EDITORIAL
Sacado del n. 09 - 2006

Oriana


Con Oriana mantuve durante muchos años relaciones de gran cordialidad. El 6 de mayo de 1991, con una nota –«A mi colega en libros Giulio Andreotti»–, me envió desde Nueva York una espléndida edición del XVIII del De oratore ciceroniano que había encontrado en una librería anticuaria. Luego cambió todo


Giulio Andreotti


Está fuera de toda duda que el problema de la relación con el mundo islámico es hoy de importancia capital, y aún más lo será en el futuro. Pero es necesario, por difícil que sea, distinguir el aspecto teórico-cultural de los análisis políticos.
Oriana Fallaci

Oriana Fallaci

El diálogo interreligioso no es fácil, tanto entre cristianos como con los otros. Desde niño sigo a finales de enero las jornadas de oración por la Unidad. Resultados terrenales no he visto ninguno, salvo una paulatina atenuación del tono duro y la polémica. Por parte católica, sin embargo, el clima ha cambiado mucho. Cuando murió el rey de Inglaterra, por ejemplo, se nos comunicó que la participación del gobierno en un rito fúnebre realizado por su embajada en la iglesia anglicana se consideraría violación de la norma concordataria (ahora superada en el texto de revisión Craxi-Casaroli) que sancionaba el carácter sagrado de Roma. Salimos airosos del trance promoviendo una misa fúnebre en San Juan de Letrán: un doble sufragio, en el fondo, no iba a hacerle daño a su majestad.
Pero han pasado años-luz. No solo el siervo de Dios Juan Pablo II fue solemnemente a la Sinagoga mayor de Roma, sino que llegó a enunciar el derecho del individuo a cambiar de religión.
Sin hablar de la autocrítica histórica sobre las cruzadas y sobre otras cosas. Yo mismo participé, con la hija de Sadat, en una iniciativa de diálogo a tres voces que había comenzado con buen pie, pero que se fue a pique porque algunos pretendían una declaración contra el Estado de Israel, que representa el punto de contradicción en muchas disputas sobre el tema.
Impulsado por el gobierno inglés, que no resistía a los atentados de los patriotas hebreos, nació en 1948 el Estado de Israel, que, entre otras cosas, conllevaba también la creación del Estado árabe (palestino). Pero mientras el primero, una vez eliminados todos los ataques militares, está sólidamente arraigado, la otra parte de la deliberación de la ONU sigue en gestación, en la etapa intermedia de una Autoridad palestina, aceptada por Arafat en Oslo con mucho trabajo y tremendas oposiciones.
No está de más recordar, además, que el escenario del conflicto no es solo entre islámicos y los demás, ya que también ha habido una sangrienta guerra entre islámicos: iraquíes contra iraníes.
El 11 de septiembre de 2001, con los trágicos atentados de Nueva York, ha entrado a formar parte en la historia mundial como un factor decisivo de división: el islam contra todos; el intento de movilizar a todos contra el islam.
El papel de guía en la cruzada defensiva fue asumido por Oriana Fallaci desde las páginas del Corriere della Sera (que con ello, en palabras del director, aumentaba la tirada) y con un libro del que se han impreso y vendido un millón de ejemplares.
Oriana Fallaci, que se autodefinió estrambóticamente “ateo-cristiana”, puso al servicio de la causa su excepcional prestigio de periodista y ensayista, autora de entrevistas que hicieron época.
Miles de ciudadanos firmaron un llamamiento al presidente de la República para que la nombrase senadora, al tiempo que Toscana (la región de Giorgio La Pira) le otorgaba un premio especial.
En este escenario enfático todo valía para incitar a la movilización. El asesinato en Turquía del padre Santoro, un sacerdote católico, le dio pie al director de Libero para gritar que ya se tenía la prueba de la gran ofensiva musulmana.
Con Oriana mantuve durante muchos años relaciones de gran cordialidad. El 6 de mayo de 1991, con una nota –«A mi colega en libros Giulio Andreotti»–, me envió desde Nueva York una espléndida edición del siglo XVIII del De oratore ciceroniano que había encontrado en una librería anticuaria.
Luego cambió todo. En el citado libro millonario me coloca en el Índice porque según ella yo favorecí la construcción de la Mezquita de Roma.
El 24 de mayo de 2004 le escribí a Fallaci una carta que, a diferencia de muchas otras, no obtuvo respuesta.

«Querida Fallaci:
He leído tu último libro, en el que me sacas a colación aludiendo a anteriores intercambios de puntos de vista y atribuyéndome un papel, que efectivamente tuve, en la construcción de la Mezquita de Roma.
Tú, acentuando la alarma ya expresada y desarrollada (que te provocó las reacciones “francesas” y otras), consideras que está en marcha el proyecto de revancha del islam, con el arma triunfante de la “imaginación prolífica”. Y me parece que metes en el mismo saco el terrorismo y la islamización, burlándote (o casi) del diálogo entre las religiones y acusando a la Iglesia católica de ingenuidad. Bajo este último aspecto me ha herido una frase que habla de que la Iglesia ha construido una industria sobre el pietismo.
A la derecha, la portada de una edición del siglo XVIII 
del De oratore de Cicerón, regalado 
por Oriana Fallaci a Giulio Andreotti en mayo de 1991; aquí arriba, la nota autógrafa que acompañaba al valioso regalo

A la derecha, la portada de una edición del siglo XVIII del De oratore de Cicerón, regalado por Oriana Fallaci a Giulio Andreotti en mayo de 1991; aquí arriba, la nota autógrafa que acompañaba al valioso regalo

Tú te defines atea cristiana y lo aprecio. La fe es un don y quien lo posea no tiene que vanagloriarse de haberlo recibido. Pero vayamos al grano. ¿Están las emigraciones clandestinas desde países paupérrimos realmente dictadas por un proyecto mundial de conquista? ¿No será que ante todo derivan de la miseria y de la falta de perspectivas de vida in loco?
Con análisis históricos puntuales tú destacas un peligro global, pero enfatizándolo. Sin embargo, es menester hacer gala de gran prudencia en la legislación interna.
En cuanto a la Mezquita, cuando me habló de ello el rey Faysal en su visita aquí, me pareció que correspondía a una exigencia objetiva. No es exacto que Pablo VI fuera reluctante; las objeciones vinieron de “Italia Nostra”, presidida por Bassani, incluso sobre la altura del alminar. Otros objetaron que en Arabia Saudita está prohibido cualquier otro culto, y yo creo que se equivocaban. Su “cerrazón” es un error y espero que un día corrijan su posición (por lo demás tampoco tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede). En otros países árabo-islámicos hay iglesias y escuelas: Jordania, Irán, etc.
Sobre el problema palestino conservo un recuerdo. En 1982 presidía yo la reunión de la Conferencia interparlamentaria y me llegó una llamada tuya urgente. Querías saber cómo es que habíamos invitado a Arafat a Roma. Era el primer paso para obligarle a dialogar con Israel; efectivamente, en el discurso dijo que si se abría el diálogo, borrarían del Estatuto de la OLP la satanización del Estado de Israel. Del diálogo había hablado ya dos años antes la Comunidad Europea en el Consejo de Venecia. Fueron necesarios años para llegar a los Acuerdos de Oslo, y por desgracia la convivencia sigue estando lejos.
Perdona la paliza. Recientemente, viendo la política nueva de Gadafi con los EE UU e Inglaterra, aumenta en mí la convicción de que hay que trabajar en esta dirección.
Cordiales y amistosos saludos,

Giulio Andreotti».

No hacía ninguna alusión a ello en la carta, pero lo que me había molestado especialmente en el libro en cuestión había sido la referencia a Bernadette Soubirous atribuyéndole el único mérito de haber encaminado a los turistas a Lourdes. Por lo demás en el libro expresaba su sarcasmo contra quienes le deseaban que le cayera una enfermedad: ya la sufría desde hacía muchos años. Esto explica, personalmente, la agresividad de su últimos años y las gélidas disposiciones testamentarias.
El creciente influjo de la inmigración desde países islámicos a países de tradición cristiana provoca, sin duda, problemas delicados y complejos. La aspiración que ha de predominar, sin embargo, es la de con-vivir y no crear ghettos. Es el gran desafío de los próximos decenios que los moderados de todas las extracciones han de vencer coordinándose.
Oriana quiso estar sola en su último día en tierras toscanas. Sin embargo no quiero creer que podamos referirnos a quien no deja en herencia cariño. Incluso quienes rechazan las terapias de choque que ella propugnaba nunca dejaron de sentir admiración y gran respeto por su persona.


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