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CANONIZACIONES
Sacado del n. 04 - 2004

SANTOS. Aníbal María Di Francia y don Luis Orione

«Tú eres el Buen Samaritano…»


«… Lo saben todos; yo lo sé mejor que todos los demás». Esto escribía Ernesto Buonaiuti a don Orione. Don Roberto Simionato, general de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, cuenta la magnanimidad y el ardor del fundador


por Giovanni Cubeddu


Don Orione en las escaleras del Instituto San Felipe, en una foto de 1938

Don Orione en las escaleras del Instituto San Felipe, en una foto de 1938

La sede de la Pequeña Obra de la Divina Providencia está en Roma, en la Vía Appia, detrás de la parroquia de Todos los Santos que el propio don Orione hizo construir. Aquí nos reunimos con el general de la Congregación, don Roberto Simionato, para hablar de don Orione, que será canonizado el domingo 16 de mayo.
«Creo en la gracia que procede de la canonización. Nosotros lo estábamos esperando desde hacía años, desde 1980, desde la fecha de la beatificación de don Orione. Que era santo ya lo sabía nuestro corazón, porque conocíamos su vida y por los milagros que hizo y los que vimos. Es una gran responsabilidad ante Dios ser hijos de don Orione, de san Luis Orione. Le mirarán a él y nos mirarán a nosotros, y esto nos obligará a ser humildes, a seguir pidiendo ayuda a Dios y a don Orione».

¿Qué es lo que usted prefiere de don Orione?
ROBERTO SIMIONATO: Su persona y su pasión. Cuando era más joven leía sus escritos y me parecía a veces enfático el que siempre pidiera más para sí y los suyos, que quisiera hacer para Jesús y para la Iglesia siempre algo más que los demás. Ahora, su ardor es lo que más conservo en los ojos y en el alma. Don Orione se entregó completamente a Jesús, y es santo, es alguien que presta atención a los hechos, porque para él «el pueblo está hasta la coronilla de palabras».
El Papa ha dicho que don Orione «tenía el temple y el corazón del apóstol Pablo…».
SIMIONATO: Y desde entonces los orioninos hemos hecho nuestro al apóstol Pablo.
También añadía el Papa que don Orione fue «tierno y sensible hasta las lágrimas».
SIMIONATO: Luis Orione era un hombre austero, con aquel toque de virilidad antiguo que parecía refractario al llanto. Pero más de una persona que lo conoció me ha hablado de su ternura y compasión. A los que conocían la adversidad o no tenían apoyo familiar les decía: «Desde este momento yo te haré de padre y madre», tomándole la cara entre sus manos.
Pablo VI en el patio de San Felipe con motivo de la visita de marzo de 1965

Pablo VI en el patio de San Felipe con motivo de la visita de marzo de 1965

«…Infatigable y valiente hasta la osadía».
SIMIONATO: Fue de los primeros en acudir a socorrer a los damnificados por el terremoto de Messina y Reggio Calabria, y se quedó años en Sicilia, pese a que su Familia era todavía muy joven y poco numerosa… Lo mismo que hizo luego tras el terremoto de Avezzano.
Don Orione pidió que sus religiosos fueran los “intrépidos” del Papa, los “garibaldinos” del Papa, y dijo: «No quiero presuntuosos, pero tampoco gallinas», y «la pusilanimidad va contra el espíritu de nuestro Instituto». En 1981, reescribiendo las constituciones, alguno de nosotros se preguntó si era correcto dejar esas citas, como si en los demás Institutos de la Iglesia hubiera cobardes… Sin embargo, al final respetamos a nuestro santo fundador, porque para él el valor, la magnanimidad vienen de Dios, y es Él quien nos da «un valor infinitamente superior a las fuerzas que sentimos».
«…Tratando con altas personalidades de la política y de la cultura, iluminando a hombres que no tenían fe, convirtiendo a pecadores…»
SIMIONATO: Las relaciones de Orione con el modernismo –Ernesto Buonaiuti, Romolo Murri, Tommaso Gallarati Scotti, etc.– son un hermoso y conocido capítulo de su apostolado. Buonaiuti le escribió: «Tú eres el Buen Samaritano. Lo saben todos; y yo lo sé mejor que todos los demás». Con tal de hacer el bien, don Orione se metía en los problemas. Le escribió incluso a Mussolini, «como italiano y como papalino», para que se decidiera a cerrar la cuestión romana y se llegara a la conciliación entre Estado e Iglesia en Italia. Fue llamado por los papas y los dicasterios vaticanos como mediador en cuestiones delicadas –por ejemplo, la del padre Pío da Pietrelcina en los años difíciles– para resolver situaciones controvertidas, para acercar a sacerdotes lejanos por sus ideas o lapsi con respecto al estado sacerdotal.
¿Dónde está hoy la Pequeña Obra de la Divina Providencia?
SIMIONATO: En treinta y dos países. La primera, por sugerencia de Pío X, fue la “Patagonia romana”, fuera de la Puerta de San Juan. Alrededor de la parroquia de Todos los Santos y del Instituto San Felipe nació el actual barrio Appio. Mandó misioneros y él mismo lo fue en América Latina de 1921 a 1922, y entre 1934 y 1937. En Argentina, Brasil y Uruguay hay todavía muchas comunidades que fueron fundadas por el propio don Orione. Fue a Chile en avión. En 1923 comenzó su Congregación también en Polonia, que todavía hoy cuenta con muchos religiosos y religiosas (el secretario de la Conferencia episcopal polaca fue durante 25 años un obispo orionino, Bronislaw Dabrowski). Difundió la Congregación en Oriente, en Palestina, en Rodas, en Albania. Luego se dirigió hacia el mundo anglosajón, Inglaterra y Estados Unidos. Tras la muerte del fundador, el empuje misionero nunca ha faltado, dirigiéndose hacia otros países de América Latina, como Venezuela, México, Perú, y luego algunas naciones de África, como Madagascar. Tras la caída del muro de Berlín respondimos a la petición de ayuda de las Iglesias de la Europa del Este: estamos en Rumania, Bielorrusia, Ucrania… Los últimos lugares donde hemos puesto pie son Filipinas y la India.
Don Orione al frente de una procesión eucarística al santuario del Divino Amor, Roma

Don Orione al frente de una procesión eucarística al santuario del Divino Amor, Roma

¿Y Rusia?
SIMIONATO: Don Orione aspiraba a la unidad de las Iglesias, para que –como se decía en la época– desapareciera «la confusión de los tabernáculos». Don Orione dijo claramente que íbamos a Polonia –semper fidelis en la fe cristiana y en la unión con el papado– mirando hacia Oriente, para entrar un día en Rusia, pera hacer obra de unidad con las Iglesias hermanas, pero separadas.
Tenemos huellas de la pasión de don Orione por Oriente en la alegría que manifestó cuando pudo recibir a un grupo de prófugos armenios escapados a la matanza de su pueblo. Ocho de ellos se hicieron clérigos de la congregación. Respetó su rito y sus costumbres y ya soñaba con partir con ellos para abrir nuevas fronteras a la caridad.
«En todo aquello que no corroe ni disminuye el espíritu de Dios, la fe, la doctrina, la moral, la Iglesia, las reglas, usemos las costumbres, las usanzas de los distintos pueblos para ganárnoslos, como dice el apóstol Pablo, para poder hacer mejor el bien», afirmaba don Orione. Creo que en la época de don Orione ni siquiera existía la palabra inculturación, pero la tenía bien presente en su modo de vivir. A sus curas misioneros en Polonia les pedía, por ejemplo, que vivieran a lo polaco, que comieran y vistieran como los polacos, y que nunca hicieran paragones, y que si no podían hablar bien de alguien, que se callaran. Hacía gala de una gran ductilidad y apertura con tal de anunciar a Cristo y «hacer un poco de bien a las almas». No quiso que los miembros de su Congregación tuvieran un hábito propio. «Yo en Sicilia iba vestido como los sicilianos», recordaba; «don Piccinini va vestido en Inglaterra como los pastores protestantes, pero con el sobrecuello. Aquí en Argentina lleváis la birreta de esa manera, como los cocheros, y me parece muy bien». Ponía el ejemplo de Matteo Ricci, que por esta actitud abierta en China había sido incomprendido por la Iglesia, aunque luego fue reconocido el valor de su testimonio.
En todos los años que ha vivido en la familia orionina, ¿qué episodio le ha hecho pensar más en don Orione?
SIMIONATO: Muchos episodios. Conservo la imagen de un hermano de hábito que a los 76 años se fue a las misiones, «donde más se necesita», decía. Y allí sigue. ¿Cómo no pensar en el «hemos de morir de pie», de don Orione?
Cuando yo era un joven párroco, una vez me despedí algo apresuradamente de una persona que había llegado, como otras veces, a mendigar al caer el día, mientras yo estaba cerrando la puerta. Un hermano anciano lo vio y a solas me dijo muy amablemente: «Don Orione ha enseñado que los pobres nunca tienen que irse de aquí enfadados».
En 1991 el cardenal Sin nos confió una misión en Manila, en un suburbio, la smoking mountain, el enorme vertedero de la ciudad, donde debíamos encargarnos de 70-80 mil personas, muchas más que hoy. Fueron dos curas nuestros a vivir allá, y no se negaron a ofrecer todo a Dios, en aquellas condiciones, hasta que enfermaron y murieron a pocos meses de distancia el uno del otro. Luego, por la gracia de Dios, la misión siguió adelante y hemos tenido también vocaciones locales.
Quisiera terminar por donde había empezado. Yo creo en la gracia que don Orione santo puede hacernos de nuevas vocaciones. Cuando hace años lo hicieron beato, fue así. Y también ha reavivado nuestra vocación con el consuelo que nos ha venido de la fe de quien nos miraba a nosotros, los orioninos, no por nuestros méritos.



Fragmentos inéditos sacados de los Scritti di don Orione
Archivo de la PEQUEÑA OBRA de la Divina ProvidenCIa, Roma

«Cuando parezca que el pueblo ha sido arrancado para siempre de las manos de Dios, entonces se despertará como un fuerte y comprenderá que sólo Cristo es su vida y su felicidad,
y en voz alta y angustiada invocará al Señor, el Dios de
la misericordia. Será suficiente entonces levantar un Crucifijo para que el pueblo caiga a sus pies, para resurgir a una vida más alta. Pues si incluso los altares se destruyen, y las piedras vivas del Santuario se derrumben o aún peor, mientras sobre las ruinas quede un pedazo de Aquel a quien adoramos o un borde del manto de María, bastará, oh hermanos, bastará eso»

«Porque el futuro pertenece a Cristo Resucitado, al Rey invencible. Cristo es el verbo divino que regenera: es el camino de toda grandeza moral: es la vida de toda libertad. Cristo es el manantial de amor y paz en el que todo corazón ha de buscar consuelo: es la luz de la que los pueblos pueden esperar bienes. Es como si lo viera avanzar al grito angustiado de los pueblos… Ahí viene llevando en su corazón la Iglesia y en su mano las lágrimas y la sangre de los pobres: la causa de los humildes, de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos y de los desheredados».
Scritti, 61, 120-121

«Aliviar al pueblo, mitigar sus dolores, curarlo. El pueblo debe ser nuestro propósito. La Obra de la Divina Providencia es para el pueblo. Vamos al pueblo. Hay que ponerse manos a la obra.
Evitad las palabras: estamos hasta la coronilla de palabreros: será taumaturgo el hecho de reconducir a la fe de los abuelos a las multitudes, reconducirlas al Padre, a la Iglesia; un trabajo popular»


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