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PALACIO DE CRISTAL
Sacado del n. 09 - 2004

La ONU de Lula




«Queremos recordar que la pobreza extrema afecta a más de mil millones de personas, que sobreviven con menos de un dólar al día. En el África subsahariana unos 300 millones de personas viven en la pobreza absoluta. Millones de niños siguen muriendo cada año por falta de cuidados médicos, de agua potable, de una vivienda decente y de una nutrición adecuada, mientras que 20.000 personas mueren cada día por motivos ligados al hambre. Con el nivel actual de progreso tecnológico y de producción agrícola en el mundo, la persistencia de esta situación es económicamente irracional, políticamente inaceptable y moralmente vergonzosa».
Se nota el estilo de Luiz Ignácio “Lula” da Silva en este pasaje de la declaración final de la reunión de líderes mundiales, que se celebró el 20 de septiembre en Naciones Unidas. La idea de la iniciativa “Acción contra el hambre y la pobreza” fue del presidente brasileño, y los jefes de Estado y de gobierno fueron recibidos en los salones del Consejo económico y social de la ONU, donde se celebró la reunión, por los discursos introductivos de Lula, Kofi Annan y de los líderes mundiales que dieron su adhesión inmediatamente: el presidente francés Chirac, el chileno Lagos y el español Rodríguez Zapatero.
El fin declarado de la reunión era conseguir que no se detenga la marcha hacia el objetivo de reducir a la mitad antes de 2015 el número de personas que sufren y mueren por hambre y pobreza (una promesa que ya se hizo en la sede de la ONU en 2000 con el “Millennium Development Goals” –el texto con los compromisos para el tercer milenio– y que luego se recordó en los acuerdos de Monterrey y de Daho). Las naciones ricas deben dar el 0,7% de su PIB y además favorecer otras políticas de ayuda directa a los países pobres, la condonación de la deuda, abrir sus mercados a los productos del Tercer mundo. Con esta reunión del 20 de septiembre en Nueva York, Brasil, con amargo sentido de la ironía, recordaba a todos que abandonen la utopía del milenio porque si se continúa con el ritmo actual los resultados tal vez se vean en 2147. Hacen falta otros 50 mil millones de dólares al año. Así que Lula patrocinó un estudio técnico para comprobar nuevas formas de apoyo financiero a los países pobres, como base para la discusión de la “Acción contra el hambre y la pobreza”.
Evidentemente muchos comparten la postura del Gobierno brasileño. Ya al comienzo de la pasada sesión de la Asamblea general de la ONU, Lula creó con India y Suráfrica, un nuevo fondo internacional para la lucha contra la pobreza, y las nuevas medidas que se están estudiando para buscar recursos se refieren, por ejemplo, al impuesto sobre la venta de armas, sobre las transferencias financieras y también inversiones “socialmente responsables”. Además de los gobiernos, pueden intervenir los grupos privados y la sociedad civil.
Lo que hay que entender es que, como dicen los textos oficiales del Gobierno de Lula, «Brasil apoya de todo corazón los esfuerzos en la lucha contra la pobreza y el hambre», y lo hace con la idea de modelar con mayor justicia el orden mundial. Cuando el 30 de enero presentó en Ginebra, con Chirac, Lagos y Annan, la “Acción contra el hambre y la pobreza”, Lula declaró con genial maestría que no estaba allí «sólo para recordar que el hambre es un arma de destrucción masiva que mata a 24.000 personas cada día y a 11 niños cada minuto y que afecta a casi un cuarto de la población mundial», sino que había ido «para buscar soluciones». El Brasil de Lula recuerda a todos que en el reciente pasado muchas naciones latinoamericanas siguieron las políticas económicas que les habían aconsejado, combatieron la corrupción y mejoraron sus democracias. Pero nadie les ha correspondido los beneficios de la globalización y esto «ha contribuido a crear un sentimiento de fracaso en gran parte de la población». En fin, no se puede dejar a un lado a América Latina. Y si hoy unos ponen la “seguridad” como criterio de las relaciones internacionales, Brasil, sin embargo, «sigue creyendo que el desarrollo es parte esencial de la seguridad mundial». Incluso respecto a las llamadas intervenciones humanitarias y a las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, el Gobierno de Lula subraya que después del final de los años ochenta dichas intervenciones «han aumentado tanto en número como en zonas donde tienen lugar» y han traspasado «los clásicos cometidos de interposición de fuerzas».
En resumen, ¿qué hay que tomar en consideración de esta reunión de finales de verano en Nueva York? En primer lugar, el renovado interés en dar por entero el 0,7% del PIB para financiar el desarrollo, y la utilidad de crear… un sentimiento de culpa en torno a las persistentes rémoras. Y que, en tiempos de reformas para la ONU, Brasil afirma claramente su voluntad de contar más, es decir, tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad (que según Lula hay que cambiar teniendo en cuenta la importancia creciente de los países en vías de desarrollo). Brasil, como otras naciones en los últimos decenios no han tenido voz, ahora la piden. Y se están haciendo oír.


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