Varese. El Monte Sagrado en camino
Respecto a Varallo y a los otros “Montes Sagrados” ya realizados, este de Varese necesitaba otro elemento decisivo: el camino. Y Giuseppe Bernascone experto constructor de caminos hizo uno largo, muy hermoso, «entallado como libro en la roca» apropiado para las muchas procesiones que subían al monte
por Giuseppe Frangi
El interior del santuario que, al final del recorrido, constituye la XV capilla, la de la Coronación de María. Aquí se ve un altar dedicado a la adoración de los Reyes Magos
La presencia de la pequeña comunidad había hecho revivir un antiguo recuerdo ligado a la historia de este monte: aquí, según una tradición no documentada, se retiró en oración Ambrosio antes de la confrontación decisiva con los arrianos, y aquí la Virgen le garantizó la victoria. En realidad la primera señal de esta “huella” mariana se encuentra en un documento del 922, conservado también en el Archivo de Estado de Milán, en el que se alude a donaciones hechas a la “Basílica de Monte de Vellate”. Velate sigue siendo hoy el nombre de una fracción de Varese situada precisamente en la ladera del monte. Y cerca de Velate hay otra localidad que conserva en su nombre otra huella de estos orígenes: Sant’ Ambrogio Olona.
En fin, todo esto contribuía a que un flujo cada vez más numeroso de peregrinos comenzase a subir por estas laderas empinadas. A menudo se mezclaban con ellos los frailes capuchinos que en 1560 habían abierto el convento de Casbeno y que poco tiempo después habían recibido de la autoridad eclesiástica (el arzobispo Carlos Borromeo, porque la diócesis era y sigue siendo la de Milán) el encargo de administrar los sacramentos a las monjas ermitañas del monte.
La III capilla dedicada a la Natividad; las estatuas son de Cristoforo Prestinari
Llegados a este momento de la historia, hay que abrir un paréntesis: desde hacía algunos decenios la iniciativa de los franciscanos había punteado el mapa de la zona prealpina lombarda y piamontesa con una inédita tipología de monumentos religiosos. Eran los “Montes Sagrados”, pensados como lugares donde la representación de la historia cristiana podía renovarse según criterios de gran verosimilitud y con gran impacto para los fieles. Había comenzado a finales de 1400 el padre Bernardino Caimi, fundando el más hermoso y más célebre de todos los “Montes Sagrados”, el de Varallo. Había sido guardián de los Lugares Santos de Jerusalén y, al regresar a Italia, había querido recordar aquellos lugares, a beneficio de los peregrinos que ya no podían dirigirse a la Ciudad Santa. Después de Caimi otros dos franciscanos tomaron iniciativas semejantes a finales del siglo siguiente: el padre Cleto, en 1589, en la localidad de Orta y el padre Costantino Massimo, en 1590, en Crea.
El padre Aguggiari, pues, tenía ejemplos a la vista. Pero la empresa era costosa y no había fondos a disposición en aquel momento. De todos modos, habló de su idea con el diputado que se encargaba de los intereses materiales de las monjas, Giuseppe Dralli, y con Giuseppe Bernascone, un arquitecto y agrimensor muy activo en la zona.
También se enteró del proyecto un cura de la zona, don Vincenzo Gigli, párroco de Malnate que invitó al padre Aguggiari a predicar y recoger fondos en su iglesia. Era el día de la fiesta patronal de san Martín, el 11 de noviembre de 1604. Tres días después, el domingo 14, los representantes de la comunidad de Malnate subían en procesión al monte llevando las ofrendas. La colecta había superado toda previsión, y al padre Aguggiari le llegaron un sinfín de peticiones para que fuera a predicar por todas las iglesias del territorio. No se echaba nunca para atrás, a veces hacía cuatro predicaciones en un día y en lugares distintos, la última a la luz de las antorchas.
La X capilla, la de la Crucifixión; las estatuas son de Dionigi Bussola
Dentro de las capillas, como en las de Varallo, debía haber estatuas y pinturas que representasen eficaz y teatralmente cada uno de los misterios. Una empresa enorme que al final comportó enormes recursos financieros.
Respecto a Varallo y los demás “Montes Sagrados” ya realizados, este de Varese necesitaba otro elemento decisivo: el camino. Y Giuseppe Bernasconie, llamado “El zurdo”, experto en la realización de caminos, hizo uno largo, muy hermoso, “entallado como libro en la roca” (como escribió asombrado un viajero inglés a principios del siglo XX), apropiado para las muchas procesiones que subían al monte, y que se ensanchaba ante cada capilla para facilitar la parada. Tanta importancia cobró el camino que alguien tuvo la tentación de llamar esta obra “Camino Sagrado” en vez de Monte Sagrado.
A pesar de la ampliación del proyecto, las obras marchaban rápidamente. En 1608 llegó la aprobación del cardenal Federico Borromeo, que según el carácter pragmático de su familia, se preocupó de que se hiciera todo con orden y transparencia, e instituyó la congregación de los Fabriqueros para «supervisar la obra» y sobre todo para «manejar las limosnas». Entre Aguggiari y los diputados del Monasterio habían surgido tensiones, porque estos querían invertir parte del mucho dinero recogido en los bancos de Varese, mientras que él pedía que se gastara en seguida todo en el adelanto de la obra.Y Federico debía estar de su parte, visto que aconsejó que la obra avanzase «con gallardía».
En 1610 llegó también la aprobación papal, con un Breve del 30 de septiembre. Y el 17 de octubre de 1619, cuando el cardenal subió al monte, unas diez de capillas ya estaban casi terminadas, por lo menos como estructura arquitectónica. Federico recomendó una vez más (“monemus denique, et hortamur dictos fabriceros…”) que amaran la obra y con todas sus fuerzas la hicieran progresar, sin lentitud ni negligencias. Cuando en 1631 la muerte se llevó, en el espacio de pocos meses, al padre Aguggiari y al cardenal Federico, el “Monte Sagrado” estaba terminado.
Uno de los arcos que dividen, a lo largo del recorrido, los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos
El Camino sagrado de muchos artistas lombardos
Al Monte Sagrado de Varese se puede llegar fácilmente en coche, tanto a la base como a la cima. Hay también un funicular que sale de Vellone. El camino que sube en medio de las capillas tiene una longitud de 2 kilómetros y un desnivel de 300 metros. Es muy sugestivo por el paisaje y por las obras de arte que pueden verse. En muchas de las capillas trabajaron, como pintores o como escultores, algunos de los nombres más importantes del arte lombardo del siglo XVII. En especial, Pier Francesco Mazzucchelli, pintor de Varese, Carlo Francesco Nuvolone, Dionigi Bussola, Francesco Silva. Fuera de la tercera capilla Renato Guttuso (que tenía su estudio en Velate, a los pies del monte), ha dejado una hermosa Huida a Egipto, realizada en 1983. El recorrido termina en el santuario, donde se conserva la estatua de la Virgen coronada, y donde reposan los restos de las beatas Caterina Moriggia y Giuliana Puricelli, las fundadoras de la orden, cuyo monasterio está al lado del santuario.