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ERITREA
Sacado del n. 11 - 2005

Por un puñado de arena



por Giovanni Cubeddu


Si se permite una nueva guerra, sería como apoyar la victoria de Goliat contra David. Etiopía, el único Estado africano que mantuvo su vieja libertad de dos mil años durante el período colonial, excepto los cinco años de sumisión a la Italia fascista, ya ha combatido y perdido sorprendentemente un conflicto, de 1998 a 2000, contra la minúscula Eritrea, nacida en 1993. Para Asmara –que había vivido el largo colonialismo italiano y la administración inglesa, que había sido federada en 1952 a Etiopía y anexionada a esta en 1962 (de aquí arrancan los treinta años de resistencia eritrea, hasta 1991)– fue la prueba más dura: el intento de invasión etíope se saldó con cien mil muertos.
Dos muchachos recogen ayudas en el campo de Adikeshi

Dos muchachos recogen ayudas en el campo de Adikeshi

Addis Abeba está al frente de un país diez veces más grande y dieciséis veces más poblado que Eritrea, pero ambos líderes, el etíope Meles Zenawi y el eritreo Isaias Afeworki, se conocen bien, han luchado durante mucho tiempo en el mismo bando cuando Meles trataba de derrocar a la junta militar golpista Derg, e Isaias combatía contra esa misma junta para devolverles la libertad a los eritreos. Los dos jóvenes revolucionarios llevaron a cabo su misión en 1991: Meles subió al poder e Isaias pudo celebrar dos años después con un referéndum que ganó por unanimidad la independencia de Eritrea. En mayo de 1993 el propio Zenawi, que era huésped en Asmara, compartía la alegría de sus vecinos. Él y Afeworki eran líderes emergentes, los rostros nuevos de África valorados también por Washington y que –pese a que desde 1995 se habían metido más o menos conscientemente en el túnel de las incomprensiones que les llevaría a la guerra de 1998, con el pretexto de la delimitación de las fronteras recíprocas– habían mantenido su charme casi intacto en la firma del Tratado de Paz de Argel, en diciembre de 2000, fruto también del compromiso de la Organización de la Unión Africana.
Conseguido en junio de 2000 el alto el fuego, el Consejo de Seguridad de la ONU creó en la frontera una “zona de seguridad temporal” de 25 kilómetros, administrada por una misión de unos cuatro mil hombres, y tras la paz de Argel surgió una Comisión Internacional que habría debido resolver para siempre la cuestión de las fronteras. Todo ello en medio de esperanzas de paz y de recuperación de la antigua amistad y colaboración regional, política y económica (en lo que estaba más interesada, como es obvio, la pequeña Eritrea que Etiopía).
Nos acercamos a la peligrosa crisis actual. Pese a que en Argel se llegara a un claro acuerdo de que los resultados de la Comisión sobre las fronteras, que llegaron en abril de 2002, serían “finales y vinculantes”, Etiopía nunca los respetó. En noviembre de 2004 Addis Abeba admitió que los aceptaba sólo como principio, pero que quería cambiarlos en el momento de la demarcación concreta de la frontera. Desde diciembre de 2004 Etiopía y Eritrea acumulan tropas en las fronteras, en las que hoy habría en total unos 300.000 soldados.
Así pues, en el temor o la espera de que vuelva el apocalipsis, el 4 de octubre de 2005 el gobierno de Asmara prohibió que los helicópteros de la misión de la ONU sobrevolaran la zona. El 23 de noviembre el Consejo de Seguridad pide a Eritrea que retire la prohibición, a Etiopía que acepte por fin las decisiones de la Comisión sobre las fronteras, y a ambas que no utilicen la fuerza sino la diplomacia, dándole al secretario de la ONU, Kofi Annan, cuarenta días para redactar la relación sobre el cumplimiento de las peticiones del Consejo, so pena de sanciones.
Etiopía ha dicho que obedecerá por lo menos a la petición de retirar las tropas de la frontera, Eritrea, por su parte, ha notificado y confirmado la expulsión de todos los miembros de la misión de la ONU que pertenezcan a Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y Rusia (y que por lo mismo se trasladarán a Etiopía). Un gesto incomprensible, a menos que las cosas se miren desde Asmara, que no se siente garantizada por el Consejo de Seguridad, dado que en más de tres años no ha sido capaz de presionar eficazmente a Addis Abeba, el gran y amenazador vecino, para poner fin a la cuestión de la frontera. Este concepto fue repetido por el representante estadounidense en la ONU, John Bolton, el 14 de diciembre, con gran satisfacción de los eritreos. «Might makes right», piensan los eritreos, es el poder lo que crea el derecho, así que no queda más que la defensa a ultranza, porque además la zona de seguridad temporal insiste en territorio eritreo, sobre el que se quiere demostrar, con esta amarga escalada anti-ONU, la plena soberanía de Asmara.
En esta situación hay quienes afirman que la guerra contra el enemigo es también un eficaz elemento de disuasión frente a las peticiones de libertad internas, y tanto Meles como Afeworki lo saben muy bien. Es otro capítulo que podría o tendría que abrirse, en ventaja de todos. Pero ahora el reloj corre rápidamente hacia el momento en el que, vista la desobediencia formal de Eritrea, la ONU tendrá que discutir sobre sanciones. Pero sobre todo tendrá que evitar una nueva, instrumental e inútil guerra y favorecer pacíficamente la solución concordada de la queja etíope de no tener acceso al Mar Rojo, verdadera razón del conflicto. Recordemos, en fin, que sin ayudas internacionales millones de etíopes y eritreos padecen hambre.
¿Podrá sancionarse a Eritrea sin volver a examinar los incumplimientos de Etiopía? Si para el Departamento de Estado norteamericano, Meles y Afeworki siguen siendo por el momento dos líderes necesarios para la “lucha global contra el terrorismo” (ambos han apoyado la guerra en Irak), precisamente del Consejo de Seguridad Asmara espera una ayuda, especialmente por parte de un miembro permanente llamado China, donde Isaias suele ir desde los tiempos de la lucha por la independencia y que hace tiempo que muestra su interés por África. Mientras, el 19 de diciembre la Corte de Arbitraje deLa Haya estableció que en 1998 fue Eritrea quien atacó ilegítimamente en primer lugar a Etiopía, pero que no fue un ataque planeado ni dirigido intencionalmente a desencadenar la guerra. Pero la guerra después estalló. Esperemos que la historia no se repita.



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