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BRASIL
Sacado del n. 11 - 2006

REPORTAJE. La presencia árabe en el gran país sudamericano

Un puente entre Latinoamérica y Oriente Medio


Hoy los brasileños de origen árabe son doce millones. Tienen orígenes libaneses y sirios. Viven sobre todo en el Estado de São Paulo y en el sur del país. Hay unas cincuenta mezquitas y numerosos centros islámicos, pero la mayoría de los brasileños árabes son católicos


por Paolo Manzo


La primera cumbre países árabes-América del Sur, que se celebró en Brasilia del 10 al 12 de mayo de 2005, un empleado iza 
la bandera palestina ante la sede de los trabajos en el Blue Tree Hotel de Brasilia

La primera cumbre países árabes-América del Sur, que se celebró en Brasilia del 10 al 12 de mayo de 2005, un empleado iza la bandera palestina ante la sede de los trabajos en el Blue Tree Hotel de Brasilia

Geraldo Alckmin, candidato a las elecciones presidenciales del pasado noviembre, que apoyó en el segundo turno a Luiz Inácio da Silva; Fernando Gabeira, diputado elegido en Río de Janeiro y líder del partido brasileño de los Verdes; Paulo Souto, gobernador del Estado de Bahía; Rosinha Matheus, gobernadora de Río. Son solo cuatro de los más de 140 parlamentarios de origen árabe que, juntos, representan el 25% de los 81 miembros del Senado y de los 513 diputados de la Cámara del gigante sudamericano. Por lo demás, «arte y política son los dos ámbitos en los que los árabes están más presentes», explica el escritor Milton Hatoum, nacido en Manaus y paulista de adopción, de padre libanés y madre brasileña. Naturalmente, el origen es en la mayoría de los casos de tercera o cuarta generación, pero la procedencia árabe de abuelos y bisabuelos es un hecho en el registro civil brasileño.
Cuando se habla de la familia árabe en Brasil –familia porque los países miembros de la actual Liga Árabe son en total 22– se hace referencia sobre todo a los libaneses y sirios, cuya inmigración fue la más numerosa y continua a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Según el testimonio del escritor e historiador Manuel Diegues Júnior algunos árabes vivían en Brasil ya en época colonial, cuando Portugal tenía relaciones comerciales con el Imperio otomano; pero según las estadísticas de la Oficina de Inmigración, fue entre 1865 y 1900 cuando se asistió a la primera “oleada árabe” hacia Brasil, aunque el primer registro oficial de inmigrados es de 1835, cuando desde Beirut llegaron a Río de Janeiro los hermanos Zacarias, que pasaron a la historia solo por esto. La mayoría de los árabes que poblaron Brasil a finales del siglo XIX llegaban, pues, de Líbano y de Siria (que entonces eran colonias del Imperio otomano), salían del puerto de Beirut y tenían pasaporte turco. Por este motivo fueron registrados genéricamente como inmigrados “turcos”, «pese a que los turcos de hoy nada tienen que ver con los árabes: otra raza, otra etnia, otra nacionalidad», como nos ilustra el representante de la comunidad sirio-libanesa ante el Consejo Estatal de Comunidades y Culturas Extranjeras (CONSCRE), Rezkalla Tuma.
¿Cómo se explica que fuera árabe casi el 10% de toda la inmigración extranjera de Brasil entre 1870 y 1900, la tercera tras la italiana (que llegó a alcanzar el 60%) y la portuguesa? Seguro que ayudó el que el emperador Pedro II hablaba árabe, había visitado Beirut y Damasco en 1876 y afirmaba que «quien construyó la Damasco de los milenios, cuna de civilización, nos ayudará a construir Brasil». Sustancialmente, los lazos ya fuertes entre el mundo árabe y Brasil se intensificaron hace 130 años por una voluntad estratégica precisa. Desde aquella visita imperial se intensificó notablemente el flujo migratorio árabe hacia Brasil y los sirio-libaneses comenzaron a considerar la ruta Beirut-Santos-São Paulo una de las más atractivas para cambiar de vida y acrecentar su fortuna. Las cosas no cambiaron ni siquiera tras la proclamación de la República, el 15 de noviembre de 1889, cuando ya se había consolidado la usanza de enviar los “actos de llamada”, es decir, las cartas que los árabes ya llegados a Brasil mandaban a sus amigos y parientes con el pasaje de barco solo de ida, para que se fueran a Brasil.
Hoy se estima que los ciudadanos brasileños de origen árabe son más de doce millones. La comunidad más numerosa está formada por libaneses (siete millones), seguidos por sirios (cuatro millones) y palestinos, que emigraron más recientemente. Menos fuerte es la presencia de brasileños de origen egipcio, marroquí, jordano e iraquí. Geográficamente la comunidad árabo-brasileña «está en su gran mayoría asentada en el Estado de São Paulo y en los Estados del Sur, sobre todo en el de Paraná», explica Tuma. «En realidad hoy la mayor parte de la población libanesa vive en Brasil. Sobre este punto es conveniente hacen un inciso sobre la Triple Frontera, el territorio donde han surgido tres ciudades fronterizas, la argentina Puerto Iguazú, la paraguaya Ciudad del Este y la brasileña Foz do Iguaçu, que pertenece al Estado de Paraná y en la que viven 12.000 árabo-brasileños, casi todos de origen libanés y dedicados al comercio. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, esta área saltó a los medios de comunicación internacionales por el apoyo, se decía, que los habitantes le dieron al terrorismo internacional, en concreto a Al Qaeda. Pero hasta el momento no hay prueba de nada de esto, y por lo que he podido observar in situ en 2003 y 2005, la única actividad ilegal está representada por la omnipresente actividad de contrabando a través de Paraguay.
El presidente brasileño Lula durante una sesión de la cumbre

El presidente brasileño Lula durante una sesión de la cumbre

«En Brasil hay 7 millones de libaneses, el doble con respecto a los 3,6 millones de Beirut y alrededores», explica Dad Squarisi, escritora nacida en Beirut y obligada a emigrar a Brasilia en 1968, por la actividad política de su padre. Muy activa en la labor de reforzamiento de los vínculos entre su patria y su país de adopción, recientemente ha dado su aportación a la organización de la exposición fotográfica “Amrik. Presencia árabe en América del Sur”: 140 fotografías inéditas de 23 autores latinoamericanos, comisionados y presentados durante la primera cumbre de países árabes y América del Sur. La exposición, muy apoyada por Itamaraty (el Ministerio de Exteriores brasileño) y ubicada en el Centro Cultural del Banco do Brasil de Brasilia, recibió más de 100.000 visitantes. Un éxito.
Aunque son muchos, los árabo-brasileños que hablan la lengua del país de origen son apenas 240.000, un 2% del total. Entre las muchas explicaciones dadas por los estudiosos, la más recurrente es que las terceras y cuartas generaciones de hoy se han integrado perfectamente dentro del melting pot brasileño y que, más allá de las tradiciones culinarias y la propensión al comercio típicamente medio-oriental, han optado por alejarse de su lengua original para afirmar sin ambages su orgullo de ser “brasileños de pura cepa”.
Otro dato que hay que considerar es que, a diferencia de lo que ocurre en Europa, la mayoría de los árabo-brasileños no es de religión musulmana sino católica. Según el último censo nacional de 2000, que dividió a la población por religión, de los 180 millones de brasileños, apenas 27.239 se declaraban seguidores del islam. Dado que en todo Brasil hay 50 mezquitas y unos ochenta centros islámicos, el dato probablemente podría no ser exacto, y quizá tenga razón la Federação Islâmica Brasileira cuando sostiene que los musulmanes lato sensu (es decir, incluidos los no practicantes) son aproximadamente un millón y medio. Incluso así, de todos modos, el porcentaje de musulmanes sobre el total de los árabo-brasileños sigue siendo muy bajo, el 12,5%. Esto se explica porque la mayoría de quienes llegaron a finales del siglo XIX era de confesión greco-ortodoxa, maronita y copta, y luego se adaptaron a la confesión católica, predominante. Según los expertos, Brasil es un ejemplo positivo en materia de convivencia ecuménica: «De hecho», explica Tuma, «este es el único país del mundo donde los fieles de las distintas religiones –que son muchas– viven más tranquilamente. Aquí, los descendientes de las distintas etnias, ya sean africanas, árabes, europeas o asiáticas, se mezclan en matrimonios mixtos con un ritmo impresionante».
Un punto de referencia para profundizar en el tema “árabes en Brasil” es la sede de la Agência de Notícias Brasil-Árabe, en el número 326 de la Avenida Paulista, en pleno centro de São Paulo. Desde el piso 18, donde está la redacción de la ANBA, el acrónimo por el que todos llaman a la agencia, se tiene una visión real de las estrechas relaciones económicas que ligan a Brasilia con los 22 miembros de la Liga Árabe, empezando por las exportaciones que, en el mes de octubre, batieron todos los récords, superando los 730 millones de dólares norteamericanos. Un aumento del 57% con respecto a octubre de 2005, según los datos dados a conocer por la Secex, la Secretaría del Comercio Exterior.
El sector puntero del export Brasil-países árabes es el agrícola, con una facturación mensual de 540,3 millones de dólares, un 85% más que en octubre de 2005. La audaz estrategia hacia estos mercados queda bien explicada por una frase de Antonio Sarkis jr., presidente de la Cámara de Comercio árabo-brasileña: «La producción brasileña de azúcar habrá de ocupar cada vez más espacio en las tiendas árabes, sustituyendo a la europea. Sobre todo ahora que la Organización Mundial del Comercio ha limitado la exportación de Bruselas en el sector a 1,4 millones de toneladas». Los números parecen darle la razón, visto que fue precisamente la exportación de azúcar lo que creció mayormente (en un 170%), alcanzando un volumen de negocios de más de 325 millones de dólares. Analizando uno por uno los principales mercados que han absorbido la totalidad de la exportación brasileña, el crecimiento proporcionalmente mayor ha tenido lugar en Irak, con más del 229% con respecto al mismo mes de octubre de 2005, equivalentes a 38 millones de dólares en valores absolutos. Le sigue Argelia con 53,5 millones (+188%), los Emiratos Árabes Unidos con 176,8% (+172%), Egipto con 107 millones (+61,3%) y Arabia Saudita con 147,6 millones (+18,7%). De enero a octubre de 2006 las exportaciones de Brasil hacia los países árabes crecieron un 22,9% con respecto a 2005, alcanzando de este modo los 5,26 mil millones de dólares. También esto es un récord.
Entre las producciones industriales vale la pena subrayar la entrega de 15 aviones a la Saudi Arabian Airlines por parte del Embrear, y la firma de contratos de abastecimientos análogos por parte de la empresa brasileña también con EgyptAir y Royal Jordanian. En cuando a las importaciones, esencialmente petróleo y derivados, el mismo período el crecimiento fue inferior (+8,3%), por un valor total de 4,65 mil millones de dólares.
En los últimos años, las relaciones Brasil-países árabes se han reforzado mucho incluso políticamente. Sobre todo a partir del primer viaje oficial de Lula del 3 al 10 de diciembre de 2003 a Siria, Líbano, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Libia
En los últimos años, las relaciones Brasil-países árabes se han reforzado mucho incluso políticamente. Sobre todo a partir del primer viaje oficial de Lula del 3 al 10 de diciembre de 2003 a Siria, Líbano, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Libia. Una visita importantísima para impulsar las relaciones comerciales entre los dos bloques pero, como explicó el propio presidente a un centenar de empresarios de El Cairo, decisiva porque «la negociación con los países del G8 es difícil, incluso dentro de la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, si los países en vías de desarrollo como Egipto y Brasil se unen, la competencia con los países desarrollados será más equilibrada…». Cosa que ocurrió de allí a pocos meses, con la entrada de Egipto en el G20, el grupo de países emergentes apoyado por Itamaraty y Lula que se propone negociar desde una posición de más fuerza con los países ricos, sobre todo cuestiones comerciales. Una etapa posterior fundamental desde el punto de vista político fue la primera cumbre entre los doce países de Sudamérica y los 22 países miembros de la Liga Árabe, que se celebró precisamente en Brasilia, en mayo de 2005.
El encuentro tenía como objetivo declarado reforzar las relaciones económicas ya existentes pero, sobre todo, incluir al mundo árabe en el cuadro estratégico global sudamericano del presidente brasileño. En aquella ocasión, el ministro de Exteriores brasileño, Celso Amorim, reveló que el Mercosur –formado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela– iba a firmar en breve un acuerdo comercial con la Comunidad de Cooperación del Golfo, compuesta por Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes, Kuwait, Omán y Qatar, o sea, los países árabes más ricos de la región. Lo cual tuvo lugar puntualmente la mañana del 20 de mayo de 2005.
Hoy, a un año y medio de distancia, es el propio Amorim quien explica a 30Días la importancia de esta nueva relación: «La cooperación con los países árabes instituida en la cumbre de mayo de 2005 fue un elemento totalmente nuevo en la política brasileña y, yo diría, también en la geopolítica mundial. Por supuesto, esta cooperación necesitará mucho tiempo para consolidarse pero, desde luego, es muy innovadora, por no decir “revolucionaria”». Mientras tanto, para la primavera de 2008 ya se ha fijado en Marruecos la segunda cumbre entre los dos bloques.


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