ITINERARIOS
Sacado del n. 08 - 2009

Las tumbas de los apóstoles

San Felipe


Y así nos invita a venir y ver


por Lorenzo Bianchi


San Felipe

San Felipe

Felipe, el quinto en la lista de los apóstoles, natural de Betsaida, probablemente hablaba griego. Es el apóstol al que Jesús se dirige en el milagro de la primera multiplicación de los panes y de los peces (Jn 6, 5-13); y este episodio quedará como característica iconográfica (en alternativa a la cruz, que indica la modalidad de su martirio) en las representaciones artísticas de su figura. La tradición literaria más segura le atribuye la evangelización de Frigia, mientras que el Breviario Romano y algunos martirologios le atribuyen también la de Escitia y Lidia. En Frigia vivió los últimos años de su vida, en Gerápolis, donde fue enterrado. Lo atestigua una frase de Polícrates, obispo de Éfeso en la segunda mitad del siglo II, que escribe en la carta al papa Víctor: «Felipe, uno de los doce apóstoles, descansa en Gerápolis con dos hijas suyas que permanecieron vírgenes toda la vida, mientras que la tercera, que vivió en el Espíritu Santo, está enterrada en Éfeso» (cita este pasaje Eusebio en su Historia eclesiástica, III, 31, 3). Corroboran esta noticia algunos datos arqueológicos que demuestran que en esta ciudad había huellas de su culto desde la primera época cristiana: efectivamente, una inscripción de la antigua necrópolis de Gerápolis alude a una iglesia dedicada al apóstol Felipe. Murió a causa del martirio, bajo el emperador Domiciano (81-96), mediante la misma pena a la que había sido condenado, muchos años antes, Pedro, esto es, a la crucifixión inverso capite (cabeza abajo), en edad seguramente muy avanzada, que fuentes posteriores fijan en 87 años. Desde el siglo VI aparece como fecha de su martirio, junto con el apóstol Santiago el Menor, el día 1 de mayo: pero en realidad se trata del día de la consagración de la iglesia de los Santos Apóstoles en Roma, cuya construcción emprendió el papa Pelagio I (556-561) con ocasión del traslados de los cuerpos de los dos apóstoles (o por lo menos de una parte significativa de ellos) desde Constantinopla, presumiblemente en el 560, y que el papa Juan III (561-574) terminó quizás con la ayuda del virrey bizantino Narsete. Hemos de deducir, pues, que hubo un traslado anterior de las reliquias de Felipe de Gerápolis a Constantinopla, del que, sin embargo, no ha quedado ninguna documentación escrita. La tradición de la presencia de significativas reliquias de Felipe en Roma fue confirmada por un examen realizado en 1873. Hasta esta fecha se conservaba en la Basílica de los Santos Apóstoles un relicario que contenía, casi intacto, su pie derecho (y otro relicario con el fémur de Santiago el Menor), mientras que los cuerpos de los dos apóstoles se hallaban debajo del altar central. Al excavar en enero de 1873 debajo de dicho altar salio a la luz un conglomerado de cal y ladrillos: una vez demolido, aparecieron dos lápidas de mármol frigio, unidas perfectamente entre ellas, que tenían esculpida en relieve un cruz griega (con los brazos iguales), y debajo de ellas, perpendicularmente debajo del altar, un nicho, que contenía una caja con algunos huesos, la mayor parte de los cuales estaban en un estado de fragmentos o astillas, algunos dientes y mucha sustancia amasada formada por descomposición de material óseo; y además restos de tejido cuyo análisis posterior reveló que eran de lana con una preciosa coloración púrpura. Llevó a cabo los análisis una comisión científica compuesta por anatomopatólogos, físicos, químicos y arqueólogos (entre ellos, Angelo Secchi, Giovanni Battista De Rossi y Pietro Ercole Visconti), que redactó y publicó un informe detallado. Se constató que las reliquias pertenecían a dos individuos adultos de sexo masculino: a uno de ellos, de complexión más grácil, los huesos conservados íntegros (especialmente partes de un omóplato, de un fémur y del cráneo) y también el pie conservado en el relicario y atribuido a Felipe; al otro, de complexión más robusta, una muela (véase el capítulo sobre Santiago el Menor). Sin embargo, no fue posible distinguir el resto de los fragmentos entre los dos individuos, a causa de su estado de descomposición. El contexto arqueológico remite, sin lugar a dudas, al siglo VI, y, por tanto, al edificio construido por Pelagio I y Juan III; el examen confirmó, pues, la exactitud de la noticia relativa al traslado del 560. La cantidad de las reliquias hace pensar que parte de ellas se perdieron durante los traslados (que fueron por lo menos dos para cada apóstol) desde Oriente a Roma. En 1879, después de permanecer expuestas a la veneración de los fieles durante un periodo, las reliquias halladas debajo del altar fueron colocadas en un arca de bronce dentro de un sarcófago de mármol colocado en la cripta de la iglesia, debajo del lugar donde habían sido halladas. La reliquia del pie se dejó fuera, dentro de un relicario, actualmente no expuesto a la vista de los fieles.


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