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LECTURAS
Sacado del n. 06/07 - 2006

Santa Misa con el sacramento de la Confirmación en la solemnidad de Pentecostés Roma, 4 de junio de 2006

El Espiritu Santo defensor y consolador


Transcripción de la homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio en la Basílica de San Lorenzo extramuros durante la santa Misa con el sacramento de la Confirmación en la solemnidad de Pentecostés. Roma, 4 de junio de 2006



El descenso del Espíritu Santo, miniatura sacada de las Horas Turín-Milán, uno de los tres volúmenes que componen el manuscrito Très belles heures du duc de Berry, siglo XV, Museo civil de Arte antiguo, Turín

El descenso del Espíritu Santo, miniatura sacada de las Horas Turín-Milán, uno de los tres volúmenes que componen el manuscrito Très belles heures du duc de Berry, siglo XV, Museo civil de Arte antiguo, Turín

Ahora recibiréis al Espíritu Santo.
Jesús nos enseña que el Espíritu Santo es un don que Él nos envía del cielo. Es realmente importante tener sobre nosotros al Espíritu Santo. ¿Qué hará el Espíritu Santo? Hemos oído: «El Espíritu Santo que Jesús os da, os conducirá a la verdad entera». ¿Qué significa? Que el Espíritu Santo combate los males.
El Espíritu Santo desciende sobre nosotros y en nosotros. Nos guía. Nos recuerda todo lo que Jesús nos ha enseñado. Nos conduce derechos por la senda, en las situaciones que ahora quizá no sabemos imaginarnos. Él nos guía. El Espíritu Santo nos guía y hace que tengamos dos actitudes muy importantes. Si todos tenemos estas dos actitudes en la vida, que son dos virtudes, tendremos la felicidad plena en el Espíritu Santo, el consuelo del Espíritu Santo. La primera actitud es la mansedumbre que dice: «No riñáis hermanos, sois mis hijos, buenos, amados». El Señor nos ha dicho que el Espíritu nos enseña a ser como hermanos entre nosotros, por tanto, a amarnos, a estar unidos. La segunda virtud parece contraria, pero no es contraria: es la fortaleza. La fortaleza es el testimonio de Jesucristo, la fortaleza da el testimonio de Jesús: no tengas miedo de ser cristiano. Esto es lo que nos dará el Espíritu Santo.
El Evangelio lo llama el consolador interior, porque nos da el consuelo. Os da la paz. El Evangelio lo llama también el defensor, el abogado. Se entiende que el acusador es el diablo. El diablo nos acusa. Nos acusa porque quiere que estemos tristes, que tengamos el corazón amargado, triste. El Espíritu Santo da un corazón dulce con la mansedumbre y un corazón fuerte con la fortaleza, según las enseñanzas de Jesús repletas de alegría.
Vosotros, confirmandos, que ahora recibiréis al Espíritu Santo, rezad por esta pequeña comunidad vuestra, que hoy, como los primeros apóstoles, se forma en esta iglesia. No olvidéis que el consuelo del Espíritu Santo nos hace como niños. Debemos permanecer como niños, porque el Señor nos quiere niños y la madre es la Virgen, os invito, queridos confirmandos, a rezar ahora a la Virgen. De pie, confirmandos, estáis preparados para el Espíritu Santo y rezad conmigo.
Digamos:
Ven, Espíritu Santo, por María
Ven, Espíritu Santo, por María
Ven, Espíritu Santo, por María.
Acordaos de dar la mano a la Virgen porque si tenéis al Espíritu Santo y ponéis la mano en la mano de la Virgen seréis felices.



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