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IRAK
Sacado del n. 09 - 2004

CRISTIANOS EN IRAK. Habla el obispo auxiliar de Bagdad de los caldeos

Sangre iraquí, armas occidentales


«Irak se ha convertido en guarida de toda clase de terroristas… Del Occidente vemos el ateísmo trágico, además del tráfico de armas y drogas, que alimentan el fanatismo y arman también al terrorismo». Entrevista a Shlemon Warduni


por Gianni Valente


Las 36 mesas redondas del congreso “Religiones y culturas. La valentía de un nuevo humanismo”, organizado en Milán por la Comunidad de San Egidio y la archidiócesis ambrosiana del 5 al 7 de septiembre, fueron una respuesta a los que afirman que en los tiempos que vivimos de terror global hablar de diálogo y negociación equivale a rendirse al enemigo o incluso a estar en connivencia con él. Y esto porque en las jornadas de trabajo no estaban sólo los asiduos de los festivales de las buenas intenciones, sino hombres concretos, metidos en la confusión que parece envolverlo todo. Una inmanencia en la realidad, con sus contradicciones y sus zonas grises, que puede captarse también en las entrevistas con Shlemon Warduni, obispo auxiliar de Bagdad de los caldeos, y con Ahmad al Tayyib, rector de la Universidad islámica de Al Azhar, que 30Días ha realizado con motivo del congreso de Milán.


La iglesia católico-asiria de Nuestra Señora del Socorro, en Bagdad, después del atentado del 1 de agosto de 2004

La iglesia católico-asiria de Nuestra Señora del Socorro, en Bagdad, después del atentado del 1 de agosto de 2004



«¿Por qué la guerra? No existe ningún motivo, si no el interés del petróleo, y quizá también Israel […] Llévense el oro negro, no lo queremos. Queremos la paz para nuestros niños». Habló claramente Shlemon Warduni, obispo auxiliar de Bagdad de los caldeos, durante su intervención en el encuentro de Milán organizado por la comunidad de San Egidio. La misma sinceridad con la que cuenta a 30Días cómo el desastre que ha seguido a la guerra afecta también a las comunidades cristianas presentes en Irak.
¿Qué ha cambiado en la vida concreta de las comunidades cristianas iraquíes tras los atentados de agosto?
SHLEMON WARDUNI: Los atentados del 1 de agosto lógicamente provocaron desorientación y miedo. Impresionó sobre todo la sincronía de los ataques contra las iglesias cristianas de Bagdad y Mosul.
¿Ha disminuido la participación en la misa y en las actividades parroquiales?
WARDUNI: Se notó una disminución que duró dos semanas. Pero ya en las celebraciones del 15 de agosto se volvió a los niveles de asistencia habituales.
Y, sin embargo, algunas fuentes afirman que en las semanas siguientes a los atentados cuarenta mil cristianos escaparon de Irak…
WARDUNI: Alguno se ha marchado, pero he hecho una pequeña investigación y he de decir que las cifras que se oyen son inventadas. La emigración de los cristianos de Irak y de Oriente Próximo es por desgracia un fenómeno constante. Desde hace cincuenta años la situación va de mal en peor, de un conflicto al otro, de una crisis a otra. Esto hace que se vayan sobre todo los jóvenes, que no consiguen imaginar un futuro mejor quedándose aquí. Este fenómeno se ha acentuado después de los atentados contra las iglesias, pero no se puede hablar de una huida masiva como dicen los medios de comunicación en Occidente.
¿Están protegidas ahora las iglesias cristianas?
WARDUNI: Después de los atentados, durante unos días, las iglesias estuvieron protegidas por las fuerzas de policía y los militares. Luego hemos preferido encargar a nuestros jóvenes la tarea de vigilar y hacer frente a posibles peligros. Una especie de servicio de orden autónomo, porque los fieles que vienen a misa se sienten seguros si ven que los que vigilan son caras conocidas, en vez de policías o militares con armas y medios blindados.
Según una interpretación muy difundida se ha querido atacar a los cristianos en cuanto huéspedes indeseables en tierra islámica, ligados de alguna manera con las fuerzas occidentales de ocupación…
WARDUNI: No creo. Hay que tener en cuenta los hechos, sin hacer demasiadas especulaciones. Nuestras relaciones con los musulmanes eran buenas. Y nosotros seguimos haciendo nuestro deber, como antes. Nuestros jóvenes hacen el servicio militar y en todas las guerras cumplieron con sus obligaciones de ciudadanos; respetando a las autoridades civiles y la leyes del país, trabajando seriamente, y esto lo saben todos los musulmanes. Consideramos los ataques contra las iglesias como una parte de ese plan que ataca en todas las direcciones, también a las mezquitas, para que toda la situación desemboque en el caos y la vida no vuelva a la normalidad.
¿Empieza a tener cierta legitimidad el gobierno provisional ante la población o la gente lo ve como un gobierno fantoche?
WARDUNI: Hay muchos que lo consideran un gobierno no legítimo. Pero otros tantos esperan ver en los hechos si el gobierno provisional y el consejo que lo sostiene consiguen restablecer la normalidad. Para mí es un primer paso, un intento que hay que apoyar. Hay que darle crédito a este gobierno, porque un país sin gobierno y sin ley no puede sobrevivir. Después, cuando lleguemos a las elecciones, se podrá elegir un gobierno que sea de verdad la proyección fiel de las fuerzas presentes en la sociedad iraquí.
Primero la guerra, luego el caos, las matanzas y el terrorismo. A casi dos años del comienzo del ataque de Estados Unidos, ¿cuál es el error de fondo de quien decidió la intervención bélica para derribar al régimen de Sadam?
WARDUNI: Pensaron que podían hacer como en Afganistán, pero Irak era diferente. Era un país rico en historia y cultura, con un control político orgánico, con un ejército estructurado. Cuando se derriba de golpe todo esto, se abre un vacío inmenso, que da miedo. Cuando, por ejemplo, decidieron despedir a todos los empleados de la burocracia y del aparato estatal, se creó de un día para otro una muchedumbre inmensa de desempleados. Incluso los que al principio vieron el final del régimen como una liberación, veían ahora que los libertadores se presentaban como una fuerza de ocupación. El otro error fatal fue mantener abiertas las fronteras. También ahora puede entrar cualquiera cómo y cuándo le apetezca. Irak se ha convertido en la guarida de toda clase de terroristas, que entran trayendo consigo las armas y los instrumentos del terror. Y además, las armas del ejército y de los aparatos de policía han ido a parar a manos de la población… En Occidente se habla sólo de los secuestros de los extranjeros, pero también centenares de iraquíes son secuestrados para pedir un rescate, y cuando se lo decimos a los periodistas nos responde que es un asunto que no le interesa a nadie. Luego están las bombas diseminadas por todas partes. Es fácil perder la esperanza.
Al principio también los cristianos parecían intervenir en la reconstrucción. Nacieron periódicos y grupos políticos organizados por cristianos. ¿Quedan señales concretas de esta participación?
WARDUNI: Sí, hay partidos y periódicos, que expresan intereses particulares. Pero hay que estar unidos para entrar en el escenario político. Nosotros hemos animado a los cristianos a que participen en la vida de las instituciones para construir un país democrático y libre junto con sus compatriotas. Pero ¿cómo hay que entender esta democracia? La idea de imponer desde fuera la libertad y la democracia es grotesca y un fracaso. Es imposible pensar que se puede imponer el modelo de democracia americano, o el italiano, en un país de Oriente Próximo. Hay aptitudes, culturas, tradiciones distintas. Sólo mirando a Irak con los ojos de los iraquíes puede ponerse en marcha un verdadero proceso que, gradualmente como todos los procesos históricos reales, nos acerque a la democracia. Les hemos dicho a los cristianos que no se dividan en pequeños grupos, que traten de formar solamente un partido, porque si no en esta situación se convierten en partículas sin importancia.
Según algunos intelectuales el islam ha desencadenado una guerra santa contra la civilización occidental y sus raíces cristianas.
WARDUNI: Los cristianos deben seguir sólo lo que dijo Jesús, amaros los unos a los otros como yo os he amado. Así permanecemos unidos y damos testimonio a los demás de nuestra fe en Jesús, tanto en Oriente como en Occidente. Antes la gente decía de los cristianos: «Mirad cómo se quieren». Y muchos se convertían. Ahora falta eso. Y de Occidente vemos sobre todo el ateísmo trágico, con el tráfico de armas y drogas, que alimentan el fanatismo y arman también al terrorismo.


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