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IGLESIA
Sacado del n. 11 - 2004

PAPAS. Entrevista al cardenal Justin Francis Rigali, arzobispo de Filadelfia

«Gracias, monseñor molestado …»


Con estas palabras Juan Pablo I, al final de la que sería su última audiencia, se despidió de monseñor Rigali, entonces simple oficial de la Secretaría de Estado. Sus recuerdos de aquellos 33 días como “intérprete” del papa Luciani.


por Gianni Cardinale


JUAN PaBlo I. Audiencia general del miércoles 6 de septiembre de 1978

«Corro el riesgo de decir una barbaridad, pero la digo…»

Juan Pablo I durante una audiencia en la Sala Pablo VI

Juan Pablo I durante una audiencia en la Sala Pablo VI

«Cuánta misericordia hay que tener. Y también los que se equivocan... De verdad tenemos que estar en paz con nosotros mismos. Me limito a recomendar una virtud muy querida por el Señor. Dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Corro el riesgo de decir una barbaridad, pero la digo. El Señor ama tanto la humildad que a veces permite pecados graves. ¿Para qué? Para que los que han cometido esos pecados se mantengan humildes después de arrepentirse. No se nos ocurre creernos medio santos o medio ángeles cuando sabemos que hemos cometido faltas graves. El Señor nos lo recomendó insistentemente: sed humildes. Aunque hayáis hecho grandes cosas, decid: somos siervos inútiles. En cambio, la tendencia, de todos, es más bien la contrario: sacar pecho. Humildes, humildes: es la virtud cristiana que nos atañe».
El cardenal Justin Francis Rigali

El cardenal Justin Francis Rigali

«Juan Pablo I era un papa de profunda humildad y de profunda paz. Quizá no se sentía completamente a gusto en los Palacios apostólicos y estaba algo desorientado por los múltiples compromisos que conlleva el pontificado, pero era consciente de que el Señor le llevaba de la mano y esto le daba una profunda paz interior. Como dice el libro de la Sabiduría: “Consummatus in brevi, explevit tempora multa”». El cardenal Justin Francis Rigali, arzobispo de Filadelfia con raíces toscanas, mantiene un recuerdo muy vivo del pontificado de Albino Luciani. El purpurado estadounidense, antes de ser nombrado arzobispo de San Luis en 1994 y de Filadelfia en 2003, y de desempeñar importantes cargos en la Curia romana (fue presidente de la Academia pontificia eclesiástica y secretario de la Congregación para los obispos), trabajó en la Secretaría de Estado entre 1964 y 1966 y luego entre 1970 y 1985. Y una de sus misiones durante estos periodos fue la de intérprete del papa en las audiencias concedidas a eclesiásticos y personalidades de lengua inglesa. «Tanto Pablo VI, pontífice del que conservo suma admiración, como Juan Pablo I», nos dice, «hablaban inglés, pero preferían mantener la conversación en italiano para poder conversar mejor con su interlocutor o interlocutores. En estos casos, yo dejaba mi oficina en la Tercera logia y participaba en las audiencias como intérprete». El cardenal Rigali es, pues, un testigo especial del breve pontificado de Juan Pablo I. Y ha aceptado con gusto contar su experiencia a 30Días. «En primer lugar» nos dice el arzobispo de Filadelfia, «he de decir que el papa Luciani tenía una manera de hablar muy simpática. Durante su primer Ángelus como Pontífice contó con gran candor que los cardenales que estaban a su lado en el cónclave le animaban a no tener miedo cuando se vio venir “el peligro” de que fuera elegido a la Cátedra de Pedro… En una audiencia del miércoles invitó a todos a no sacar el pecho, y a ser humildes…».

Eminencia, ¿le hizo a menudo de intérprete al papa Luciani?
JUSTIN FRANCIS RIGALI: Bastante a menudo. Y varias veces en el mismo día. Participé también en las cuatro catequesis que hizo durante las audiencias generales de los miércoles.
¿Su recuerdo preferido de esos encuentros?
RIGALI: El más vivo en mi memoria es el del último día de su vida terrenal. Le hice de intérprete en la última audiencia de su pontificado, la que concedió a un grupo de obispos filipinos en visita ad limina al final de la mañana del 28 de septiembre. Y fui el último que salió de la sala.
¿Había conocido a Luciani antes de que fuera elegido Papa?
RIGALI: Sí, pero –digamos– in extremis. En el sentido de que lo conocí por casualidad antes de que entrara en el cónclave.
¿Cómo fue?
RIGALI: Antes de la proclamación del extra omnes hubo un recibimiento organizado por la Secretaría de Estado en el Palacio Apostólico para los cardenales y el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Me invitaron también a mí y a otros oficiales de la Secretaría de Estado. Recuerdo que llegué al salón del recibimiento con cierta antelación. Y el primer cardenal que se presentó fue precisamente el patriarca Luciani. Durante cierto tiempo los presentes éramos pocos. Así que nos sentamos y charlamos un rato.
¿Que impresión le causó?
RIGALI: Me llamó la atención su gran sencillez y su profunda humildad, Entonces no sabía que su lema episcopal era Humilitas. Era un lema que reflejaba verdaderamente su personalidad.
¿Pensó que podía ser elegido Papa?
RIGALI: Confieso que me causó una óptima impresión por su hondura espiritual. Me di cuenta de que tenía delante a una persona de verdad especial.
¿Qué le impresionó más de las cuatro catequesis de Luciani?
RIGALI: Me causó mucha impresión cómo habló el Papa de la misericordia divina. Por dos veces, el 6 y el 20 de septiembre si no me equivoco [el cardenal cita de memoria y no se equivoca, n. de la r.], habló de las “ventajas de ser pecadores”. No usó estas palabras, pero el sentido era este. Cuando uno confiesa humildemente sus pecados y descubre su miseria humana entonces tiene dos ventajas. Primero, no puede pretender ser perfecto, no puede sentirse el non plus ultra y, por tanto, es más comprensivo con los demás. Quien ha pecado, además, puede tener otra gran ventaja: la de poder probar el dulce perdón de Dios, su misericordia. El papa Luciani usó un lenguaje particular, algo inusual –«corro el riesgo de decir una barbaridad», dijo–, pero muy hermoso y muy eficaz.
Las palabras de Luciani recuerdan quizás a san Agustín que habla de felix culpa
RIGALI: …quae talem ac tantum habere Redemptorem», dice la bellísima oración pascual del Exsultet. Efectivamente, se trata de una imagen poética –una culpa de por sí no puede ser feliz–, pero que entró en la liturgia romana más antigua. El pecado original es una culpa feliz no en sí mismo, obviamente, sino porque nos ha hecho merecer a tan gran Redentor.
¿Recuerda otros episodios particulares de esos 33 días?
RIGALI: Sí. La mañana en que el metropolitano de Leningrado, Nikodim, murió en los brazos del Papa [5 de septiembre de 1978, n. de la r.]. Ese día fui llamado a hacer de intérprete antes y después del trágico hecho.
Juan Pablo I saluda a los fieles desde el balcón central de la Basílica Vaticana

Juan Pablo I saluda a los fieles desde el balcón central de la Basílica Vaticana

Volvamos a la última audiencia del 28 de septiembre de 1978.
RIGALI: El papa Luciani habló en su discurso del viaje que Pablo VI había hecho a Manila en 1970. Y recordó que en aquella ocasión el papa Montini se comprometió, comprometió concretamente a la Iglesia, a aliviar los sufrimientos de los pobres, a ayudarles en su liberación económica y social, pero también habló de los “bienes más altos”, de la plenitud de la vida en el Reino de los Cielos. Recuerdo al respecto que Juan Pablo I hizo referencia al Reino de los Cielos varias veces durante sus audiencias: sucedió, por ejemplo, también cuando recibió a un grupo de obispos estadounidenses en visita ad limina y les habló de la familia. Pero volvamos al 28 de septiembre. En esa ocasión el papa Luciani usó de nuevo la hermosa imagen de Filipinas como «luz de Cristo en Extremo Oriente». Al final de la audiencia, de su última audiencia en su último día de pontificado, el Papa me despidió con una frase simpática…
¿Cuál?
RIGALI: Se disculpó por haberme molestado, porque sabía que tenía mucho trabajo en la oficina. Le dije que para mí era un honor que el Papa me llamara. Entonces sonrió y me dijo: «Gracias, gracias, monseñor molestado…». Fueron las últimas palabras que le oí decir. La mañana siguiente Radio Vaticana anunció su muerte. Fue bouleversant, desconcertante.
La última pregunta. Según usted, ¿cuál puede ser el significado del pontificado de Luciani?
RIGALI: Quizá Juan Pablo I tuvo un pontificado breve, de transición, para preparar la Iglesia a un papa polaco. Al respecto hay dos coincidencias que pueden ser significativas. El papa Luciani fue elegido el 26 de agosto, festividad en Polonia de la Virgen de Czestochowa, y murió el 28 de septiembre, día del aniversario de la consagración episcopal de Karol Wojtyla.


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