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PODER ÚNICO
Sacado del n. 06/07 - 2004

PODER ÚNICO. Las diferencias entre la pax romana y la pax americana

Roma y los límites de su imperio


Entrevista a Luciano Canfora, profesor de Filología clásica de la Universidad de Bari, historiador y editorialista del Corriere della Sera. El motivo es la reciente reedición de su libro sobre cómo el estudio de los antiguos ayuda a la inteligencia de los modernos


por Pina Baglioni


Batalla entre romanos y germanos, sarcófago Ludovisi, Museo Nacional Romano, Palacio Altemps, Roma

Batalla entre romanos y germanos, sarcófago Ludovisi, Museo Nacional Romano, Palacio Altemps, Roma

Definido «seccionador de ideologías, demoledor de dogmas, fustigador de conformismos, maestro incómodo», Luciano Canfora ha publicado, con una nueva edición ampliada y enriquecida, su fundamental ensayo de 2002 Noi e gli antichi. Perché lo studio dei Greci e dei Romani giova all’intelligenza dei moderni. En él se confirma un método de investigación casi único en Italia, según el cual se hace verdadera historia del pasado sólo si ésta consigue aclarar algo del presente, si consigue interesar a la actualidad. Luciano Canfora acepta responder a algunas preguntas

Una de las opiniones clave de su libro es que el camino que hay que seguir para “utilizar” de modo inteligente la historia antigua es el que busca conocer per differentiam. Según usted, ¿cuáles son las diferencias entre el intento actual de imponer la pax americana y la antigua pax romana?
LUCIANO CANFORA: Una de las diferencias más notables es la actual potencia destructiva de las armas. Los romanos sabían (aunque presentaran su Imperio como universal) que estaban limitados, en el exterior, por los partos (imperio confinante y rival) y por los germanos (es decir, por poblaciones que los romanos consideraban “inferiores” pero que no habían sido capaces de dominar). Hoy, el “imperio” chino es rival y confinante (como los antiguos partos), mientras que los pueblos que se reconocen en el “integrismo islámico”, presentados como menos civiles (o inciviles), se oponen al dominio del imperio americano (como los antiguos germanos). Hoy, sin embargo, el imperio americano puede llevar el mundo entero a la catástrofe (algunos prevén la guerra nuclear contra China en 2016). Los romanos, en cambio, no disponían de una tecnología militar tan superior que les hiciera caer en la tentación de usarla sin tener en cuenta las consecuencias. Ergo, nuestra situación actual, desde este punto de vista, es mucho peor.
Respecto a la unicidad del poder y a sus consecuencias, nuestro director Giulio Andreotti recordó recientemente que «África es el continente olvidado» y que «el fin de la guerra fría ha interrumpido muchas ayudas que rusos y americanos e incluso chinos enviaban con fines políticos».
CANFORA: Comparto el diagnóstico de Andreotti. Añadiría una reflexión sacada del libro escrito hace más de diez años por el matemático ex soviético Alexander Zinoviev, La caduta dell’«Impero del male» (Bollati Boringhieri, Turín). Occidente –escribía Zinoviev– no solo no quiere, sino que no puede “exportar” su modelo y su estándar de vida al resto del mundo. Occidente en su conjunto, aunque con enclaves de desesperación, vive demasiado bien y no quiere perder nada de este bienestar material. Los recursos del planeta no permitirían nunca la extensión a toda la humanidad de un estilo y un estándar de vida tan “descaradamente opulentos”. De ahí el carácter mentiroso de las presuntas y carcareadas “exportaciones de democracia”. La estructura bipolar y la “competición entre sistemas” de los años setenta y ochenta del siglo pasado obligaron en cambio a las superpotencias a ayudar a los demás. Y esto era un bien, además de ser una forma que tendía (aunque no espontáneamente) a la igualdad.
Bagdad, 9 de abril de 2003. Las tropas americanas derriban la estatua de Sadam Husein

Bagdad, 9 de abril de 2003. Las tropas americanas derriban la estatua de Sadam Husein

La Iglesia católica, en lo que ha podido, ha tratado siempre de favorecer la pluralidad de los poderes respecto a la unicidad del poder mundano. Esta tradición política parece interrumpirse en la Centesimus annus, con el capítulo de elogio al año 1989.
CANFORA: La Iglesia católica es manifiestamente la institución más duradera que exista en el planeta. Las causas políticas (no toco, aunque son importantes, las de otro tipo) que le han permitido esto son por lo menos dos: a) saberse adaptar, pero de un modo que no es ni precipitado ni puramente “oportunista”, a los cambios políticos que marcan las épocas (es significativa la capacidad de reaccionar al periodo 1789-1815, incluido el concordato de Bonaparte; significativa la obra de Casaroli respecto a Polonia y al Este europeo); b) no alinearse nunca del todo con una única parte frente a las luchas de poder (aunque revestidas de ideología). La cúpula de la Iglesia cometería un error si dejara uno de estos dos pilares. Esperemos que nunca cometa este error.
En un artículo reciente escribía usted: «La vitalidad del catolicismo en mundos inmensos, y lejanos de la continuidad curial romana, no debe nada al remoto legado del poder temporal».
CANFORA: En breves y esquemáticas palabras podríamos decir que la prueba de extraordinaria vitalidad que dio el catolicismo en la época de la descolonización consistió en su capacidad de arraigar en mundos (como por ejemplo Brasil) para los cuales la tradición del “poder temporal”, la “cuestión romana”, etc. no tenían ningún significado. En realidad, con el fin del poder temporal, la historia del catolicismo recomenzó con bases mucho más amplias. Un fenómeno histórico muy interesante.


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