1964-2004. La presencia de la Santa Sede en la ONU
Observador, pero nunca indiferente
por Giovanni Cubeddu
La Santa Sede se convirtió en observador
permanente en las Naciones Unidas el 6 de abril de 1964, y desde entonces
siempre ha sido invitada a participar en todas las sesiones de la Asamblea
general de la ONU. Forma parte de muchas de las convenciones internacionales
más importantes, es miembro de muchos entes delegados, agencias y entes
intergubernamentales de la ONU, y participa activamente como observador en
numerosas agencias especializadas (FAO, OIL, OMT, Unesco, OMC, OSCE, etc.) y en
las organizaciones intergubernamentales regionales como, por ejemplo, la
Organización de Estados Americanos y la Unión Africana. El Consejo Económico y
Social de la ONU (ECOSOC) ya en 1997 recomendó la participación de la Santa
Sede en los trabajos de las comisiones regionales (además, la Santa Sede contribuye económicamente
a la administración general del Palacio de Cristal). Por lo demás, es también
interés de las Naciones Unidas favorecer que los Estados participen más en sus
trabajos, y por consiguiente que también colabore la Santa Sede, según derechos y deberes precisos. Lo
dicho hasta ahora por lo que se refiere a la participación de la Santa Sede en
los trabajos de la ONU está escrito en la Resolución (con el título “Participación
de la Santa Sede en los trabajos de la ONU”) que la Asamblea general adoptó el
1 de julio y que da por fin mayor solidez formal a la presencia y la acción
vaticana en el escenario multilateral. La confirmación del estatuto de
observador permanente por los 191 países miembros de las Naciones Unidas y la
atribución de una nueva lista de derechos y facultades propios de los países
miembros mejoran sin duda el estatuto precedente de la Santa Sede, sin siquiera
presentar los riesgos y las inoportunidades de la pertenencia plena;
imagínense, por ejemplo, a la Santa Sede como miembro a rotación del Consejo de
Seguridad… o, sin llegar a tanto, pensemos en qué podría suceder si la Santa
Sede tuviera que votar como todo miembro de la ONU sobre temas como Tierra
Santa, Irak o atribuciones económicas para el funcionamiento de misiones de peacekeeping en áreas de crisis con fuertes
connotaciones religiosas. (Un detalle: el estatuto de observador no prevé el
derecho al voto, y, por lo tanto, a la Santa Sede no se le concederá el derecho
de votar o proponer candidatos en Asamblea general.) Si el voto positivo de la
Asamblea refuerza la presencia de la Santa Sede en las Naciones Unidas
–confiriéndole el consenso y renovándole el reconocimiento de los 191 países
miembros de la ONU–, ello facilitará ante todo el provechoso ejercicio de su
diligencia y de la caridad en temas que afectan a los derechos humanos, la
pobreza y el desarrollo, la justicia y la libertad no sólo religiosa y, en el
mundo de hoy, sobre todo la paz y la guerra.