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AMÉRICA LATINA
Sacado del n. 05 - 2003

Las palabras del cardenal de Honduras en la presentación del libro de Guzmán Carriquiry

Nuestra apuesta


La vocación de América Latina no es ser una pieza más del libre comercio norteamericano, sino abrirse al mundo, contribuyendo al nacimiento de un mundo multipolar. Las palabras del cardenal de Honduras en la presentación del libro de Guzmán Carriquiry


por Óscar A. Rodríguez Maradiaga


Una madre y su hija trabajando en los campos de Guamote, Ecuador

Una madre y su hija trabajando en los campos de Guamote, Ecuador

¡Apostar por América Latina! ¿Quién se atrevería a hacerlo en estos tiempos que corren? ¿Dónde podemos colocar a esta, una vez más, casi tierra incógnita en un contexto de mundialización?
Una buena noticia que nos llega hoy de manos de un latinoamericano apasionado del continente de la esperanza: el profesor Guzmán Carriquiry Lecour, que me honra esta tarde invitándome a la presentación de su nuevo libro.
Hace dos años, en la asamblea ordinaria del Celam, el Consejo episcopal latinoamericano, que se celebró a casi diez años de la cuarta Conferencia general del episcopado latinoamericano de Santo Domingo, se habló de la posibilidad de pedirle al Santo Padre una quinta conferencia para el 50 aniversario de este importante organismo eclesial, que habría de desarrollarse en 2005. En efecto, la realidad se ha transformado tanto en este decenio, que se sentía la necesidad de una actualización clara y sincera para afrontar los nuevos retos, teniendo presente la perspectiva del duc in altum lanzado en la carta apostólica Novo millennio ineunte.
Sin titubeos presento este libro como un excelente instrumentum laboris para cada uno de los obispos que vive su compromiso pastoral y quiere responder con la parresia de la Iglesia de Jesús a los nuevos signos de los tiempos.
El profesor Carriquiry no es sólo un maestro experto, sino un navegador ejemplar desde 1972, cuando muy joven llegó a la Ciudad eterna para desarrollar su servicio en el Consejo pontificio para los laicos, lleno de entusiasmo y amor por la Iglesia.
Primero lo conocí por sus artículos en Víspera, y, después de la Conferencia de Puebla, personalmente en San José de Costa Rica, en un encuentro de laicos. Es un auténtico orgullo para la Iglesia de América Latina que uno de sus laicos –o mejor, dos más cuatro laicos, incluyendo también a su queridísima esposa y a sus cuatro hijos– sirva a la Iglesia en el importante dicasterio de animación laical. Esto se refleja en el quinto capítulo de este libro, donde se analiza la Iglesia como sujeto global. Su análisis del Concilio Vaticano II como el último Concilio europeo y el primero mundial no es simplemente un estudio teórico. Cada página rezuma vida, amor, experiencia. No es un observador lejano y frío, sino alguien que ha pagado en sus carnes la lucha silenciosa por la fe, la paz y la justicia. Si tuviéramos que ponerle un subtítulo a este libro, yo le pondría sin dudarlo un momento: por quien ama a la Iglesia apasionadamente.
Temas candentes como el ALCA (Área de Libre Comercio Americano), en vistas a la integración del continente comenzando por el Mercosur, se tratan con franqueza y realismo: «América Latina no puede seguir permitiéndose la ostentación privilegiada, irresponsable y escandalosa de minorías oligárquicas parásitas, ni las meras formas especulativas de la colonización financiera sin ningún compromiso real con los pueblos y con el destino de las naciones» (p. 43). Es urgente revisar la cooperación internacional basada en una nueva cultura de la solidaridad.
Ya no podemos pensar en un modelo “archipiélago” que podría realizarse literalmente como un complejo de pequeñas islas de opulentos en medio de un océano de pobreza.
Ni queremos ser satélites ni estar condenados al anacronismo ideológico.
La riquísima y actualizada bibliografía consultada abre, incluso para los investigadores interesados, horizontes fecundos. ¡Efectivamente, profesor, creo que de ahora en adelante ningún voluntario enviado a América Latina podrá prescindir de la lectura de este libro! ¡Mientras lo leía pensaba que lo iba a incluir en la lista de lecturas obligatorias para mis seminaristas!
Hoy el mundo es más rico, pero las desigualdades a nivel mundial han crecido de manera escandalosa y, como dice el autor, las desigualdades sociales mayores están en América Latina. No es suficiente medir la pobreza. Hay que medir la profundidad de la pobreza. Considero, una vez más, que las armas de destrucción masiva llevan funcionando ya muchos años, y no será la guerra actual [en Irak, n. de la r.] la que terminará con ellas. Las verdaderas armas de destrucción masiva son, efectivamente, la pobreza y la injusticia social.
La mirada hacia África y Asia no es común en los análisis que generalmente se hacen en muchos estudios sobre el continente, y considero que aquí se hace de modo interesante.
Pero el capítulo “Paz estadounidense o paz universal” me parece casi profético teniendo en cuenta el orden unipolar creado en ausencia de contrapeso. La vocación de América Latina no es convertirse en una pieza más del TLCAN [Tratado de Libre Comercio de América del Norte, n. de la r.], sino la de estar presente en el mundo, abierta al mundo, contribuyendo al nacimiento de un mundo multipolar.
El trágico 11 de septiembre dejó una zona de Nueva York con un nombre angustioso: Ground zero, nivel cero. ¿Por qué apostar por América Latina en tiempos en que parece ocupar una posición bastante marginal en el escenario mundial con modelos agotados y horizontes inciertos? Se está inaugurando el tercer milenio en América Latina, se vuelve a empezar “desde la página cero”. En palabras del autor: «¡Es hora de recapitular, de pensar y apostar con racionalidad, realismo y esperanza!».
Para terminar, he de subrayar que el profesor Carriquiry ha hecho un hermoso trabajo de continuación de la exhortación postsinodal Ecclesia in America. En todo el libro los Estados Unidos y Canadá no son ya los “vecinos lejanos” de antes. Ahora, como deseaba el Santo Padre, somos cada vez más una sola América, y se intenta responder juntos a los retos comunes. Como, por ejemplo, por lo que se refiere a los misioneros hispánicos en las grandes naciones del norte.




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