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ONU
Sacado del n. 03 - 2005

Vencer al terrorismo yendo a las raíces de la pobreza



por Gianni Cardinale


Mientras escribimos estamos esperando la relación con la que Kofi Annan fijará los temas sobre los que se debatirá en los próximos meses para llegar con las alforjas llenas a la sesión de este año, sesenta aniversario de la fundación de la ONU, en que se tratará de reformar el Palacio de Cristal. Son dos las partes que se confrontan sobre el tema: quienes quieren fundar la reorganización sobre el principio de la seguridad y quienes ven en la pobreza como causa de la inestabilidad mundial la cuestión básica de la que partir. De todos modos, todos definen la falta de desarrollo una soft threat, una amenaza menos ruidosa que el terrorismo pero igualmente letal. Por ello es razonable afirmar que las dos posiciones ideales han de hallar un punto de encuentro y que en el futuro, actuando inmediatamente, estarán de acuerdo en los puntos esenciales. Es decir, los fijados en los llamados “Millennium development goals” (objetivos de desarrollo del milenio), cuya primera etapa de control está fijada para el 2015, con el compromiso de reducir en un 50% la pobreza a escala global.
Algunos principios fijos, sin embargo, han que quedar establecidos. Las soluciones adoptadas hasta aquí por lo que respecta a las ayudas al desarrollo a menudo son muy tecnocráticas y están basadas en la creencia de que la adopción del mercado libre por parte de los países pobres es la panacea, cuando, por el contrario, es necesario favorecer la idea del desarrollo social, como se afirmó solemnemente en la cumbre de la ONU de Copenhage de 1995, cuyo décimo aniversario se celebró en febrero. En fin, es necesaria una justicia distributiva que llegue hasta el pobre dondequiera que esté y que denuncie con franqueza las carencias de gobernabilidad y la corrupción de los países destinatarios de las ayudas. Pero estas financiaciones no han de faltar porque –y aquí se toca una tecla delicada– por desgracia suele ocurrir que en muchos países del Sur nunca se terminan las obras de infraestructura por culpa de una equivocada planificación del flujo de ayudas. En Monterrey, en 2002, los países donantes volvieron a comprometerse a dedicar el 0,7 por ciento del PIB a la cooperación para el desarrollo, pero se cuentan con los dedos de una mano quienes hoy mantienen la palabra dada, y no se trata de miembros del Consejo de Seguridad… La Unión Europea, por ejemplo, se ha comprometido a pasar en 2006 del 0,33 al 0,39 por ciento. Así pues, el camino es largo, pero sería hermoso evitar en el futuro reunirse cada cinco o diez años en las cumbres de la ONU para admitir que se ha fallado el tiro.
Con cierta dosis de retórica el ministro de Hacienda inglés, Gordon Brown, hacía ironía hace pocos meses sobre la posibilidad de alcanzar los “Millennium development goals”. Declaró que los objetivos fijados para el 2015, a este paso, no se alcanzarán, y que como mucho en el Africa subsahariana la instrucción primaria para todos llegará sólo en el 2130, la reducción de la pobreza a la mitad en 2150, la eliminación de la mortalidad infantil en 2165. Son casi ciento cincuenta años de diferencia, «demasiados para esperar justicia». La razón que mueve a Gran Bretaña es el plan –promovido por Tony Blair para engrosar su agenda cuando asuma en verano la doble presidencia del G8 y la Unión Europea– de duplicar las ayudas para la cooperación con un instrumento “creativo” de recurso al mercado financiero internacional, denominado IFF, International Finance Facility. Resumiendo mucho, de los 50 mil millones de dólares anuales de ayuda ya establecidos se ha de llegar enseguida a 100 mil millones, pidiendo prestado al mercado el dinero que falta y emitiendo títulos avalados por los países donantes, que anticipen de este modo el 0,7 por ciento del PIB debido.
La cosa tiene evidentes riesgos, porque no deja de tratarse de un préstamo anticipado que hay que devolver al mercado financiero, pero se confía en la buena voluntad de los actores principales de la escena: los donantes, que después de 2015 tendrán que seguir, con toda probabilidad, ayudando, y los países pobres, que no tendrán que seguir manchándose de corrupción en la administración de los fondos del IFF, y así quizá no quedar excluidos de las ayudas en el futuro.
Veremos en los próximos meses si el IFF consigue apoyos reales. Entre los grandes, los Estados Unidos ya han dicho que, siendo los mayores donantes del mundo, agradecen el gesto pero no pueden seguir cargando sus presupuestos; pero es interesante que Chirac haya apoyado inmediatamente la propuesta, que Italia parece que quiere seguirla y que ya hace dos años, en el dossier oficial de presentación del IFF, uno de los primeros lugares entre los patrocinadores internacionales lo ocupaba la Santa Sede, que se había pronunciado por el sí precisamente en la Asamblea General de la ONU de octubre de 2003.
Sobre la batalla a favor de los pobres las alianzas políticas quizá serán completamente nuevas y anularán las distancias entre los países miembros de la ONU sobre otros temas (uso de la fuerza, bioética, etc.), y nosotros esperamos que tengan razón quienes, como Colin Powell, dijo apertis verbis que «no podemos ganar la guerra contra el terrorismo si no vamos a las raíces de la pobreza».


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