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LA MADRE TERESA, BEATA
Sacado del n. 10 - 2003

«Ha hecho visible el rostro de Jesús»


Así resume el cardenal indio Ivan Dias la obra de la madre Teresa. El arzobispo de Bombay habla también de la Iglesia católica en India, de las relaciones con el Estado y con las otras religiones


por Giovanni Cubeddu


La madre Teresa con Ivan Dias, arzobispo de Bombay.

La madre Teresa con Ivan Dias, arzobispo de Bombay.

“La misión en el pontificado de Juan Pablo II” es el título de la relación que Ivan Dias, de 67 años, cardenal y arzobispo de Bombay, leerá al final del congreso en honor del Papa, el sábado 18 de octubre. India es tierra de misión, lo fue para la madre Teresa –que Dias conoció cuando era nuncio en Albania– y lo es en los modos propios de la Iglesia india (que acaba de hacer su visita ad limina), que Dias aquí nos describe: gran paciencia, apertura, libertad.
Eminencia, la madre Teresa será beatificada…
IVAN DIAS: Para el pueblo indio es natural que la madre Teresa sea beatificada, y que un día sea canonizada. Porque lo que ella hizo y testimonió es algo vivo, sigue siendo válido y es comprensible para todo los indios, que mayoritariamente no son cristianos: hindúes, musulmanes, budistas, sijs. Los cristianos en India son 23 millones, el 2,3% de una población de más de mil millones de personas, y los católicos sólo el 1,8%. Por lo que nos concierne a nosotros, el pueblo de Dios, muchos vemos a la madre Teresa como a una santa, que hizo visible el rostro de Jesús. Ella, que frente a situaciones penosas y difíciles decía que había podido afrontarlas sólo porque en esos pobres veía a Jesús, conservaba en su corazón el versículo del Evangelio que dice: «Lo que habéis hecho a uno de los más pequeños, me lo habéis hecho a mí». Es fácil, por tanto, comprender por qué el Gobierno indio quiso honrarla con funerales de Estado: un tributo de admiración que, salvo a personalidades institucionales, desde la independencia de la India contemporánea hasta hoy se ha concedido sólo al Mahatma Gandhi.
Espero de todo corazón que este admirable testimonio de la madre Teresa se difunda cada vez más. En Bombay, por ejemplo, están ya sus hermanas misioneras de la caridad y los hermanos de la rama masculina fundada por ella, pero desde hace un poco de tiempo veo también laicos que, siguiendo su ejemplo, van con los religiosos de su congregación por las calles a asistir a los más pobres. Y esto impresiona a todos, cristianos y no cristianos.
Recientemente el episcopado indio hizo su visita ad limina. ¿Cómo se han preparado ustedes para la reunión con el Papa?
DIAS: Diría que ha sido un hecho normal. Cada obispo ha preparado un informe destinado a la Congregación para la evangalización de los pueblos. Las visitas ad limina están programadas por regiones: nosotros de Bombay pertenecemos a la circunscripción de la India occidental. Los primeros que visitaron al Papa fueron los prelados siro-malabares y siro-malankares, pertenecientes a otros dos ritos católicos presentes en la India. Luego nos tocó a los latinos. Cada región en India tiene sus particularidades, y el Papa lo sabe. A los de la circunscripción occidental, sin embargo, nos habló también de la India en general.
¿A propósito de qué?
DIAS: Censurando la conducta de los fundamentalistas hindúes que obstaculizan la vida de la Iglesia. El Papa se refería a los cinco Estados indios donde rigen leyes que prohíben las llamadas “conversiones forzadas”. Estas normas, leyéndolas con sentido común, no deberían preocupar a la Iglesia católica. Pero, por desgracia, algunos funcionarios gubernamentales a veces las aplican arbitrariamente, pese a que los gobiernos locales y central aseguran que no existe una opción contra los católicos y que estas leyes están dirigidas sólo contra grupos y sectas que, según ellos, convencen a la gente a fuerza de dólares. Quien ha ideado estas normas ambiguas sabe que nuestra fe no es una decisión intelectual, que uno puede convertirse porque quizás ha visto una obra buena, ha recibido algún beneficio… en fin, también por alguna buena razón práctica. Pero los malévolos consideran esto un anzuelo y de ahí el rigor de la ley.
Si bien en cinco Estados indios hay normas restrictivas de la libertad de los cristianos, no lo considero un obstáculo insuperable. Si, por ejemplo, uno quiere bautizarse públicamente, puede hacerlo en el Estado vecino y el mismo día volver a casa. En fin, la vida cotidiana de la Iglesia, incluso en un Estado hindú, es muchos más sencilla de lo que puede imaginarse. Entre cristianos hay diálogo sobre la fe compartida. Y con la gente común, de cualquier religión, existe el hermoso diálogo de la vida cotidiana.
Un hospicio para pobres en la ciudad de Malda, India

Un hospicio para pobres en la ciudad de Malda, India

¿Cómo se explica usted esta actitud de algunos funcionarios gubernamentales?
DIAS: Bueno, creemos que la fuente principal de la dureza de algunos hindúes con la Iglesia reside en su concepción de las castas, que no admite excepciones a la jerarquía que desde el brahmán desciende al dalit, al sin casta. Mientras que si un hombre se convierte al cristianismo, dejará de pertenecer a cualquier casta, y un sin casta tendría los mismos derechos del brahmán más importante. Impedir esto es el objetivo de quienes quieren hacer de la India un Estado hindú, contrapuesto al Pakistán musulmán, cristalizando el sistema de las castas. El Papa se expresó contra esta ley anticonversión porque viola los derechos humanos, y fue censurado por ciertos políticos indios, a los que respondió muy bien nuestra Conferencia episcopal.
También hay discriminación contra los adivasis, que son los habitantes originarios del país. La reciente elevación al cardenalato de un adivasi, monseñor Telesphore Toppo, arzobispo de Ranchi, es una señal visible de que la Iglesia considera a todos los hombres hijos de Dios.
¿Cómo se puede ser cristianos sin querer revolucionar el sistema de castas?
DIAS: Honestamente hay que decir que el número de los hindúes hostiles a la Iglesia es muy reducido, aunque algunos estén hoy en el Gobierno. Pero no es lo que piensa la gente común, porque el hinduismo en cuanto tal admite a las demás religiones, y en nuestra vida cotidiana existe una convivencia armoniosa. Entre otras cosas, porque los hindúes ven que las obras de los cristianos están abiertas a todos, sin distinciones de casta, condición social o creencia religiosa.
Hace cuatro años un grupo de fundamentalistas hindúes quemó vivo a un misionero australiano protestante y a sus dos hijos, porque trabajaba con los leprosos. Como pretexto dijeron que hacía conversiones y que ayudaba ilícitamente a quienes, según la creencia hindú de la reencarnación, estaban pagando con la enfermedad los pecados de una vida anterior. Los cristianos, en cambio, como el Buen Samaritano, son amigos de todos; en India casi un tercio de la caridad destinada a los pobres, huérfanos, leprosos o enfermos de sida es obra de cristianos. La madre Teresa veía y amaba a Jesús en los pobres que asistía, en los leprosos, y era por esto, sólo por esto, por lo que encontraba la fuerza de abrazar esos cuerpos que estaban deshaciéndose.
Comenzando por su diócesis, ¿qué es lo que caracteriza su vida diaria?
DIAS: Con los obispos de la región occidental tenemos la costumbre de vernos dos veces al año, una vez se reúne la Conferencia episcopal latina al completo y cada dos años nos reunimos con los malabares y los malancares. Así intercambiamos fraternalmente muchas informaciones y experiencias, también para ayudarnos los unos a los otros. Nuestros superiores de Roma están constantemente informados de lo que nuestra Iglesia hace por la educación de los jóvenes, por los enfermos y por la sociedad india en general: esta es nuestra vida diaria. No tenemos grandes problemas. Hay algunos Estados indios, como Gujarat, donde la presión de las facciones extremas se deja sentir: en general las obras cristianas no corren peligro, pero, por desgracia, algunos misioneros han sufrido ataques violentos. Hace dos años Gujarat sufrió un terremoto, y recientemente hubo enfrentamientos entre hindúes y musulmanes. Hace cinco años las facciones hindúes agredían a los cristianos, ahora atacan a los musulmanes y los cristianos tratamos de calmar los ánimos. A la Iglesia católica se le pide a menudo una mediación de paz, y no se echa atrás. Ayudamos también a curar los sufrimientos de las víctimas de los desastres naturales. La diócesis de Bombay, al día siguiente del terremoto, hizo una colecta para las familias de los que se habían quedado sin casa. El resultado fue bueno y Caritas nos ha encargado la construcción de mil viviendas…
Además, una hermosa flor que le hemos ofrecido a la Iglesia son las numerosas vocaciones religiosas. En India hay unos setenta mil sacerdotes y cien mil religiosas para dieciocho millones de católicos, es quizá la proporción más alta de Asia.
Procesión de católicos indios en Darjeeling

Procesión de católicos indios en Darjeeling

Volvamos a las reuniones romanas.
DIAS: Durante la visita a la Congregación para la doctrina de la fe se habló de esos teólogos indios que tienen dificultad para explicar nuestra fe en Jesús único salvador de todos los hombres. El tema lo había examinado ya la Congregación para la educación católica durante la visita apostólica a los seminarios. Con el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso hemos tenido una colaboración fraterna, así como con la Congregación para el culto divino. Claramente hemos compartido muchas cuestiones con la Congregación para la evangelización de los pueblos. Y luego nos hemos entrevistado con el Papa, que nos sorprendió a todos con su interés por los problemas de nuestras diócesis y con su recuerdo de tantas personas y lugares que conoció durante sus viajes a nuestras diócesis. En Roma está la Iglesia universal y el Papa es fiel a su mandato de “confirmar a sus hermanos”.
¿Ha visto un denominador común en las reuniones que mantuvieron ustedes con los dicasterios romanos?
DIAS: La inculturación. India es un mosaico de culturas. No puede decirse que exista una cultura india dominante. Además, el pueblo indio de por sí es profundamente religioso. Jesús no vino para “abolir” –les decimos a las personas que, frente al desafío del cristianismo, temen por el futuro de sus creencias tradicionales–, sino a completar. En nuestro país sólo con la paciencia se puede dar testimonio de Jesús. La Iglesia en India debe hacer frente a muchos obstáculos, como el sistema de las castas, la corrupción, la convivencia entre las comunidades religiosas. Como no hay una única cultura india, sino varias culturas, mucho depende de los obispos locales. Por ejemplo, en el Estado central se hablan más de doscientas lenguas, ¿quién las conoce todas? Sólo en Bombay hay por lo menos siete. Así que cuando se traduce un texto litúrgico, la responsabilidad es del obispo local, que debe tener nuestra confianza. A Roma le hacemos saber que se ha traducido un texto, y no pretendemos que la recognitio signifique que el contenido del texto es perfecto. En el futuro –a petición del competente dicasterio romano– un miembro de la Conferencia episcopal nacional que conoce la lengua de quo formará parte de la comisión para la recognitio.
Dice usted que la Iglesia india da testimonio de una gran paciencia.
DIAS: Y de una gran apertura, que forma parte del espíritu indio. Por eso el hombre común, en Nueva Delhi como en Bombay, sabe que el extremista es un extranjero, es uno que está fuera de la cultura de nuestro pueblo. En Bombay hay un santuario católico al que van hindúes, sijs, y no es el único caso. Todos los miércoles unas setenta mil personas van allí a rezar a la Virgen del perpetuo socorro, y la mayoría son no católicos. Y la Virgen concede sus favores y gracias a todos, es de verdad una madre. El 8 de septiembre, natividad de María, hay santuarios católicos donde se juntan de dos a tres millones de personas para rendir homenaje a la Virgen. Son días de fiesta y de ferias. También los hindúes van a saludar a la Virgen el día de su cumpleaños. Ven algo especial en María: «En nuestra religión», dicen, «hay diosas mujeres, en cambio, vosotros tenéis a esta mujer con el niño en brazos, una madre…». De este modo les podemos explicar nuestra fe: que esa mujer está ahí por ese niño. Y que ese niño es Jesús.
Muchedumbre en los funerales de la madre Teresa

Muchedumbre en los funerales de la madre Teresa

¿Cómo vive la Iglesia en India el primado de Pedro?
DIAS: Todas las Iglesias católico-latinas, siro-malabares y siro-malancares están unidas con Roma, aceptan al Papa y su primado. Otras, aunque son fieles a la tradición apostólica, no están en plena comunión con la Sede Apostólica de Roma. Una comunidad siro-malancar se ha unido recientemente con el patriarcado de Antioquía, con el que mantenía relaciones desde hacía tiempo. Nosotros somos abiertos y fraternizamos con todos, sea cual sea su relación con Roma. No tenemos problemas de ecumenismo en Bombay. Todo lo contrario. Por ejemplo, con otras cinco comunidades no católicas trabajamos juntos en la caridad para con los difuntos: el Estado ha concedido espacios comunes de sepultura para los cristianos, y las cinco confesiones cristianas han creado una agrupación para administrar todos los asuntos. Vamos tan de acuerdo que es un placer trabajar juntos, y mantener este diálogo tan práctico. Teológicamente hablando, entre ellos hay quien no acepta al Papa, quien no comparte con nosotros algunas realidades de fe y de moral, pero en la práctica vivimos juntos como hermanos.
Por lo que respecta específicamente a los católicos, el Papa es el Papa, y la Curia nos escucha mostrando gran apertura. Nos conocemos bien recíprocamente, nosotros y Roma, con un respeto que nos hace honor a ambas partes. En Roma saben muy bien que es el obispo local quien gobierna santamente su Iglesia. En esta visión, la visita ad limina es el encuentro entre la Iglesia universal y la Iglesia local, que representa y contiene a la universal: es un ejercicio de catolicidad.
¿Hay que señalar algo que no funcione en las relaciones entre el Estado y la Iglesia en India?
DIAS: No. Sólo algunas distracciones debido a la presencia en el Gobierno central de algunos representantes de un pensamiento extremista, como decía antes. Pero son cuestiones de competencia de la nunciatura y de la Secretaría general de la Conferencia episcopal nacional en Nueva Delhi, no del obispo individualmente. Aludo sólo a la no concesión del visado a los misioneros, que motivan con el problema del proselitismo.
Hoy se le reconoce a la India una mayor relevancia política internacional, que el Gobierno de Nueva Delhi desempeña a menudo en favor del multilateralismo. ¿Se beneficia la Iglesia de esta condición favorable del Estado?
DIAS: Como pastor veo que la ola económica de la globalización seguida por India contamina a mi pueblo, borra sus puntos de referencia espirituales diarios, y esto me duele. Recuerdo una audiencia con el Santo Padre, a caballo entre 1983 y 1984, cuando se esperaba que el comunismo cayera e inmediatamente naciera una nueva era. Me dijo el Papa que la capitulación del comunismo, es decir, del ateísmo teórico, era necesaria pero no suficiente, y que antes de poder construir una civilización del amor debía caer también el capitalismo, es decir, el ateísmo práctico. No era una visión utópica, sino realista: quería, efectivamente, seguir a Juan XXIII, en su deseo de una primavera de la Iglesia, y Pablo VI, que esperaba la llegada de una civilización del amor.
Estos dos papas, un pontificado breve y uno más duradero, siguen estando presentes en el recuerdo de la Iglesia, que los identifica con el periodo del Concilio Vaticano II. Pero para poder llegar a una primavera hay que esperar a que el Señor rompa y plasme la arcilla.
Estará en Roma para el XXV aniversario del pontificado.
DIAS: El Papa nos ha dado un maravilloso testimonio de lo que quiere decir la fe de Pedro y el corazón de Pablo. Cuando se habla de Roma se habla de la fe de Pedro, la fortaleza fundada en la roca que resiste a vientos y mareas. Y como san Pablo, que se hizo todo para todos, el Papa ha dado la vuelta al mundo como heraldo de la Buena Nueva de Jesucristo y defensor de los derechos del hombre y de su inalienable dignidad. El papa Juan Pablo II es un verdadero papa y ha tenido el tiempo de afirmarse.


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