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CRISTIANISMO
Sacado del n. 08 - 2007

Vida cotidiana del Vicariato apostólico de Arabia

«¿Por qué los cristianos os compartáis así?»



por Giovanni Cubeddu


Monseñor Paul Hinder con su predecesor monseñor Giovanni Bernardo Gremoli

Monseñor Paul Hinder con su predecesor monseñor Giovanni Bernardo Gremoli

El poeta pre-islámico Labid, antes de su conversión al islam, narraba que durante un viaje de La Meca hacia la costa, al acercarse a las aldeas fue «siempre saludado por el canto del gallo y las matracas (usadas en lugar de las campanas) de las iglesias que llamaban a los fieles a la oración» (cf. Egidio Picucci, Cento anni di dialogo con l’islam, Segretariato delle missioni cappuccine, Florencia, 1989). El cristianismo, difundido entre las tribus nómadas de Arabia en los primeros siglos, se presentaba así: un hecho de vida cotidiana. En la época de la creación del Vicariato apostólico de Arabia, a finales del siglo XIX, los cristianos eran unos 15.000, de un total de 10-12 millones de habitantes. Hoy son por lo menos un millón y medio. Se trata en gran parte de emigrantes asiáticos que han venido en busca de trabajo, de significativas comunidades árabes cristianas procedentes de Oriente Próximo, a los que se suman grupos de europeos o americanos con profesionalidades más altas. Como es sabido, no siempre la libertad de culto y sobre todo la religiosa reciben en la península arábiga el consentimiento de los gobiernos islámicos locales, Arabia Saudí in primis. La novedad positiva de las relaciones diplomáticas establecidas ahora con los Emiratos Árabes Unidos (donde viven unos 500.000 cristianos) es, en esta gran y paciente confrontación, un buen augurio y desmiente las profecías desventuradas de quienes no quieren ningún diálogo con el islam y lo denigran en la retaguardia. Las nuevas relaciones plantean ahora, como es usual en estos casos, la necesidad de alcanzar un acuerdo con el gobierno de los Emiratos sobre el perfil jurídico civil de la Iglesia católica y sobre cómo administrar varios problemas prácticos, como, por ejemplo, los visados de ingreso para los religiosos. En efecto, además del vicario apostólico, que representa al Papa y que hasta ahora se ha ocupado de estas necesidades de la Iglesia, dentro de poco representará a la Santa Sede el nuncio apostólico (monseñor Mounged el Hachem, nuncio también en los otros países del Vicariato apostólico y residente en Kuwait City).
¿Más burocracia? «Espero simplemente que la Secretaría de Estado ayude a los obispos…» comenta sereno monseñor Hinder. De hecho, en el Vicariato de Arabia las verdaderas cuestiones son evidentemente otras. El sentimiento antioccidental alimentado por los resultados desastrosos de la guerra en Irak aumenta la desconfianza hacia “los cristianos”, que se hallan en el punto de mira de las corrientes más extremas. «No recuerdo, ni siquiera en los momentos inmediatamente sucesivos a las polémicas por la lección del papa Benedicto XVI en Ratisbona, un solo acto que haya puesto físicamente en peligro a los cristianos del Vicariato», dice Hinder, que contribuyó obviamente a explicar bien la lectio magistralis del Papa a sus interlocutores islámicos, en coloquios directos y con una carta abierta publicada con ocasión del mes de Ramadán. Añade monseñor Hinder: «Cada vez está más claro, con el paso del tiempo, que lo que dijo el Papa en Ratisbona nos va a ayudar, porque puso el diálogo en un nivel más realista: si en Europa la confrontación entre fe y razón no se ha agotado nunca, la lección del Papa introdujo el tema en el diálogo interreligioso. Y, en el fondo, la razón ilustrada por la fe nos dice que, en un Estado secular como en un Estado islámico, podemos vivir en amistad». Que es recíproca. El vicario recuerda un recibimiento en Abu Dabi y los comentarios benévolos y liberales de invitados islámicos hacia el Papa después de Ratisbona. Y además, en estas reuniones de diplomáticos, donde a veces se va dando mucho, si no todo, por descontado –los cumplidos, las críticas, las sutilezas verbales inmersas en lugares comunes–, quizá algo se mueve. Recuerda el vicario: «En mayo, el embajador de un país islámico, no árabe, me para y me pregunta: “¿Por qué cuando sucede un desastre natural, una catástrofe, los cristianos sois los primeros en llegar, y ayudáis a todos, sin distinción de religión?” Le contesté sin pensarlo: “Es nuestro fundador. Nos viene de Jesús, nada más”».
Paul Hinder celebró sus cuarenta años de sacerdocio el pasado 4 de julio. Su predecesor y hermano capuchino, el primer vicario apostólico de Arabia, Louis Lasserre, llegó a Adén después de tribulaciones y exilios, que padeció tanto en Europa como en las tierras de misión (había sido también obispo en Marruecos y luego en Etiopía). Lasserre cuando era niño fue curado milagrosamente por intercesión de Notre Dame de Fouvière, a quien está consagrado el famoso santuario mariano de Lyón, entró luego en el seminario diocesano y después del diaconado pasó a los capuchinos. En un momento de duda, el joven Louis pidió ayuda para poder consolidar su vocación, y la recibió del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney: «No olvides», le dijo el Santo Cura, «que esta es la voluntad del Señor». Luego Lasserre se fue a las misiones.


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