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FRANCIA
Sacado del n. 04 - 2009

VIAJE AL CATOLICISMO DE FRANCIA

Se trata de la Iglesia de Jesucristo. Por eso no desistimos


«Durante las últimas y movidas semanas, he pensado a menudo en la barca arrastrada por la tempestad y en los apóstoles que veían dormir a Jesús». Entrevista con André Vingt-Trois. Cardenal de París. Sacerdote desde hace cuarenta años


Entrevista al cardenal André Vingt-Trois por Gianni Valente


Durante las últimas y movidas semanas, mientras también en Francia la Iglesia y el Papa estaban metidos en un sinfín de polémicas, se le volvió a presentar ante los ojos la imagen de la barca arrastrada por la tempestad, con Jesús durmiendo y los apóstoles angustiados por el miedo a que las olas se los tragaran. Se lo contó él mismo a sus colegas del episcopado francés, reunidos en Lourdes a finales de marzo. «Yo también», confirmó el cardenal André Vingt-Trois, «necesitaba oír que me dijeran: “¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿No tenéis ya fe?”». Con la misma franqueza, el arzobispo de París afronta las preguntas sobre la situación actual de la Iglesia, en Francia y en el mundo. Partiendo de la consideración –fiel a su acostumbrado y equilibrado realismo– de que no hay que «dramatizar ni espiritualizar excesivamente lo que hemos vivido».

El cardenal André Vingt-Trois [© Ciric]

El cardenal André Vingt-Trois [© Ciric]

Dentro de pocas semanas cumplirá usted cuarenta años de sacerdocio. Era el año 1969.
ANDRÉ VINGT-TROIS: Cuarenta años son un camino largo. Si además se añaden los diez años de preparación, son medio siglo... He tenido la oportunidad y el gozo de experimentar distintos aspectos del ministerio sacerdotal. He sido cura de parroquia, he enseñado, he sido vicario general y luego fui ordenado obispo. Y sin embargo, ahora todos estos años me parece un período breve.
Mirando el camino que ha hecho, ¿cuál es la primera impresión que siente?
VINGT-TROIS: Con los seminaristas, con los feligreses, y luego con los curas y con los fieles de las diócesis de las que fui nombrado obispo, hemos atravesado juntos un periodo intenso para la vida de la Iglesia: el Concilio, Pablo VI, Juan Pablo II... Ha habido muchas dificultades que afrontar, porque además este periodo ha coincidido en Francia con el fenómeno que a veces se define algo rudimentariamente como secularización, es decir, el eclipse de los puntos de referencia cristianos para muchos de nuestros contemporáneos. Pero he de decir que nunca he tenido la sensación de haber emprendido un camino en el que hubiera luego algo de qué arrepentirse.
Y sin embargo usted ha contado que a ustedes los seminaristas se les proponía a veces una moral de sacrificio: se insistía en la invitación a abandonar algo grande para ofrecer con generosidad la vida a Jesús.
VINGT-TROIS: Volviéndolo a pensar, me parece que no era una buena pista. Claro que en toda historia de amor hay que hacer renuncias. Cuando se ama a alguien de manera preferencial, se renuncia a otros amores, se elige, se acepta la vida cotidiana que siempre pide renuncias. Pero nunca son renuncias marcadas principalmente por la privación. Están marcadas por la sorpresa del amor, y por la plenitud que de ello deriva. Yo he vivido una vida ordinaria. Sin graves enfermedades, sin períodos oscuros de depresión. Pero en tantos años nunca he tenido la impresión de que mi vida estuviera agobiada por un peso difícil de soportar.
En Francia hay quienes notan también entre los sacerdotes una especie de fractura generacional entre los que crecieron en los años del Concilio y del pos Concilio, y los de la última generación, marcados por una necesidad mayor de afirmación identitaria.
VINGT-TROIS: Yo no interpretaría estas comparaciones principalmente en clave de necesidad de afirmación identitaria. La generación de curas que conocimos en Francia hasta el Concilio tenía un espacio social definido, relativamente reconocido, que hundía sus raíces en una experiencia de Iglesia que era experiencia comunitaria, que abarcaba tanto los lazos familiares como la participación en la vida de la parroquia y de las asociaciones eclesiales. Yo diría que el equilibrio de su posición procedía de su vocación, de su generosidad, pero también de este entorno, este ambiente que “llevaba”, en cierto sentido, su existencia. Ya para mi generación, los que se pusieron en camino en los años sesenta, la situación era diferente. Desde entonces el papel del sacerdote en la sociedad, de manera más evidente en las ciudades (porque a menudo en los pueblos el cura seguía siendo el cura), es algo muy difícil de identificar, y el ambiente en el que el sacerdote está insertado no lo “lleva”, no ofrece apoyo. Muchos se encuentran como gente que no tiene papel ni apoyo social. Esto los empuja quizá a buscar puntos de referencia, símbolos de identificación, con una necesidad más sentida de lo que pasaba en los años cincuenta.
Los datos sobre las vocaciones los citan a menudo quienes dicen que la Iglesia de Francia no tiene futuro. Usted ha subrayado que se trata de caricaturas de la realidad, desmentidas por algunos hechos recientes, como por ejemplo las misas durante la visita del Papa a Francia.
VINGT-TROIS: Antes del viaje del Papa se planteaban dos cuestiones: la primera era la sospecha que planeaba sobre los católicos de Francia de no estar en comunión con la Iglesia de Roma. Y la segunda era ver qué imagen iba a dar de sí nuestra Iglesia. Luego se vio que la muchedumbre apiñada en Les Invalides estaba formada esencialmente por jóvenes adultos, familias con niños, jóvenes, muchos extranjeros que mostraban que habían encontrado lugar en nuestra Iglesia. Y a los que decían que los católicos de Francia no estaban en comunión con el Papa les bastó mirar el gentío que se apiñaba a su paso, a lo largo de todo el camino desde el Collège des Bernardins hasta Notre-Dame, y luego en la explanada de la Catedral. En aquella ocasión se vio una realidad que habitualmente no se advierte. Hay que valorar esta señal. Hay mucha gente, incluidas las familias jóvenes, que vive de manera sencilla su propia fe en el seno de la Iglesia católica.
Fieles rezando durante la celebración de las Vísperas de la Bienaventurada Virgen María presidida por Benedicto XVI en la Catedral de Notre-Dame, el 12 de septiembre de 2008 [© Associated Press/LaPresse]

Fieles rezando durante la celebración de las Vísperas de la Bienaventurada Virgen María presidida por Benedicto XVI en la Catedral de Notre-Dame, el 12 de septiembre de 2008 [© Associated Press/LaPresse]

El cardenal Danneels se quedó asombrado frente al hecho de que estas personas «iban solas, no porque alguien las hubiera organizado». Lo definió «cristianismo genérico».
VINGT-TROIS: Un evento se puede organizar. Se puede llenar Notre-Dame con tres mil personas. No es difícil. Se puede llenar la explanada de la Catedral con 10.000 personas. Es algo más difícil pero se puede conseguir. En la misa de L’Esplanade des Invalides había por lo menos 250.000 almas. Hubieran podido quedarse más cómodamente en casa, visto que la misa como todas las celebraciones y encuentros de aquellos días era retransmitida por televisión. Bueno, una cosa así no se fabrica.
los que decidieron seguirlo, dejaron sus casas y lo siguieron. Luego está el grupo más fluido de personas que están interesadas, escuchan, responden. No se puede definir a la Iglesia solamente a partir del núcleo central. Precisamente porque la Iglesia no tiene la misión de concentrarse en un núcleo central “duro”, sino más bien la de anunciar el Evangelio a todos los hombres y todos los pueblos. Lo dice el Concilio: en el camino de la historia, hasta el rassemblement final de la humanidad en torno a Cristo, la Iglesia es en cierto modo sacramento de unidad para toda la humanidad. En la Iglesia están evidentemente los más determinados, que han tomado decisiones personales, los que están en camino, los que acaban de iniciarlo... En Semana Santa, en Notre-Dame, hubo 311 catecúmenos adultos que recibieron el bautismo. Evidentemente no están todavía al final del camino de la vida de fe y la vida eclesial: ¡lo acaban de comenzar! Para mí el verdadero recurso de la Iglesia son estas comunidades donde no hay superbautizados, las que reúnen a gente cuya fe es más o menos perfecta, cuya vida es más o menos perfecta, pecadores, como todos los miembros de la Iglesia, pecadores perdonados que tratan de caminar siguiendo a Cristo. El anuncio del Evangelio es siempre inaugural. Estamos siempre al comienzo. Como decía el sacerdote ortodoxo Alexander Men, el cristianismo no hace más que empezar.
En la Iglesia católica algunos hechos de los últimos meses han provocado discusiones, equívocos, polémicas. En este contexto complicado llegó también la Carta del 10 de marzo que Benedicto XVI dirigió a todos los obispos. ¿Qué es lo que más le impresionó de ella?
VINGT-TROIS: La decisión de revocar la excomunión a los obispos ordenados ilegítimamente por Lefebvre despertó emoción en Francia más que en ninguna otra parte, porque aquí la presencia de la Fraternidad de San Pío X es muy fuerte. Los obispos no pudieron preparar y explicar bien la decisión papal, porque no sabían nada. Para corregir este desliz el Papa quiso dirigirnos la Carta pastoral, que sin embargo fue mucho más allá del intento de corregir el modo desacertado con que se había dado a conocer su decisión.
El Papa explica en la Carta las razones de su decisión. En especial cuando responde a la pregunta de si era tan urgente afrontar el problema de la excomunión a los obispos lefebvrianos y si no había cuestiones más urgentes y prioritarias. El Papa explica que en efecto la prioridad es siempre la de anunciar el Evangelio, pero que no se puede anunciar el Evangelio resignándose a que una parte de los miembros de la Iglesia esté completamente marginada.
Tanto usted como otros obispos franceses intervinieron varias veces en el caso del aborto de la niña brasileña, presentado como ejemplo de insensibilidad de los hombres de Iglesia frente a situaciones de sufrimiento.
VINGT-TROIS: Aquel asunto nos cayó encima como un meteorito. Frente al modo en que se explicaban los hechos, surgía espontáneamente cierta amargura. Hace dos mil años que se anuncia el Evangelio soportando el pecado, y como cristianos no somos los portavoces de un grupo de vendedores que van por ahí diciendo “somos los mejores”. Anunciamos algo que no hemos construido nosotros, de lo que somos herederos por gracia y que tratamos de compartir con todos, dentro de nuestros límites. Hay que añadir que ahora poseemos información más crítica sobre cómo fueron las cosas en aquel asunto, y sobre cómo fue transformado en caso mediático. Hay que reconocer que está dentro del contexto político actual de Brasil, donde se está llevando a cabo una campaña para la liberación del aborto. Aquella historia, desastrosa y dolorosa para la niña y toda su familia, fue en cierto modo instrumentalizada para hacer propaganda. Los medios de comunicación occidentales la reprodujeron sin comprobar cómo se habían desarrollado realmente los acontecimientos.
Hay quienes dicen que algunas Iglesias locales están en una posición de “oposición” silenciosa frente al Papa. ¿Qué hay de cierto en ello?
VINGT-TROIS: Los obispos franceses que se han pronunciado han expresado siempre su cercanía al Papa y su voluntad de apoyar su acción. Luego pasa que en Francia –aunque no es una especialidad francesa, también ocurre lo mismo en otros países– existen grupos, corrientes o personas que contestan sistemáticamente la posición de la institución eclesial, y cada vez que un acontecimiento les puede permitir expresarse y encontrar un hueco en los medios de comunicación, se aprovechan. Además, existe otro aspecto que hay que tener en cuenta: en las reacciones habidas en Francia, más que agresividad crítica hacia la Iglesia, existía más bien por parte de muchos cristianos la expresión de tristeza y disgusto. No era tanto una denuncia contra la Iglesia, sino la expresión de una decepción: les parecía que en aquellos acontecimientos la Iglesia se mostraba distinta de lo que es realmente. Yo le dije esto al Papa, y pienso que él comprendió perfectamente.
Salida de misa en la Catedral de Notre-Dame

Salida de misa en la Catedral de Notre-Dame

¿No podrían las polémicas radicalizar los contrastes entre sensibilidades tan distintas de la Iglesia francesa?
VINGT-TROIS: Yo pienso que la Iglesia siempre ha progresado en la comunión haciéndose cargo de las diferencias. Cuando Pablo se opuso a Pedro en la cuestión de los cristianos de origen pagano claro que no estaban de acuerdo. Si la Iglesia no terminó allí, es porque vivieron la comunión a pesar de su desacuerdo. Yo pienso que una de las señales fuertes que podemos ofrecer en la sociedad moderna es precisamente que nuestra comunión en Cristo nos permite dejar que haya diferencias de valoración, de comprensión, a veces diferencias de interpretación para todo lo que no afecta a la fe y la moral. A condición de que las distintas posiciones que pueden coexistir no se expresen como acto de rechazo y odio. Porque en ese caso ya no se está en la comunión de la Iglesia. Por ejemplo, no se puede querer hacer la comunión en la Iglesia decretando que el Papa no está ya en la Iglesia...
Frente a las críticas, algunos dentro de la Iglesia parecen casi complacerse. Hay quienes dicen: si nos odian, esta es la prueba de que somos testigos auténticos, sin descuentos. ¿Qué le parece esto?
VINGT-TROIS: En la tradición cristiana nunca se ha animado a los voluntarios del martirio. Siempre han sido mirados con sospecha. Ante todo, si miramos el Evangelio, ni Cristo ni los apóstoles en su misión apostólica trataron de atacar o escandalizar a nadie. Por el contrario, siempre intentaron hacerse comprender. Dicho esto, el criterio para valorar nuestra acción no es la reacción pública que despierta, sino la conformidad con el Evangelio que queremos anunciar. En nuestras sociedades tan laxistas sobre cuestiones que afectan a la vida humana, como el aborto o la eutanasia, lo siento, pero no puedo decir que el aborto o la eutanasia son cosas buenas, solo para agradar a todos y no desagradar a nadie. Al mismo tiempo, hay que subrayar que la visión cristiana del ser humano concuerda profundamente con la razón humana. Esta correspondencia entre la verdad que nos es revelada por la Escritura y la Tradición y la sabiduría humana es algo que podemos valorar.
En las reacciones públicas a las palabras pronunciadas por el Papa sobre el sida y los preservativos durante el vuelo que lo llevaba a África se distinguieron algunos políticos franceses. ¿Qué ha sido de la “laicidad positiva” de Sarkozy?
VINGT-TROIS: Son dos cosas totalmente diferentes. En Francia –aunque no creo que en Italia sea tan distinto– estamos en una sociedad política dominada por la imagen que se da de sí mismos. Los personajes políticos que intervinieron para criticar el discurso papal sobre la lucha contra el sida lo hicieron sin comprobar lo que había dicho el Papa, con el único objetivo de confirmar su alineación con la mentalidad común. Dijeron lo que consideraban que todos querían escuchar. Esta no es una línea política, es una cuestión mediática de la vida social. Una línea política es otra cosa. Es reconocer que hay objetivos de largo alcance, que afectan al bien común, y que se exponen de manera decidida y directa, incluso cuando su consecución requiere tiempo y no se puede realizar inmediatamente. Yo creo que el discurso del presidente de la República Sarkozy sobre el lugar de las religiones en la sociedad obedece a sus objetivos políticos, y no simplemente a la gestión mediática de la vida social.
Este año cae el jubileo del santo cura de Ars. La vida sencilla del cuidado de las almas seguida por san Juan María Vianney, ¿qué puede sugerirles a los franceses de hoy, y a toda la Iglesia, en la época de la secularización?
VINGT-TROIS: Puedo decir inmediatamente que en la diócesis de París hemos celebrado el año del sacerdote este año, antes del anuncio del Papa, que lo convocó para el año que viene. Durante el año la reliquia del corazón del Cura fue llevada durante una semana en peregrinación por las iglesias de París, y atrajo a muchísimos fieles. Con respecto a su actualidad, hay algunos que se dirigen al Cura de Ars con cierta nostalgia, quisieran casi reconstruir la situación de las parroquias de los pueblos del siglo XIX, donde había un cura para doscientos habitantes. Pero el siglo XIX ya terminó hace más de cien años. Yo, por ejemplo, nunca he podido llevar la vida del Cura de Ars.
Y entonces, ¿qué les dice a usted y a los párrocos de hoy el Cura de Ars?
VIGT-TROIS: Nosotros estamos llamados a vivir en la Iglesia de hoy, en las parroquias de hoy, tal y como son. Lo ejemplar de la figura del cura de Ars no es el lugar y el tiempo en que le tocó vivir, sino el amor pastoral por su pueblo, la catequesis de todos los días mediante la predicación y el catecismo para los pequeños y los grandes, la misericordia ofrecida mediante el sacramento de la penitencia y la conversión de su vida, que se veía por cómo su corazón se abría para recibir a todos los pecadores. Estas son referencias actuales, tanto si uno es cura del pueblo de Ars como si es arzobispo de París. Los curas del siglo XXI tienen el deber de amar a su pueblo, de enseñar, perdonarlo, y convertir su vida. Por eso el patrocinio del Cura de Ars es tan precioso para todos los curas diocesanos.
Alexis II con el cardenal Vingt-Trois en Moscú, el 29 de octubre de 2008 [© Associated Press/LaPresse]

Alexis II con el cardenal Vingt-Trois en Moscú, el 29 de octubre de 2008 [© Associated Press/LaPresse]

Hablando recientemente a los seminaristas de París, repetía usted que en el sacerdocio la confesión es la obra más escondida pero la más importante. ¿Cómo se expresa en París esta prioridad?
VINGT-TROIS: El primer modo es que habitualmente, durante todo el año, hay en París por lo menos diez iglesias –incluida Notre-Dame, el Sacré-Coeur, Saint-Sulpice, la Chapelle des Étrangers– donde se confiesa de la mañana a la tarde. Así pues los habitantes de París, que están acostumbrados a desplazarse, para hacer tantas cosas, saben que, si quieren, hay lugares donde pueden confesarse a todas horas. En segundo lugar, en la mayoría de las parroquias de París, en los carteles de la entrada, están indicadas las horas en las que, día a día, puede encontrarse en la iglesia a un cura para confesarse. Tercero, en los momentos importantes del año litúrgico, como el Adviento y la Cuaresma, se organizan cada vez más a menudo lo que ha dado en llamarse “jornadas del perdón”: una, dos o tres parroquias se unen y establecen el día en que, desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche, se dará ininterrumpidamente acogida a quienes quieran confesarse. Y efectivamente hay mucha gente que viene.
Para terminar una pregunta sobre el diálogo ecuménico: usted ha entablado una relación de comunión con la Iglesia ortodoxa rusa, antes con Alexis y ahora con Kirill. ¿Existe afinidad electiva entre París y Moscú?
VINGT-TROIS: La diócesis de París y más en general la Iglesia de Francia tienen relaciones muy fraternales con los ortodoxos, tanto del Patriarcado de Constantinopla –que tiene un obispo en París– como del Patriarcado de Moscú, que también tiene un obispo en París para la comunidad rusa. Nada más convertirme en arzobispo de París, tuve el privilegio de recibir al patriarca Alexis de visita a Francia, y fui a hacerle una visita al patriarca Bartolomé a Constantinopla. Además he visitado también al patriarca Alexis en Moscú, también para demostrar que las relaciones fraternales que tenemos con el patriarcado de Moscú no le restan nada a las relaciones con el patriarca de Constantinopla.


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