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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Sacado del n. 06/07 - 2007

Las res novae de la globalización entre beneficiados y excluidos


El texto preparado por el ex gobernador del Banco de Italia para la miscelánea de estudios por los ochenta años del papa Benedicto XVI presentada el 14 de mayo de 2007 en la Universidad Pontificia Salesiana, Roma


por Antonio Fazio


Durante los años ochenta y principios de los noventa tuve la oportunidad y el honor de verme varias veces con el arzobispo de Viena, su eminencia el cardenal Franz König.
Ocurría en el marco de las reuniones de la Fundación Nova Spes1: el cardenal era su presidente. Como tal invitó varias veces a Roma en aquellos años a eminentes estudiosos de economía, biología, física, química; entre ellos también a varios premios Nobel. El objetivo de los encuentros era reflexionar y discutir, en el ámbito de la Fundación, sobre temas de gran importancia para la sociedad civil y para la Iglesia. Aquellos hombres de cultura procedían de todas las partes del mundo: eran católicos, protestantes, musulmanes, judíos, seguidores de Confucio, budistas y respondían por el prestigio de la invitación y de la sede, pero también porque les unía un sincero interés por los temas tratados y por sus reflejos en la sociedad y el futuro de la humanidad.
Entre los temas afrontados en las discusiones recuerdo los del desarrollo humano y social en el contexto del crecimiento económico; los problemas del clima y del medio ambiente; la proliferación de las armas nucleares; las biotecnologías; la ingeniería genética2.
Se celebraron algunas reuniones de clausura y los resultados de los debates se expusieron en memorables encuentros informales o en audiencias concedidas por Juan Pablo II. Como durante una reunión celebrada el 14 de septiembre de 1981, día de la Santa Cruz, en Roma y en Castelgandolfo: Su Santidad nos invitó amablemente a comer en su residencia de verano y hablamos con él de la irrupción de China en el escenario económico y político mundial.
También podíamos reunirnos en grupos más restringidos para examinar los aspectos organizativos y la programación de la actividad de la Fundación: varias veces participó en estas reuniones Guido Carli. En una reunión informal en mi casa, en un hermoso día de otoño de finales de los ochenta3, el cardenal König nos habló durante la comida de su tesis de doctorado sobre las religiones orientales y sobre Zaratustra. Era el período de la perestroika y el cardenal habló largo y tendido de la apertura de la Iglesia hacia el Este, política de la que de algún modo había sido iniciador y magna pars. Tras la comida, se quedó con nosotros, con mi mujer y mis cinco chicos, que entonces tenían entre seis y diez años, hablando en la terraza con gran sencillez.
Aquel día, además, me hizo una pregunta inesperada: «Señor Fazio, ¿qué piensa del Concilio?». La pregunta me asombró, me sentí inadecuado para dar una respuesta en profundidad, pero de alguna manera al mismo tiempo me llenó de orgullo. Respondí que había estudiado especialmente la Gaudium et spes, y que me había parecido que estaba repleta de confianza y esperanza en el futuro de la humanidad –temáticas sobre las que se había detenido con profusión Nova Spes– y, de todos modos, expresé la opinión de que los frutos de los concilios ecuménicos se recogen durante los decenios y a veces durante los siglos posteriores. Me pareció que el cardenal asentía y que le había complacido la respuesta. No supe decir mucho más. Hubo una alusión, aunque no recuerdo si fue explícita, a la doctrina social.

León XIII, que promulgó la encíclica Rerum novarum el 15 de mayo de 1891

León XIII, que promulgó la encíclica Rerum novarum el 15 de mayo de 1891

1. Una pregunta siempre actual
Nunca olvidé aquella pregunta. Yo había estudiado en su tiempo con atención la Pacem in terris y la Populorum progressio. Conocía en sus líneas esenciales la Rerum novarum. En la relación de apertura de la Semana social de los católicos italianos de Nápoles, el 6 de noviembre de 1999, traté de examinar algunos principios de la doctrina social, con referencia a Italia.
En junio de 2001 el cardenal Van Thuân me invitó como ponente, junto a Michel Camdessus, director general del Fondo Monetario Internacional, a la sesión plenaria del Pontificium Consilium de Iustitia et Pax. Pese a estar desbordado por el trabajo, no pude rechazar la invitación que me hacía el que fuera un heroico testigo de la fe en uno de los períodos más oscuros de la persecución comunista en Vietnam.
La fecha de la ponencia en «Iustitia et Pax» se fijó para el 14 de septiembre, veinte años después del encuentro en Castel Gandolfo con Juan Pablo II. La ponencia estaba escrita ya antes del 11 de septiembre. No fue necesario cambiar nada, añadí solo dos folios para comentar la trágica acción terrorista.
Partiendo de la Populorum progressio, la relación se centraba en el carácter, ya planetario y global, de la cuestión social y sobre las tensiones sociales y políticas derivadas. Argumenté la necesidad, para reducir las enormes bolsas de pobreza aún presentes en varias áreas del globo, de acelerar el crecimiento de la economía mundial y en especial la de los países atrasados, permitiéndoles a estos últimos amplio acceso de sus productos agrícolas y alimenticios a los mercados de los países económicamente más avanzados.
La liberalización de los intercambios comerciales en los decenios que siguieron al conflicto mundial afectaron esencialmente a los productos de la industria y, en los últimos decenios, a los capitales financieros. De estas formas de liberalización se han beneficiado en gran medida sobre todo los países ya económicamente más avanzados.
Precisamente estos países –en primer lugar los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea– siguen manteniendo un elevado grado de proteccionismo frente a los productos de la agricultura procedente de los países en vías de desarrollo. La eliminación, o por lo menos la atenuación, de estas formas de proteccionismo sería de gran ayuda para el desarrollo de los países atrasados y para toda la economía mundial.
Retomando argumentaciones elaboradas en el ámbito de contextos internacionales, como el Grupo de los Siete y las asambleas periódicas del Banco Mundial y del Fondo Monetario, insistía en mi ponencia en la necesidad de perseguir políticas apropiadas para contrarrestar y atenuar, dentro de las economías emergentes, los efectos negativos de las políticas de liberalización sobre la distribución de los beneficios derivados de la intensificación de los intercambios4.
Las res novae de la globalización, en efecto, vuelven a plantear a nivel mundial problemas de alguna manera análogos a los que ya habían creado la revolución industrial y el desarrollo de las producciones de masa durante el siglo XIX a los Estados que ahora consideramos económicamente avanzados. La larga fase histórica comenzada con la revolución industrial, con las tensiones y los desequilibrios, con las grandes oportunidades y el progreso material, con los conflictos, las guerras y los desbarajustes políticos a que dieron lugar, se cerró probablemente –por lo menos en sus aspectos más dramáticos y relevantes para la política mundial– con la caída del muro de Berlín: ¡dos siglos!
Con la informática, con el desarrollo de las comunicaciones y de los mercados financieros internacionales nos hallamos probablemente en una transición histórica similar a la vivida a finales del siglo XV y en los siglos siguientes, con los grandes descubrimientos geográficos y con la invención de la imprenta de caracteres móviles.
La cultura entonces reaccionó estupendamente. No hay más que pensar en la firme posición que adoptó sobre la cuestión de si los indios de América tenían o no alma, cuestión tras la cual se escondían enormes intereses materiales que pretendían apropiarse de seres humanos considerados como cosas o ganado. Para la economía, piénsese en el nacimiento en aquella época de nuevos problemas prácticos y morales ligados al desarrollo de los mercados, con el comercio de las monedas, con los nuevos tráficos internacionales, con la prohibición del interés y la usura: todos estos problemas los afrontaron, desarrollando una amplia doctrina financiera y económica que aún sigue siendo válida, moralistas como Molina, Lessius, Lugo5.

Juan XXIII mientras firma 
la encíclica Pacem in terris, el 9 de abril de 1963

Juan XXIII mientras firma la encíclica Pacem in terris, el 9 de abril de 1963

2. La Gaudium et spes: un programa
¿Cómo afrontamos hoy los grandes cambios del escenario internacional? La Gaudium et spes dedica amplio espacio al problema de la cultura.
Juan Pablo II trató repetidas veces en sus encíclicas y en sus discursos el tema de la emergente globalización y la importancia en el contexto histórico actual de las cuestiones ligadas a ella; afrontó varias veces estos problemas con su acción pastoral dirigida a toda la comunidad humana. El tema de los desequilibrios que se generan a nivel internacional tras un desarrollo económico basado en criterios meramente economicistas es objeto de constante reflexión en el Consejo «Iustitia et Pax».
En una larga entrevista concedida en el verano de 1978 al profesor Possenti, el entonces arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, argumentaba sobre la necesidad de que la Iglesia poseyera, desarrollara y enseñara una doctrina social suya como parte esencial de su mandato de «predicar el Evangelio»6.
Son muchas las referencias en la entrevista a la Gaudium et spes. A una pregunta del entrevistador sobre si los católicos tienen que tener un programa concreto para la sociedad, nacional e internacional, en la que viven y actúan, y sobre cuál puede ser este programa, el arzobispo de Cracovia respondía que el programa político y social de los católicos es la constitución pastoral Gaudium et spes.
Las enseñanzas y la obra de Juan Pablo II durante su largo pontificado, por lo que respecta a la sociedad, la economía, la política, se colocan sin duda en la línea de pensamiento desarrollada en aquel documento conciliar. El entonces cardenal Ratzinger en una sintética presentación del pensamiento desarrollado en las encíclicas de aquel Pontífice describe su articulación, subrayando su fundamento filosófico y teológico representado por la antropología y por el misterio de la Encarnación7. La constitución pastoral, en un pasaje central, afirma que la posibilidad de comprender la esencia de la situación del hombre, su destino, su tarea en el mundo, arranca precisamente de la encarnación del Hijo de Dios.
El pensamiento desarrollado por el Pontífice en sus enseñanzas tenía una amplia preparación en sus precedentes estudios filosóficos8. Se nos viene a la memoria la referencia a otro hombre, sobre cuyo pensamiento y acción en la sociedad italiana, en los decenios que siguieron al segundo conflicto mundial, se vuelve ahora a reflexionar. Giorgio La Pira afirmó con fuerza que el acontecimiento central de la fe cristiana no podía por menos que tener implicaciones reales y concretas también para la sociedad, para la política, para las relaciones entre los hombres dentro de todas las naciones y entre las naciones y culturas distintas; y partiendo de esta convicción actuó en profundidad en la cultura y en la política9.

El cardenal Frank König con Joseph Ratzinger durante los trabajos conciliares en 1962

El cardenal Frank König con Joseph Ratzinger durante los trabajos conciliares en 1962

3. El mercado en un mundo globalizado
Hay que destacar el aparente contraste entre la visión optimista, por un lado, de empresarios, políticos, financieros, que ven en la globalización un fenómeno imparable y un factor potente de progreso material y, por otro, la visión de quienes contestan ásperamente el proceso de globalización.
Una discusión amplia y equilibrada sobre los distintos aspectos culturales, sociales y económicos del problema la ofrece Jesús Villagrasa en su escrito Globalizzazione. Un mondo migliore?10. La experiencia de los últimos decenios muestra que el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos, en una fase histórica de excepcional desarrollo de la población mundial, ha sido enorme gracias también a la libre circulación de bienes, de productos, de capitales.
El aumento de la población no ha frenado el aumento de la riqueza, como ciertas y difundidas teorías neomalthusianas afirmaban hace algunos decenios. Se ha visto, por el contrario, que históricamente el aminoramiento, el estancamiento o incluso la regresión en la evolución demográfica, al final, resultan negativos para el crecimiento económico. Ello sucede por complejos fenómenos de psicología social, expectativas, incentivos a las inversiones que frenan el empuje emprendedor, el ahorro, la acumulación de capital productivo, tal como eminentes estudiosos pusieron ya hace tiempo de relieve. El envejecimiento de la población, el aumento de la edad media, la reducción del porcentaje de jóvenes son fenómenos que inevitablemente inciden de manera negativa en el balance social11.
Desde mediados del siglo XX a hoy, durante los últimos cincuenta años, el crecimiento de la población mundial ha sido como media del 1,8 por ciento al año: había quedado casi invariable durante largos períodos en los siglos precedentes. Mientras en algunas fases históricas de la Edad Media –la gran peste del siglo XIV– o de la antigüedad, la disminución de la población mundial había producido consecuencias nefastas para la vida civil y el progreso económico: la población del imperio romano, por ejemplo, durante los primeros siglos de nuestra era sufrió una regresión que contribuyó a la crisis del imperio.
En los últimos cincuenta años, desde mediados del siglo XX, junto con el aumento acelerado de la población ha crecido, a un ritmo nunca antes igualado en los siglos anteriores, la producción de riqueza material. El producto interior bruto ha aumentado a nivel mundial ocho veces, el producto medio per cápita se ha triplicado. Los intercambios, el comercio, la circulación de capitales, la difusión de las ideas de los conocimientos, el progreso científico y tecnológico, este último estimulado a su vez precisamente por los intercambios y las comunicaciones, están en la base de este excepcional desarrollo de la economía mundial.
Sin embargo, no cabe duda de que el mercado, la libertad de los intercambios tanto de mercancías como de capitales, los objetivos de creación de riqueza son elevados al rango de valores casi absolutos, el propio análisis económico termina convirtiéndose en ideología. Partiendo de una concepción antropológica que tiende a reducir al hombre a homo oeconomicus se sacan consecuencias que, desde el plano teórico, y bajo precisas condiciones que, por lo demás, casi nunca se confirman plenamente en la práctica, llevan a afirmar la oportunidad y casi la necesidad de aplicar este enfoque a las políticas económicas y sociales con objeto de conseguir el mayor resultado en términos de desarrollo.
Pero los resultados, sin duda positivos en términos de creación de riqueza, no lo son igualmente desde el punto de vista de la distribución de la misma. La política, en el plano nacional y en el internacional, también por la buena marcha de la economía, no puede prescindir de la finalidad, alta, de la justicia distributiva.

El papa Pablo VI firma la Populorum progressio el 26 de marzo de 1967

El papa Pablo VI firma la Populorum progressio el 26 de marzo de 1967

4. Los desequilibrios y la necesidad de eliminarlos
Se han acentuado, debido al avance de la globalización, entre las distintas naciones y dentro de cada una de ellas, las diferencias en el grado de bienestar material de vastos grupos sociales12.
Algunos pueblos han recibido grandes ventajas de los progresos de la técnica y la economía: sus rentas per cápita han subido en los últimos cincuenta años, pero otros pueblos y naciones han quedado excluidos del progreso. África ha quedado prácticamente fuera de los beneficios de la integración, mientras que en América Latina la evolución económica ha perpetuado y acentuado las enormes diferencias en la distribución de la renta.
El crecimiento de la población en algunas áreas del globo no ha ido acompañado de ningún aumento proporcional –como ha ocurrido a nivel global– de la riqueza producida. En otras áreas, debido a las guerras, a endémicos conflictos tribales y raciales, a calamidades naturales, se ha producido un empeoramiento en las condiciones de vida de la población.
Sobre todo ha empeorado notablemente, en términos relativos, la situación de una parte relevante de la población mundial. Son más de mil millones las personas que viven en situaciones que se pueden definir de pobreza absoluta, con menos de un dólar al día: casi un quinto de la población mundial. Si se adopta un índice menos estricto –dos dólares al día– la proporción de pobres sube a un tercio de la población mundial.
El desarrollo de las comunicaciones hace aún más evidente estos contrastes, con las consecuencias previsibles, en los países económicamente atrasados, en la actitud de los individuos y de amplios estratos de la población, a nivel social e, inevitablemente, a nivel político.
Frente al enorme aumento de bienestar material de algunas poblaciones, en ciertas partes del globo, tenemos –cosa que ahora tiene gran cabida en los medios de comunicación de masa– la permanencia de situaciones atrasadas en muchas otras y en segmentos de la población incluso dentro de un mismo país.
El fenómeno de la emigración –que tanta importancia está adquiriendo como consecuencia de los desequilibrios económicos y demográficos entre vastas áreas del globo– es sin duda alguna efecto y parte del proceso de globalización. Es un fenómeno que puede suponer costes importantes y consecuencias quizá dramáticas desde el punto de vista humano y social, pero tiene muchas posibilidades positivas para la economía mundial y para los distintos países.
Hay hombres de Iglesia que han hecho críticas a los contrastes, los desequilibrios, los costes sociales y las tensiones que genera a nivel nacional e internacional el actual desarrollo de la economía mundial.
Con referencia a Latinoamérica –casi un laboratorio en los últimos decenios de economía global y de desarrollo de formas de mercado basadas en un criterio de total liberismo– el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga desarrolla un análisis que pone de relieve la no sostenibilidad, esencialmente social y política, y por consiguiente también económica, de tal planteamiento del crecimiento económico.
De la crítica, basada en la observación de una realidad concreta, se deduce también que los motivos que están en la base de la expansión de algunas actividades económicas son a menudo tan poderosos que llegan a descuidar los elementos éticos y sociales de corrección, respeto de las reglas, de justicia distributiva que son esenciales para el armonioso crecimiento de la economía. Una parte de la población queda excluida de los beneficios, mientras que la parte de población que está implicada en el desarrollo de nuevas actividades productivas experimenta a menudo condiciones de trabajo y de vida que recuerdan las de la primera revolución industrial.
Un análisis de este tipo no se enfrenta a la “censura” del economista. Pone de relieve los costes humanos, sociales, políticos que la teoría económica trata solo a grandes rasgos, en términos generales, y, en definitiva, tiende a considerar como algo ajeno13.
De ello deriva la necesidad de reflexionar sobre cómo afrontar la situación, aunque ello no siempre es fácil de indicar en lo concreto. La actitud de movimientos intelectuales y políticos que rechazan en bloque el fenómeno de la globalización no convence, sobre todo no construye.
En esta dirección –tal como ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX con el desarrollo de la reflexión sistemática y con el nacimiento de las instituciones y de las políticas dirigidas a afrontar la “cuestión social”– será menester concentrar en el inmediato futuro reflexiones por parte de quienes conocen y observan in situ los fenómenos sociales y económicos ligados a la globalización y que, al mismo tiempo, puedan coaligarse con un pensamiento más alto y con el magisterio para estudiar las soluciones a la luz también de la doctrina social. Este es también el método que el arzobispo de Cracovia recomienda en la entrevista que recordaba más arriba.
En más de una ocasión su santidad Benedicto XVI ha vuelto sobre la necesidad de modificar algunos mecanismos de la economía mundial, para hacer frente al escándalo del hambre y aliviar la pobreza que sigue afligiendo a tantos pueblos, pese al contexto de riqueza creciente y de disponibilidad de bienes a nivel global. En la lucha a la pobreza hace tiempo que se han comprometido la ONU, con los programas del Millennium Development Goals, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional.
El estado de la economía y los problemas de África son distintos de los de América Latina. En Asia las distintas regiones y economías emergentes y los grandes países –China e India por un lado, Japón por el otro– presentan situaciones institucionales y de desarrollo económico y social entre sí muy distintas. En Europa las sociedades y las instituciones de los países económicamente avanzados son diferentes de las de los países de Europa central y oriental que proceden de la experiencia de la planificación socialista.

El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga encabeza una marcha de protesta de cinco mil personas, 
en San Ignacio, el 4 de julio de 2001

El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga encabeza una marcha de protesta de cinco mil personas, en San Ignacio, el 4 de julio de 2001

5. Posibles líneas de profundización
Creo que han de perseguirse prioritariamente algunas líneas de profundización teórica y de acción subsiguiente, a nivel internacional y de países en vías de desarrollo. La constitución pastoral dice en el n. 86: a) Los pueblos que están en vías de desarrollo entiendan bien que han de buscar expresa y firmemente, como fin propio del progreso, la plena perfección humana de sus ciudadanos. Tengan presente que el progreso surge y se acrecienta principalmente por medio del trabajo y la preparación de los propios pueblos, progreso que debe ser impulsado no sólo con las ayudas exteriores, sino ante todo con el desenvolvimiento de las propias fuerzas y el cultivo de las dotes y tradiciones propias. En esta tarea deben sobresalir quienes ejercen mayor influjo sobre sus conciudadanos. b) Por su parte, los pueblos ya desarrollados tienen la obligación gravísima de ayudar a los países en vías de desarrollo a cumplir tales cometidos[…]».
Parece que escucháramos a Adam Smith, que en la Riqueza de las naciones afirma que ésta, en primer lugar, está basada en la «ability and dexterity of men», capacidad, ingeniosidad, iniciativa de los hombres, y con un término más técnico: capital humano.
Pero el texto arriba citado también indica como deber gravísimo la ayuda de las economías más desarrolladas. En realidad, mientras en una primera fase, hasta mediados de los años noventa del siglo XX, el énfasis de las discusiones en los consensos internacionales se ponía sobre todo en el crecimiento y, por lo tanto, en los mecanismos de mercado, desde aquel momento el peso tiende a desplazarse a la necesidad de conseguir una distribución ecuánime de los beneficios del desarrollo económico. Con ello se asegura sobre todo la paz duradera entre las naciones.
En el otoño de 2001, en una reunión informal de los ministros y gobernadores convocada para la Asamblea del Fondo Monetario y del Banco Mundial, el secretario general de las Naciones Unidas afirmaba explícitamente: «… La pobreza, absoluta y relativa, es el terreno fértil sobre el que nace el terrorismo»14. Los colores de los rostros de los participantes en las reuniones de los organismos internacionales son, preponderantemente, desde hace algunos años, amarillo, olivastro, negro.
El tema de la inversión en educación se coloca, con otra prioridad, junto a los fundamentales de food, health, shelter. También los representantes italianos han insistido sobre este tema en cada ocasión.
Pero es necesario crear más riqueza. En el n. 85 la constitución pastoral dice: «La ayuda material a los países en vías de desarrollo no podrá prestarse si no se operan profundos cambios en las estructuras actuales del comercio mundial». El argumento luego se convirtió en el tema de fondo de la Populorum progressio.
El gran desarrollo de los decenios que siguieron al segundo conflicto mundial se basó en la liberación de los intercambios de los productos industriales; salieron beneficiados –como hemos recordado antes– los países técnicamente mejor preparados para producirlos, mientras que quedaron excluidos los países atrasados, cuyo producto nacional se forma primordialmente en el sector primario.
El sector agrícola está fuertemente protegido, con aportaciones enormes concedidas por los gobiernos de los países más avanzados –Estados Unidos, Japón, Unión Europea– y al mismo tiempo con limitaciones severas de las importaciones desde los países en vías de desarrollo; estos últimos podrían ofrecer productos alimenticios y de cría a precios mucho más bajos con recíproco y amplio beneficio entre los países importadores y los exportadores.
Las negociaciones sobre este tema avanzan con dificultad. Son comprensibles las resistencias de algunos estratos de la población dedicada a la agricultura en los países adelantados. Pero las resistencias, a la larga, no están justificadas. Sobre este tema, una solución para las economías desarrolladas puede ser la de conseguir una agricultura más intensiva y la especialización en producciones de mayor calidad15.
El capítulo IV de la constitución pastoral está dedicado a la «vida de la comunidad política». Los principios que allí se exponen son válidos para nuestras sociedades y economías avanzadas, pero también lo son, de manera determinante, para las economías emergentes. Sobre este punto ha sido notable el compromiso del director general del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, en el último período de su mandato, promoviendo condiciones de gobierno adecuadas para favorecer el desarrollo económico en los países beneficiarios del programa de reducción de la deuda exterior. El Banco Mundial hace tiempo que trabaja para contrarrestar, en los países beneficiarios de las inversiones y las ayudas económicas, las formas más difundidas y graves de corrupción.

Benedicto XVI con Antonio Fazio en la plaza de San Pedro, el 22 de diciembre de 2005

Benedicto XVI con Antonio Fazio en la plaza de San Pedro, el 22 de diciembre de 2005

6. Conclusión
La posibilidad, la oportunidad, la necesidad de poner en práctica, a nivel de países por separado, tanto avanzados como en vías de desarrollo, y en el plano internacional, los principios expuestos en el documento que Karol Wojtyla definió el «programa social y político de los católicos», requieren, de manera preliminar, un análisis profundo de los problemas de carácter general y de las condiciones de los distintos países y áreas geográficas del globo.
Todas las universidades pontificias y católicas más importantes ofrecen ahora enseñanzas y cursos, amplios y profundos, de ciencias sociales. En ellas puede recaer, acudiendo también a estudios e investigaciones de cada país y en los organismos internacionales, el análisis de las distintas situaciones y problemáticas, de carácter global o específicas de cada uno de los países y regiones.
Los análisis deberían luego vincularse con los principios, necesariamente de carácter general y no técnicos, expresados en las enseñanzas de la doctrina social. Una coordinación sistemática de los esfuerzos y las investigaciones de universidades y de expertos, entre sí y con el magisterio, puede otorgarles a estos esfuerzos practicidad, profundidad, eficacia.


Notas

1 La Fundación internacional Nova Spes, con la participación de representantes de las instituciones y la cultura, nació en 1980 por iniciativa del padre Pietro Pace, prematuramente desaparecido en 1996. La Fundación está dirigida actualmente por la profesora Laura Paoletti, y presidida por Vittorio Mathieu.
2 Véanse especialmente los volúmenes: L’economia e lo sviluppo globale della persona e della società, preparado por V. Mathieu, Fondazione Nova Spes, Roma 1988; Man Environment and Development: Towards a Global Approach, preparado por P. Blasi y S. Zamboni, Nova Spes, Internacional Foundation Press, Roma 1991.
3 Se trataba del 1 de diciembre de 1989, día de la visita de Gorbachov a Juan Pablo II en el Vaticano; pudimos ver directamente por televisión y comentar la parte pública de la visita.
4 Cfr. “Globalizzazione, progresso economico e riduzione della pobreta”; intervención en la conferencia “Il lavoro. Chiave della Questione sociale”, con motivo de la reunión del Pontificium Consilium de Iustitia et Pax, Ciudad del Vaticano, 14 de septiembre de 2001.
5 Cfr. la ponencia “Cultura, democracia, progresso economico”, presentada con motivo del solemne acto académico por el 450 aniversario de la fundación del Colegio Romano, Roma 4 de abril de 2001. Véase también el profundo estudio de B.W. Dempsey, Interest and Usury, con una introducción de J. A. Schumpeter, Dennos Doblan Ltd, Londres 1948.
6 K. Wojtyla, La dottrina sociale della Chiesa, Lateran University Press, Roma 2003. La entrevista realizada por el profesor Vittorio Possenti, se mantuvo secreta durante trece años tras la elección al pontificado de Wojtyla.
7 Cfr. T. Stenico (editor), Le lettere encicliche di Giovanni Paolo II, prefacio de G. Andreotti, introducción de J. Ratzinger, Roma 2004; cfr. Enchiridion delle encicliche, vol. 8: Juan Pablo I- Juan Pablo II. 1978-2005, Edb, Bolonia 2005.
8 Cfr. K. Wojtyla, Metafisica della persona. Tutte le opere filosofiche e saggi integrativi, preparado por G. Reale y T. Styczen, Bompiani, Milán 2003.
9 Cfr. V. Possenti, La Pira tra storia e profezia. Con Tommaso maestro, Marietti, Génova 2004. Entre los escritos de La Pira en campo económico y social, el más significativo es Le attese della povera gente, Libreria Editrice Fiorentina, Florencia 1951. El escritor provocó un amplio debate político y estimuló intervenciones relevantes de política económica que en los años cincuenta contribuyeron significativamente al milagro económico italiano. Se inspiraba esencialmente a la relación Beveradge e introdujo en Italia –La Pira era jurista, no economista– el debate sobre las teorías de Keynes para luchar contra el paro.
10 J. Villagrasa, Globalizzazione. Un mondo migliore?, Logos Press, Roma 2003.
11 Véase la fundamental aportación de A. Sauvy, Théorie générale de la population, vol. 1: Economie et population; vol. 2: Biologie sociale, Presses Universitaires de France, París 1952. Véanse además los estudios sobre la formación de ahorro y acumulación de capital, entre los que hay que destacar los de F. Modigliani sobre el ciclo vital y la formación del ahorro.
12 Además de la amplia documentación ofrecida por el Banco Mundial y por otros organismos internacionales, una síntesis documentada de estos fenómenos puede hallarse en N. Acocella, Globalizzazione, povertà e distribuzione del reddito, en Studi e Note di Economia, n. 2, 2005.
13 Cfr. E. Romeo, L’Oscar color porpora. Il cardinale Rodríguez Maradiaga, voce dell’America Latina, Ancora, Milán 2006.
14 En la alocución del 16 de julio de 2006, en el Ángelus, Benedicto XVI, refiriéndose a la nueva oleada de violencias en Líbano, habla de «situaciones objetivas de violación del derecho y de la justicia».
15 Véase sobre este punto la lección inaugural de la Accademia dei Georgofili de Florencia, “L’agricoltura italiana nel contesto europeo e internazionale”, 3 de julio de 1999.


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