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CONGRESOS SOBRE LA...
Sacado del n. 08/09 - 2010

PADUA, 17 DE ABRIL DE 2007

«Si no tengo caridad, puedo tener los otros dones pero no pueden se provechosos»


Del libro de Giacomo Tantardini, Il tempo della Chiesa secondo Agostino. Seguire e rimanere in attesa. La felicità in speranza, editado por Città Nuova, publicamos una de las lecciones pronunciadas en los Congresos sobre la actualidad de san Agustín celebrados en la Universidad de Padua


por Giacomo Tantardini


Giacomo Tantardini, <I>Il tempo della Chiesa secondo Agostino. Seguire e rimanere in attesa. La felicità in speranza</I>, Città Nuova, Roma 2009, 388 pp., euro 22.00

Giacomo Tantardini, Il tempo della Chiesa secondo Agostino. Seguire e rimanere in attesa. La felicità in speranza, Città Nuova, Roma 2009, 388 pp., euro 22.00

PREMISA
Gracias, profesor Fellin, gracias también por la última curiosidad que ha expresado* y que me ha llamado la atención inmediatamente. Efectivamente, también Agustín repite que «Dios se hizo hombre para que los hombres nos volviéramos Dios»1. Nos volviéramos Dios no en virtud de nuestra naturaleza, sino en virtud de ese acontecimiento de gracia por el que Dios se hizo hombre2. Una lectura quizá menos esquemática y por supuesto más completa de las tradiciones teológicas tanto occidentales como orientales debería evitar la dialéctica entre una teología oriental que mira a la divinización y una teología occidental que mira a la redención del pecado. Hay desde luego observaciones distintas en las dos tradiciones, pero quizá podría darse una comprensión más apropiada de ambas no partiendo de este esquema.
Pongo otro ejemplo. Acostumbramos a contraponer la teología trinitaria de los Padres griegos a la teología trinitaria de los Padres latinos: los primeros habrían tratado de explicar el misterio a partir de la distinción de las tres Personas para llegar a afirmar la unidad de la naturaleza; por el contrario los latinos, y especialmente Agustín, lo habrían hecho a partir de la unidad de la naturfaleza para llegar a distinguir las tres Personas. Pero bastaría leer el De Trinitate de Agustín para darse cuenta de que desde el inicio el movimiento del pensamiento se mueve desde la distinción de las Personas a la unidad de la naturaleza y no al contrario. Al igual que Atanasio y Basilio, también Agustín pasa de la reflexión sobre las tres Personas a la reflexión sobre la sustancia. Con todo, estas observaciones son solamente un intento inmediato de respuesta.
Le agradezco además al profesor Fellin la observación sobre la creación con el tiempo. Mi primer ensayo en el primer año de teología en el seminario de Venegono fue precisamente sobre el De Deo creatore. Antes de la creación no existe el tiempo y la creación es creación con el tiempo. Le agradezco asimismo al profesor todas las observaciones sobre la sorprendente realidad concreta y el sorprende realismo de Agustín cuando habla de las dos ciudades.
Hoy, día de clausura de los encuentros de este año, y a partir de algunas frases de Ratzinger contenidas en su libro sobre san Agustín3, quisiera aludir a lo que para Agustín y para el cristiano es el centro del acontecimiento cristiano, es decir, la caridad.
Hago una observación para relacionar la lección de la vez pasada con la de hoy. En la última lección, aludiendo sobre todo a los escritos antidonatistas de Agustín, es decir, los que escribió contra el cisma de Donato, dijimos que el horizonte de los donatistas era la unidad de la Iglesia. El horizonte de Agustín es la presencia actual del acontecimiento de Jesucristo; la unidad de la Iglesia es, de hecho, el efecto de su presencia. El paso de la perspectiva donatista a la perspectiva agustiniana se puede definir como el paso de la unitas a la caritas unitatis. Para los donatistas el horizonte es la unidad de la comunidad, con las consecuencias incluso trágicas de una perspectiva semejante: no olvidemos que, como dijimos la vez pasada, el donatismo tuvo también efectos violentos, terroristas, no solo con respecto de los católicos sino también de su propia comunidad4. Cuando el horizonte es la comunidad y no el acontecimiento gratuito de Jesucristo que edifica su Iglesia, se introduce «una impureza que altera nuestros juicios y relaciones»5 y que llega hasta la violencia. En Agustín es evidente el paso de la unitas a la caritas unitatis, al manantial mismo de la unidad, el atractivo de Jesús. Agustín en el De civitate Dei dice que caritas, amor y dilectio son términos idénticos, indican la idéntica dinámica, el idéntico contenido6. El término caridad, el término amor, el término dilección cristianamente se pueden recapitular en la que, según yo, es la expresión más bella de don Giussani: el atractivo de Jesús.


1 «Caritas para Agustín es sinónimo de gracia y de Espíritu Santo»7

1.1 LA CARIDAD ES TAN IMPORTANTE QUE SIN ELLA ES INÚTIL LA POSESIÓN DE TODO LO DEMÁS

IN EVANGELIUM IOANNIS IX, 8
Quisquis itaque nominat Patrem et Filium, oportet ibi intellegat tamquam caritatem invicem Patris et Filii, quod est Spiritus Sanctus. Fortassis enim discussae Scripturae: quod non sic dico, ut hodie docere possim, aut quasi aliud inveniri non possit: sed tamen fortasse scrutatae Scripturae indicant quod Spiritus Sanctus caritas est. Et ne putetis vilem esse caritatem. Quomodo autem vilis est, quando omnia quae dicuntur non vilia, cara dicuntur? Si ergo quae non sunt vilia, cara sunt; quid est carius ipsa caritate? Sic autem commendatur caritas ab Apostolo, ut dicat: «Supereminentiorem viam vobis demonstro. Si linguis hominum loquar et angelorum, caritatem autem non habeam, factus sum aeramentum sonans, aut cymbalum tinniens: et si sciero omnia sacramenta et omnem scientiam, et habuero prophetiam et omnem fidem, ita ut montes transferam, caritatem autem non habeam, nihil sum: et si distribuero omnia mea pauperibus, et tradidero corpus meum ut ardeam, caritatem autem non habeam, nihil mihi prodest». Quanta est ergo caritas, quae si desit, frustra habentur caetera; si adsit, recte habentur omnia? Tamen caritatem laudans apostolus Paulus copiosissime atque uberrime, minus de illa dixit quam quod ait breviter apostolus Ioannes, cuius est hoc Evangelium. Neque enim dubitavit dicere: «Deus caritas est». Scriptum est etiam: «Quia caritas Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis». Quis ergo nominet Patrem et Filium, et non ibi intellegat caritatem Patris et Filii? Quam cum habere coeperit, Spiritum Sanctum habebit: quam si non habuerit, sine Spiritu Sancto erit. Et quomodo corpus tuum sine spiritu, quod est anima tua, si fuerit, mortuum est; sic anima tua sine Spiritu Sancto, id est, sine caritate si fuerit, mortua deputabitur. Ergo «metretas binas capiebant hydriae», quia in omnium temporum prophetia Pater et Filius praedicatur: sed ibi est et Spiritus Sanctus; ideoque adiunctum est, «vel ternas. Ego et Pater», inquit, «unum sumus»: sed absit ut desit Spiritus Sanctus, ubi audimus: «Ego et Pater unum sumus». Tamen quia Patrem et Filium nominavit, capiant «hydriae binas metretas»; sed audi, «vel ternas: Ite, baptizate gentes in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti». Itaque in eo quod dicuntur binae, non exprimitur, sed intellegitur; in eo vero quod dicuntur vel ternae, etiam exprimitur Trinitas.
«Quisquis itaque nominat Patrem et Filium, oportet ibi intellegat tamquam caritatem invicem Patris et Filii, quod est Spiritus Sanctus. / Siempre que uno cualquiera reconoce [uno cualquiera enuncia el nombre] el Padre y el Hijo, es necesario que reconozca allí [en el misterio del Padre y del Hijo] el amor mutuo del Padre y del Hijo, que es el Espíritu Santo. / Fortassis enim discussae Scripturae: quod non sic dico, ut hodie docere possim, aut quasi aliud inveniri non possit: sed tamen fortasse scrutatae Scripturae indicant quod Spiritus sanctus caritas est / [Dice Agustín que no quiere profundizar esta afirmación. Está, en efecto, hablando a los fieles y no desea hacer una exégesis detallada de los textos. Por tanto, afirma que] ... las Escrituras examinadas indican que el Espíritu Santo es caridad». La caritas, el amor, la dilectio es el Espíritu Santo. Luego mencionaremos las aclaraciones de santo Tomás de Aquino sobre esta relación entre el Espíritu Santo y la caridad, con la distinción, que es imposible no reconocer, entre don increado y don creado. El don increado es el Espíritu Santo, el don creado es la gracia santificante que el Espíritu Santo, abrazando la libertad del hombre, informando la voluntad del hombre, crea.
«Et ne putetis vilem esse caritatem. / Y no se os ocurra pensar que es cosa de poco valor la caridad. / Quomodo autem vilis est, quando omnia quae dicuntur non vilia, cara dicuntur? / ¿Cómo puede ser cosa de poco valor la caridad, puesto que llamamos caras las cosas que no son de poco valor? [aquí Agustín juega con la semejanza de los términos carus y caritas] / Si ergo quae non sunt vilia, cara sunt, quid est carius ipsa caritate? / Luego, si lo que no es de poco valor es caro, ¿hay cosa más cara que la caridad misma? / Sic autem commendatur caritas ab Apostolo, ut dicat: / He aquí la recomendación que hace de ella el Apóstol [Pablo]: / “Supereminentiorem viam vobis demonstro” [1Co 12, 31] / “Os voy a mostrar un camino más excelente”». Para Pablo el camino del cristiano es la caridad y al mismo tiempo, dice en la Carta a los Hebreos, es la carne de Cristo resucitado (cf. Hb 10, 20). El camino en el que el cristiano camina, en el que no sólo se le indica el camino y la meta, sino en el que (por usar una imagen familiar y evangélica) se le toma en brazos y se le hace caminar, este camino es al mismo tiempo la delectatio y la y esta identidad entre misterio y sacramento es profundamente cristiana. Para el cristiano los misterios (véase por ejemplo los misterios del santo rosario) no son ante todo las verdades que la razón no puede comprender (véase los dos misterios principales de la fe): para el cristiano, misterio es ante todo la revelación de Dios en la historia, hasta tal punto que el misterio por excelencia es el sacramento de la Eucaristía, el mysterium fidei, es decir, la revelación sacramental del inefable misterio de Dios.
Volvamos a san Agustín: «... aun cuando conozca todos los misterios / et omnem scientiam, / y toda la ciencia, / et habuero prophetiam / y tuviere el don de la profecía / et omnem fidem, ita ut montes transferam, / y la plenitud de la fe, de tal modo que traslade las montañas, / caritatem autem non habeam, nihil sum: / soy nada si me falta la caridad. / et si distribuero omnia mea pauperibus, / Y aun cuando distribuya todos mis bienes a los pobres / et tradidero corpus meum ut ardeam, / y entregue mi cuerpo a las llamas,/ caritatem autem non habeam, nihil mihi prodest” [1Co 13, 1-3]. / si no tengo caridad, de nada me sirve”. / Quanta est ergo caritas, / ¡Qué gran cosa es la caridad! / quae si desit frustra habentur caetera / Sin ella es inútil la posesión de todo lo demás ». Así es el misterio de la Iglesia: no es que todo lo demás sea algo de poco valor, pero sin la caritas, sin el amor, sin la dilectio, sin el atractivo de Jesucristo, sin su presencia que atrae la libertad con apremio (prompte) y placer (delectabiliter) – porque esta es la caridad9 – inútil es la posesión de todo lo demás. Sin la caritas todo lo demás no mueve la libertad10.
Sigue diciendo Agustín: «si adsit, recte habentur omnia? / con ella [la caridad], en cambio, todas las otras cosas son verdaderamente sí mismas [recte habentur: podríamos traducir también: son bellas11] / Tamen caritatem laudans apostolus Paulus copiosissime atque uberrime, / El elogio elocuentísimo y ubérrimo que de la caridad hace el apóstol Pablo / minus de illa dixit quam quod ait breviter apostolus Ioannes, / expresa menos que lo que dice brevemente el apóstol Juan, / cuius est hoc Evangelium. / autor de este Evangelio. / Neque enim dubitavit dicere: “Deus caritas est” [1Jn 4, 16]. / Juan no duda afirmar: “Dios es caridad”. / Scriptum est etiam: / Está además escrito [en Pablo]: / “Quia caritas Dei / “La caridad de Dios / diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis” [Rm 5, 5]. / se ha difundido en nuestros corazones [no por nosotros12] por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. / Quis ergo nominet Patrem et Filium, et non ibi intellegat caritatem Patris et Filii? / ¿Quién puede nombrar al Padre y al Hijo y no ver allí la caridad [es decir, la correspondencia] del Padre y del Hijo?». Los términos dilectio, amor, caritas cuando indican el Espíritu Santo pueden traducirse con el término correspondencia entre el Padre y el Hijo. La caridad del Espíritu Santo no es solo amor que se entrega, es también correspondencia de amistad, o sea, como dice san Hilario, «fruición del don»13. Así nuestro Dios es plenitud de felicidad. El Espíritu Santo es la correspondencia, la fruición del don del Padre al Hijo. En el misterio de la Trinidad hay infinita correspondencia de felicidad. El Espíritu Santo es esta experiencia, si así puede decirse, de correspondencia, de fruición en el don del Padre y del Hijo.
Sigue diciendo Agustín: «Quam cum habere coeperit, Spiritum Sanctum habebit: quam si non habuerit, sine Spiritu Sancto erit. / Cuando comience a tener la caridad [es interesante notar el verbo habere / tener, distinto del verbo tenere / poseer14. Hasta el punto que la caridad se puede perder. La caridad se tiene como gracia dada], tendrá el Espíritu Santo, y cuando se vea falto de ella, estará vacío del Espíritu Santo. / Et quomodo corpus tuum sine spiritu, quod est anima tua, si fuerit, mortuum est; / Así como tu cuerpo sin el espíritu, que es tu alma, está muerto, / sic anima tua sine Spiritu Sancto, id est, sine caritate si fuerit, mortua deputabitur / del mismo modo tu alma, sin el Espíritu Santo, que es la caridad, será considerada como muerta».


2 «Caritas y Ecclesia se colocan tan estrechamente juntas que en cierto sentido pueden plantearse como idénticas»15.
La Ecclesia es la visibilidad de la caritas, es la visibilidad del atractivo de Jesús. El atractivo de Jesús encontrando y atrayendo a sí a las personas hace que sean visiblemente Iglesia. La Iglesia es la visibilidad de este atractivo amoroso.
«Caritas y Ecclesia se colocan tan estrechamente juntas que en cierto sentido pueden plantearse como idénticas»16.
Es importante también que Ratzinger diga «en cierto sentido», porque luego veremos cómo pueden y deben distinguirse.

2.1 LA UNIDAD DE CRISTO

IN EVANGELIUM IOANNIS VI, 21
Sed, inquies, habeo sacramentum. Verum dicis: sacramentum divinum est; habes baptisma, et ego confiteor. Sed quid dicit idem Apostolus? «Si sciero omnia sacramenta, et habuero prophetiam et omnem fidem, ita ut montes transferam»: ne forte et hoc diceres: Credidi, sufficit mihi. Sed quid dicit Iacobus? «Et daemones credunt, et contremiscunt». Magna est fides, sed nihil prodest si non habeat caritatem. Confitebantur et daemones Christum. Ergo credendo, sed non diligendo dicebant: «Quid nobis et tibi?». Fidem habebant, caritatem non habebant: ideo daemones erant. Noli de fide gloriari; adhuc daemonibus comparandus es. Noli dicere Christo: Mihi et tibi quid est? Unitas enim Christi tibi loquitur. Veni, cognosce pacem, redi ad viscera columbae. Foris baptizatus es; habeto fructum, et redis ad arcam.

Agustín habla a los donatistas.
«Unitas enim Christi / La unidad de Cristo [qué bello, aludimos a ello la vez pasada: la unidad de la Iglesia es la unitas Christi, es la unidad que Cristo realiza. Unitas Christi equivale a Ecclesia Christi] / tibi loquitur. Veni, cognosce pacem, redi ad viscera columbae. / te habla [al donatista, a aquel que está separado] y te dice: Ven, conoce la paz [haz la experiencia de la paz, es decir, de la comunión. Pax e communicatio], vuelve al corazón de la paloma [la imagen de la Iglesia como paloma]. / Foris baptizatus es; / Estás bautizado fuera, sí; [de la unidad de la Iglesia. Recordad la afirmación de Agustín: «Has sido bautizado fuera del útero de la Iglesia / de semine viri sui / pero del semen de Su esposo»17. También el bautismo fuera de la Iglesia es el bautismo de Cristo, es siempre Cristo que bautiza18]; / habeto fructum, et redis ad arcam / pero lleva fruto [es decir, la caridad, que es el fruto del bautismo, el fruto del sacramento] y ya estás de vuelta al arca». La caridad te lleva al corazón de la Iglesia.


3 «No todos los que están en la Iglesia están incorporados realmente a ella, es decir, tienen realmente la caritas»19.
Quien está incorporado a la Iglesia pero no tiene la caritas, dice, retomando las palabras de Agustín, el Concilio ecuménico Vaticano II en la Lumen gentium (n. 14), con el cuerpo está dentro pero con el corazón está fuera de la Iglesia20.
«Ciertamente quien está en la catholica pertenece aparentemente a la esposa y así tiene aparentemente la caritas, tan íntimamente está ligada la Ecclesia estructurada jurídicamente con la caritas. Pero esta participación externa, visible, en la caritas no es suficiente; le puede faltar la realidad interior y con ello todo»21.

3.1 SI NO TENGO CARIDAD, PUEDO TENER LOS OTROS DONES PERO NO PUEDEN SER PROVECHOSOS

SERMO AD CAESARIENSIS ECCLESIAE PLEBEM 3
Et quid non habent, ait mihi aliquis, qui haec habent? Tu dicis: Habent baptismum Christi. Dico. Tu dicis: Habent fidem Christi. Dico. Si ergo haec habent, quid non habent? Quid est baptismus? Sacramentum. Audi Apostolum: «Si sciero omnia sacramenta». Multum est scire omnia Dei sacramenta. Quantacumque sciamus sacramenta, quis novit Dei omnia sacramenta? Quid ait Apostolus? «Si sciero omnia sacramenta, si habeam omnem prophetiam». Adde adhuc, «et omnem scientiam». Sed de fide dixeras. Audi adhuc: «Si habeam omnem fidem». Difficile est habere omnem fidem, quomodo difficile est noscere omnia sacramenta. Et quid est quod dicit, «omnem? Ita ut montes transferam; caritatem autem non habeam, nihil sum». Intendite, fratres; intendite, obsecro vos, Apostoli vocem, et videte quare cum tantis laboribus et periculis fratres nostros quaeramus. Caritas eos quaerit de cordibus nostris. «Propter fratres meos et propinquos meos», dicit Psalmus, «loquebar pacem de te», ad sanctam Ierusalem loquens. Videte ergo, fratres mei, quid dixit Apostolus: «Si habuero omnia sacramenta, omnem scientiam, prophetiam, fidem». Qualem fidem? «Ita ut montes transferam; caritatem autem non habeam, nihil sum». Non dixit: Illa omnia nihil sunt; sed: «si caritatem non habeam, nihil sum». Quis enim demens diceret: Nihil sunt Dei sacramenta? Quis demens diceret: Nihil est prophetia, nihil scientia, nihil fides? Non illa nihil sunt; sed cum illa magna sint, ego magna habens, «si caritatem non habeam, nihil sum». Magna illa sunt, et magna habeo, et nihil sum si caritatem non habeo, per quam mihi prosunt quae magna sunt. Si enim non habeo caritatem, illa inesse possunt, prodesse non possunt. Ideo te quaero, ut hoc sacramentum sit tibi in salutis adiutorium, non in damnationis testimonium.

Agustín está hablando del donatista Emérito a los fieles de la Iglesia de Cesarea: «Et quid non habent, ait mihi aliquis, qui haec habent? / Entonces –me dirá alguien–, ¿qué es lo que no tienen los que tienen todo esto? [todo esto es el bautismo, el mismo Credo, la eucaristía] / Tu dicis: Habent baptismum Christi. / Tú dices: tienen el bautismo de Cristo [los donatistas lo tienen, el bautismo de Cristo]. / Dico. Tu dicis: Habent fidem Christi. / Sí, lo afirmo. Tú dices: tienen la fe de Cristo [la fe bautismal es la misma: el Credo de los apóstoles]. / Dico. Si ergo haec habent, quid non habent? / Sí, lo afirmo. Si tienen esto [si tienen la misma fe, los mismos sacramentos], ¿qué es lo que no tienen? / Quid est baptismus? Sacramentum. / ¿Qué es el bautismo? Un sacramento. / Audi Apostolum: “Si sciero omnia sacramenta”. / Escucha al Apóstol [y aquí vuelve al fragmento de san Pablo sobre la caridad]: “Si conociera todos los misterios” [todos los sacramentos]. / Multum est scire omnia Dei sacramenta. / Es mucho conocer todos los misterios de Dios; / Quantacumque sciamus sacramenta, quis novit Dei omnia sacramenta? / por muchos misterios que conozcamos, ¿quién los conoce todos? / Quid ait Apostolus? “Si sciero omnia sacramenta, si habeam omnem prophetiam”. / ¿Qué dice el Apóstol? Si conociera todos los misterios, si tuviera el don de profecía”, / Adde adhuc, “et omnem scientiam”. / y aún más, y toda la ciencia… / Sed de fide dixeras. / Pero tú habías hablado de la fe. / Audi adhuc: / Escucha lo que añade: / “Si habeam omnem fidem”. / “Si tuviera la plenitud de la fe”. / Difficile est habere omnem fidem, quomodo difficile est noscere omnia sacramenta / Es difícil tener toda la fe...»: aquí habría que distinguir la fe virtud teologal de la fe como don particular del Espíritu (cf. 1Co 12, 9), que es la fe que hace milagros, de la que está hablando Agustín y de la que está hablando Pablo. Hay una frase muy bella, que me consuela mucho, de san Cirilo de Jerusalén, que dice que para obtener la fe que hace milagros basta atenerse a la fe del Credo22. Los milagros son un don del Señor. Si te mantienes en la fe del Credo, el Señor te puede dar también esa fe que mueve las montañas.
Sigamos con Agustín: «Es difícil tener toda la fe, como es difícil conocer todos los misterios. / Et quid est quod dicit, “omnem”? / Y qué quiere decir “la plenitud de la fe”? / “Ita ut montes transferam; / “Como para mover montañas [recuerda la palabra de Jesús: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diréis a este monte: muévete...» (Mt 17, 20)], / caritatem autem non habeam, nihil sum” / pero si no tengo caridad, nada soy”». Si tuviera la fe para mover montañas, pero no tuviera caridad, no soy nada. Si no tuviese la caridad, es decir, el atractivo de Jesús, el amoroso atractivo de la presencia del Señor que me hace capaz de amar al Señor y de amar al prójimo, no soy nada.
«Intendite, fratres; intendite, obsecro vos, Apostoli vocem, / Atended, hermanos, atended, os ruego, la voz del Apóstol, / et videte quare cum tantis laboribus et periculis fratres nostros quaeramus. / y ved por qué buscamos a nuestros hermanos con tales trabajos y peligros. / Caritas eos quaerit de cordibus nostris. / La caridad es la que los busca, la caridad que procede de nuestros corazones [es muy bello ese de cordibus nostris: del corazón abrazado por el atractivo de Jesús surge esta posibilidad de amar]. / [...] Videte ergo, fratres mei, quid dixit Apostolus: “Si habuero omnia sacramenta, omnem scientiam, prophetiam, fidem”. / [...] Ved, pues, hermanos míos, lo que dice el Apóstol: “Aunque tuviera todos los misterios, toda la ciencia, profecía y fe”, / Qualem fidem? “Ita ut montes transferam; caritatem autem non habeam, nihil sum”. / ¿qué fe? “Como para mover montañas, si no tengo caridad, nada soy”. / Non dixit: Illa omnia nihil sunt; / No dijo: “Todo esto [la profecía, la fe que mueve las montañas] es nada”, / sed: “si caritatem non habeam, nihil sum”. / mas: “Si no tengo caridad, nada soy” [todo esas cosas son don de Dios, el bautismo es don de Dios, la fe es don de Dios, pero si no tengo la caridad, nada soy]. / Quis enim demens diceret: Nihil sunt Dei sacramenta? / ¿Quién va a ser tan sin inteligencia [sin mens] que diga que los sacramentos de Dios no son nada? / Quis demens diceret: Nihil est prophetia, nihil scientia, nihil fides? / ¿Quién tan demente que pueda decir: “La profecía no es nada, nada la ciencia y nada la fe?” / Non illa nihil sunt; sed cum illa magna sint, ego magna habens, / No se dice que ellas no son nada, sino que siendo grandes como son, teniendo yo esos dones tan grandes, / “si caritatem non habeam, nihil sum”. / si no tengo caridad, nada soy [tengo dones grandes, pero, si no tengo la caridad, nada soy]. / Magna illa sunt, et magna habeo, / Grandes son ellas y yo tengo cosas grandes, / et nihil sum si caritatem non habeo, / y nada soy si no tengo caridad / per quam mihi prosunt quae magna sunt. / mediante la cual me son provechosas las cosas grandes [son grandes esas cosas, pero sin caridad no son provechosas. Es mediante la caridad que el bautismo es provechoso; es mediante la caridad que la profecía es provechosa]. / Si enim non habeo caritatem, illa inesse possunt, prodesse non possunt / En efecto, si no tengo caridad, pueden ellas estar presentes, pero no pueden ser provechosas»23. No pueden ser provechosas para la salvación. No tengo esos dones salubriter como fuente de salvación. No pueden ser provechosas para la felicidad presente y eterna.

3.2 SOLO LA CARIDAD DISTINGUE A LOS HIJOS DE DIOS DE LOS DEL DIABLO

IN EPISTOLAM IOANNIS AD PARTHOS V, 7
Hoc, si meministis, commendavimus, cum istam Epistolam legere inciperemus, nihil in ea nobis sic commendari, quomodo caritatem. Et si videtur alia et alia dicere, illuc facit reditum; et ad ipsam caritatem omnia vult referre quaecumque dixerit. Videamus si et hic hoc facit. Attende: «Omnis qui natus est ex Deo, non facit peccatum». Quaerimus quod peccatum: quia si omne intellexeris, contrarius erit illi loco: «Si dixerimus quia peccatum non habemus, nosmetipsos seducimus, et veritas in nobis non est». Ergo dicat quod peccatum, doceat nos; ne forte ego temere dixerim peccatum hoc esse violationem caritatis, quia supra dixit: «Qui odit fratrem suum, in tenebris est, et in tenebris ambulat, et nescit quo eat, quia tenebrae excaecaverunt oculos eius». Sed forte dixit aliquid in posterioribus, et nominavit caritatem. Videte quia circuitus ille verborum hunc habet finem, hunc habet exitum. «Omnis qui natus est ex Deo, non peccat; quia semen eius in ipso manet». Semen Dei, id est, verbum Dei: unde dicit Apostolus: «Per Evangelium ego vos genui. Et non potest peccare, quia ex Deo natus est». Dicat hoc, videamus in quo non potest peccare. «In hoc manifestati sunt filii Dei et filii diaboli. Omnis qui non est iustus, non est a Deo, et qui non diligit fratrem suum». Certe iam manifestum est unde dicat: «Et qui non diligit», inquit, «fratrem suum». Dilectio ergo sola discernit inter filios Dei et filios diaboli. Signent se omnes signo crucis Christi; respondeant omnes, Amen; cantent omnes, Alleluia; baptizentur omnes, intrent Ecclesias, faciant parietes basilicarum: non discernuntur filii Dei a filiis diaboli, nisi caritate. Qui habent caritatem, nati sunt ex Deo: qui non habent, non sunt nati ex Deo. Magnum indicium, magna discretio. Quidquid vis habe; hoc solum non habeas, nihil tibi prodest: alia si non habeas, hoc habe, et implesti Legem. «Qui enim diligit alterum, Legem implevit», ait Apostolus: et: «Plenitudo Legis caritas». Puto istam margaritam esse illam quam homo negotiator quaesisse describitur in Evangelio, qui invenit unam margaritam, et vendidit omnia quae habebat, et emit eam. Haec est margarita pretiosa, caritas, sine qua nihil tibi prodest quodcumque habueris: quam si solam habeas, sufficit tibi. Modo cum fide vides, tunc cum specie videbis. Si enim amamus cum non videmus, quomodo amplectemur cum viderimus? Sed ubi nos debemus exercere? In amore fraterno. Potes mihi dicere: Non vidi Deum; numquid potes mihi dicere: Non vidi hominem? Dilige fratrem. Si enim fratrem quem vides dilexeris, simul videbis et Deum; quia videbis ipsam caritatem, et intus inhabitat Deus.

«Dilectio ergo sola discernit inter filios Dei et filios diaboli. / Solo la caridad distingue a los hijos de Dios de los del diablo. / Signent se omnes signo crucis Christi; respondeant omnes, Amen; / Sígnense todos con la señal de la cruz de Cristo; respondan todos: Amén [Agustín no dice esto para acusar a quien hace estos gestos, sino para pedir la caridad, es decir, el fruto de estos gestos. La caridad solo se puede pedir]; / cantent omnes, Alleluia; baptizentur omnes, intrent Ecclesias, faciant parietes basilicarum: / canten todos aleluya; bautícense todos; frecuenten la Iglesia, construyan las paredes de le basílicas: / non discernuntur filii Dei a filiis diaboli nisi caritate. / no se distinguirán los hijos de Dios de los del diablo si no es por la caridad [lo que distingue no es cantar el aleluya, responder amén, ni en sí estar en la comunidad cristiana, tampoco construir las basílicas. Lo que distingue a los hijos de Dios de los del diablo es la caridad]. / Qui habent caritatem, nati sunt ex Deo / Los que tienen caridad nacieron de Dios». La caridad es de Dios. Lo que distingue es un hecho objetivo. Les distingue la caridad que «ex Deo est / procede de Dios» (1Jn 4, 7). «Si vides caritatem, vides Trinitatem / Si ves la caridad, ves la Trinidad»24. No se trata de una visión mística. Se trata de inteligencia. Si ves un gesto de caridad, te das cuenta de que no puede nacer de la libertad del hombre, sino que nace de un atractivo que abraza la libertad del hombre. Es evidente la presencia de Otro que cumple y satisface la libertad25.
«Qui non habent, non sunt nati ex Deo. / Los que no la tienen [la caridad] no nacieron de Dios. / Magnum indicium, magna discretio [¡estupendo!]. / Gran indicio, gran criterio de distinción. / Quidquid vis habe; hoc solum non habeas, nihil tibi prodest: / Ten todo lo que quieras; si te falta solo esto [la caridad] de nada te aprovecha todo lo que tengas. / alia si non habeas, hoc habe, et implesti Legem / Si no tienes otras cosas, ten ésta, y cumplirás la Ley». Aquí no estaría nada mal recordar el Catecismo de san Pío X. Me atrevería a decir que el viejo Catecismo de san Pío X tenía un horizonte mucho más liberador y de esperanza que mucha teología moderna. Basta pensar en cómo define san Pío X el bautismo de deseo: el bautismo de deseo es ese deseo que nace de la caridad26. Por tanto, uno puede no estar bautizado, tampoco conocer explícitamente a Jesucristo (porque, dice san Pío X en el Catecismo, el deseo puede incluso ser solo implícito27), y, sin embargo, si tiene el deseo –digamos– de felicidad, este deseo, al nacer de la caridad, por lo tanto «ex Deo / de Dios» (1Jn 4, 7), lo salva. El bautismo de deseo salva. Me ha impresionado el hecho de que el nuevo Código de derecho canónico dice al hablar del bautismo: «Baptismus, ianua sacramentorum, / El bautismo, puerta de los sacramentos, / in re vel saltem in voto ad salutem necessarius / cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación»28. El deseo salva porque es deseo que nace de la caridad, es decir, es dado por Dios. Esta perspectiva cristiana es una mirada de esperanza hacia todos los hombres. No es una acusación por algo que falta, es una posibilidad. Si la caridad no naciera «ex Deo / de Dios» (1Jn 4, 7) no sería una posibilidad tan al alcance de todos29. Precisamente porque nace de Dios «has cumplido la Ley».
Para terminar quisiera leer ante todo un canon del Concilio de Cartago del 418 que es muy bello. Se trata de las primeras definiciones, de los primeros dogmas del Magisterio de la Iglesia sobre la gracia y el pecado original. Todo el Magisterio de la Iglesia hasta el Concilio de Trento, hasta hoy (véase el Credo del pueblo de Dios de Pablo VI), sobre la gracia y sobre el pecado original vuelve a proponer las definiciones de este Concilio particular. Fue aprobado por el papa Zósimo después de algunos titubeos. El papa Inocencio, su predecesor, había aprobado inmediatamente las primeras condenas de los obispos africanos contra Pelagio, mientras que al principio el papa Zósimo no entendía por qué los obispos africanos habían condenado a Pelagio. En el fondo, se decía, Pelagio es un buen monje, habla de la bondad del hombre y de la ley moral, insiste en el compromiso moral del cristiano. ¿Por qué ha de ser condenado? Al principio, pues, el papa Zósimo tuvo sus perplejidades. Luego aprobó, con un carta enviada a todos los obispos, los cánones del Concilio de Cartago, como expresión auténtica de la Tradición de la Iglesia.
«Canon 5. Item placuit / Igualmente plugo [establecer a los Padres]: / ut quicumque dixerit / Quienquiera dijere / ideo nobis gratiam iustificationis dari / que la gracia de la justificación se nos da / ut, quod facere per liberum iubemur arbitrium, facilius possimus implere per gratiam, / a fin de que más fácilmente podamos cumplir por la gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedrío, / tamquam et si gratia non daretur, / como si, aun sin dársenos la gracia, / non quidem facile sed tamen possimus etiam sine illa implere divina mandata, / pudiéramos, no ciertamente con facilidad, pero pudiéramos al menos cumplir los divinos mandamientos, / anathema sit / sea anatema». Quienquiera que diga que la libertad puede, por sí sola, obedecer a los mandamientos de Dios y que la gracia es solamente algo que facilita una posibilidad que el hombre tiene de por sí sin la gracia, sea excomulgado. He leído este canon por las palabras que siguen, que son muy hermosas: «De fructibus enim mandatorum Dominus loquebatur / De los frutos de los mandamientos [qué bello: los mandamientos tienen sus frutos] hablaba, en efecto, el Señor / ubi non ait: “Sine me difficilius potestis facere” / cuando no dijo: “Sin mí, más difícilmente podéis obrar”, / sed ait: “Sine me nihil potestis facere” [Jn 15, 5] / sino que dijo: “Sin mí nada podéis hacer”» (Denzinger 227). Esta afirmación me parece de una sencillez estupenda. No dijo: sin mi atractivo podéis hacer algo si os aplicáis. Dijo: «Sin mí nada podéis hacer».

3.3 TODO RESULTA F&Aa


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