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SÍNODO DE LOS OBISPOS
Sacado del n. 10 - 2005

ENTREVISTA AL PATRIARCA DE ANTIOQUÍA GREGORIOS III LAHAM

Somos la Iglesia del islam


El islam es nuestro ambiente, el contexto en el que vivimos y con el que históricamente hemos sido solidarios. Hemos vivido 1400 años entre ellos. Comprendemos el islam desde dentro. Cuando oigo un versículo del Corán, no me resulta extraño. Es una expresión de la civilización a la que pertenezco


Entrevista a Gregorios III Laham por Gianni Valente


Gregorios III Laham, patriarca de Antioquía

Gregorios III Laham, patriarca de Antioquía

Gregorios III Laham, patriarca de Antioquía de los greco-melquitas desde noviembre de 2000, no carece desde luego de la enérgica impetuosidad que representa el rasgo característico de muchos patriarcas y obispos de la Iglesia a la que pertenece. La misma que mostró su predecesor Maximos IV Saigh, que inflamaba el Concilio Vaticano II con sus intervenciones contra la “papolatría” en nombre de la “causa oriental” dentro de la Iglesia católica. Tampoco las intervenciones de Gregorios III en el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía, sobre todo durante la hora de discusión libre, han pasado desapercibidas.

Su intervención en el Sínodo fue insólita. Habló usted en nombre de la «Iglesia de los árabes».
GREGORIOS III LAHAM: El obispo melquita Edelby, que participó como protagonista en el Concilio Vaticano II, repetía siempre: nosotros somos árabes no musulmanes, orientales no ortodoxos, católicos no latinos. Yo añado: nosotros somos la Iglesia del islam.
Es la misma expresión que usó usted en su intervención. ¿Quería escandalizar a alguien?
GREGORIOS III: El islam es nuestro ambiente, el contexto en el que vivimos y con el que históricamente hemos sido solidarios. Hemos vivido 1400 años entre ellos. Comprendemos el islam desde dentro. Cuando oigo un versículo del Corán, no me resulta extraño. Es una expresión de la civilización a la que pertenezco.
¿Por qué ha hablado de esto en el Sínodo sobre la Eucaristía?
GREGORIOS III: Porque creo que después del 11 de septiembre hay un complot para eliminar del mundo árabe todas las minorías cristianas.
¿Y por qué?
GREGORIOS III: Nuestra simple existencia quiebra la ecuación según la cual los árabes deben ser musulmanes, y los cristianos, occidentales.
¿Y a quién le molestaría?
GREGORIOS III: Si se van los caldeos, los sirios, los ortodoxos, los católicos latinos, si se echan de Oriente Medio a todos los cristianos árabes, quedarán uno frente al otro el mundo árabe musulmán y un mundo occidental llamado cristiano. Será más fácil desencadenar el enfrentamiento y justificarlo con la religión. Por esto en julio escribí una carta a todos los gobernantes árabes, para explicarles lo importante que es que esta pequeña presencia, 15 millones de árabes cristianos en medio de 260 millones de musulmanes, no desaparezca.
Pero los ataques y las vejaciones contra los cristianos vienen de los integristas islámicos.
GREGORIOS III: La guerra en Irak y la situación en Tierra Santa son golpes mortales para los cristianos en Oriente Medio. Quieras que no, nos acusan siempre de ser la quinta columna del Occidente. Pero la fuerza del fundamentalismo reside en la debilidad del llamado Occidente cristiano. El fundamentalismo es una enfermedad que se desencadena y toma vigor frente al vacío de la modernidad occidental, que usa el cristianismo sólo como tapadera ideológica. Si el islam tuviera de verdad delante una cristiandad real, acogedora, límpida, fuerte, capaz de dar testimonio, si el Occidente estuviera de verdad animado por la fuerza espiritual cristiana, la relación con el islam sería una interacción, un diálogo, una convivencia leal.
En fin, según usted el islam no es el nuevo imperio del mal.
GREGORIOS III: En lo que está pasando en Oriente Medio, a partir de Irak, muchas cosas no están claras. Hay en acción fuerzas que trabajan para hacernos precipitar a todos en el apocalipsis. Habló bien el papa Benedicto, cuando dijo en Colonia que cristianos y musulmanes deben afrontar juntos esos grupos desenfrenados que idean y programan el terrorismo para envenenar nuestras relaciones.
Volvamos al Sínodo. Cuando el cardenal Scola dijo que el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico, usted puso algún pero.
GREGORIOS III: El celibato sacerdotal tiene un valor espiritual extraordinario, que nadie pone en tela de juicio. Expresa una entrega perfecta al Señor y ha dado frutos formidables en Oriente como en Occidente. Y le digo más: no me convence tampoco el discurso de quien pide su abolición tomando como pretexto la carencia de sacerdotes. También en Oriente, con los sacerdotes casados, sufrimos la misma penuria de clero. Dicho esto, sigo pensando que el celibato eclesiástico es una cuestión de disciplina y no de dogma.
Pero según usted, ¿ha de tomar en consideración la Iglesia latina la hipótesis de ordenar sacerdotes a hombres casados?
GREGORIOS III: Creo que ha de tomarse todo el tiempo que haga falta para confrontar lo positivo y lo negativo. Pero la cuestión no puede diferirse a priori. Y hay que examinarla como una posibilidad nueva de servicio en la Iglesia, evitando medir la figura del sacerdote casado con el metro del sacerdote célibe, y sin sacar a relucir la escasez de vocaciones. En Oriente esta manera de hacer ha dado frutos. Hay que ver si conviene proponerla hoy en Occidente.
El cardenal Husar ha propuesto dedicar el próximo Sínodo a las Iglesias orientales católicas. ¿Está usted de acuerdo?
GREGORIOS III: Sería una buena ocasión para afrontar desde un punto de vista nuevo muchos temas importantes, como la comunión de los niños, o el primado. Y para comprobar si nuestras tradiciones pueden ser un tesoro de soluciones también para la Iglesia latina.
¿Por ejemplo?
GREGORIOS III: Pues, también en Occidente hay quien quisiera que en la elección de los obispos tuvieran más voz las Iglesia locales. Se podría ver si en nuestras prácticas tradicionales hay elementos compatibles con la estructura socio-cultural de la Iglesia latina.
Respecto a los nombramientos de los obispos, se siente a veces cierto malestar en las Iglesias orientales.
GREGORIOS III: Durante ciento cincuenta años hemos elegido a nuestros obispos sin interferencias de Roma, aunque nadie le había negado nunca a Roma el derecho de intervenir, y a nosotros el derecho de recurrir a Roma. Simplemente Roma no intervenía de facto. Durante todo ese tiempo hemos elegido obispos buenos. No entiendo por qué ahora no podemos hacerlo.
La disputa del Santísimo Sacramento, 
Rafael, Estancia del Sello, Museos Vaticanos

La disputa del Santísimo Sacramento, Rafael, Estancia del Sello, Museos Vaticanos

¿Cuándo ha cambiado todo esto?
GREGORIOS III: La práctica cambió desde el Vaticano II. Esto es de verdad extraño. Es extraño que después del Vaticano II haya disminuido la libertad y la autonomía de las Iglesias orientales.
Dijo usted una vez: «Con todo el respeto por el ministerio petrino, el ministerio patriarcal es igual a él».
GREGORIOS III: Lo que yo digo siempre es: estoy cum Petro pero no sub Petro. Si estuviera sub Petro, estaría sometido, y no podría tener una verdadera comunión franca, sincera, fuerte y libre con el papa. Cuando abrazas a un amigo, no estas “debajo”. Lo abrazas estando al mismo nivel, si no no sería un verdadero abrazo. Unita manent, las cosas unidas permanecen.
¿Quiere decir que el vínculo con la Iglesia de Roma les está estrecho?
GREGORIOS III: ¡Ni soñarlo! El papado, a partir de Juan XXIII, es la autoridad más abierta del mundo. No hay en ninguna Iglesia una apertura y una práctica tan democrática como en la Iglesia de Roma. Pero luego están los que quieren parecer supercatólicos, y entonces insisten siempre y sólo en lo de sub Petro y sub Roma. Y así, según yo, contradicen el sentido verdadero del papado, su ministerio de confirmar a los hermanos en la fe. Nosotros hemos sufrido por la comunión con Roma. Durante ciento cincuenta años hemos dicho misa en las catacumbas, en Damasco, porque nos estaba prohibido hacerlo en público debido a nuestra comunión con el obispo de Roma. ¡Somos más romanos que los romanos! Por eso queremos valernos de esta comunión como de un tesoro, un don, una ayuda para nuestra fe. Como dice san Juan, nuestra fe es nuestra única victoria.


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