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ECUMENISMO
Sacado del n. 03 - 2005

Ortodoxos. Su devoción por las reliquias de los santos

Esa conmoción que nos une


Entrevista al cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Montreal. Cuando era secretario del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos tuvo la oportunidad de acompañar a muchos obispos ortodoxos a visitar las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Hoy nos dice…


por Gianni Cardinale


Bartolomé I rezando ante el sepulcro del apóstol Pedro 
en las Grutas vaticanas, la mañana del 29 de junio 
de 2004

Bartolomé I rezando ante el sepulcro del apóstol Pedro en las Grutas vaticanas, la mañana del 29 de junio de 2004

Cuando el 27 de noviembre del año pasado el patriarca de Constantinopla Bartolomé I estuvo en Roma para recibir solemnemente del Papa parte de las reliquias de San Gregorio Nacianceno y de san Juan Crisóstomo dijo en una entrevista a Radio Vaticana: «Considero este hecho como el más importante de mi servicio patriarcal de estos últimos trece años». Una frase sorprendente, reveladora de la gran importancia que tiene en la ortodoxia la veneración de las reliquias de los mártires y de los santos.
Una afirmación que, sin embargo, no le sorprende demasiado al cardenal canadiense Marc Ouellet, de 60 años, sulpiciano, desde noviembre de 2002 arzobispo de Quebec, a quien 30Días entrevistó a mediados de enero durante su estancia en Roma para participar en la Asamblea plenaria de la Comisión pontificia para América Latina.

Eminencia, parece como si en la ortodoxia la veneración de las reliquias tuviera más importancia que para los católicos…
MARC OUELLET: En efecto, se puede tener la impresión de que entre los ortodoxos el culto de las reliquias es sentido de manera más intensa que en la Iglesia católica de hoy. Al respecto, recuerdo algunos episodios de los que fui testigo cuando era secretario del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos. Era el mes de marzo de 2002. Acompañaba en la visita a las Basílicas de San Pedro y San Pablo extramuros a una delegación de la Iglesia ortodoxa griega. Se trataba de un grupo de obispos encabezado por el metropolitano de Atica, Panteleimon, que había venido a Roma para devolver la histórica visita que Juan Pablo II había hecho a Atenas en mayo de 2001 con motivo de su peregrinación jubilar siguiendo las huellas del apóstol Pablo.
¿Qué le llamó la atención durante esa visita a las tumbas de los apóstoles?
OUELLET: Estábamos en las Grutas vaticanas y nos acompañaba el delegado de la Fábrica de San Pedro, el obispo Vittorio Lanzani. Al llegar debajo del altar de la confesión nos encontramos frente a la urna donde se conservan los palios de lana. Monseñor Lanzani les explicó a los prelados griegos que allí detrás estaba la tumba del apóstol Pedro. El metropolitano Panteleimon le preguntó dónde estaban exactamente las reliquias de Pedro. Monseñor Lanzani le explicó que se hallaban detrás de la lápida de mármol verde, a la derecha de la urna de los palios. No comprendí inmediatamente el porqué de la pregunta de Panteleimon. Pero se trató de un instante. Aún recuerdo con admirado asombro que inmediatamente los obispos griegos se descubrieron y uno a uno se arrodillaron y pusieron su frente desnuda sobre la lápida de mármol verde, detrás de la cual está la tumba de San Pedro, y rezaron.
¿Qué sucedió en San Pablo extramuros?
OUELLET: Al llegar a la lápida de mármol blanco que cubre la tumba del Apóstol de los gentiles, los obispos griegos nos pidieron que les dejáramos solos. Luego uno de ellos me dijo que, en este caso, cada obispo se había echado al suelo de modo que su cruz pectoral entrara en la rendija que se halla en la lápida de mármol, de modo que la cruz tocase físicamente el lugar de la sepultura de san Pablo. Estos episodios me emocionaron y su recuerdo aún me conmueve. No me asombra, pues, que el patriarca Bartolomé I considere el hecho de recibir las reliquias de san Gregorio Nacianceno y de san Juan Crisóstomo como el momento más alto de su mandato como patriarca de Constantinopla.
El cardenal Marc Ouellet

El cardenal Marc Ouellet

L’Osservatore Romano del 10-11 de enero publicó un artículo de monseñor Walter Brandmüller, presidente del Comité pontificio de ciencias históricas, en el que se afirma que no existen pruebas de que las reliquias de Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo fueron robadas durante la cuarta Cruzada.
OUELLET: No quiero intervenir en estas polémicas. Es un de hecho que estas reliquias antes estaban en Constantinopla y ahora están en Roma. Recuerdo, al respecto, otro episodio de la visita de los obispos griegos en 2002.
¿Cuál?
OUELLET: Recuerdo que en un momento determinado se le mostraron a la delegación unas reliquias que efectivamente habían sido traídas de Constantinopla durante la malhadada cuarta Cruzada. Yo me achiqué por la vergüenza. Pero el metropolitano Panteleimon me tomó por la sotana y me dijo: «Nos alegra mucho que estas reliquias se conserven aquí; muchas reliquias se han perdido, estas en cambio no, y esto es bueno, porque así podemos ahora venerarlas». Estas palabras –en las que quizá no faltaba una pizca de sabiduría diplomática– me sacaron del apuro. Y me confortaron.
Eminencia, una pregunta sobre las perspectivas del ecumenismo. Se oye decir que los católicos hacen demasiadas concesiones a la ortodoxia, mientras que esta no concede nada a la Iglesia de Roma.
OUELLET: Comprendo esta perplejidad. Pero creo que de todos modos ha de ser siempre la Iglesia de Roma, que preside en la caridad, la que dé el primer paso. Debe ser siempre la primera en tratar de obedecer humildemente el mandamiento de Jesús de que los hermanos sean uno.


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