latina en vísperas de la Conferencia general, 30Días le ha hecho algunas preguntas al cardenal Tarcisio Bertone, salesiano, secretario de Estado de Su Santidad y desde hace pocas semanas camarlengo de la Santa Iglesia Romana.
El cardenal Bertone siguió las cuestiones latinoamericanas durante los siete años que fue el brazo derecho del entonces cardenal Joseph Ratzinger en la Congregación para la doctrina de la fe, donde prácticamente recibió la visita de todos los obispos latinoamericanos que vienen a Roma para la visita ad limina. Además acompañó al cardenal Ratzinger en un encuentro ex profeso con los obispos latinoamericanos que se celebró en Guadalajara, México, en 1996. También como arzobispo de Vercelli, primero, y luego de Génova, estuvo varias veces en el subcontinente para visitar las comunidades piemontesas y ligures emigradas allí, o a los sacerdotes fidei donum que allí desarrollan su misión. Así ha podido ver con sus propios ojos la realidad social y eclesial de países como Argentina, Perú, Cuba, República Dominicana. Como secretario de Estado el cardenal Bertone presidió el pasado mes de febrero en el Vaticano la reunión con todos los nuncios apostólicos presentes en América Latina. Nuestro coloquio comienza hablando de este encuentro.

El cardenal Bertone leyendo su discurso durante el encuentro de los nuncios apostólicos de América Latina con Benedicto XVI, celebrado en el Vaticano el 17 de febrero de 2007

El cardenal Bertone leyendo su discurso durante el encuentro de los nuncios apostólicos de América Latina con Benedicto XVI, celebrado en el Vaticano el 17 de febrero de 2007

Eminencia, ¿qué puede decirnos del encuentro de febrero con todos los representantes del Papa en los países de América Latina?
TARCISIO BERTONE: Fue una ocasión valiosa de oración y debate. Fueron tres días de participación, reflexión y profundización. Con realismo no nos hemos escondido las situaciones que atormentan a las naciones del continente: la violencia que aflige sobre todo a las grandes ciudades, el narcotráfico que es cada vez más agresivo y poderoso, las desigualdades sociales que no se consiguen eliminar, el desempleo cada vez más preocupante, el deterioro de la educación que afecta a los más jóvenes, el déficit de democracia y el avance del proselitismo de las sectas.
Un panorama más bien desolador del que fuera definido el “continente de la esperanza”…
BERTONE: Pero gracias a Dios, estos aspectos deprimentes no definen a América Latina. Desde un punto de vista civil hay que reconocer que ya no existen, por suerte, las feroces dictaduras militares que en las décadas pasadas ensangrentaron el continente. Y luego, desde un punto de vista eclesial, hay comunidades católicas muy vivas, un laicado católico maduro, sabiamente guiado por los obispos locales, y está creciendo el número de seminaristas y sacerdotes. No faltan, por tanto, motivos de esperanza. Y el mayor recurso, junto con las riquezas naturales y la belleza del medio ambiente, es la tradición católica de los pueblos latinoamericanos que conserva aún su robustez. Incluso los que no comparten nuestra fe saben muy bien que sin esta valiosa tradición, presente en la historia y la cultura de los pueblos latinoamericanos, resultarían incomprensibles la conciencia de la dignidad, la sabiduría de la vida, la pasión por la justicia y las esperanzas contra todo tipo de abatimiento que vibran en el corazón de su gente. Y la situación sería peor de lo que es.
Y, sin embargo, ya lo ha recordado usted, las sectas desbordan…
BERTONE: En efecto, hay que subrayar que este patrimonio espiritual no se adquiere de una vez para siempre. Está sometido a la erosión de las incoherencias, del cansancio y de la falta de fe de quienes lo recibieron con el bautismo y están llamados a vivirlo y proclamarlo. La Iglesia no puede detenerse en su proceso continuo de conversión a su Señor y, por tanto, en el proceso de purificación y de renovación. El abandono de la Iglesia católica por parte de muchos que van a buscar otras realidades en las que esperan satisfacer su búsqueda religiosa plantea interrogativos serios sobre la calidad de la evangelización, la educación a la fe y la edificación de sus comunidades.
Se dice que ha sido el Papa quien ha querido que la reunión del episcopado latinoamericano se celebrara en un santuario, y en concreto en el santuario brasileño de Aparecida. ¿Qué significado puede tener esta decisión?
BERTONE: Es verdad que la decisión ha sido del Papa, que eligió entre varias opciones propuestas por los obispos latinoamericanos. Quizá quiere ser una indicación sobre por dónde comenzar para una regeneración de la fe en el corazón de América Latina. Efectivamente, en el continente aún existe, gracias a Dios, una gran piedad popular que se expresa principalmente en los grandes santuarios, sobre todo marianos. Toda América Latina está constelada de estos santuarios. Además de Aparecida en Brasil, tenemos Copacabana en Bolivia, Maipú en Chile, Guadalupe en México, Luján en Argentina, Chiquinquirá en Colombia, El Quinche en Ecuador, Cacupé en Paraguay, Coromoto en Venezuela, Suyapa en Honduras, etc. Es imposible recordarlos todos. En cada país de América Latina, incluso en el más pequeño, hay un santuario donde la gente va, reza, se confiesa, comulga. Son grandes cisternas –perdóneme el término– de espiritualidad. Y son una esperanza también para el futuro.
Aludía usted antes al aumento de sacerdotes y seminaristas en América Latina. Sin embargo, el hecho es que, respecto al resto del orbe católico, su número sigue siendo más bien escaso en relación con la población católica.
BERTONE: Es el Señor quien llama a sus obreros. A nosotros no nos queda más que rezar para que nos mande cada vez más. Nuestra tarea es realizar un sano discernimiento, ayudar incluso econonómicamente a quien quiere entregar su vida a Jesús y a su Iglesia. Y sobre todo tratar de que reciba una formación humana y espiritual adecuada para afrontar la vida sacerdotal, que es exaltante pero que tiene también sus momentos de dificultad.
¿Y la hipótesis de que para resolver esta carencia crónica de sacerdotes se pueda recurrir al clero casado o a la ordenación de los llamados viri probati?
BERTONE: Es un tema que no está en el orden del día. La Iglesia latina aunque aprecia y acepta otras venerables tradiciones típicas de la cristiandad oriental sigue pensado que el celibato es una disciplina eclesiástica aún válida. Una disciplina que hay que reforzar y motivar, no renegar. Véanse al respecto las razones que expuso el Papa en el discurso a la Curia romana del 22 de diciembre de 2006.
Así que tampoco está en el orden del día la cuestión de un diaconado permanente que pueda conducir al sacerdocio…
BERTONE: Usted quizá se refiere al caso de la diócesis mexicana de San Cristóbal de Las Casas, donde por una herencia de los últimos decenios hay un número notable, y único en el mundo, de diáconos permanentes casados y donde se ha manifestado la intención de dar la ordenación sacerdotal a estos diáconos. Es de dominio público que la Santa Sede ha hecho saber que este tipo de “atajos” no son admisibles…
Partido de fútbol entre los niños “sin tierra” en Santa María da Boa Vista

Partido de fútbol entre los niños “sin tierra” en Santa María da Boa Vista

Otro tema ligado a este es el del indigenismo, que parece estar en boga también entre algunos líderes políticos…
BERTONE: La Iglesia debe estar atenta a conservar todo lo que hay de bueno y verdadero en las distintas culturas con las que entra en contacto. Pero idealizar algunas civilizaciones del pasado, quizás en contraposición polémica con la difusión de la fe en el continente, como poco parece algo ingenuo. Con todos los errores que los cristianos y los hombres de Iglesia pueden haber cometido –y por supuesto han cometido muchos, también ellos tienen el pecado original– no puede ponerse en entredicho el hecho de que la difusión de la fe cristiana en América Latina acabó con costumbres terribles –pienso por ejemplo en los sacrificios humanos– que estaban muy difundidas en aquellas civilizaciones, que hoy algunos quisieran resucitar.
Hay quienes han puesto en relación la notificación sobre algunos escritos del teólogo Jon Sobrino, publicada por la Congregación para la doctrina de la fe, con la Conferencia de Aparecida. Como si fuera un aviso más contra la teología de la liberación.
BERTONE: No veo ninguna relación. Conozco bien la Congregación para la doctrina de la fe y sé que en su trabajo, sobre todo cuando se trata de promulgar este tipo de notificaciones, no hace este tipo de cálculos políticos. Y, además, me parece que el teólogo en cuestión no ha sido condenado por ser teólogo de la liberación, sino por algunas opiniones reductivas sobre la figura de Jesucristo único y universal salvador de los hombres. No hay que olvidar que cierta teología de la liberación, no contaminada por doctrinas ajenas y contrarias a la fe cristiana –como las marxistas– goza de plena ciudadanía en la Iglesia. El teólogo Gustavo Gutiérrez –que como buen dominico durante el último miércoles de ceniza estaba en Santa Sabina para que el Papa le impusiera las cenizas– no ha sido condenado nunca. Algunos teólogos le piden siempre a la Iglesia jerárquica que sea más humilde –¡y hacen bien en recordarlo, en recordárnoslo!–, pero cuando se les pide que ejerzan ellos también esta virtud y sigan humildemente las indicaciones del magisterio, entonces es otro cantar…
Pero sigue en pie la cuestión, como usted recordaba al empezar este coloquio, de que la pobreza es un drama que aún atenaza a América Latina, y sobre el que la Iglesia no puede dejar de hacer oír su voz.
BERTONE: La Iglesia no se olvida de los pobres. No lo puede hacer. Si lo hiciera iría contra su fundador, Jesús. Este año celebramos el 40 aniversario de la encíclica Populorum progressio del papa Pablo VI. Creo que es una feliz coincidencia que la Conferencia de Aparecida tenga lugar durante este aniversario. Será otro motivo más para meditar las bellísimas palabras de san Ambrosio: «No es parte de tus bienes lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos». Palabras citadas por la encíclica del papa Montini que las comentaba así: «No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario». La pobreza sigue siendo una plaga en América Latina.
Y quizás sea por esto por lo que en los últimos años casi todas las elecciones políticas fueron ganadas por candidatos y partidos de izquierdas. ¿Un cambio progresista al que la Iglesia mira con desconfianza?
BERTONE: ¿Por qué? La Iglesia no teme las siglas, sino eventualmente los contenidos. Si los gobiernos de izquierda hacen “cosas de izquierdas”, perdonen el juego de palabras, es decir, se preocupan de favorecer a las clases más humildes, de favorecer una justa repartición de las tierras para que sean cultivadas más adecuadamente, si se preocupan de mejorar la asistencia sanitaria y el sistema de educación, de llevar a cabo políticas de empleo que saquen a los jóvenes del tráfico de drogas y frenen la emigración, si, en fin, hacen todas estas cosas esos gobiernos sólo pueden recibir el aplauso y también la colaboración de la Iglesia. El problema nace cuando estos gobiernos intentan exhumar regímenes anacrónicos y dictatoriales o cuando ceden a la influencia de ciertas corrientes culturales –apoyadas por fuertes poderes transnacionales y mediáticos– que propagan de manera global modelos de vida cada vez más distantes y hostiles a la tradición cristiana, y que amenazan los derechos fundamentales de la persona humana y de la Iglesia.
Imagino que se refiere usted a las presiones políticas presentes en algunos países para que se aprueben políticas favorables al aborto siguiendo lo que ha sucedido en el distrito federal de Ciudad de México…
BERTONE: Sí. Para seguir con la metáfora, no consigo comprender qué hay de izquierdas en el hecho de propagar leyes que tienen por efecto eliminar a los más débiles, como los niños no nacidos. Al respecto es inevitable que la Iglesia no pueda olvidar lo que enseña el Concilio Vaticano II, en el número 51 de la Gaudium et spes: «Abortus necnon infanticidium nefanda sunt crimina». De todos modos, en este ámbito no llegan sólo noticias negativas de América Latina. Por ejemplo, en Nicaragua fue aprobada una ley más restrictiva sobre el aborto, y lo hicieron un partido y un líder político –hoy presidente de la República– con un pasado revolucionario. Esperemos que también Brasil siga este camino en vez del del distrito federal de Ciudad de México.
El 9 de junio el Papa recibirá en audiencia al presidente estadounidense George Bush. ¿Se hablará también de América Latina?
BERTONE: Desde luego. De todos modos está claro que la Santa Sede desea siempre que entre el Norte y el Sur de América haya gran respeto y ayuda recíproca. Un gran país como Estados Unidos debe tener un cuidado especial en sus relaciones con sus vecinos. He de confesar que me causó cierta impresión leer en estas páginas algunas declaraciones del cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga (30Días n. 1, enero de 2007, p. 28, n. de la r.), salesiano como yo, que le pedía al presidente Bush y al Congreso que no aprobaran leyes contra los inmigrantes. «No les conviene. Estas leyes, en efecto, les granjean la antipatía de nuestros pueblos. Los Estados Unidos son una gran nación, pero deben hacer más para sostener el desarrollo de América Latina. Porque si no otras potencias emergentes, como China, o discutidas, como Irán, llenarán este vacío. Y, por tanto, no pueden quejarse más de la cuenta cuando esto sucede». Palabras que hacen pensar.
Pablo VI firma la Populorum progressio, el 26 de marzo de 1967, 
domingo de Pascua

Pablo VI firma la Populorum progressio, el 26 de marzo de 1967, domingo de Pascua

No son un misterio las negociaciones entre Brasil y la Santa Sede para firmar un concordato. ¿Es inminente?
BERTONE: Esperemos que se pueda elaborar lo antes posible una acuerdo fundamental que establezca una sana colaboración entre Iglesia y Estado y que ayude a resolver los problemas concretos que siguen aún sobre el tapete.
Eminencia, el semanario estadounidense Newsweek del 16 de abril presentó un artículo con motivo del segundo aniversario de la elección del Papa del siguiente modo: título: Pope Benedict the invisible; subtítulo: Benedict has been almost invisible in the places he’s need most. Le reprochaba al Pontífice el hecho de ser demasiado eurocéntrico y estar poco presente en los escenarios más dramáticos que afectan a nuestro mundo…
BERTONE: Es un título de verdad estupefaciente, quizá fruto de ignorancia más que de mala fe. También en este caso se trata de consideraciones que carecen de fundamento. El Papa se preocupada del destino de toda la Iglesia católica, y también de la humanidad entera. Y hace oír su voz. Quizá no le gusta hacerlo de manera espectacular. Pero en los coloquios que mantiene con los grandes y los pequeños de la tierra les recuerda siempre los deberes que tienen ante la humanidad. Además, el Papa interviene con discursos puntuales en momentos solemnes. Basta releer el discurso al Cuerpo diplomático del 8 de enero de 2007, el discurso a los nuncios apostólicos de América Latina del 17 de febrero de 2007, el mensaje Urbi et orbi de Pascua; en estas alocuciones visita el mundo y focaliza los puntos dramáticos de pobreza, sufrimiento y conflicto con eficaz lucidez. Pero el Papa se hace oír también con mensajes personales. Basta leer el intercambio epistolar con la cancillera alemana Angela Merkel, en vistas de la reunión del G8 que se celebrará en junio. En dicha carta pedía que los grandes del mundo reserven una atención especial a África, que corre el peligro de ser un continente cada vez más olvidado. El papa Benedicto XVI no es para nada un Papa invisible. ¡Todo lo contrario!


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