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ORIENTE PRÓXIMO
Sacado del n. 04 - 2004

IRAK. Crece el número de periódicos y televisiones. Análisis de un fenómeno

Voces desde el caos. Entre realidad y propaganda


Al principio el boom mediático fue organizado y ostentado por los responsables de la operación “Iraqi freedom” como el indicio de que el germen de la democracia era activo en el nuevo Irak, después de Sadam. Luego el viento ha cambiado y se han aplicado duras restricciones a boletines y periódicos. Tanto a los que difundían noticias falsas como a los que criticaban la coalición o incitaban a la rebelión


por Gianni Valente


El pasado 18 de abril el periodista Asaad Kadhim y el chófer Husein Saleh llegaron a Samarra, a cien kilómetros de Bagdad, para hacer unas tomas en la ciudad del famoso alminar en forma de espiral, cuando desde un puesto de control en manos de soldados estadounidenses y curdos salió la ráfaga que los mató. «Estábamos haciendo nuestro deber, y en aquel momento ni siquiera estábamos filmando», contó el cámara que les acompañaba, que salió herido. Un episodio secundario en la escalada de sangre y caos que envuelve a Irak después de un año de la entrada de los tanques americanos en Bagdad. Dos nombres que se suman a la lista de 24 periodistas y cámaras caídos en Irak desde el comienzo de la campaña militar “Iraqi freedom”. Si no fuera por un detalle que convierte en paradoja la historia de los pobres Asaad y Husein. Los dos trabajaban para Al Iraqiya, la televisión financiada por el pentágono para sostener en Irak el proyecto de normalización democrática de los americanos. La emisora de las entrevistas en exclusiva a Paul Bremer y a los demás exponentes de la Autoridad provisional, nacida para contrarrestar con su enfoque “optimista” y constructivo el tono catastrófico de las emisoras árabes del Golfo Al Yazira y Al Arabiya, consideradas «violentamente contrarias a la coalición» (Rumsfeld), tras la muerte de sus dos empleados suspendió durante horas los programas para emitir sólo textos sacados del El Corán, «en señal de luto». En fin, un caso insólito de víctimas del “fuego amigo”. Pero también un emblema de como las cuestiones militares y las de la información se enredan en la crisis iraquí.
Algunos ciudadanos de Bagdad ante un punto de venta de nuevos periódicos iraquíes

Algunos ciudadanos de Bagdad ante un punto de venta de nuevos periódicos iraquíes


Los cien periódicos
«Con la libertad llegaron a Irak también las encuestas de opinión. Y los periódicos para publicarlas». Era el 3 de junio de 2003, no hacía ni dos meses que la estatua de Sadam frente al Hotel Palestine de Bagdad había sido derribada, y en el Weekly Standard, uno de los house organs de los neo conservadores americanos, la managing editor Claudia Winkler saludaba con retórica los albores del Irak democrático y pluralista que afloraba en los datos de una encuesta según la cual el 77% de los iraquíes veía con favor la guerra llevada a cabo por la “coalición de los voluntariosos”. Publicó los datos el periódico Al Mutamar, el diario financiado por el Iraqi National Congress de Ahmed Chalabi, el hombre de negocios iraquí protegido por el vicepresidente americano Richard Cheney y por el ministro de Defensa Donald Rumsfeld y entonces patrocinado por el Pentágono como el líder del nuevo Irak. En el mismo artículo, Francis Brooke, consejero político americano de Chalabi, tras un viaje a Irak ofrecía sus impresiones con estas palabras: «Bagdad es como Manhattan. Posee ya el sentimiento de una capital intelectual, mediática y económica».
A mediados del pasado verano, el florecimiento de periódicos y boletines de información era el tema preferido del frente político-mediático que había respaldado en los meses anteriores la operación “Iraqi freedom”. Visto desde lejos, con óptica occidental, el boom mediático era ostentado como el indicio de que el germen de la democracia estaba ya actuando en el nuevo Irak. «Acabo de llegar de Bagdad, y hay allí cien periódicos de la prensa libre en Irak, un Irak libre donde la gente puede decir lo que quiere», con estas palabras, pronunciadas el pasado mes de septiembre, el ministro de Defensa Rumsfeld trataba de acallar a un pequeño grupo que lanzaba consignas contra él durante una comida oficial en el Club nacional de la prensa. Un estribillo, el de los ciento y pico de periódicos nacidos en la posguerra iraquí, que los repetidores locales del pensamiento neoconservador americano se encargaron de difundir en todo el mundo. Mientras que la británica BBC en octubre calculaba que eran unos 210 los periódicos y semanarios que habían brotado como un manantial después de treinta años de información esclava de la propaganda del régimen.
Efectivamente, el fenómeno existe. Pero con el transcurso de los meses lo que se ha ido agotando es la clave de lectura que lo interpretaba simplemente como la versión iraquí del cliché de la free press, la prensa libre occidental expresión de la sociedad civil.
Una tipografía de Bagdad

Una tipografía de Bagdad

En el aluvión mediático que ha inundado la tierra del Tigris y del Eufrates se funden muchos arroyos de distinta procedencia. Una aportación sustancial la dan los órganos de propaganda creados inmediatamente por los muchos partidos, lobbies y grupos étnico-religiosos en los que se ha dividido la escena política iraquí tras la caída del régimen baazista. Tariq al Shaab, por ejemplo, es el órgano del Partido comunista iraquí, salido a la luz tras decenios de supervivencia clandestina. Mientras que Al Addala (la Justicia) expresa la postura del Consejo supremo de la revolución islámica. Y Baghdad es el órgano de la Alianza nacional de Iyad Allawi, miembro del Consejo de gobierno provisional. Periódicos de amplia difusión a los que se añaden la masa de boletines precarios que cada grupo militante publica para hacer oír su voz en el caótico escenario postbélico. Un ejército de hojas de propaganda, encerradas a menudo en el horizonte sectario de las divisiones étnico-religiosas, poco acostumbradas a respetar las reglas mínimas del oficio, en cuyas columnas aparecen a menudo sonadas mentiras, alarmas no verídicas, acusaciones gratuitas y ataques viscerales contra los adversarios. Como la patraña que algunos periódicos publicaron en primera página el pasado julio, según la cual los ocupantes iban a dar cincuenta dólares al día a los ex soldados del ejército iraquí desmantelado (hubo desórdenes que causaron varias víctimas); o la noticia repetida de violaciones cometidas por los soldados de la coalición contra jóvenes iraquíes, publicada sobre todo en los periódicos de los grupos religiosos. O el pánico causado el verano pasado con la falsa noticia de focos de infección de Sars en Irak.
Falsos scoops y mentiras confeccionados a menudo por periodistas improvisados, después de la depuración de los tres mil profesionales de la información pagados por el régimen de Sadam.

¿Free press o wild press?
Más que las patrañas de diletantes, lo que ha contribuido a menoscabar el cliché de la “prensa libre iraquí” ha sido la creciente intolerancia hacia las fuerzas de ocupación que aunaba a un número cada vez mayor de periódicos “espontáneos”. «Los Estados Unidos quieren controlar los recursos de Irak y cambiar el despotismo interior por la ocupación, el colonialismo y la sumisión. Los libres hijos de Irak no pueden aceptarlo», escribía el 12 de julio Al Da’wa, órgano del Partido misionero islámico. Una semana antes, a menos de tres meses de la caída del régimen, el periódico Al Iraq Al Iadid, cercano al ayatolá chií moderado Alí Husseini Al Sistani, había resumido en un editorial las «Cosas negativas de la libertad»: «Los entusiastas han jurado que los americanos pondrían en marcha proyectos de reconstrucción de Irak después del final de la guerra… Ahora es duro para ellos reconocer que todos estos proyectos estaban garantizados sólo para las compañías americanas y para enriquecer la economía americana y no la iraquí… El pueblo descubre que las raciones de comida garantizadas bajo la administración civil son las mismas distribuidas por el régimen de antes…». Un crescendo de resentimiento que desborda a menudo en expresiones de odio antiamericano, hasta provocar reacciones precoces por parte estadounidense.
Un soldado americano distribuye un periódico en árabe en la ciudad de Al Qurna

Un soldado americano distribuye un periódico en árabe en la ciudad de Al Qurna

La ordenanza número 14 dictada por la Autoridad provisional de la coalición dirigida por Paul Bremer ya en junio de 2003 prohibía a los medios de comunicación transmitir y publicar material que incitara a la violencia contra cualquier individuo o grupo, que favoreciera el desorden civil o ataques «contra las fuerzas de la coalición». La ordenanza se aplicó por primera vez sólo después de tres meses de ocupación, cuando las autoridades de la coalición mandaron cerrar Al Mustaquila, un bisemanario que el 13 de julio había exhortado a eliminar a «todos los que cooperan con los Estados Unidos», amenazando con publicar un lista de dichos colaboradores. Los redactores arrestados tenían aún en sus bolsillos el carnet del partido Baaz. «Una señal», dijo en aquella ocasión el portavoz de la Autoridad provisional Charles Heatly, «que el periódico no era independiente». La censura contra la wild press, la “prensa salvaje”, ha tocado también emisoras como Al Arabiya, el importante canal panárabe con sede en Dubai, que tuvo que cerrar sus oficinas en Irak tras ser acusada, al igual que el otro importante canal Al Yazira, de fomentar los sentimientos antiamericanos en el mundo árabe con sus reportajes “partidistas”. Y la clausura de 60 días, por decir mentiras e incitar a la violencia, impuesta a Al Houza, el periódico ligado al clérigo chií Múqtada al Sáder, desencadenó la sublevación de sus milicianos en Nayaf a primeros de abril. Precisamente el 12 de abril la coalición anunció la creación de la Comisión para los medios de comunicación en Irak (Icmc) para remplazar el Ministerio de Información de la época de Sadam. El nuevo organismo, cuyo director es el curdo Siyamend Zaid Othman (que ha trabajado seis años para Amnistía Internacional), tiene la función de conceder licencias sólo «a los medios de comunicación que trabajan de acuerdo con el código ético profesional».

La dirección del Pentágono
Pero la iniciativa de la coalición en el terreno de las comunicaciones no se limita a la censura de la “espontaneidad salvaje” alabada al principio. Ya en julio del año pasado un estudio encargado por el secretario de Defensa Rumsfeld al Centre for strategic and international studies ordenaba al Gobierno provisional de la coalición el uso de estrategias de comunicación más eficaces en medio del coro creciente de voces hostiles. Pero hasta ahora en Irak no da frutos la gran tradición estadounidense del uso de los medios de comunicación en situaciones de emergencia y de conflicto, esa tradición que produjo instrumentos memorables como Voice of America o Radio Free Europe.
En el caso iraquí, las anomalías de la estrategia mediática estadounidense comienzan en la cabina de dirección, totalmente en manos del Pentágono y sin ninguna participación del Departamento de Estado o de otros organismos gubernamentales. Durante las semanas de la caída de Sadam el Ministerio de Defensa financia la creación del Iraqi Media Network, la compañía que comprende la citada red televisiva Al Iraqiya, un par de radios y algunos periódicos, para las “operaciones mediáticas” en el país ocupado. Pero con un contrato de 82 millones de dólares se confía la dirección del network a una sociedad que trabaja para el Pentágono, la Science Applications International Corporation (Saic), especializada más en el controlo y en la orientación de los flujos informativos que en la producción periodística. Así que se eliminan las entrevistas a iraquíes hechas en directo por las calles, que muy a menudo critican la presencia estadounidense. Los discursos de Sadam, que la televisión del régimen ofrecía a todas horas, son substituidos por las declaraciones y las entrevistas al administrador Bremer traducidas del inglés. A las telenovelas realizadas en Egipto, las sit-comedy americanas traducidas al árabe. Con el resultado de que Al Iraqiya, que cubre el 85% del territorio, es superada por las televisiones vía satélite árabes mal vistas por la administración provisional (la venta de antenas parabólicas, como decíamos antes, es uno de los principales negocios de la posguerra iraquí). «La Iraqi Media Network se ha convertido en un insignificante recadero de la propaganda de la Administración provisional, con noticias manipuladas y programas extranjeros mediocres», reconoce Don North, que anteriormente haba sido uno de los consejeros principales de esta compañía. Un fiasco mediático que la Saic paga con la pérdida del contrato, que desde enero de 2004 es de 92 millones de dólares y está en manos de la Harrison Corporation, una compañía de comunicación con sede en Florida.

Voces desde el caos
Fuera de todos los esquematismos ideológicos arrogantes y a pesar de todas las censuras y la propaganda, la magmática vida cotidiana de la posguerra pasa todos los días por las páginas de los muy citados pero poco leídos periódicos iraquíes. En la revista de prensa diaria Iraqi Press Monitor, que puede visitarse en la página web del Institute for War and Peace Reporting. Las noticias sobre atentados y batallas se mezclan con las pequeñas guerras miserables entre los miembros del Consejo de gobierno, en espera de saber quién será designado para ocupar la presidencia durante los próximos dos meses. Basta leer la síntesis de los artículos de un día cualquiera para comprender el atolladero actual, donde las críticas a las fuerzas ocupantes por los errores del pasado se disuelven en la incertidumbre sobre los tiempos y modos de la transición prometida.
«La soberanía que se conceda a Irak después del 30 de junio será incompleta e incierta. Será un mero cambio de nombre […]. La elección de los edificios de la embajada estadounidense, colocada en el cuartel general presidencial del anterior gobierno, revela quién controla la soberanía», sentencia el diario independiente Addustour del 18 de abril. Le hace eco el mismo día Tarik al Shaab, el órgano del Partido comunista iraquí: «La contradicción reside en el hecho de que los americanos han creado una situación que ha llevado al caos, y que les da la posibilidad de permanecer aquí para proteger a los iraquíes de los terroristas […]. La política de los ocupantes ofrece a los enemigos de la libertad una buena oportunidad para reorganizarse…». Mientras que Al Sabah, diario vinculado a la Autoridad provisional de la coalición, describe el modelo elegido para la nueva bandera de Irak: «Dos listas azules, símbolo de los ríos Eufrates y Tigris, la luna creciente que se refiere a Irak como Estado islámico, y un lista amarilla para simbolizar el Kurdistán…». Modelo inmediatamente criticado por Asharq al Awsat, diario saudí publicado en Londres: «Se parece a la bandera israelí, que tiene dos listas azules que representan el Eufrates y el Nilo, un fondo blanco, y un símbolo religioso».


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