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PERFILES HAGIOGRÁFICOS
Sacado del n. 06/07 - 2004

De la Roma de los papas a África

San Gaspar del Búfalo


El texto de la conferencia que nuestro director pronunció el 12 de junio de 2004 en la parroquia de los misioneros de la Preciosísima Sangre de Roma


por Giulio Andreotti


San Gaspar del Búfalo

San Gaspar del Búfalo

No se sorprendan que, hablando de su santo con motivo del feliz centenario de su beatificación y en el 50º aniversario de su solemne canonización, comience con una cita del presidente Bush tras el terrible suceso del 11 de septiembre de 2001: «Bin Laden», dijo, «es un traidor a su propia religión».
De este modo evitó que se desencadenase una cruzada antiislámica que hubiera hallado respuesta en la preocupación que en muchos países, incluida Italia (aunque con menos intensidad que en Francia) provoca la creciente presencia de inmigrantes mahometanos. Esta preocupación, que adquiere visos alarmantes dado lo prolífico de su población y la posible poligamia, a diferencia de la limitación de los nacimientos que caracteriza al mundo occidental desarrollado, es quizá el tema central sobre el que la humanidad ha de reflexionar ya desde hoy, y previsiblemente con una intensidad cada vez mayor. Pero mientras que algunos adoptan actitudes racistas y prohibicionistas –opción representada por Oriana Fallaci y sus libros–, hemos de convencernos de que esta actitud es humanamente equivocada y estéril.
Ahora más que nunca es necesario que los cristianos crean en el amor y sientan el deber y el encanto misionero de su vocación. Preciso y puntual es el mensaje que viene de la vida de Gaspar del Búfalo y de la Congregación creada por él, hoy presente y operativa en tantas naciones del Viejo y Nuevo mundo.
El santo nace en 1786 en Roma (me apetece recordarlo, sin ningún tipo de provincianismo) en un momento histórico especialmente movido, con la Santa Sede sufriendo las consecuencias tumultuosas de la sangrienta Revolución francesa. Muy joven iba a la iglesia del Gesù, al lado del Palacio Altieri donde vivía. Le atrae especialmente el santo misionero Francisco Javier, y por un período siente la llamada de la Compañía. Pero no era este el designio de la Providencia. Su vocación era por el sacerdocio secular, pero no como visión estática.
En el vocabulario dialectal romano –caído ya en desuso– existía una expresión para indicar a una persona de vida tranquila y privilegiada: “Está como un canónigo” (a veces se decía también: “Está como un papa”).
En el primer decenio del siglo XIX no corrían vientos precisamente favorables ni para el Papa ni para los canónigos. De modo que el flamante canónigo de San Marcos, don Gaspar, se encuentra ante la alternativa dramática de la imposición al clero del juramento de fidelidad al emperador contra las directrices papales. Algunos se doblegaban, pero el canónigo del Búfalo no. Su respuesta es lapidaria, a sabiendas de que esto significaba el exilio: «No debo, no puedo, no quiero». De ahí su alejamiento forzado de Roma, primero en Ímola, luego en Bolonia, posteriormente durante siete meses en la cárcel de San Giovanni a Monte, y más tarde en Lugo diRomagna. En su primer año de alejamiento se enteró de la muerte de su madre. Sufre pero no abandona y afirma su superioridad. En una carta dice: «Escribo estas pocas líneas para no molestar a quien preside la revisión». El círculo se estrecha posteriormente. Quien no jura no puede permanecer en el Estado del papa. Así que don Gaspar tiene que viajar hasta Córcega, pasando por Florencia, donde están los otros exiliados.
La escuela de economía doméstica en la misión de Manyoni, Tanzania

La escuela de economía doméstica en la misión de Manyoni, Tanzania

En estos largos años pudo conocer mejor a sus hermanos de sacerdocio y plantear un modelo de actualización del clero que se concretizará, a su regreso a Roma, en la creación de la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Renuncia a la canonjía y se dedica con profundidad a esta obra de renovación sacerdotal y de apostolado popular. Los núcleos de sacerdotes y colaboradores crecerán prodigiosamente. El primero será colocado en el pequeño pueblo de Giano, en la región de Umbria, en 1815.
Con el crucifijo en la mano, los misioneros de la Preciosísima Sangre harán en cada uno de los centros jornadas de meditación, de diálogos, de confesiones. Seguirá, cuatro años más tarde, la casa de Pieve Torina, en Camerino. En 1821 le llega su turno a Albano, que será un punto crucial para la Congregación. De aquí llegan hasta Romagna, pero especialmente a la difícil área del sur de Lacio entonces denominada de Marittima y Campagna, infestada de bandoleros.
Más de un siglo después, trabajando intensivamente en mis tareas políticas en todos los pueblos del bajo Lacio, he hallado en muchas tradiciones locales rastro de estas iniciativas organizadas de vida religiosa: desde Terracina hasta Sonnino, desde Sermoneta a Vallecorsa, ligada a la santa De Mattias. Incluso en el pueblo de mis padres, Segni, me enseñaron documentos de archivo con protestas porque los corregidores habían eliminado el pequeño tributo necesario para organizar una nueva misión. Aquí el tema debería derivar hacia el malestar en la coexistencia entre poderes religiosos y poderes de representantes, por así decir, terrenales de los papas. Habría de pasar mucho tiempo, y mucha agua bajo los puentes del Tíber, antes de poder escuchar (como escuchamos de boca del cardenal Montini) que el poder temporal era un peso del que por fin la Iglesia se vio liberada.
Por el momento la diarquía de los obispos y los legados pontificios continuaba no sin incomprensiones y molestias.
No faltaron las críticas e incluso las calumnias (aunque, ¿qué fundador no ha pasado por estos tragos?).
Los maldicientes, por desgracia, encuentran oídos dispuestos incluso donde no deberían. En un intercambio de cartas entre personajes de Curia se encuentra la acusación a los sacerdotes de la Congregación de que no observaban la abstinencia los viernes, o peor, de que estaban en tratos con los bandoleros. Le fue fácil a don Gaspar desmentir la primera acusación y explicar que sin contactar con ellos habría sido difícil cumplir el mandato de hacer que aquellos malhechores volvieran por el buen camino.
Bandoleros junto a un abrevadero

Bandoleros junto a un abrevadero

Sobre los bandoleros, en una carta de noviembre de 1823 escribía el santo: «Tres gracias le pido además con la presente. La primera es que utilice sus buenos oficios ante Nuestro Señor para la salvación de los pocos bandoleros que han quedado, y sepa, Dios sea loado, que desde que se establecieron las casas de misión, la Provincia presenta un notable cambio». En un folio de 1824 dice: «Sobre el bandolerismo, dado que no se pensó en dar ninguna orden benigna al principio del pontificado presente: 1. Que se vuelva al sistema de acogida en las iglesias y al asilo eclesiástico, diciendo, por ejemplo: esto beneficia también a los vagabundos, de modo que por indirectum contribuiría a mejorar o eliminar a los bandoleros; 2. Que las selvas llamadas sacras sean de asilo. Porque si no lo óptimo es enemigo de lo bueno; 3. Que no se dé oídos, como hecho cierto, a los memoriales ciegos. Me callo otras cosas, porque a mí me es suficiente predicar y confesar».
Por otra parte, quizá precisamente el rigor de la vida de las casas de la Congregación hacía que la comparación fuera incómoda dado el estilo cómodo que predominaba fuera.
Pero precisamente en Frosinone se desarrolló un difícil y largo episodio de incomprensión, con un entramado de intereses entre propietarios de inmuebles y el exclusivismo de una comunidad claustral.
La llamada al rigor que hacían los misioneros y el éxito a la hora de aconsejar quemar libros malos, de entregar armas prohibidas, de hacer públicas penitencias importunaba las costumbres de administración ordinaria de cierto clero que en algunos centros era mucho más numeroso de lo necesario y a veces perezoso y sin iniciativas.
Leo algunos fragmentos en las actas del proceso canónico: «Fue para el Siervo de Dios cosa siempre dolorosa el vilipendio del clero, pero no podía disimular las necesidades grandes de la Iglesia. Varias veces deploró el estado mísero en que nos encontramos y hablaba de la necesidad de una reforma, que debía comenzar por lo sagrado. “Oremos”, decía, “oremos mucho para la reforma de los tiempos”».
Con gran humildad, pero con no menor firmeza, escribía: «Sería un acto muy pío hacer saber a Su Santidad que elimine toda idea de comisión especial… ello no daña la estima de nadie… También hacer notar que no es justo que los eclesiásticos sean controlados por los ministros de policía… Estas injerencias son de los obispos». El 20 de junio de 1825 escribe: «Un alma grande… me hace decir por boca de su director que se le diga al Santo Padre que si no se comienza la reforma, empezando por lo sagrado, estamos cerca de nuevas calamidades. Yo ya tengo preparados algunos folios titulados: Claustrales, Clero, Nobles… Además de las otras memorias ya remitidas en otras ocasiones».
La reina de la Preciosísima Sangre, la imagen que san Gaspar llevaba en las misiones

La reina de la Preciosísima Sangre, la imagen que san Gaspar llevaba en las misiones

Más adelante dice: «Que el Romano Pontífice publique una encíclica para los obispos a fin de que regresen al nervio de la disciplina eclesiástica e insistan en las leyes sinodales, que podrán modificarse si es necesario. Que se hable en esta encíclica del remedio necesario para las obscenidades de la pintura, ramas y otras cosas de contenido similar. Además, que se les recomiende la vigilancia sobre la vestimenta de las mujeres y sobre los puntos más interesantes de la reforma».
«Otra encíclica se hace necesaria para todos los príncipes, dándoles amorosamente a conocer que, terminada la piedad, la educación, la dependencia de la Iglesia, sus tronos quedaron comprometidos».
«En cuanto a los prelados, ¡qué cosas se ven hoy día, hablando en general! Enzarzarse en conversaciones ligeras, en bailes, en veladas… ¿por qué todo esto? ¿Y cómo conjugarlo con la reserva eclesiástica y con el cumplimiento de los sagrados cánones? ¿Y con qué corazón se podrán eliminar en los seglares tantas cosas, causa de afeminación y cosas por el estilo, si de ello son un ejemplo los prelados, y a veces hasta se ha publicado en papeles el detalle de ciertas diversiones y se ha nombrado en ellos a los personajes que intervinieron con verdadero vilipendio de la dignidad de que no hacen gala? Las Delegaciones, especialmente, son las que hay que confiar a las personas más maduras».
«El clero, ¡cuán necesaria es para él la ciencia y la santidad! Qué necesarios son para nuestras Casas de Misiones los Ejercicios espirituales para sacudir de la inercia, para acreditar a los eclesiásticos ante los pueblos, para alejarlos del amor por los parientes, por las cosas y por el ocio. Quitados los párrocos y los canónigos, los otros del clero en los internados, tan célebres en los primeros tiempos de la Iglesia, y de los que tanto bien se irradia a las respectivas diócesis; y cuántos obreros se enviarían también a las misiones exteriores de Propaganda. Pero a este gran bien, que es la pupila de los ojos de Dios, conviene unir la congregación de los jóvenes que, salidos del seminario, necesitan formarse en las parroquias, en los ministerios, en el cultivo de la viña de Jesucristo».
«La reforma no presenta todavía sus verdaderos principios. Orabimus igitur coram Domino, a quo omne bonum… Todos los papeles que yo escribí en varias épocas, se los habrá dado sin duda al Santo Padre. Yo temo un gran castigo, porque hasta ahora las bases de la reforma no se ven. Oremus ergo provoluti coram Domino… ¿Sabe por qué he dicho que la reforma no ha comenzado? Porque esta ha de comenzar por lo sagrado… Se hace, pero no con la majestuosidad de los principios, de las encíclicas… Decimos lo superfluo en las Llagas del Señor. Nuestros pecados retrasan las gracias, las luces, las misericordias».


Santa misa en la parroquia de Chibumagwa, Tanzania

Santa misa en la parroquia de Chibumagwa, Tanzania

Leo en otro fragmento de las actas del proceso canónico: «Digo que todo el cuadro de las cosas, mientras que a muchos les parece que está en orden, en lo sagrado no puede ser más digno de llanto. A mí no me compete hacer otra cosa que rezar, callar y padecer. Por ejemplo, el palacio episcopal de Pontecorvo se usa para asuntos políticos y el Obispo no tiene a dónde ir. Y estamos en el Estado Pontificio. Cuántos otros lugares píos se han quedado en esto a fuerza de unir regulares y militares. ¿Se ha regulado alguna vez estos puntos, callando los otros? Dios no está satisfecho de nosotros».
Es imposible interpretar con fidelidad estas llamadas y estos comentarios fervorosos si no se encuadran en los tormentosos acontecimientos del papado durante aquellos años, consistentes en prevaricaciones civiles, humillaciones, intentos de conciliación a menudo desatendidos, imposibilidad incluso de llevar a cabo la administración ordinaria de la Iglesia y del Estado.
A lo largo de la relativamente breve vida de san Gaspar (1786-1837) se suceden cinco papas: Pío VI, Pío VII, León XII, Pío VIII y Gregorio XVI; la historia de los cinco fue casi siempre dramática y a menudo humillante.
Las quejas de que con sus misiones don Gaspar y sus sacerdotes molestaban a los superiores le causaban al santo amargura, pero no le alejaban de su precisa vocación reformadora. Por lo demás, el arzobispo de Camerino, que había ido a visitar al papa León XII enfermo, en presencia de otros obispos escuchó esta opinión suya: «El canónigo del Búfalo es un ángel, un santo y un docto».
Un sacerdote administra el sacramento del bautismo

Un sacerdote administra el sacramento del bautismo



Entre el material que se me entregó para ponerme al día sobre las actividades de esta Congregación recibí una conmovedora monografía sobre el trabajo que desarrollan ustedes en Tanzania, con una anotación sobre el papel que tuvo mi amigo don Giuseppe Quattrino, también él de Segni. Se dice hoy, cosa cierta, que África es un continente olvidado y que el final de la guerra fría interrumpió muchas de las ayudas que con fines políticos le dedicaban los rusos, los americanos e incluso los chinos. En la última reunión del G8 se habló del tema con algunas promesas. Esperemos que se cumplan. Contemplo con gozo la específica, intacta y creciente actividad misionera que ustedes desarrollan, que nunca tuvo otro objetivo –en África y en todas partes– que dar a conocer a Jesús y ayudar a los pobres y a los enfermos.
Creo que este es el camino para mirar hacia el futuro no con la preocupación de verse arrollados por ideologías adversas, sino como un campo de acción abierto a grandes posibilidades de desarrollo humano y cristiano, contemplando en el horizonte también el ecumenismo de la caridad, que quizá será más incisivo que el difícil diálogo entre las religiones.


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