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CHINA-SANTA SEDE
Sacado del n. 09 - 2006

La política de los hechos consumados


Eliminar las normas vaticanas que obstaculizan la reconciliación en la Iglesia china. Buscar un tácito y provisional modus vivendi para los procedimientos de elección de los obispos. Pensar en un nuevo papel para la Asociación patriótica. Entrevista a Jeroom Heyndrickx, misionero y sinólogo


Entrevista a Jeroome Heyndrickx por Gianni Valente


A principios de septiembre, amigos de la Iglesia católica china de todo el mundo –miembros de institutos y congregaciones misioneras, estudiosos, responsables de fundaciones y centros de estudio, sacerdotes y laicos que por varios motivos y de distintas maneras siguen los controvertidos asuntos de los católicos chinos– se reunieron en la Villa Sacro Cuore de Triuggio, Italia, para participar en el séptimo “European catholic China Coloquium” organizado esta vez por el Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (PIME). Entre los sinólogos católicos europeos con experiencia llamados a debatir sobre el difícil tema del coloquio (“25 años de encuentros con la Iglesia de China: un balance mirando al futuro”), el más “aplaudido” –entre otras cosas por haber celebrado recientemente cincuenta años de sacerdocio, por lo que recibió las congratulaciones incluso de la reina Paula de Bélgica– fue sin duda él: Jeroom Heyndrickx, de 75 años, flamenco, sacerdote de la Congregación misionera de Scheut, presidente de la Fundación Verbiest de Lovaino, una vida de misionero y estudioso caracterizada por la pasión por los brotes de vida cristiana que florecen más allá de la Gran Muralla. No hay persona más indicada que él para describir fuera de los clichés dominantes el delicado momento de transición que están viviendo las relaciones entre el Gobierno de Pekín, la Iglesia china y la Santa Sede.

Fieles rezando fuera de la iglesia católica Xishiku, en Pekín

Fieles rezando fuera de la iglesia católica Xishiku, en Pekín

Padre Jeroom. ¿Tienen razón los que dicen que para la Iglesia en China la situación sigue siendo la misma?
JEROOM HEYNDRICKX: Ha cambiado mucho. Quizá no en lo que se refiere a la discusión teorética sobre la libertad religiosa y tampoco sobre los estatutos oficiales, pero sí en los hechos. Si vamos hoy a China, vemos que en la mayor parte de las situaciones es posible para los fieles ir a misa, recibir los sacramentos, rezar, participar en la catequesis de la parroquia, en fin, ejercer las prácticas ordinarias de la vida cristiana, sin grandes problemas. También en Pekín, en el centro del poder del Estado, si vamos a la Catedral un día laboral cualquiera, vemos que se dicen tres misas por la mañana temprano, y a cada misa asisten por lo menos un centenar de fieles. No sé en cuántas catedrales europeas o en cuántas iglesias de Roma se ven tantos días misas tan bien celebradas, con la homilía y los cantos.
Y, sin embargo, se habla aún de iglesias destruidas, obispos y sacerdotes sometidos a medidas de policía.
HEYNDRICKX: A veces los gobiernos locales usan métodos típicos de la Revolución cultural, restos de la era maoísta, que contradicen la política de libertad religiosa proclamada de palabra por el gobierno central. Pero hay que decir que casi toda la información sobre la Iglesia en China está falseada por equívocos y prejuicios de fondo. Me pone los nervios de punta oír hablar de que en China hay dos Iglesias, una ortodoxa fiel al Papa y otra “patriótica” que es una criatura del gobierno. En los primeros años ochenta, después de la Revolución cultural, se podía sospechar que alguien en China, presionado por el gobierno, quisiera dar vida a una Iglesia nacional separada del papa y del resto de la Iglesia universal. Pero también entonces era una sospecha infundada. Los datos adquiridos en estos veinticinco años han mostrado que el sensus fidei de los católicos chinos es lo que precisamente ha resistido, silenciosamente también, a todos los intentos de separarlos del papa. Cuando murió Juan Pablo II todas las comunidades, tanto las registradas como las no reconocidas por el gobierno, durante días y días rezaron y celebraron misas de sufragio por el Papa fallecido y luego de acción de gracias por la elección del nuevo Papa.
Hay noticias que sorprenden. El obispo auxiliar “clandestino” de Baoding, Francisco An, apareció de nuevo libre tras años sin saberse nada de él, pero se dice que su segregación se debía también a contrastes con algunos sacerdotes de su comunidad “no oficial”.
HEYNDRICKX: En China hay una única Iglesia, aunque dividida a veces de manera dolorosa. Entre los problemas y los conflictos dentro de la Iglesia caben también situaciones que a menudo son más complicadas de lo que parecen vistas desde fuera.
Y, sin embargo, sobre el tema más controvertido de la condición anómala de la Iglesia china, el de los nombramientos de los obispos, se notaron recientemente novedades importantes.
HEYNDRICKX: En los últimos años de pontificado de Juan Pablo II, y por primera vez desde los años de Mao, algunas ordenaciones de nuevos obispos se celebraron con la convergente aprobación del gobierno de Pekín y de la Santa Sede, ambas de dominio público. Luego con Benedicto XVI se ha seguido el mismo camino. Se enviaban a Roma los nombres de los candidatos, el Papa nombraba al elegido, el gobierno lo sabía, y dejaba que se hiciera así. Este modelo constituía una especie de normalización de facto de los procedimientos sobre este punto. Aunque el asunto no ha sido enfatizado, se trataba de un giro copernicano.
¿Por qué?
HEYNDRICKX: Si bien no se admitía oficial ni públicamente, por primera vez la República Popular de China aceptaba o por lo menos no se oponía de hecho a la realización práctica del principio según el cual en la Iglesia católica el Papa es quien nombra a los obispos. Toda la historia de la Iglesia de China puede leerse como una superación progresiva de las anomalías que se dan primero a nivel de los hechos, sin hallar un reconocimiento inmediato a nivel de reglas y procedimientos formales. Se emprendió este camino desde que, a principios de los años ochenta, un obispo que había sido elegido de manera ilegítima le pidió a la Santa Sede la legitimación. El gobierno amenazó con castigarlo, pero luego no lo hizo, y entonces decenas y decenas de otros obispos siguieron su ejemplo en los años ochenta y noventa.
Jeroom Heyndrickx

Jeroom Heyndrickx

Hasta los casos citados, en los que ya antes de la consagración todo el mundo sabía que los obispos habían sido nombrados por Roma.
HEYNDRICKX: Era como si, sin acuerdos preventivos, entre el gobierno y la Santa Sede hubiera una tácita convergencia: atiendan a su juego, que nosotros atendemos al nuestro. Dejemos que surja una generación de nuevos obispos que tienen nombramiento pontificio y al mismo tiempo son elegidos respetando las normas aprobadas por el gobierno, y luego se verá cómo arreglar las cosas a nivel formal.
Pero luego llegó la ducha fría de primavera.
HEYNDRICKX: Antes había habido una polémica a la que se le dio mucha publicidad entre el obispo de Hong Kong, Joseph Zen, nuevo cardenal, y Antonio Liu Bainian, el vicepresidente de la Asociación patriótica. La Santa Sede se mantuvo al margen del choque y las autoridades chinas no se pronunciaron. Pero poco después, entre finales de abril y primeros de mayo, llegaron las consagraciones ilegítimas de dos obispos, ordenados sin mandato apostólico.
Ha explicado usted que también esos dos obispos consagrados ilegítimamente iban a recibir el nombramiento pontificio.
HEYNDRICKX: Los nombres de esos dos obispos habían sido enviados a Roma desde hacía mucho tiempo, junto con los nombres de los candidatos al gobierno pastoral de otras diócesis. Sobre su candidatura al episcopado existía cierto consenso en las respectivas comunidades de procedencia. También otros obispos y sacerdotes habían enviado a Roma sus opiniones positivas. Se esperaba el nombramiento pontificio, pero los procedimientos en Roma requirieron más tiempo del previsto. Y las dos ordenaciones, después del enfrentamiento entre Zen y Bainian, sirvieron de chispa para que estallara el incendio. Las peticiones de aplazar las ordenaciones fueron rechazadas. Para convencer a los obispos a participar en las consagraciones se hizo correr la voz, falsa, de que el Papa había “aprobado silenciosamente” las ordenaciones.
¿Qué pasará ahora?
HEYNDRICKX: Los próximos meses son cruciales. Hay cuarenta diócesis vacantes o con obispos ancianos, desde Roma deberían llegar en poco tiempo las respuestas para muchos casos. No existen canales de diálogo oficiales para llevar a cabo este trabajo, los interlocutores son suspicaces, pueden darse otras situaciones de enfrentamiento. Pero después de las dos ordenaciones ilegítimas, cuando parecía que todo se había echado a perder, el Papa envió a dos diplomáticos a Pekín, el arzobispo Claudio Maria Celli y monseñor Gianfranco Rota Graziosi, que conocen bien la situación de la Iglesia en China, para emprender coloquios directos. Es la señal inequívoca de que Benedicto XVI quiere seguir por la senda del diálogo.
Decía usted que las tácitas convergencias de los últimos años parecían responder a la consigna de que cada quien atienda a su juego. ¿Hay pasos que la Santa Sede puede dar unilateralmente ahora para favorecer la normalización de la vida eclesial en China?
HEYNDRICKX: Habría que abandonar oficialmente los llamados “Ocho Puntos”, un documento que salió de la Santa Sede en 1988 donde se daban algunas líneas-guías sobre los problemas de la Iglesia de China, incluida la prohibición de concelebrar la Eucaristía con sacerdotes y obispos que aceptaban el control de la Asociación patriótica. En 2000, durante un encuentro de 45 personas en el que participaron también representantes de la Santa Sede, se decidió declarar públicamente superado ese obsoleto vademécum, pero no se hizo nunca, y no sé por qué.
¿Es una cuestión muy importante?
HEYNDRICKX: Esos Puntos han causado y siguen causando daños. Se han usado para confirmar los infundidos propagados por algunos sacerdotes clandestinos, que dicen que ir a misa y recibir los sacramentos en las parroquias reconocidas por el gobierno equivale a cometer pecado mortal. Así se ha planteado una duda sobre el tesoro más grande que la Iglesia católica custodia también en China, el de los sacramentos, a los que ahora los católicos chinos pueden acercarse con facilidad. Los mayores crímenes contra la Iglesia son los que atentan a su naturaleza sacramental. Y si esto sucede, hasta los llamamientos a la reconciliación son ineficaces. La unidad entre los cristianos no nace por una orden humana, sino por la obra del Espíritu Santo en los corazones de los fieles que participan de la Eucaristía en torno al mismo altar.
28 de junio: el obispo de Shanghai, Aloysius Jin Luxian consagra a su auxiliar Joseph Xing Wenzhi. 
Es la primera ordenación episcopal llevada a cabo en la Iglesia de China 
bajo el pontificado de Benedicto XVI

28 de junio: el obispo de Shanghai, Aloysius Jin Luxian consagra a su auxiliar Joseph Xing Wenzhi. Es la primera ordenación episcopal llevada a cabo en la Iglesia de China bajo el pontificado de Benedicto XVI

En el congreso de Triuggio se habló también de los confines de las diócesis.
HEYNDRICKX: La Santa Sede sigue haciendo referencia a la estructura diocesana anterior a 1949. Pero mientras tanto el mapa de las diócesis en China ha ido cambiando, algunas han sido agrupadas, otras han sido divididas o han cambiado sus confines, adaptándose a menudo a las nuevas subdivisiones territoriales de la administración civil. Esto crea problemas burocráticos y conflictos de competencia, complicando aún más las relaciones entre poderes civiles, Iglesia local y Santa Sede. El sacerdote chino que afrontó este tema en el congreso de Triuggio afirmó que la Santa Sede no aceptará la nueva configuración de las diócesis antes de la normalización de las relaciones con la República Popular. Yo creo, sin embargo, que se podría hablar incluso antes, directa o indirectamente. Por lo menos se podría hacer entender que no existen objeciones de principio al reconocimiento de la nueva subdivisión de las diócesis.
Según usted y considerando una perspectiva a largo plazo, ¿deberían los mecanismos para la elección de los obispos tener en cuenta de alguna manera la anómala situación que ha vivido durante decenios la Iglesia en China?
HEYNDRICKX: Creo que se podría mostrar por lo menos la misma flexibilidad que se muestra en otros Estados y en otras situaciones, donde se reconoce cierto espacio de intervención de las instancias locales. La posibilidad existe, pero puede ser explorada y realizada sólo como fruto del diálogo.
Son varios los que afirman que el sabotaje del diálogo entre Pekín y la Santa Sede procede de funcionarios de organismos como la Asociación patriótica de los católicos chinos que temen perder poder tras la posible normalización.
HEYNDRICKX: La Asociación patriótica y los otros organismos de control de la Iglesia no tienen poder decisional autónomo. Siguen las directivas que llegan de la administración estatal para los asuntos religiosos.
¿Pero de qué se ocuparían estas estructuras burocráticas tras la normalización? Su resistencia se explica también con cosas muy concretas, como el miedo de cada funcionario a perder su puesto de trabajo.
HEYNDRICKX: Algunos sectores del área eclesial no reconocida por el gobierno solicitan la abolición de la Asociación patriótica. Yo creo que el gobierno chino no lo hará. Pero la Asociación patriótica podría ser sometida a la dirección de los obispos. Cada obispo, al igual que dispone de una comisión litúrgica diocesana o de una comisión financiera, podría tener también una comisión “patriótica” encargada de gestionar las relaciones con el gobierno. Sería un modo para cambiar el perfil de la Asociación patriótica desde dentro, en vez de suprimirla. Pero tampoco esto es fácil. En todo caso, se debería quitar de los estatutos de la Asociación la mención a la construcción de una iglesia nacional independiente.


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