El artículo de Rowan Williams publicado en el periódico inglés The Times
El primado anglicano y el choque de civilizaciones
por Rowan Williams
El 23 de diciembre el periódico de Londres The Times publicó un
artículo del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la
Comunión anglicana, muy crítico con la intervención
armada en Irak y, más en general, con la política belicista
llevada a cabo durante estos años por la administración
americana y el gobierno inglés. Williams acababa de regresar de una
peregrinación a Tierra Santa, que hizo en los días 20-23 de
diciembre, con el arzobispo de Westminster, el cardenal Cormac
Murphy-O’Connor, el primado de la Comunión armenia en Gran
Bretaña, Nathan Hovhannisian y el reverendo David Coffey, moderador
de las Free Churches. Los peregrinos estuvieron en Jerusalén,
huéspedes del patriarca greco-ortodoxo Teófilo, donde se
entrevistaron con los representantes de las trece Iglesias y comunidades
cristianas de la ciudad. Luego, fueron a Belén, a la gruta de la
Natividad, donde participaron en una celebración ecuménica.
Publicamos a continuación amplios fragmentos de dicho
artículo.
En los agitados días
inmediatamente anteriores a la guerra en Irak, se oyó a menudo una
predicción, a la que sistemáticamente no se le hizo caso, que
advertía que si la acción militar occidental se llevaba a
cabo en ese momento y con esas modalidades pondría en peligro a las
poblaciones cristianas de todo Oriente Próximo, porque serían
vistas como defensoras de la cruzada occidental. Y algunos nos preguntamos
si no sería oportuno disponer de una estrategia sobre cómo
hacer frente a esta posibilidad.
Pues bien, no había ninguna estrategia. Y las consecuencias se suman ahora dolorosamente a lo que ya era una situación difícil para las comunidades cristianas de la región. La población cristiana de Irak sigue disminuyendo al ritmo de miles de personas cada dos meses y algunos de sus líderes más valiosos han tenido que dejar el país. En Estambul, la población ortodoxa es un minúsculo remanente y una parte de la prensa turca le ha hecho saber a su Patriarca que le ha llegado el momento de irse. En Egipto, donde las relaciones entre cristianos y musulmanes son desde siempre –y siguen siendo– intensas y buenas, los ataques de integristas contra los cristianos se han vuelto considerablemente más frecuentes.
Además de buscar asilo, algo ya de por sí difícil, no es raro para las familias árabes cristianas, que buscan refugio en el Reino Unido, ver que los centros de enseñanza consideran a sus hijos como “realmente musulmanes” y los ponen en clase con niños musulmanes a hacer actividades especiales. Esto ilustra la completa desinformación que hay en el Reino Unido, a partir de las autoridades gubernamentales, sobre los cristianos de Oriente Próximo.
Y, sin embargo, durante siglos estos cristianos han desempeñado un papel crucial prácticamente en todas las naciones hoy consideradas uniformemente musulmanas, incluso en Irán. Con su presencia no han dejado de recordarle al mundo árabe y al occidental, que no es lo mismo “árabe” que “musulmán” y que las naciones musulmanas tienen una tradición de relaciones amistosas con los cristianos, sus vecinos. En cambio, la migración de las poblaciones cristianas no hace más que alimentar el mito, tanto en Oriente como en Occidente, de que el islam no puede convivir con otras religiones y que el choque entre Oriente y Occidente es un choque irreconciliable entre creencias y culturas.
Las poblaciones cristianas, sin embargo, podrían
ser realmente una parte de la solución. En Líbano, durante el
conflicto del pasado verano, las comunidades cristianas fueron las que
plantearon las mejores propuestas para asegurar
una paz duradera, y los planes de paz elaborados por la Iglesia maronita
fueron considerados ampliamente como la propuesta más realista en la
búsqueda de una paz entre las facciones en guerra.
Por supuesto las comunidades cristianas no pueden hacer gala en la región de una historia libre de culpas, pero en la situación actual tienen algo significativo que decir: a los occidentales les dicen que no olviden que el cristianismo no comenzó en Inglaterra ni tampoco en Roma, sino que es una religión mediooriental; al mundo musulmán le recuerdan que el islam no habría conocido la difusión que ha tenido, si el terreno no hubiera estado preparado –como dice El Corán– por otras religiones locales, por los cristianos y los judíos de la región, y que existen modos de ser auténticamente árabes, no occidentales, sin tener que ser a la fuerza musulmanes.
Estas comunidades podrán sobrevivir sólo si sus hermanos cristianos en Occidente se deciden a prestarles un poco de atención. Esto no quiere decir que se ha de recurrir a torpes presiones políticas y militares para “protegerlas”, con modos que reforzarían solamente la idea de que son aliadas de Occidente y, por tanto, no dignas de confianza. Es lo que ha sucedido muchas veces en el pasado. Lo que quiere decir es que hay que estar preparados y dispuestos a protestar cuando se vean sometidas a vejaciones; ponerse directamente en contacto con ellas, crear conexiones entre las Iglesias locales aquí y en Oriente Próximo; no olvidar, cuando se va a visitar esta región, que existen y necesitan amigos. [...]
Hacer oír nuestra voz en nombre de las antiguas comunidades cristianas de Oriente Próximo y ser sus amigos es algo bueno tanto para ellos como para los musulmanes, porque sirve para recordar que en muchas partes de Oriente Próximo, y durante largos periodos de su compleja historia, existían entre las religiones relaciones más sanas y responsables.
Como se ve de manera más intensa en Tierra
Santa. He pasado los dos últimos días con los líderes
cristianos de Belén, que han visto como la población
cristiana se ha reducido a menos de un cuarto. En sectores de la
población musulmana se notan señales inquietantes de
sentimiento anticristiano, a pesar de la tradicional convivencia. Y la
situación es aún más intolerable debido a las
trágicas condiciones creadas por el “muro de seguridad”,
que casi ahoga la ciudad cada vez más pequeña, la
dramática pobreza, el vertiginoso nivel de desempleo y la gran
dificultad que suponer ir a la escuela, al trabajo o a un hospital. Esta
sensación de desesperado aislamiento la advierten más
agudamente los cristianos respecto a la mayor parte de la población.
Antes los cristianos estaban ampliamente representados en las clases de los profesionales y en las más instruidas, hoy muchos sienten que no tienen más alternativa que irse. Un amigo palestino de fe cristiana me dijo que nunca se habría imaginado que personas como ellos se verían un día pasando hambre, sin trabajo y teniendo que hacer frente a violencias diarias. Algunos de los que pueden ofrecer una notable contribución para que la sociedad palestina sea más sólida y democrática sienten que no tienen futuro en Tierra Santa: para los zelotes de una parte los cristianos son posibles terroristas; para los zelotes de la otra pueden ser considerados como infieles. Por desgracia los zelotes son los que dirigen el juego.
Los primeros fieles cristianos fueron medio-orientales. De verdad hace reflexionar la idea de que nosotros podríamos ser los últimos en ver a los últimos fieles cristianos originarios de esta región. [...]
Estas navidades rezad por la pequeña ciudad de Belén, y recordad a aquellos que están en peligro por culpa de nuestra miopía e ignorancia; y preguntaros qué puede hacerse a nivel local para dar ánimos a estas valientes y antiguas Iglesias.
La iglesia de San Jorge de Bagdad destruida por un coche bomba en noviembre de 2004
Pues bien, no había ninguna estrategia. Y las consecuencias se suman ahora dolorosamente a lo que ya era una situación difícil para las comunidades cristianas de la región. La población cristiana de Irak sigue disminuyendo al ritmo de miles de personas cada dos meses y algunos de sus líderes más valiosos han tenido que dejar el país. En Estambul, la población ortodoxa es un minúsculo remanente y una parte de la prensa turca le ha hecho saber a su Patriarca que le ha llegado el momento de irse. En Egipto, donde las relaciones entre cristianos y musulmanes son desde siempre –y siguen siendo– intensas y buenas, los ataques de integristas contra los cristianos se han vuelto considerablemente más frecuentes.
Además de buscar asilo, algo ya de por sí difícil, no es raro para las familias árabes cristianas, que buscan refugio en el Reino Unido, ver que los centros de enseñanza consideran a sus hijos como “realmente musulmanes” y los ponen en clase con niños musulmanes a hacer actividades especiales. Esto ilustra la completa desinformación que hay en el Reino Unido, a partir de las autoridades gubernamentales, sobre los cristianos de Oriente Próximo.
Y, sin embargo, durante siglos estos cristianos han desempeñado un papel crucial prácticamente en todas las naciones hoy consideradas uniformemente musulmanas, incluso en Irán. Con su presencia no han dejado de recordarle al mundo árabe y al occidental, que no es lo mismo “árabe” que “musulmán” y que las naciones musulmanas tienen una tradición de relaciones amistosas con los cristianos, sus vecinos. En cambio, la migración de las poblaciones cristianas no hace más que alimentar el mito, tanto en Oriente como en Occidente, de que el islam no puede convivir con otras religiones y que el choque entre Oriente y Occidente es un choque irreconciliable entre creencias y culturas.
El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams y, a su izquierda, el cardenal de Westminster, Cormac Murphy-O’Connor, en Belén el 21 de diciembre de 2006
Por supuesto las comunidades cristianas no pueden hacer gala en la región de una historia libre de culpas, pero en la situación actual tienen algo significativo que decir: a los occidentales les dicen que no olviden que el cristianismo no comenzó en Inglaterra ni tampoco en Roma, sino que es una religión mediooriental; al mundo musulmán le recuerdan que el islam no habría conocido la difusión que ha tenido, si el terreno no hubiera estado preparado –como dice El Corán– por otras religiones locales, por los cristianos y los judíos de la región, y que existen modos de ser auténticamente árabes, no occidentales, sin tener que ser a la fuerza musulmanes.
Estas comunidades podrán sobrevivir sólo si sus hermanos cristianos en Occidente se deciden a prestarles un poco de atención. Esto no quiere decir que se ha de recurrir a torpes presiones políticas y militares para “protegerlas”, con modos que reforzarían solamente la idea de que son aliadas de Occidente y, por tanto, no dignas de confianza. Es lo que ha sucedido muchas veces en el pasado. Lo que quiere decir es que hay que estar preparados y dispuestos a protestar cuando se vean sometidas a vejaciones; ponerse directamente en contacto con ellas, crear conexiones entre las Iglesias locales aquí y en Oriente Próximo; no olvidar, cuando se va a visitar esta región, que existen y necesitan amigos. [...]
Hacer oír nuestra voz en nombre de las antiguas comunidades cristianas de Oriente Próximo y ser sus amigos es algo bueno tanto para ellos como para los musulmanes, porque sirve para recordar que en muchas partes de Oriente Próximo, y durante largos periodos de su compleja historia, existían entre las religiones relaciones más sanas y responsables.
El primer ministro británico Tony Blair con los soldados de la base de Shaibah, en Basora, Irak, el 22 de diciembre de 2005
Antes los cristianos estaban ampliamente representados en las clases de los profesionales y en las más instruidas, hoy muchos sienten que no tienen más alternativa que irse. Un amigo palestino de fe cristiana me dijo que nunca se habría imaginado que personas como ellos se verían un día pasando hambre, sin trabajo y teniendo que hacer frente a violencias diarias. Algunos de los que pueden ofrecer una notable contribución para que la sociedad palestina sea más sólida y democrática sienten que no tienen futuro en Tierra Santa: para los zelotes de una parte los cristianos son posibles terroristas; para los zelotes de la otra pueden ser considerados como infieles. Por desgracia los zelotes son los que dirigen el juego.
Los primeros fieles cristianos fueron medio-orientales. De verdad hace reflexionar la idea de que nosotros podríamos ser los últimos en ver a los últimos fieles cristianos originarios de esta región. [...]
Estas navidades rezad por la pequeña ciudad de Belén, y recordad a aquellos que están en peligro por culpa de nuestra miopía e ignorancia; y preguntaros qué puede hacerse a nivel local para dar ánimos a estas valientes y antiguas Iglesias.