Home > Archivo > 12 - 2003 > Audiencia al diablo nazi
HISTORIA
Sacado del n. 12 - 2003

Audiencia al diablo nazi


En 1938 el papa Pío XI quería entrevistarse con Hitler para detener la persecución anticatólica en Alemania. Lo escribe Giovanni Sale, historiador de La Civiltà Cattolica, en su último libro. Entrevista


por Pierluca Azzaro


Pío XI

Pío XI

Historiador de la revista de los jesuitas La Civiltà Cattolica, Giovanni Sale divide su tiempo entre la actividad periodística, los archivos y la enseñanza. En septiembre la editorial Jaca Book publicó su libro Dalla Monarchia alla Repubblica (19 euros), que ha tenido varias recensiones en la prensa. Recientemente, en cambio, dio a conocer en La Civiltà Cattolica un inédito que revela la intención de Pío XI de entrevistarse con Hitler. Hablamos con él de estas cartas que ha querido dar a conocer en estos últimos meses.
Hasta hoy la actitud del Papa con motivo de la visita de Hitler a Roma del 3 al 9 de mayo de 1938 se describía con dos imágenes: el cierre de los Museos Vaticanos y la repentina salida de Pío XI y de los prelados de la Casa Pontificia hacia Castelgandolfo, pocos días antes de la llegada del Führer a Roma. En cambio, en los documentos que usted ha encontrado hay un elemento nuevo: Pío XI estaba dispuesto a entrevistarse con Hitler.
GIOVANNI SALE: El hecho de que el Papa quisiera entrevistarse con Hitler lo confirma el informe que el nuncio apostólico en Italia de la época, Francesco Borgongini Duca, envió a la Secretaría de Estado para informarla de su entrevista con Buffarini Guidi, el entonces subsecretario de Estado del Interior, que tuvo lugar el 26 de abril, es decir, pocos días antes de la visita del Führer a Roma. Al principio del coloquio, el nuncio le confiesa a Buffarini que las noticias que en ese momento ha recibido el Papa sobre la situación de los católicos en Alemania le habían hecho llorar literalmente: sacerdotes encarcelados sólo porque eran buenos curas, prohibición absoluta para las parturientas admitidas en los institutos nazis de bautizar a los recién nacidos, substitución del bautismo con otro rito para la admisión de los niños en la “comunidad germánica”, y mucho más. Al final de la conversación el nuncio le entrega un mensaje del Papa a Hitler: si el Führer presentaba una solicitud formal, el Pontífice estaba dispuesto a volver de Castelgandolfo para entrevistarse con él, incluso en el último momento.
¿Qué esperaba sacar Pío XI de dicha entrevista?
SALE: Está claro que para Pío XI el encuentro no debía tener lugar por motivos de imagen, porque seguramente la propaganda nazi lo iban a instrumentalizar. Antes del encuentro tenía que haber un protocolo, un acuerdo previo, cuya cuestión central debía ser la persecución contra los católicos en Alemania. El hecho de que apenas tres días después de que Hitler terminara su visita a Roma, Pío XI diera disposición para que se promulgaran las Ocho proposiciones contra el racismo germánico y se enviaran a todas las universidades católicas del mundo, hace suponer que, si se hubieran entrevistado, el Papa habría planteado al dictador alemán también la cuestión del antisemitismo. Hay que leer el gesto de Pío XI en el marco de la ruptura definitiva entre la Iglesia y el nazismo que se consuma a partir de la segunda mitad de los años treinta, basta pensar en la Mit brennender Sorge promulgada en 1937; y, sin embargo, a pesar de todo, el Papa no se da por vencido. Luego todo fracasa porque Hitler se niega a ver al Papa. Hay que leer esta decisión como una señal fuerte, lanzada a los católicos alemanes y a la Santa Sede, de que Hitler quería llevar hasta sus últimas consecuencias su lucha contra la Iglesia y contra el cristianismo, que consideraba inconciliables con las nuevas “doctrinas religiosas” del nacionalsocialismo. No hay que olvidar que gran parte de la resistencia alemana contra el nazismo tenía como referencia el episcopado alemán.
Benito Mussolini y Víctor Manuel III despiden a Hitler tras su visita a Roma del 9 de mayo de 1938

Benito Mussolini y Víctor Manuel III despiden a Hitler tras su visita a Roma del 9 de mayo de 1938

Pasemos a la posguerra, periodo al que se refiere la mayor parte de los documentos inéditos de su libro. Demuestra usted que, al contrario de lo que comúnmente se cree, Pío XII no fue un denodado defensor de la causa monárquica…
SALE: El 29 de mayo de 1946, pocos días antes del histórico referéndum del 2 de junio, Pío XII habló con el director de La Civiltà Cattolica y le dijo claramente que no era contrario a un forma republicana del Estado italiano y que, por la experiencia que había tenido durante su larga estancia en Alemania, consideraba que también los regímenes republicanos pueden garantizar la libertad de la Iglesia. Lo que sorprende en general es que fuera el papa Pacelli quien diera garantías a la jerarquía católica sobre la no peligrosidad de la forma de gobierno republicana: «Mirad los concordatos firmados con los länder alemanes inmediatamente después de la guerra, mirad la república de Weimar en Alemania», decía el Papa. «Ved cómo un Estado regido por una forma republicana y con un fuerte partido de centro ha firmado concordatos satisfactorios. Si esto ha pasado en Alemania, puede también pasar en Italia, que tiene una tradición afín a la alemana». Si el Papa hubiera podido votar probablemente habría elegido la monarquía, pero a diferencia de muchos obispos, Eugenio Pacelli no tenía miedo de un posible cambio republicano. Más bien tenía miedo de que de las votaciones para la Constituyente, cuyos miembros debían elegirse en el mismo turno electoral, saliera una mayoría socialcomunista y que, por consiguiente, Italia se diera una Constitución inspirada en el bolchevismo.
La amenaza del comunismo es también el tema central de un coloquio al que usted da especial importancia: el que tuvo lugar en enero de 1946, poco antes de las primeras elecciones de la posguerra –las administrativas de la primavera de 1946– entre el jefe de la Comisión interaliada Ellery W. Stone y el conde Enrico Galeazzi…
SALE: La importancia del episodio se debe también a su carácter, digamos, de “entrevista en la cumbre”. Stone, efectivamente, era una especie de “virrey” italiano, mientras que el conde Galeazzi, con el príncipe Carlo Pacelli, era hombre de confianza de Pío XII que, para las cuestiones delicadas, utilizaba más estos canales privilegiados que la normal diplomacia vaticana. Stone le pidió a la Secretaría de Estado que «se metiera de lleno en el campo político», que comenzarse enseguida una obra de “catequización” de los católicos contra el peligro rojo. Pero la Secretaría de Estado, aun subrayando la incompatibilidad entre catolicismo y comunismo, se niega a exponerse personalmente en la lucha política. Es más, algunos días después, con el máximo respeto, responde a los aliados que ellos «hagan todo lo posible para que las elecciones tengan lugar en un clima de tranquilidad». En fin, la Iglesia no tenía ninguna intención de meterse en la lucha política, reflejando, además, la visión que tenía De Gasperi de la relación entre la Iglesia y la Democracia Cristiana (DC); una visión que provocó choques con una parte de la Curia que, en cambio, presionaba para que la Iglesia pusiera condiciones a los partidos que ella apoyaba: un anticomunismo que pedía incluso que el Partido Comunista fuera declarado ilegal. Pero De Gasperi respondió que, pese al antagonismo con ese partido, no se podía hacer, porque la consecuencia sería el enfrentamiento social que, además, era algo que la Iglesia quería conjurar absolutamente.
Umberto de Savoya mientras vota en el referéndum del 2 de junio de 1946

Umberto de Savoya mientras vota en el referéndum del 2 de junio de 1946

En efecto, los documentos de su libro muestran que, en tema de alianzas políticas, las posturas de aquel momento dentro de la Curia eran más diversificadas de lo que comúnmente se piensa.
SALE: Monseñor Francesco Borgongini Duca, por ejemplo, asustado ante la perspectiva de la fusión entre socialistas y comunistas, envía el 18 de enero de 1946 un despacho al entonces substituto de la Secretaría de Estado, Giovanni Battista Montini, en el que hace votos para que los socialistas se separen de los comunistas y colaboren con los democristianos. De hecho, apoya el nacimiento de un centro-izquierda. Pero hay que tener en cuenta la coyuntura histórica. El problema era separar a los socialistas del PCI, porque para todos estaba claro que los dos, juntos, representaban un peligro para la democracia; y, con tal de evitar dicha fusión, estaban dispuestos a tomar en consideración incluso un posible gobierno de centro-izquierda.
¿Qué respondió Montini?
SALE: Por una serie de testimonios paralelos se deduce que el entonces substituto de la Secretaría de Estado seguía a De Gasperi en su decisión política de un centro que miraba a la izquierda. Aunque Montini veía dificultades en una alianza con los socialistas en este momento histórico. Temía especialmente que la clase media abandonara a la DC y que naciera otro partido católico, con un fuerte carácter de derechas. En fin, un acuerdo entre la DC y los socialistas en ese momento habría sido deletéreo. Repito: esta decisión posible estaba dictada por el realismo político, el mismo que luego animó a De Gasperi cuando unos meses después, el 4 de junio de 1946 –aún se estaba haciendo el escrutinio del referéndum y la Constituyente– le confesó al nuncio que, en el caso de victoria de la República, los partidos de izquierdas le habían propuesto un tripartido DC-PCI-PSI con el Ministerio de Asuntos Exteriores para los comunistas, Nenni jefe del Gobierno y él presidente de la República, pero que él, habría intentado separar a los socialistas del PCI, proponiéndoles la presidencia de la República y manteniendo para él la presidencia del Gobierno. Luego las cosas siguieron otros derroteros, se dio la escisión de los socialdemócratas del PSI, hubo elecciones en 1948 y se constituyó un gobierno cuatripartito con socialdemócratas, republicanos y liberales.
Una pregunta sobre el secretario del PCI, Palmiro Togliatti. Hay un episodio inédito, narrado por Borgongini Duca, que parece arrojar luz sobre su actitud con la Iglesia católica: en febrero de 1946 Pío XII nombró cardenal al monseñor chino Tien, y en su honor la embajada china ofreció una recepción en la que participó Togliatti, que entonces era ministro de Justicia, sabiendo que el almuerzo era en honor de un nuevo cardenal…
SALE: Y cuando el encargado de negocios chino, al final de su discurso, pidió a los presentes un brindis por la salud del Papa, del jefe de Estado chino, Chiang Kai-chek, y del cardenal, ante el asombro general el líder del PCI también levantó la copa. Así en el informe oficial del acontecimiento redactado por monseñor Tardini, entonces secretario de la Sagrada Congregación para los asuntos eclesiásticos extraordinarios, el nuncio subrayó que la velada fue un entusiástico homenaje al Sumo Pontífice y a la Iglesia católica, por parte de los no católicos, al que no se habían substraído el embajador soviético ni los ministros comunistas, que habían participado sabiendo explícitamente por la invitación escrita que el almuerzo era en honor de un cardenal.
¿Qué mensaje quería enviar Togliatti con ese gesto?
SALE: Hacía poco que había sido inaugurada la embajada de la URSS en Italia. Un hecho que había provocado graves y compresibles temores en un movimiento católico italiano marcado por el anticomunismo y profundamente turbado por la persecución de los cristianos en la Unión Soviética. Así que, en la primera ocasión publica que se le presentó, Togliatti trató de atajar las tensiones. Hay también otro episodio, quizá más significativo de la actitud de Togliatti hacia la Iglesia. En un documento que he podido examinar, Togliatti le dice a un obispo: «Desearía que la Iglesia le reconociese al PCI un papel de moderación en el asunto religioso. El comunismo italiano no es un comunismo que pretende perseguir a la Iglesia». Y luego añade: «Pero es mejor que esta idea no salga de aquí». Efectivamente, fue el mismo Togliatti quien, contra la opinión de la mayoría comunista, decidió durante la Constituyente aprobar el artículo 7 de la Constitución, que hacía suyos el Concordato y los Pactos Lateranenses. Togliatti era muy consciente de la identidad nacional italiana, y, por tanto, quería presentarse a la nación respetando las tradiciones culturales de nuestro país. Sabía muy bien que, incluso en la mejor de las hipótesis, el PCI no podía gobernar contra la Iglesia, contra las diócesis, contra los sacerdotes. ¿Oportunismo, propaganda? Lo que es seguro es que el realismo político forma parte de la conciencia política y en esto Togliatti era un maestro. No cabe duda: los mayores protagonistas de aquellos años fueron Togliatti, De Gasperi y Montini.


Italiano English Français Deutsch Português