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ÓRDENES RELIGIOSAS
Sacado del n. 04 - 2006

JESUITAS. Habla Peter-Hans Kolvenbach

«El Señor es quien establece la diferencia»


Entrevista al prepósito general de la Compañía de Jesús con motivo del V centenario del nacimiento de san Francisco Javier y del beato Pedro Fabro, y de los 450 años de la muerte de san Ignacio de Loyola


Entrevista con Peter-Hans Kolvenbach por Giovanni Cubeddu


San Francisco Javier bautizando a indígenas

San Francisco Javier bautizando a indígenas

«Vuestra visita me brinda la oportunidad de dar gracias, junto con vosotros, al Señor por haber concedido a vuestra Compañía el don de hombres de extraordinaria santidad y de excepcional celo apostólico, como son san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y el beato Pedro Fabro. Son para vosotros padres y fundadores: por eso, conviene que en este centenario los recordéis con gratitud y los contempléis como guías sabios y seguros de vuestro camino espiritual y de vuestra actividad apostólica». Son las palabras de saludo del papa Benedicto XVI a la peregrinación que el pasado 20 de abril realizó la Compañía de Jesús a la tumba del Príncipe de los apóstoles.
Se celebran este año el V centenario del nacimiento de san Francisco Javier, que Pío XI proclamó patrono de las misiones, y del beato Pedro Fabro, y también los 450 años de la muerte de san Ignacio de Loyola, el fundador de la Societas Iesu. Una ocasión propicia para entrevistar al padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús desde septiembre de 1983.

¿Cuál es el episodio de la vida de san Francisco Javier que aprecia de forma especial?
PETER-HANS KOLVENBACH: Francisco Javier quería servir al Señor en pobreza y humildad como había aprendido de Ignacio y de los Ejercicios espirituales. El hecho de ser nombrado legado pontificio para Asia no cambió su tenor de vida. Tenemos testimonios de la época sobre la pobreza de Francisco Javier. Sus compañeros y él viajaban a pie y vestían tan miserablemente que los muchachos japoneses los recibían a pedradas y se reían de ellos. Describiendo sus peregrinaciones apostólicas durante el invierno, Francisco Javier habla del dolor que sufría debido a la hinchazón de los pies. Pensando que una visita al señor de algunas provincias le habría dado el permiso de predicar en público, pidió audiencia, pero se le negó el ingreso al palacio porque carecía de presentes apropiados que ofrecer. Estas experiencias le hicieron modificar su manera de acercarse. Fue a la ciudad de Miyako vestido de seda, con cartas credenciales como embajador del gobernador de la India, escritas sobre pergamino historiado y llevando consigo dones preciosos... Este episodio encarna un principio importante de la solicitud apostólica de la Compañía de Jesús: el uso de los medios al servicio de los fines más altos. Francisco Javier representa la “indiferencia” que Ignacio enseña en sus Ejercicios espirituales. Era libre, indiferente a las comodidades y a las apariencias para que el Señor pudiera establecer la diferencia en sus decisiones y en sus planes apostólicos. Y puesto que era libre podía adoptar otro estilo de vida para hacer que fuera posible predicar el Evangelio en la realidad del Japón. Considero este episodio muy revelador.
Hay dos imágenes clásicas de san Francisco Javier, una mientras sale con el breviario en la mano hacia las Indias, la otra mientras reúne a los jóvenes indios tocando una campanilla para invitarles al catecismo y a la oración. Y, sin embargo, san Ignacio decía que Francisco Javier era «el barro más duro que le tocó moldear»...
KOLVENBACH: Sí, cuando Ignacio lo conoció, Francisco Javier soñaba con ser un intelectual, un jurista o un hombre de armas para conseguir una posición de relieve en su ciudad natal Javier, y devolverle pujanza al estatus social de su familia, humillada por batallas políticas. Ignacio necesitó tiempo y perseverancia para que las palabras del Evangelio, repetidas incesantemente, encontraran eco en el corazón de Francisco Javier: «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?». Mientras que, perdiendo la vida por seguir a Cristo, se hará rico en Cristo... Esto llevó a Francisco Javier a hacer los Ejercicios espirituales y a entregarse a Cristo. Una vez que se rindió, se dedicó totalmente al Señor y a ayudar a los demás, siguiendo las huellas del Cristo pobre en humildad y en el servicio gratuito.
A propósito de san Ignacio, el cardenal Martini afirmó que cada vez que en la Compañía de Jesús se discute –según todos los varios puntos de vista y opiniones que nacen del pluralismo vivido por los jesuitas en el marco mundial de su acción–, todo se arregla como por encanto cuando se confrontan con los Ejercicios espirituales.
Peter-Hans Kolvenbach

Peter-Hans Kolvenbach

KOLVENBACH: No cabe duda, los Ejercicios espirituales son el fundamento de la espiritualidad y de la vida de la Compañía. Muchos jesuitas se dieron cuenta de que Dios los estaba llamando a la Compañía de Jesús en el contexto de los Ejercicios que hicieron a menudo durante su juventud y que luego se consolidaron en el retiro de un mes en el noviciado. En la enriquecedora diversidad de culturas y lenguajes, de enfoques espirituales y habilidades profesionales, todos los jesuitas han descubierto, ayudados por la experiencia espiritual de Ignacio, una llamada a discernir la voluntad de Dios y un modo de continuar hoy la misión de Cristo.
Francisco Javier murió, al igual que Ignacio, sin consuelo religioso...
KOLVENBACH: Hay una anécdota de la vida de san Luis Gonzaga que se cita a menudo. Se dice que estaba jugando al billar con otros jóvenes jesuitas cuando uno de ellos le preguntó: «Luis, si te dijeran que ha llegado tu hora, ¿que harías?». Dicen que Luis respondió: «Seguiría jugando»... Verdadera o falsa, la anécdota revela un punto importante de la espiritualidad ignaciana. Más que la preparación inmediata al momento de la muerte, son las horas y los años que la preceden, sostenidos por la gracia de Dios y vividos cumpliendo con Su voluntad, los que inciden en el encuentro con Cristo en la perspectiva de la eternidad. Los poquísimos jesuitas que estaban en la cabecera de Ignacio moribundo estaban “turbados” por la ausencia de esos gestos que uno se espera de un fundador al final de su vida: llamar a sus colaboradores, darles sus últimos consejos, nombrar su sucesor... Ignacio no pensó nunca en gobernar “su” compañía, sino la Compañía de Jesús. Los jesuitas se quedaron sorprendidos de que Ignacio muriera sencillamente, “como una persona común”. El único testigo de la muerte de Francisco Javier nos dice que era feliz en el momento de su solitario tránsito, pues estaba convencido de que le había llegado el momento de encontrarse con Aquel que durante su vida había sido su Señor y compañero.
El cardenal Tucci ha escrito que sería fácil ver en Francisco Javier el espíritu del conquistador de aquellos tiempos. Mientras que, sigue diciendo el cardenal, lo que mueve a Francisco Javier es la convicción de que nadie puede salvarse sin haber recibido el bautismo. ¿Qué ejemplo y enseñanza podemos sacar?
KOLVENBACH: En muchos aspectos Javier era un hijo de su época. La teología aprendida en París y el ambiente religioso en el que había vivido consideraban el bautismo una necesidad absoluta para la salvación. Javier sufría muchísimo al ver llorar a los japoneses después de decirles que sus antepasados estaban condenados en el infierno porque no habían sido bautizados. Luego Francisco Javier puso más énfasis en la misericordia de Dios que aceptaba las vidas rectas de aquellos que sin culpa ignoraban la necesidad del bautismo. Guiados por la Iglesia y por el Concilio ecuménico Vaticano II, hoy sabemos que hay que buscar la semilla de la verdad en todos los hombres, y que Dios ofrecerá la salvación a todos los que no llegaron a conocer a Cristo. Pero esta no era la doctrina de la época de Francisco Javier. De todos modos, las nuevas interpretaciones del Vaticano II no han disminuido la urgencia para toda la Iglesia de ser misionera con la misma pasión que Francisco Javier.
En la época de Francisco Javier los maestros chinos eran considerados los primeros en todo lo relativo al saber humano. En sus discusiones con los bonzos, Javier debía responder a la objeción de que si la religión cristiana fuera la verdadera los chinos ya la ha­brían conocido.¿Qué ha aprendido en estos siglos la Compañía de Jesús del espíritu religioso chino? ¿Cómo pueden desarrollarse –teniendo en cuenta también el reciente nombramiento a cardenal del obispo de Hong Kong– mejores relaciones entre Pekín y la Iglesia católica?
KOLVENBACH: De los contactos con la cultura china a través de la historia hemos aprendido ante todo a respetar y admirar sus conquistas en el campo del espíritu humano. Occidente fue hacia Oriente con un complejo de superioridad cultural. Francisco Javier y los demás misioneros que le siguieron ayudaron a que Occidente adoptara una actitud más matizada y fuera capaz de apreciar aspectos que no habían nacido de la herencia grecorromana. Si es verdad que bajo el influjo del cristianismo Europa desarrolló una filosofía sobre los derechos humanos y la dignidad humana que en algunas otras culturas no es obvia, hay otros valores humanos que están mejor preservados en las culturas orientales.
Las relaciones entre la Iglesia y China obviamente son complejas y requieren esfuerzos extremos de ambas partes antes de que se llegue a un acuerdo. No es fácil comprender las razones de ciertas peticiones de China, y está claro que China no comprende la naturaleza de la Iglesia.
Un ejemplar de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola,
edición de Amberes de 1671, conservado en la Universidad de Valencia

Un ejemplar de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, edición de Amberes de 1671, conservado en la Universidad de Valencia

En la Compañía de Jesús no han faltado nunca historias de amistad y santidad. Con Ignacio y Francisco Javier se recuerda también al beato Pedro Fabro...
KOLVENBACH: Los primeros compañeros desarrollaron una amistad profunda que reforzó grandemente su unidad de intenciones. Su amistad precedió el vínculo espiritual que los unió más tarde como miembros de la Compañía de Jesús. Aún antes de tomar la decisión de crear un grupo formal («si Dios quiere que tengamos en alguna ocasión imitadores de esta vida», dice la Fórmula del Instituto presentada a Julio III), Ignacio y sus compañeros se identificaron como «un grupo de amigos en el Señor». Como decía usted, aunque eran personalidades fuertes procedentes de ambientes distintos, había entre ellos una hermosa y profunda amistad basada en su familiaridad con Cristo.
Ignacio, Francisco Javier y Pedro Fabro mantuvieron relaciones personales con los papas de su tiempo.
KOLVENBACH: La disponibilidad incondicional de los primeros jesuitas a recibir y cumplir las “misiones” –cualquier misión– que les encargaba el papa, era una novedad para aquella época, y una actitud que favoreció los lazos entre ellos y los papas. Por lo demás, algunos jesuitas eran notables teólogos con los que los papas gustaban de entablar conversación. Muchos de ellos fueron “teólogos papales” en el Concilio de Trento, y Fabro murió de agotamiento tras un largo viaje, a pie, camino del Concilio donde había sido convocado por el Papa. Ignacio tenía sólo un deseo: que los jesuitas que él había reunido y preparado fueran enviados en misión por el vicario de Cristo en la tierra. Francisco Javier, de hecho, fue enviado a Asia como legado pontificio.
¿De dónde proceden hoy las vocaciones de la Compañía de Jesús? ¿Sigue dando frutos la gran experiencia de los jesuitas en la inculturación y en la educación?
KOLVENBACH: Todos los años unos quinientos jóvenes entran en la Compañía de Jesús. No es fácil resumir simplemente el origen de sus vocaciones. De todos modos, como en los albores, los Ejercicios espirituales son a menudo el medio con el que los jóvenes reconocen la llamada del Señor. Las instituciones educativas, sociales y pastorales de la Compañía siguen siendo el ambiente donde nacen muchas vocaciones.
El beato Pedro Fabro

El beato Pedro Fabro

San Francisco Javier murió solo y sin haber podido llegar a China. Se narra que en aquellos momentos la estatua de Jesús que se encuentra en la capilla de una torre del castillo de Javier sudó sangre de su costado. Esta estatua es conocida como el Cristo de la Sonrisa. ¿Qué significó esta imagen para Francisco Javier y para la Compañía de Jesús?
KOLVENBACH: La escultura de la que habla usted ha llamado la atención a muchas personas durante la celebración del quinto centenario del nacimiento de Francisco Javier. Efectivamente es una representación más bien insólita de Cristo sonriendo en la cruz. Los historiadores nos dicen que la escultura, del siglo XII, estaba en el castillo y que Francisco Javier rezaba ante ella. No creo que la escultura fuera muy conocida entre los jesuitas hasta hace poco tiempo. Pero no cabe duda de que la serena belleza del rostro de Cristo nos recuerda sus palabras: «Todo se ha cumplido» para nuestra salvación. Este es también el significado de la muerte de Francisco Javier: «En la muerte parecía muy feliz».
Es oficial que después de tantos años usted va a dejar la responsabilidad del gobierno de la Compañía de Jesús. ¿Qué puede decirnos?
KOLVENBACH: La verdad es que no tengo mucho que decir al respecto. El Santo Padre ha comprendido benévolamente que han cambiado las razones por las que san Ignacio quería que el papel del superior general fuera vitalicio. Hoy podemos vivir más tiempo sin la garantía de la energía y la capacidad para gobernar e inspirar a un grupo como la Compañía de Jesús formado por casi 20.000 miembros, presentes en muchas naciones, comprometidos en muchos y distintos campos apostólicos. Con su permiso he consultado a mis consejeros y a todos los provinciales. Todos están de acuerdo con mi decisión de presentar mi renuncia en la próxima Congregación general. Le corresponde a la Congregación aceptarla o no, pero confío que en 2008, después de veinticinco años de desempeñar este cargo y en el umbral de mis ochenta años, mis hermanos estén dispuestos a nombrar a mi sucesor.


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