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Sacado del n. 09 - 2011

Una Civiltà de escritores, poetas y navegantes de la Red


El padre Antonio Spadaro es el nuevo director de La Civiltà Cattolica.
En la revista de la Compañía de Jesús lleva años ocupándose de literatura, música, arte y nuevas tecnologías de la comunicación. Entrevista


Entrevista con Antonio Spadaro por Paolo Mattei


El padre Antonio Spadaro es desde el pasado mes de septiembre el nuevo director de La Civiltà Cattolica, la revista quincenal “de amplia divulgación” de la Compañía de Jesús. Fundada en 1850, es, como es bien sabido, la única revista católica cuyos artículos son previamente examinados por la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
Nacido en Messina en 1966, el padre Spadaro está licenciado en Filosofía y consiguió el doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde enseña desde 2000 en el Centro interdisciplinario sobre la Comunicación social. Entró en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1988, y es sacerdote desde 1996.
En 1993 comenzó a escribir en La Civiltà Cattolica, de cuya redacción forma parte de manera continuada desde el año 1998. En las páginas de la revista se ocupa de crítica literaria, con especial atención a los autores contemporáneos italianos y a los escritores estadounidenses. Escribe también sobre teoría de la literatura, música, arte, cine y nuevas tecnologías de la comunicación.
Le hemos hecho algunas preguntas al nuevo director.

El padre Antonio Spadaro

El padre Antonio Spadaro

¿Cuándo y cómo descubrió la vocación al sacerdocio? ¿Cómo nació la decisión de entrar en la Compañía?
ANTONIO SPADARO: Es siempre difícil responder a esta pregunta. La vocación es algo que crece “biológicamente” con nosotros, con nuestra historia personal. Sin embargo, considero un momento importante un curso de ejercicios espirituales en Toscana en el que participé casualmente, en mis primeros años universitarios, después de leer un folleto de invitación que encontré en una mesa. Una experiencia totalmente distinta de las que había vivido hasta aquel entonces, días de completo silencio. Examiné mis primeros veinte años de vida y hallé una consonancia muy profunda con la experiencia espiritual que estaba viviendo. Una consonancia que nunca antes había sentido. Nunca he dudado de la verdad de aquel momento.
¿Aquel fue su primer contacto con la Orden de san Ignacio?
No, yo había ido a la escuela secundaria al Ignatianum, el Instituto de los Jesuitas de mi ciudad. Fue una experiencia cultural y creativa tan excelente que incluso a veces hoy digo que sigo viviendo de las rentas de algunas actitudes que aprendí en aquellos años. El método de enseñanza de los jesuitas no tenía un planteamiento tradicional, digamos. Era una enseñanza que contemplaba siempre el descubrimiento personal.
Como manda la pedagogía ignaciana...
Exacto. Y como explica también santo Tomás: «De los dos modos de adquirir la ciencia –el descubrimiento personal (inveniendo) y el aprendizaje (addiscendo)– el primero es principal, el segundo secundario». En aquella escuela, asignaturas que normalmente se consideran complementarias, como la educación artística o la educación musical, se valoraban mucho.
¿Cuándo nació su pasión por la literatura?
Como las vocaciones, también las pasiones nacen y se desarrollan mediante itinerarios a veces desacostumbrados y difícilmente trazables. El amor por la literatura no se despertó enseguida, a decir verdad. De niño leía pocos libros, prefería los tebeos. Pero recuerdo que un día me quedé pasmado por un libro de ciencia ficción para niños, en el que me zambullí completamente. No me convertí, como suele decirse, en un devorador de libros, pero comencé a “zambullirme” en los que me gustaban.
¿Cuáles eran sus autores preferidos de joven?
Kafka, Pirandello y Leopardi, escritores que “casan” bien con los tormentos de la adolescencia. Pero en ellos veía algo que “me superaba”, que resistía a las inquietudes típicas de esa edad. Un lugar especial, además, merece Ungaretti. En el tercer año de la escuela secundaria los jesuitas me hicieron leer buena parte de la obra de este gran poeta. Pensándolo hoy me pregunto cómo fue posible. Su lectura, sus «átomos de emoción» me han marcado profundamente. Estoy muy agradecido a sus versos.
Después la literatura comenzó a conquistar terreno en su vida...
Como ya le he dicho, mi relación con la literatura se fue desarrollando con el tiempo, vinculada sobre todo a autores que me ha­cían pensar, es decir, escritores-filósofos, digámoslo así. Luego la pasión por las historias, la narración, la densidad de la palabra poética se fue desarrollando sobre todo tras los estudios universitarios. Mi cursus studiorum fue eminentemente filosófico: me licencié en Filosofía por la Universidad de Messina en el 88, y dos años después terminé el currículum de especialización filosófica en Padua, en el Instituto Aloisianum. El gran amor por la literatura nació cuando comencé a enseñarla. Mis superiores, a finales de 1991, después de los primeros años de formación –el período que nosotros llamamos de “magisterio”–, me pidieron que enseñara Letras en nuestro instituto científico de Roma, el Massimiliano Massimo. La pasión de los chicos, que volvía a mí como feedback de las cosas que yo les proponía en las horas de clase, me ligó a la experiencia de la palabra y de la narración, que comencé a percibir como algo capaz de una lectura profunda y rica de la existencia. Con los estudiantes profundicé en la metáfora del “viaje” en el imaginario colectivo occidental. De aquel trabajo nació un volumen de textos y comentarios, Tracce profonde. Il viaggio tra il reale e l’immaginario. Y nació también la certeza de que la literatura iba a ser una compañía fiel en mi viaje personal.
La Civiltà Cattolica también ha publicado muchos artículos suyos sobre literatura americana.
Sí. Comencé a ocuparme de ella más o menos en 2002, el año en el que fui a EE UU, a la Provincia de los jesuitas de Chicago –precisamente a Milford, Ohio, en pleno Midwest–, durante mi última etapa de formación como jesuita. Fue el descubrimiento, impagable, de una mirada fresca a la realidad...
La misma impresión que tuvo Pavese en su encuentro con los escritores americanos...
En efecto... Los poetas y narradores americanos que iba conociendo contaban la realidad como si la sorprendieran en el momento de la creación. Una mirada inmediata, a veces ingenua, pero esa ingenuidad precisamente me gustaba, y me sigue gustando. Era precisamente lo que yo sentía que faltaba en la literatura europea, sobre todo en la del siglo XX, que me parecía un atormentado producto de los meandros de la conciencia, el fruto de un diuturno dar vueltas sobre ella misma con débiles contactos con la realidad...
¿Cuáles son sus autores americanos preferidos?
Muchos: Edgar Lee Masters, Sylvia Plath, Jack London, Emily Dickinson, Jack Kerouac... Pero tres de manera especial: Walt Whitman, que también he traducido; Raymond Carver, a quien he dedicado uno de los pocos ensayos específicos en circulación en italiano; y sobre todo Flannery O’Connor, de la que el pasado mayo publiqué en Rizzoli algunos escritos inéditos [Il volto incompiuto, n. de la r.]. La pasión por las obras de esta gran escritora americana, fallecida en 1964 a los treinta y nueve años, me ha llevado a visitar más de una vez su granja en Milledgeville, Georgia, y a entrar en relación con quienes la conocieron y se relacionaron con ella. Si de Whitman me asombra su “mirada manantía” sobre las cosas, de Carver –principalmente del Carver poeta– la incomparable capacidad de reducir a lo esencial las emociones que describe, de O’Connor me gusta la perspectiva paradójica y grotesca sobre la realidad, presente en todas sus novelas y cuentos. Leerla me ayuda a mirar el mundo desde puntos de vista siempre distintos y sorprendentes.
El padre Antonio Spadaro, a la derecha en la foto, con Jovanotti con motivo del encuentro organizado en la Capilla Universitaria de la Sapienza de Roma en enero de 2010

El padre Antonio Spadaro, a la derecha en la foto, con Jovanotti con motivo del encuentro organizado en la Capilla Universitaria de la Sapienza de Roma en enero de 2010

Usted ha llevado también a las páginas de La Civiltà Cattolica el rock americano: entre otros, ha escrito sobre Bruce Springsteen y Tom Waits. ¿Por qué precisamente de ellos?
También aquí ha sido producto del azar, y probablemente de mi curiosidad. Un día escuché por casualidad “The ghost of Tom Joad” de Springsteen, y me encantó la música y la letra. Canciones muy en consonancia con ciertos aspectos de la obra de O’Connor que, después, supe que había sido una de las lecturas del cantautor americano en los tiempos de su disco acústico “Nebraska”. Después de “The ghost of Tom Joad” quise escuchar y leer todo lo que Springsteen había compuesto. De ahí nació la idea de escribir algo en La Civiltà Cattolica, idea que tomó definitivamente cuerpo con motivo de la salida de “The Rising” [«La Resurrección» de Bruce Springsteen, 2002, IV, 13-26, n. de la r.], el álbum inspirado en los acontecimientos trágicos del 11 de septiembre, cuyo fundamental fuelle religioso y la oración que contenía parecía que habían pasado inobservados en Italia. Por lo demás Springsteen convive con el imaginario bíblico y religioso desde los tiempos de su formación escolar primaria, habiendo asistido al instituto católico Santa Rosa de Lima de Freehold, en New Jersey, y algunos gestos, como encender una vela a la Virgen en la Basílica de San Petronio durante su gira boloñesa de 1998, o llevar una medalla que representa a san Cristóbal, patrón de los viandantes, hablan, en su sencillez, de una forma de relación con los símbolos de la devoción cristiana. Tras este artículo sobre Springsteen llegaron también los de Tom Waits, Nick Drake y Nick Cave. A mí me parece que el rock puede describir la petición de salvación del hombre de manera más poderosa que otras formas expresivas.
¿Ha notado alguna vez perplejidad o empacho en los escritores de la redacción, o en la Secretaría de Estado, por estas decisiones?
No, para nada. Han sido bien recibidas y he notado incluso competencia en la materia. Con respecto al artículo sobre Springsteen me llegó incluso una pequeña puntualización sobre la fecha de composición de una canción juvenil del cantautor que nunca salió en disco...
¿Ninguna crítica ni siguiera cuando propuso los nombres de Jovanotti y Ligabue?
No, tampoco entonces. En aquel momento, estábamos en 1999, yo estaba estudiando a los narradores más jóvenes, los que hoy tienen más o menos cuarenta años. Pero también quería dar espacio a esos cantautores que en un momento dado de su carrera deciden publicar textos narrativos no destinados a la combinación con música y sonidos. Cosa que Jovanotti y Ligabue habían hecho hacía poco con los dos libros que analizaba en aquel artículo. Es un fenómeno que yo encuentro muy interesante. En enero del año pasado, en la Capilla Universitaria de la Sapienza de Roma, organicé un encuentro con Jovanotti sobre el tema del “éxito”. Dijo cosas muy sugerentes y explicó que el éxito en sí, como algo ya sucedido, no le interesaba...
Uno de los escritores contemporáneos que usted más aprecia es Pier Vittorio Tondelli, que murió hace veinte años, el “escandaloso” novelista de Altri libertini...
También en este caso el encuentro fue fortuito. Era 1992, Tondelli había muerto hacía un año, a los treinta y seis años, y yo no conocía sus escritos. Un día, poco antes de comenzar un largo viaje en tren, me cayó una novela suya entre las manos. Yo entonces enseñaba en el Massimo y me ocupaba, como ya dije, de literatura de viaje. En una librería de la estación, antes de que saliera el tren, estaba hojeando algo distraídamente las primeras páginas de aquel libro, Camere separate, y comprendí que se estaba hablando de un viaje en avión. La coincidencia me sorprendió. En aquella novela, la última que escribió Tondelli, en 1989, y en las otras que luego leí en orden anticronológico, conocí la densidad de una gran experiencia literaria. Di con la profundidad de un escritor comprometido en un cuerpo a cuerpo con su existencia, con su vida, en la que la fe había tenido un papel decisivo. Sabía también que Tondelli había sido en los años ochenta ideador del proyecto «Under 25», una especie de taller de escritura a distancia que había reunido a muchos jóvenes aspirantes a escritor: era algo que tenía que ver también con mi trabajo. Leyendo a Tondelli descubrí a un autor de formación católica que, inmerso en el “posmodernismo italiano”, como definió los años ochenta, expresaba la tensión fundamental a la salvación de cada hombre. Me di cuenta de que sus preguntas no eran para nada superficiales, y para nada, digámoslo así, “posmodernas”: eran las grandes preguntas de cada hombre. Comencé pues a estudiar sus papeles, sus anotaciones, tuve la fortuna de relacionarme con su ambiente familiar. Su biblioteca personal conservaba los textos de su formación, entre los cuales estaba la Biblia, la Imitación de Cristo, los místicos medievales y santa Teresita de Lisieux. A lo largo de los años he escrito sobre su obra artículos y libros.
Del escritor de Correggio ha publicado también apuntes inéditos, como aquel tan hermoso y sugerente en el que se lee: «La literatura no salva, no es ni siquiera inocente. La única cosa que salva es la fe, el Amor y la consecuencia de la Gracia...». Una observación que parece una sugerencia para críticos y apasionados de literatura...
En 1996 encontré este apunte suyo escrito a lápiz en una página de La Traducción de la primera Carta a los Corintos de Giovanni Testori, probablemente el último libro que leyó poco antes de morir, y que había hecho comprar a su padre cuando ya estaba en el hospital. Como muchos escritores al finalizar su existencia, Tondelli se hacía preguntas sobre el valor de sus experiencias literarias y la importancia que habían tenido para él. Es una expresión que recuerda las palabras de Jean Cocteau y Jacques Maritain: «La literatura es imposible, hay que salir de ella, y es inútil tratar de escapar con la literatura porque solo la Fe y el amor nos permiten salir de nosotros mismos». El escritor se da cuenta de que la literatura no puede salvar una existencia humana, por grandiosa que sea. Es sin duda alguna una sugerencia para quien hace crítica literaria o ama la literatura. No estamos llamados a comprobar si una obra corresponde a criterios morales o no, o a analizar los textos según la dogmática, sino más bien a confrontar nuestro juicio con el Juicio universal. A recordar que el juicio sobre una experiencia artística se recorta sobre un fondo de eternidad. Según mi opinión el apunte de Tondelli subraya esta intuición.
Ha hablado de escritura creativa. En 1998 fundó el taller “BombaCarta”, que se ocupa de esto.
Es una idea que nació de un cajón. Estaba sentado en la cátedra de la clase en la que enseñaba y estaba buscando una pluma en el cajón, que no funcionaba bien. Tiré de él con demasiada energía y lo desencajé. Dentro vi grabada una poesía, anónima, pero cuyo autor era evidentemente un estudiante. La cosa me asombró: a los chicos, me dije, les cuesta escribir los temas y luego escriben estas poesías en los cajones. Entonces puse un anuncio en el tablón invitándoles a compartir sus diarios, sus escritos privados, sus poesías. En el primer encuentro éramos cuarenta y dos. Comprendí que allí había que escarbar. Aquella experiencia inicial nunca se interrumpió: hemos seguido celebrando reuniones, hemos creado una mailing list y un sitio internet. Con nosotros se han puesto en contacto otras personas de otras partes de Italia y han nacido grupos de “BombaCarta” en varias ciudades: ahora es una federación de asociaciones y de talleres de escrituras creativas.
El ensayo de Antonio Spadaro <I>Lontano dentro se stessi. L’attesa di salvezza in Pier Vittorio Tondelli</I>

El ensayo de Antonio Spadaro Lontano dentro se stessi. L’attesa di salvezza in Pier Vittorio Tondelli

A principios de este año preparó un blog sobre la “cyberteología” (www.cyberteologia.it), «entendida como la inteligencia de la fe en los tiempos de la Red»... Es conocida su atención por el universo de las redes sociales informáticas. Ha hablado de “ética hacker y visión cristiana” en La Civiltà Cattolica, en un artículo que recientemente ha vuelto a publicar The Economist... ¿Cómo nació este interés?
La Red, a la que me acerqué gracias una vez más a la literatura, se ha convertido en un ambiente habitual de la existencia cotidiana, donde cada vez más personas forman su conocimiento y sus relaciones. Mi pregunta fue muy sencilla: si la Red está cambiando no solo nuestras costumbres, sino también el modo de pensar y de conocer el mundo, ¿no cambiará también acaso el modo de pensar la fe? Después de esta pregunta, que nació cuando daba una conferencia que la CEI me había pedido, he notado que había necesidad de comenzar una reflexión de este tipo. Fides quaerens intellectum: esto siempre ha sido vivido como el objetivo, el sentido de la teología. Pienso que la búsqueda de la inteligencia no puede prescindir hoy de la Red. He hallado gran simpatía e interés por parte de la Iglesia en varios niveles. Por supuesto, los discursos del Papa sobre estos temas infunden ánimo.
Y ahora la dirección de La Civiltà Cattolica. ¿Le abruma este cargo?
Lo vivo con una trepidación, que, a menudo, he de confesarlo, me quita el sueño... Siento una gran responsabilidad. La revista tiene 162 años de vida, soy consciente de su papel histórico, y hacerse cargo de la dirección me hace percibir el peso y la importancia de esta fuente de información. Al mismo tiempo deseo profundamente darlo todo, en un momento en el que el modo de comunicar está cambiando. Por lo demás, La Civiltà Cattolica nació en tiempos de grandes cambios, haciendo propuestas innovadoras: era una revista cultural eclesiástica no en latín, sino en italiano, y usaba un lenguaje llano incluso cuando trataba temas especializados; estaba difundida por toda Italia cuando Italia ni existía... Actualmente tenemos un sitio, una página Facebook, una cuenta en Twitter. Trataremos de que esta presencia sea cada vez más dinámica.
¿Seguirá ocupándose, como director, de literatura y de nuevas tecnologías de la comunicación?
Estoy en los comienzos, todavía tengo que dar con el justo equilibrio. Tengo previsto sacar en enero un libro de “cyberteología”. Luego un ensayo sobre la literatura americana durante el próximo año... Pero por el momento la prioridad la tiene la dirección de la revista.



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