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CHINA
Sacado del n. 10 - 2005

La visita del cardenal Theodore Edgar McCarrick

Un purpurado americano en Pekín


El arzobispo de Washington cuenta su séptimo viaje al ex Celeste Imperio, y manifiesta su estima por el nuevo presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos


Entrevista al cardenal Theodore Edgar McCarrick por Gianni Cardinale


Theodore Edgar McCarrick

Theodore Edgar McCarrick

El pasado 25 de octubre el cardenal secretario de Estado Angelo Sodano hizo algunas declaraciones sobre el estado de las relaciones entre la República Popular China y la Santa Sede. Entre otras cosas el purpurado habló de la existencia hoy día no tanto de “negociaciones” con el gobierno chino («la palabra es demasiado grande»), aunque sí de «conversaciones, contactos», añadiendo: «¿Cuántos eclesiásticos van a China? ¿Cuántos representantes del gobierno chino hay en el mundo, embajadores, hombres de cultura, hombres de negocios, comerciantes? Existe una ósmosis continua porque el mundo es único. Hoy el mundo está unido y también la Iglesia está unida». Una de las señales de esta “ósmosis continua” puede considerarse el viaje que apenas unos 10 días antes el cardenal Theodore Edgar McCarrick, arzobispo de Washington, realizó a Pekín. 30Días ha aprovechado una breve estancia en Roma del purpurado estadounidense para mantener un breve coloquio sobre este reciente viaje al ex Imperio Celeste.


Aloysius Jin Luxian

Aloysius Jin Luxian

Eminencia, este no ha sido su primer viaje a China…
THEODORE EDGAR McCARRICK: Soy, por así decir, un visitante habitual de China. Creo que esta es la séptima vez que tengo el privilegio de ir a ver a mis amigos de allí. La invitación me llegó de una organización de amistad chino-americana que se llama “The Chinese-American friendship association”. Fui su huésped. La visita duró dos días, el 13 y el 14 de octubre.
¿Qué ciudades visitó?
McCARRICK: Esta vez estuve sólo en Pekín. Tuve la oportunidad de hablar con algunos viejos amigos y también con un miembro del Gobierno, con el número cuatro Jia Qinglin. De vuelta a casa pasé por Hong Kong donde me encontré con un grupo de amigos.
¿Estuvo también con personalidades eclesiásticas?
McCARRICK: Pocas. No fue una visita eclesiástica sino de amistad chino-americana.
¿Pudo tratar en sus coloquios el tema de los obispos chinos invitados al Sínodo de octubre?
McCARRICK: Hablamos de muchos temas, y entre ellos también de la invitación del Papa a los obispos chinos para participar en el Sínodo.
¿Qué reacciones ha visto a esta invitación?
McCARRICK: Creo que al principio las autoridades chinas se quedaron algo confusas y perplejas por esta invitación, pero luego comprendieron que era otro gesto con el que el Papa mostraba su cercanía y su simpatía por la Iglesia y por todo el pueblo chino.
Con respecto a sus primeras visitas, ¿cómo encuentra la situación de la Iglesia católica en China?
McCARRICK: Mejor. Todos saben ya que las últimas ordenaciones de obispos en China se hicieron no sólo con la aprobación de las autoridades políticas sino también con el previo consenso de la Santa Sede, y esto es muy importante. Todos nosotros hemos de rezar para que todos los obispos chinos y todas las comunidades católicas de China estén unidas y en plena comunión con la Santa Sede.
Usted conoce mucho a uno de estos obispos, el nuevo auxiliar de Shangai.
McCARRICK: Sí, conozco mucho a monseñor Joseph Xing Wenzhi porque hizo algunos de sus estudios en Estados Unidos y pude seguirlo de cerca. Estoy pues especialmente contento de su nombramiento y de que haya sido aceptado por todos, por el gobierno y también por toda la comunidad católica, sin distinciones. Será un gran obispo y será una gran ayuda para el obispo Aloysius Jin Luxian.
Monseñor Lin Luxian fue uno de los cuatro prelados chinos invitados por el Papa al Sínodo; esto significa que ahora es considerado un obispo legítimo por la Santa Sede…
McCARRICK: Lo cual me alegra mucho, porque además monseñor Jin es un gran amigo mío. Estoy seguro de que llevaba mucho tiempo esperando en su corazón este reconocimiento.
En sus declaraciones del 25 de octubre el cardenal Sodano volvió a expresar su deseo de que puedan superarse pronto las dificultades que impiden el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Pekín. ¿Es usted optimista sobre este tema?
McCARRICK: Sí, lo soy, no se puede actuar en este campo sin serlo. La Santa Sede ha de dar con la manera de acercarse a esta gran nación, que tiene enorme importancia en el mundo actual y la tendrá aún mayor en el futuro. Por su parte Pekín no ha de temer que la Santa Sede quiera intervenir en la política china. Cuando hablo con los líderes chinos les digo siempre que para los cristianos amar a su patria es una virtud, que los cristianos son los ciudadanos más fieles, los ciudadanos con los que todos los gobiernos del mundo pueden contar para edificar sus naciones en la paz, en la justicia, en la armonía.
El 19 de noviembre el presidente George W. Bush viaja a China. ¿Considera que intercederá con sus interlocutores a favor de la Santa Sede?
McCARRICK: Creo que todas las naciones que tienen la gracia de contar con una población católica han de tener todo el interés en apoyar el acercamiento también a nivel diplomático entre Pekín y la Santa Sede. Esto es válido no sólo para Estados Unidos. Lo importante es hacerlo con la necesaria delicadeza.
Volvamos a su viaje a China. ¿Se vio también con miembros de la Asociación Patriótica?
McCARRICK: Sí, cuando voy a China hablo con todos. Creo que los católicos, los obispos católicos, hemos de dialogar con todos. El Señor Jesús aceptaba a todos.
¿Se vio también con el obispo de Pekín, Michele Fu Tieshan?
McCARRICK: Sí, hace veinte años que lo conozco, como conozco también a otros obispos.
¿De qué hablaron?
McCARRICK: Preferiría no entrar en los detalles de estos coloquios.
Durante esta visita a China, ¿celebró o asistió a alguna misa en alguna iglesia de Pekín?
McCARRICK: No, preferí celebrar misa en privado, en mi habitación del hotel.
Pero en la columna que escribe en el semanario diocesano de Washington del 20 de octubre hablaba de una misa celebrada en una iglesia de Pekín durante su visita…
McCARRICK: Sí, a mis fieles les quise contar un par de episodios de esta visita que me impresionaron especialmente. El primero sucedió la mañana del 13 de octubre. Estaba desayunando en el hotel. Un amigo mío había salido ya para hacer jogging a las 5 y media de la madrugada y cuando volvió me contó que había pasado cerca de una de las iglesias católicas más grandes de la capital, perteneciente a la comunidad oficial, que no esta todavía en plena comunión con el Papa, pero cuyos sacramentos –les expliqué a mis fieles– son válidos. Este amigo mío había visto que las luces de la iglesia estaban encendidas y entonces, movido por la curiosidad, dejó de correr y entró.
El cardenal McCarrick con George W. Bush 
y el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, John G. Roberts, con ocasión de la “Red Mass” 
en la Catedral de San Mateo 
de Washingon

El cardenal McCarrick con George W. Bush y el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, John G. Roberts, con ocasión de la “Red Mass” en la Catedral de San Mateo de Washingon

¿Y qué vio?
McCARRICK: La misa de las 5 y media acababa de empezar y la iglesia, a pesar de que era jueves, estaba llena. Había viejos y jóvenes e incluso un grupo de extranjeros. La misa estaba bien cantada. A mi amigo le asombró que sirviendo misa en el altar hubiera numerosos monaguillos y tuvo la impresión de que se trataba de una comunidad muy viva y llena de fieles. También le asombró que durante la oración eucarística se mencionara el nombre de Benedicto XVI. En efecto, aunque la plena comunión entre la comunidad oficial y la Santa Sede no se ha realizado todavía –y, vuelvo a decir, hemos de rezar insistentemente para que esto sea pronto una realidad–, en sus misas se recuerda siempre el nombre del Papa.
Este es el primer episodio. ¿Y el segundo?
McCARRICK: La misma mañana del jueves 13 de octubre estaba yo en mi habitación del hotel cuando llegó la camarera para arreglar la habitación. Nada más ver mi cruz pectoral la cogió, la besó y con una sonrisa feliz se puso de rodillas para recibir la bendición. Creo que había comprendido que yo era cura y quiso darme a entender que también ella era católica. Esto me conmovió.
Eminencia, una última pregunta que no tiene nada que ver con China. Usted es arzobispo de Washington, donde tiene su sede la Corte Suprema de Estados Unidos, que hace poco cuenta con un nuevo presidente en la persona del juez John G. Roberts. ¿Lo conoce?
McCARRICK: Lo conozco mucho. Dos días después de que su nombramiento fuera aprobado por el Senado participó con el presidente Bush en la “Red Mass” que celebré para el comienzo del año judicial en la Catedral de San Mateo de Washington. Todos los periódicos publicaron la foto de la ceremonia. El juez Roberts es un buen católico, creo que será un magnífico presidente de la Corte Suprema.



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